Llévame a la frontera: La poética del margen. La representación de la migración y de otros márgenes en las artes visuales, musicales y en la literatura italiana en las dos primeras décadas del siglo XXI. Un enfoque desde la creación artística
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Rovelli, MarcoEditorial
Universidad de Granada
Departamento
Universidad de Granada. Programa de Doctorado en Artes y EducaciónDate
2024Fecha lectura
2024-05-27Referencia bibliográfica
Rovelli, Marco. Llévame a la frontera: La poética del margen. La representación de la migración y de otros márgenes en las artes visuales, musicales y en la literatura italiana en las dos primeras décadas del siglo XXI. Un enfoque desde la creación artística. Granada: Universidad de Granada, 2024. [https://hdl.handle.net/10481/92966]
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Tesis Univ. Granada.Abstract
¿Cómo se ha contado en Italia
en los últimos veinte años la condición
de los inmigrantes -una
de las condiciones humanas y
políticas más decisivas de nuestro
tiempo- en las obras de arte
-artes visuales, escénicas, cinematográficas,
musicales y literarias-?
Frente a un orden del discurso
social cada vez más basado en la
exclusión, ¿pueden las artes ser
inclusivas? ¿Es capaz el arte de
representar el reverso del sentido
común, y de ser arte que salva?
El objetivo de este trabajo es
construir una constelación de
“topoi”, de formas típicas de representar
la figura del migrante
que atraviesan las diferentes artes consideradas, constituyendo
así una reflexión sobre el sentido
de estos modos de representación.
Trascendental para cualquier
representación del migrante es la
frontera, concepto ambiguo que
indica tanto lo que separa como
lo que une. Como cum-finis está
implicado en lo humano entendido
como relación: debe entenderse
entonces como frontera,
un espacio que supera las oposiciones
dicotómicas y binarias de
nosotros frente a ellos, un lugar
de intersecciones y contaminaciones
-incluso en forma de dominación
productora de conflictos.
Pero cuando, como ocurre en el
discurso público contemporáneo,
las identidades -individuales y sociales
al mismo tiempo- se hacen
cada vez más fuertes, cerradas, definidas,
la frontera se convierte en
un muro, un lugar donde el nosotros
se hace identificablemente rígido,
y determina un ellos radical
y fatalmente separado.
Las artes narran predominantemente
la frontera como un
muro: como un lugar de tragedia,
de muerte, de trauma reprimido
que resurge como los
cadáveres en el Mediterráneo.
Esto lo hacen sobre todo las artes
que se basan en la narración,
incluso y sobre todo las de corta
duración como las canciones, en las que el viaje es una dimensión
muy presente, ya que se universaliza
fácilmente, representando
la condición humana.La frontera
también puede representarse
como lugar de paso y frontera,
como hacen a menudo el cine y
las artes visuales: el muro puede
entonces convertirse en puerta,
donde contar al otro, devolviéndole
su dignidad de sujeto.
Por razones geohistóricas obvias,
el mar es el cronotopo absolutamente
predominante en los
relatos artísticos de las migraciones;
una unidad espacio-temporal
que es el lugar específico del imaginario
italiano contemporáneo
-no sólo artístico- de las migraciones.
Pero si la representación
de la condición migrante en las
artes encuentra su lugar de elección
en el mar, como contenedor
universal de una tragedia que
suscita compasión por la víctima,
mucho menos se investiga la condición
del migrante como sujeto
atrapado en relaciones y dispositivos
de poder, y menos aún como
sujeto que ejerce alguna forma de
resistencia contra ellos. Representar
el mar, y la muerte ligada
a él, es una forma legítima y correcta
de representar la condición
del migrante, pero si ello no va
unido a la representación de sus
condiciones materiales de existencia, corre el riesgo de ser una
fácil estratagema retórica para
evocar y despertar la piedad en el
espectador de la obra sin llevarle
a reflexionar sobre la realidad
material de la víctima por la que
se pide compasión: los lugares de
trabajo y su explotación, los lugares
de su minoría de edad legal y
política, su precaria relación con
el espacio urbano, donde vive su
“doble ausencia”. In che modo la condizione dei
migranti – una delle condizioni
umane e politiche più decisive
della nostra epoca - è stata raccontata
in Italia negli ultimi vent’anni
nelle opere d’arte - arti visive, performative,
cinematografiche, musicali
e letterarie? A fronte di un
ordine del discorso sociale ogni
volta più fondato sull’esclusione,
le arti possono essere inclusive? E?
l’arte in grado di rappresentare il
rovescio del senso comune, e essere
arte che salva?
L’obiettivo di questo lavoro è quello
di costruire una costellazione di
“tòpoi”, di modi tipici di rappresentare
la figura del migrante che attraversa
le diverse arti prese in considerazione, costituendo dunque una
riflessione sul significato di queste
modalità di rappresentazione.
Trascendentale di ogni rappresentazione
del migrante è
il confine, concetto ambiguo
che indica tanto ciò che separa
quanto ciò che unisce. In quanto
cum-finis è implicato nell’umano
inteso come relazione: esso è
allora da intendersi come frontiera,
spazio che supera le opposizioni
dicotomiche e binarie del
noi contro loro, luogo di incroci
e contaminazioni - anche in forma
di conflitto, anche in forma
di dominazione che produce un
conflitto. Ma quando, come nel
discorso pubblico contemporaneo,
le identità – individuali e
sociali insieme – si propongono
sempre più forti, chiuse, definite,
il confine si fa muro, luogo
dove il noi si irrigidisce identitariamente,
e determina un loro
radicalmente e destinalmente separato.
Le arti raccontano prevalentemente
il confine come muro:
come luogo di tragedia, di morte,
di trauma rimossi che riaffiorano
come i cadaveri nel Mediterraneo.
A farlo sono soprattutto le arti
che si basano sulla narrazione, anche
e soprattutto quelle di breve
durata come le canzoni, in cui il
viaggio è una dimensione molto presente,
in quanto facilmente
universalizzabile, rappresentando
la condizione umana.
Il confine può essere rappresentato
anche come luogo di
passaggio e di frontiera, come
fanno spesso i film e le arti visive:
il muro può allora diventare
una porta, dove si può raccontare
l’altro restituendogli la sua dignità
di soggetto.
Per ragioni geostoriche evidenti,
il mare è il cronotopo assolutamente
prevalente nei racconti
artistici delle migrazioni; un’unità
spaziotemporale che è il luogo
specifico dell’immaginario italiano
contemporaneo – non solo
artistico – delle migrazioni. Ma se
la rappresentazione della condizione
migrante nelle arti trova il
suo luogo d’elezione nel mare, in
quanto contenitore universale di
una tragedia che suscita compassione
per la vittima, assai meno
indagata è la condizione del migrante
in quanto soggetto preso
in rapporti e dispositivi di potere,
e ancor meno in quanto soggetto
che mette in atto una qualche
forma di resistenza nei loro confronti.
Rappresentare il mare, e la
morte ad esso legata, è un modo
legittimo e doveroso di rappresentare
la condizione migrante, ma se
questo non si lega alla rappresentazione
delle sue condizioni materiali di esistenza rischia di essere
un facile stratagemma retorico di
evocare e suscitare pietà nel fruitore
dell’opera senza condurlo a
riflettere sulla realtà materiale di
quella vittima per la quale si chiede
compassione: i luoghi del lavoro
e del suo sfruttamento, i luoghi
della sua minorità giuridica e politica,
il suo rapporto precario con
lo spazio urbano, dove vive la sua
“doppia assenza”.