El emprendedor. Una reflexión crítica
sobre usos y significados actuales de un concepto
The entrepreneur. A critical
reflection on the current uses and meanings of a concept
Richard
Pfeilstetter
Personal Investigador en
Formación. Departamento de Antropología Social. Universidad de Sevilla.
rgp@us.es
RESUMEN
El artículo consiste en una
reflexión teórica general crítica del concepto de emprendedor empleado
actualmente en las ciencias sociales. El surgimiento, auge y
consolidación del término, para denominar y conceptualizar una nueva
agencia estrella del desarrollo, es descrito como el resultado de una
sociedad moderna centrada en la percepción del cambio social como
resultado de la acción individual de algunos sujetos héroes. El autor
revisa nociones actuales del emprendedor, tanto hegemónicas como
periféricas, recurriendo para ello al análisis de contenido de una
serie textos indicativos. Finalmente, el artículo propone una vuelta a
los orígenes etimológicos y teóricos del término, que permite superar
algunos de los problemas epistemológicos que el uso no reflexivo y
reduccionista del concepto en la actualidad conlleva.
ABSTRACT
This paper
consists of a general theoretical criticism of the entrepreneur as a
concept currently employed in the social sciences. The rise,
popularity, and consolidation of the term, to describe and
conceptualize a new favourite agency of development, is described as
the result of a modern society centred on the perception of social
change as a result of individual action of some subjects conceptualized
as heroes. The author reviews current hegemonic and peripheral notions
of the entrepreneur, by analysing the content of a series of
representative texts. Finally, the paper proposes a return to the
etymological and theoretical origins of the term, which overcomes some
of the epistemological problems of the current non-reflective and
reductionist use of the concept.
PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
emprendedores | emprendimiento |
antropología del desarrollo | creación de empresas | Schumpeter |
entrepreneurs | entrepreneurship | anthropology of development |
business creation
Las causas del cambio social es una de las preguntas centrales de
las ciencias sociales
desde sus orígenes. Para su explicación se ha recurrido a modelos que
describían como
principal responsable de la evolución social, a determinados agentes o
colectivos -las élites,
los obreros, los políticos- o a ciertas "fuerzas", como los medios de
comunicación, las
identidades sociales, las inversiones monetarias, etc. Todo ese tipo de
teorías, al intentar
definir el sujeto del cambio a base de una diferencia simple, han
provocado una oposición
en los mismos términos: no son los obreros sino la burguesía, no son
los medios de
comunicación de masas sino los líderes sociales, no son las inversiones
monetarias sino la
"cultura", los responsables del desarrollo. Es a este problema a lo que
se refería el
sociólogo N. Luhmann cuando afirmaba que "el concepto de fin ha sido
concebido
originariamente a partir de la acción aislada" (Luhmann 1983: 6). Todos
esos modelos
universalistas, unilineales y omnicomprensivos para definir una única
agencia del cambio
durante al menos dos siglos de historia de las ciencias sociales,
podemos encontrarlos de
alguna u otra manera, en todos los estudios que tratan hoy del
desarrollo de las sociedades.
Lo que ha cambiado son los conceptos con los que se quiere describir a
esa agencia del
cambio. Para nombrar algunas de esas sujetos del cambio que están
comunicados hoy en
día como responsables del desarrollo, se podría pensar en los think
tanks, las redes sociales
en Internet, los organismos internacionales, las ONG, los activistas o
los emprendedores.
El emprendedor, como un nuevo
protagonista clave para impulsar
procesos de cambio
social, ha sido destacado en los últimos años en la comunicación de
múltiples sistemas
funcionales, sobre todo desde el científico, el político y el
económico. Hay una extensa
producción de artículos y libros sobre la cuestión, revistas
especializadas, cátedras, etc.
Actualmente hay aproximadamente 500 mil artículos académicos
relacionados con la
palabra entrepreneur registrados en la plataforma Google, en
instituciones diversas
convocan concursos para emprendedores, hay agencias de creación
reciente que fomentan
el desarrollo de iniciativas emprendedoras desde las administraciones y
universidades,
premios públicos y privados para emprendedores, centros incubadoras de
empresas, etc. La
figura del emprendedor ha sido abordada desde muchos campos de
conocimiento y desde
diversas perspectivas, no existiendo un acuerdo común sobre el término
y el concepto de
emprender (Shane y Venkataraman 2000; Alonso Nuez y Galve Górriz 2008:
5).
El emprendedor como expresión
máxima del hombre moderno
Como quiero defender en las líneas que siguen, la aparición en los
últimos años del
emprendedor como sujeto estrella del cambio social no es casualidad.
Entender el sujeto
económico como la clave para explicar el desarrollo, frente a la idea
de que colectivos o
variables estructurales son el fundamento subyacente de los cambios
sociales, tiene sus
raíces en los valores de una sociedad determinada. La base social de
ese auge de un nuevo
sujeto estrella, que parece ser una nueva vía para explicar el porqué
del desarrollo de las
sociedades, es el contexto de la modernidad tardía en occidente, que
diferentes sociólogos
prestigiosos nos han descrito en términos de individualización y
riesgo (Beck 1986),
flexibilización (Sennett 2000), creciente reflexividad
(Giddens 1991), diferenciación
funcional (Luhmann 1987) e imposición neoliberal (Bourdieu
1991). Veremos, cómo el
conjunto de esas interpretaciones sociológicas de la sociedad
occidental contemporánea nos
pueden contextualizar las bases socio-económicas, de la aparición del
emprendedor en los
estudios de desarrollo y los presupuestos ideológicos implícitos que
nutren el concepto.
Para R. Sennett (2000), la sociedad posindustrial se define por la
imposición de una nueva
flexibilidad, causada por la evolución del modelo económico-social
capitalista a base de
tres pilares: la continua reestructuración de las instituciones, el
aumento de la
especialización y flexibilización en la producción según las
condiciones impuestas por la
demanda del mercado y, finalmente, una mayor concentración del poder y
de la vigilancia,
ocultos por su descentralización física. Sennett muestra, cómo esa
filosofía de
flexibilización se ha convertido en una ideología no reflexiva, en
cuanto apunta que en
muchos casos una mayor flexibilización no ha llevado a un mayor
beneficio, sino que las
demandas inestables del mercado se convierten en organizadores externos
del proceso de
producción interno (Sennett 2000: 50-53). Esa nueva flexibilidad de la
vida profesional y
privada, promocionada por las instituciones políticas y económicas, por
lo tanto es un pilar
para explicarnos el auge de la aparición y el fomento de emprendedores.
Ulrich Beck (1986) ve también en el
nuevo sistema flexible, que él
analiza no sólo para la
vida laboral y denomina individualización, nuevas
posibilidades para el desarrollo del
individuo. Describiendo la sociedad actual como una sociedad de riesgo,
apunta que los
individuos, una vez expulsados de las seguridades institucionales
tradicionales, identidad
étnica, parentesco, religión entre otros, se encuentran con un ambiente
de incertidumbres
globales, ecológicas, financieras, sentimentales, que sólo pueden
afrontar construyendo una
biografía propia distinguible. La flexibilidad y el riesgo, como
principales organizadores de
la vida en la modernidad, corresponden a la personalidad de un
emprendedor tipo. Es un
sujeto que al enfrentarse creativamente con la incertidumbre, empleando
su propia
flexibilidad, le gana protagonismo.
Para Luhmann y su teoría de la modernidad, también existe un "peso
reflexivo del
individuo moderno" (Luhmann 1987: 371). El proceso de individualización
es para
Luhmann el aumento de la interpenetración entre el sistema social y el
psicológico, proceso
que a su vez crea nuevas libertades y obligaciones, o como él lo llama,
nuevos momentos
de exclusión e inclusión (Luhmann 1987: 299). La creciente
diferenciación funcional de la
sociedad en un conjunto de sistemas horizontales como la política, la
economía, el derecho,
la religión etc. son el clima en el que puede prosperar la acción del
sujeto que ya no
depende de sólo un sistema social cuya lógica determina todos los
miembros de la sociedad
tradicional. Esa liberación de los individuos, es la precondición
estructural de que los
sujetos puedan ser posibles protagonistas del cambio social y no sólo
los colectivos. El
emprendedor es un agente que utiliza esa independencia que le
proporciona la sociedad
funcionalmente diferenciada, para relacionarse con todos estos sistemas
sociales en
beneficio propio.
La modernidad vista por Giddens (1991)
constituye un espacio en el
que los individuos e
instituciones, liberados de sus vínculos tradicionales vuelven a ser
reflexivos. Esa
necesidad de construir su propia biografía, donde modas y medias ayudan
a los agobiados
con su tarea, es la base social de la innovación. Frente al modelo de
la sociedad tradicional,
donde los individuos progresaban en la medida en que seguían fielmente
los pasos
preestablecidos de su segmento social, esa otra sociedad a la que se
refieren los autores que
estamos repasando, prima a biografías que justo rompen con esas
continuidades
generacionales. La novedad del proyecto privado y profesional, la idea
de la biografía
diferente, la innovación reflejada en la creación de instituciones
nuevas, son justo los
elementos con los que se define hoy la personalidad del emprendedor.
Para Pierre Bourdieu la sociedad occidental moderna, a veces incluso
en oposición a los
postulados de su teoría social, es un escenario de lucha, donde un
sistema neoliberal
capitalista se está imponiendo a todas las esferas sociales del mundo.
El campo académico
colabora en gran medida con la empresa neoliberal individualista
mediante la promoción de
las teorías del actor racional, porque el propio científico se ve en
ese papel de sujeto héroe
y tiende a aplicarse a sí mismo el subjetivismo que al objeto de
estudio, al objetivarlo,
deniega. La "diferencia generadora de energía (…) energía creadora,
espíritu de empresa"
(Bourdieu 1991: 231) es para Bourdieu la visión conservadora de la
historia, que "establece
una distinción absoluta y duradera en lugar de una continuidad"
(Bourdieu 1991: 231). El
emprendedor, desde esa perspectiva, es el modelo del sujeto en un mundo
liberal que se
está promocionando desde las instituciones. El emprendedor es el actor
tipo que mejor
encaja en la economía de mercado, asumiendo su persona, en la práctica,
los postulados
teóricos del liberalismo.
El emprendedor es el sujeto social tipo
ideal que responde a todas
esos aspectos centrales
que definen la sociedad actual. En un contexto de universalización e
imposición creciente
de la lógica liberal y mercantil, el emprendedor responde mediante la
construcción
reflexiva, flexible y funcionalmente adecuada, de acciones racionales
cuyo conjunto
desemboca en una biografía única y diferenciada, capaz de enfrentar los
desafíos de riesgo
e incertidumbre del entorno. Emprendedor es quien, según el Diccionario
de la Real
Academia Española (22ª edición), "emprende con resolución acciones
dificultosas o
azarosas" y emprender es "acometer y comenzar una obra, un negocio, un
empeño,
especialmente si encierran dificultad o peligro", presupuesto genérico
que conlleva la idea
central del hombre moderno de que el esfuerzo personal, la libertad del
individuo y la
igualdad de oportunidades contribuyen al desarrollo de la condición
humana. Ser
emprendedor es una forma de vida, una modelo cultural, un modo de
estar, una forma de
relacionarse con el mundo, tanto un derivado de ese nuevo sistema
flexible como un
aprovechamiento activo de sus posibilidades liberadoras. Las diferentes
teorías actuales
acerca del emprendedor, objeto de los análisis que siguen, deben ser
juzgadas a la luz de
ese contexto social de la sociedad moderna. Entre ellas, las teorías
que llamaremos en el
punto siguiente subjetivistas del emprendedor, a menudo son
incapaces de contextualizar,
histórica y socialmente, su objeto de estudio como ha sido mi
pretensión en este prólogo.
Las teorías sobre el emprendedor tipo, por otro lado se paran en la
crítica de las
implicaciones neoliberales del término, dejando de considerar que ese
nuevo modelo de
sociedad al que responde el emprendedor no sólo puede ser descrito en
términos negativos.
Teorías subjetivistas del
emprendedor: La acción racional y
el economicismo
Las teorías sobre el emprendedor que aquí quiero llamar
subjetivistas, son sin lugar a dudas
las más populares, ya que no producen ningún tipo de conflicto con el
contexto social en el
que son construidas. Sus defensores se sitúan primordialmente en el
campo de producción
de las ciencias económicas, aunque también en algunas orientaciones
especiales de la
sociología, la psicología y el derecho. Se pueden agrupar bajo una
corriente que se ha
venido en llamar "teorías de la acción racional". Se fundamentan en un
presupuesto
ontológico que prima el libre albedrío sobre los condicionantes
ambientales, e interpreta las
acciones de los individuos como la consecuencia de cálculos racionales
o utilitaristas, que
se realizan a base de valorar conscientemente las ventajas e
inconvenientes de una acción
cualquiera. Aplicada esa teoría a los estudios del emprendimiento, el
impulso de procesos
de institucionalización de iniciativas innovadoras, se ve más como el
resultado de acciones
aisladas de agentes especialmente capacitadas que de causantes
ambientales.
A partir de ello, esas teorías del
emprendedor buscan en los
discursos formalmente
razonados de los agentes, en los documentos autodescriptivos y en la
capacidad de la
personalidad o de la configuración psicológica, la explicación que ha
llevado tanto a la
decisión de emprender como al éxito de la empresa. Menos atención
reciben las
condiciones sociales e históricas de producción de la acción
emprendedora, el entorno del
pasado y del presente, para explicar el surgimiento y éxito evolutivo
de la institución
emergente.
Por otro lado, esas teorías conllevan
cierta inclinación manifiesta
o latente para interpretar
el acto de emprender, tanto en sus causas como en sus efectos, como
económico en el
sentido de sus implicaciones materiales para sujeto y objeto del
desarrollo. Esa primacía de
la visión económica del emprendedor conlleva, aunque no de modo lineal,
una inclinación
a la metodología cuantitativa, al ser el mundo material a primera vista
más proclive a la
representación y el análisis matemático. También el enfoque
economicista se inclina por
entender como emprendedor a la persona física que crea una empresa con
ánimo de lucro
en el contexto de una economía de mercado.
Dibujado ese cuadro, quizás un tanto
reduccionista pero ilustrativo
de una gran cantidad de
estudios sobre emprendedores, veremos ahora algunos ejemplos
seleccionados porque se
adecuan de manera prototípica a esa mirada subjetivista y economicista
del emprendedor y
discutiremos los principales problemas que ese enfoque conlleva.
El Global Entrepreneurship Monitor
(GEM), cofinanciado en Andalucía
entre otros por el
Centro de Estudios Andaluces, el CIS de la comunidad autónoma sí así
queremos, es un
estudio cuantitativo longitudinal, iniciado por el Babson College en
Estados Unidos y la
London Business School en 1999. Esa red de investigadores entiende al
emprendedor como
la "persona que está inmersa en el proceso de creación de una empresa o
en sus primeras fases
de consolidación. Puede ser independiente o autónomo -si lo hace por
cuenta propia-, o
corporativo -si forma parte de su trabajo habitual como empleado de
otra empresa" (Global
Entrepreneurship Monitor 2005: 147).
El emprendedor se entiende en esa
definición 1) como un sujeto y no
un colectivo o una
institución, 2) como un actor generalmente económico y 3)
necesariamente como creador
de una nueva institución jurídicamente definida como empresa. Viene de
la mano de esa
definición conceptual, una metodología cuantitativa del estudio que
lleva a afirmaciones
como la siguiente:
"En general, los
hombres son mucho más dados a iniciar un negocio
que las mujeres. En
ninguno de los países participantes en GEM 2006 son las mujeres más
activas que los
hombres para iniciar y poseer empresas" (Global Entrepreneurship
Monitor 2006: 20).
Las explicaciones causales que
generan a base de esas evidencias, se
sitúan en un plano
generalista hipercoherente, coherencia que facilita al mismo tiempo la
definición
excluyente del emprendedor, por ejemplo: hay más mujeres emprendedoras
en los países
con bajos ingresos porque hay más restricciones en el mercado laboral.
Las mujeres en el
primer mundo gozan de un sistema de seguridad social que les permite no
emprender. Esa
adaptación del objeto de estudio a las necesidades impuestas por
encuestas masivas, la
podemos encontrar en la siguiente subcategoría del emprendedor
emergente: "Nuevos
empresarios son las personas, entre 8 y 64 años de edad, que han tomado
algunas medidas
para la creación de una nueva empresa en el último año". Las encuestas
del Global
Entrepreneurship Monitor son proclives a generar datos no fiables, en
cuanto preguntan a
sus informantes si son emprendedores por necesidad u oportunidad, si su
servicio es
innovador o no, etc., lo que lleva al estudio a afirmar, por ejemplo,
que en países con bajo
ingreso per cápita hay mayor índice de emprendedores. Para
contrarrestar el sobrepeso de
datos cuantitativos, introducen preguntas a expertos que en un segundo
paso también son
cuantificados.
Para su versión individualista del
emprendedor precisamente
definido, el entorno es un
todo difuso que de alguna manera influye en el individuo y en sus
correspondientes países:
"Los entornos institucionales -políticos, legales y culturales- en los
que operan los
empresarios influyen directamente en su actividad y, por lo tanto, en
el curso del desarrollo
económico del país". El mero hecho de crear una empresa en el sentido
jurídico, es para el
GEM como equivalente al aumento del grado de desarrollo. Caen en un
segundo plano
preguntas sobre cuáles han sido las causas de la creación, cuáles son
sus aportaciones para
una región al nivel meso-social, qué causas y efectos no económicos han
de ser tomados en
cuenta, entre otros.
Frente a ese macroproyecto
internacional de investigación de gran
impacto en la
comunidad científica de estudios sobre emprendedores, que representa el
GEM,
normalmente nos encontramos en los estudios sobre emprendedores, con
investigadores
que desarrollan su actividad en algunos de centros de estudios
empresariales y económicos
situados en el mundo académico de la Universidad. Un ejemplo de ello,
puede ser el
artículo de De Carolis y Saparito (2006), que definen el emprendedor
por su capacidad de
reconocer y explotar oportunidades y ventajas competitivas, su
capacidad de innovación.
En el mismo sentido que para el GEM, el individuo y sus habilidades
están pensados como
dados, son el punto de partida, en los que influye posteriormente su
entorno social. Tanto la
cognición como el capital social, la agenda capaz de generar el
emprendedor, se ven como
un recurso de los individuos y su entorno como un mundo de
oportunidades. Llama
también la atención que la propia existencia de una relación recíproca
entre individuo y
entorno social, está presentada en esos estudios economicistas como si
fuera una variable
nueva a descubrir.
También para Chadwick, Glasson y Lawton
(2005), el talento de los
individuos prima
sobre la importancia de las redes y las acciones colectivas. Su
definición del emprendedor,
la capacidad de agentes para crear negocios nuevos, no se distingue
sustancialmente de los
ejemplos del emprendedor sujeto. Dos cosas son importantes en el
desarrollo regional para
Chadwick, Glasson y Lawton: la presencia de individuos con talento y el
efecto que tiene
eso en los demás. El entorno social de los emprendedores se percibe
como el conjunto de
los emprendedores restantes. Es un entorno facilitador igual que para
De Carolis y Saparito
(2006). Esa "clase creativa" y su devenir histórico es la que explica
en su estudio el
desarrollo de un territorio.
Es de interés ese último ejemplo en
cuanto que pertenece a la
categoría de investigaciones
del emprendedor, economicistas y subjetivistas que, frente a lo común
en esos estudios,
utilizan una metodología cualitativa. Su estudio explica el desarrollo
económico
exponencial de un territorio mediante el análisis de 22 actores claves
que, según los
autores, lo impulsaron. Ese tipo de metodología puede eficazmente
resolver algunos de los
problemas resultantes de estudios empiristas, como los que hemos visto
del GEM. Pero la
propuesta resulta cojo, en cuanto no resuelve el problema teórico que
tiene la concepción
de los agentes del cambio como "héroes" más o menos independientes de
lo que les rodea,
aislando así una élite selecta como determinante para su entorno. El
texto de Chadwick,
Glasson y Lawton es un buen ejemplo para ilustrar, que el modo de
trabajar empíricamente,
no puede resolver los problemas resultantes de un corpus teórico que
apuesta por una
visión subjetivista del mundo social y de sus modos de cambio.
Que ese tipo de estudios del
emprendedor, que he llamado aquí
subjetivistas y
economicistas, configuren actualmente el estatus quo del debate, lo
puede ilustrar otro
artículo que he seleccionado para tales fines. Alonso y Galve (2008)
pretenden ofrecer una
visión general de las investigaciones sobre emprendedores actualmente
en discusión. El
hecho de que en ese texto, que trata de resumir el estado de la
cuestión, no aparezcan
autores que no confunden el emprendedor con el empresario y no piensan
la teoría del actor
racional como teoría genérica, ilustra que estamos ante un panorama de
investigación en
ese campo, que cuenta con un paradigma dominante y una periferia a la
que dirigiremos
nuestra mirada ahora.
Teorías sobre emprendedores tipo
Frente a los estudios
economicista-financieros hegemónicos sobre
"emprendedores
genéricos" creadores de empresas, se sitúan una serie de teorías
complementarias, y a veces
opuestas a aquéllas, añadiéndole al término algún complemento, para
orientarlo hacia otros
campos de significación menos percibidos como económicos. Esos estudios
o bien se
centran en algún colectivo concreto, definido mediante criterios de
diferenciación social
tales como edad, genero, etnicidad, etc., o se interesan en
determinados sectores de
actividades, como pueden ser las nuevas tecnologías, la creación de
asociaciones, etc. De
ahí salen creaciones conceptuales como emprendedores o emprendedoras
étnicas, sociales,
jóvenes…, emprendedores de la red, emprendedores morales, etc. A menudo
esos estudios
conllevan alguna valoración ideológica o de simpatía para el grupo o la
actividad que se
describe, subrayando implícitamente la mayor importancia o mayor
legitimidad de estos
emprendedores frente a otros. Existen estudios sobre "emprendedores
tipo", prácticamente
desde la totalidad de las disciplinas en ciencias sociales, y parece
que ello se debe a la gran
inflación de estudios sobre emprendedores que provoca la evolución de
cierta
especialización o diferenciación interna de ese campo.
Igual que los estudios no reflexivos
sobre el emprendedor genérico,
también los estudios
sobre el emprendedor o la actividad emprendedora de tipo "no
económico", se centran en
un grupo social que pretenden describir. Desviando la importancia hacia
la definición de
unidades perfectamente diferenciadas, están perdiendo capacidad de
centrarse en los
procesos del cambio social. Desenfocan con ello la acción y la
comunicación, que no
siempre se rige por lógicas de pertenencia o identificación a grupos
sociales diferenciados
mediante criterios de observación del científico orientada en esa
distinción. Eso se pone de
relieve cuando, por ejemplo, se da por sentado que es la actividad
formal que se clasifica la
que es especialmente novedosa, mientras que el acto mismo de emprender,
no merece una
atención investigadora especial.
Ligado a ello, está el problema
metodológico mismo de la elección
del grupo o la actividad
que se procura estudiar, el peligro del sesgo de complicidad con el
objeto de estudio. Esos
nuevos comunitarismos en el campo de los estudios sobre entrepreneurship,
no solo
reifican los grupos sociales que estudian y les otorgan mayor
coherencia de la que
realmente gozan, perdiendo así de vista la acción significativa como
objeto de estudio
primordial, sino que también contienen la tendencia de una oposición
simple respecto a los
estudios genéricos sobre el emprendedor. Caen en el otro extremo
epistemológico.
Mientras que las teorías economicistas desvaloran los efectos no
económicos de la
economía, las teorías sobre el emprendedor tipo, a menudo desconocen o
menosprecian los
efectos económicos secundarios de emprendedores "sociales".
Muchos son los estudios que se centran
en algún grupo o actividad
emprendedora en
concreto, y no existe, en menor medida aún que en los estudios sobre
emprendedores
genéricos, un corpus teórico o una metodología común. Los estudios
sobre emprendedores
étnicos (Arjona Garrido y Checa Olmos 2005), sociales (Bornstein 2005,
Austin, Stevenson
y Wei-Skillern 2006), jóvenes (Fernández Esquina y Ruiz Ruiz 2006),
morales (Becker
1997), de la red (Ericksen 2001), trabajadores (Narotzky 2007),
culturales (Swedberg 2006,
Global Entrepreneurship Monitor 2005), rurales o campesinos (Bryant
1989, Korsching y
Allen 2004, Camarero y Sampedro 2007), por nombrar sólo la selección
discutida para ese
ensayo, son como vemos heterogéneos, abundantes y recientes. A partir
de ahí podemos
constatar en la literatura combinaciones entre esas categorías, como
mujeres rurales
emprendedoras (Camarero y Sampedro 2007) o mutaciones conceptuales como
corporate
entrepreneurship o intrapreneurship para denominar
iniciativas que se producen dentro de
instituciones ya existentes. Me centraré por lo tanto en unos pocos
casos ilustrativos para
tal campo complejo de estudios.
El texto de Narotzky (2007), es un
buen ejemplo para esos estudios
que establecen una
distinción entre emprendedores, en función del contexto socio-económico
y cultural en el
que desarrollan su actividad. Los conceptos de centro-periferia, se
usan para oponer al
concepto del emprendedor hegemónico otro tipo de emprendedor menos
"capitalista". Esa
distinción se hace tanto entre el Primer y el Tercer Mundo o, como en
el ejemplo de
Narotzky, para el centro y la periferia europea:
"Las actividades
económicas en las áreas de producción
descentralizados, como el sur de
Europa, estructurado en torno a redes de subcontratación informal, las
pequeñas empresas
familiares y el empresario autónomo no pueden describirse o explicarse
en términos de las
categorías estándar de la descripción sociológica del ámbito
"económico" en las sociedades
capitalistas occidentales" (Narotzky 2007: 403).
En esa misma línea de
centro-periferia, podríamos situar las teorías
sobre el campesino
emprendedor (Bryant 1989; Korsching y Allen 2004). Es el medio social
en el que se
desarrolla la actividad y el tipo de actividad, lo que sirve como
elemento distintivo entre
tipos de emprendedores. La pertinencia para denominar esos colectivos
como
emprendedores, se justifica por una oposición al modelo comúnmente
empleado para
denominar a los emprendedores. Visibilizar acciones de personas y
colectivos en contextos
socio-económicos definidos como "problemáticos", mediante el slogan del
"emprendedor"
es la motivación de los autores. Esa simpatía por la "comunidad" hace
hablarles de
entrepreneurial communities o comunidades como cuasi
emprendedores (Bryant 1989). El
imperativo ético se revela en la hipótesis (un tanto tautológica) de
partida, de que los
emprendedores con un compromiso con la comunidad lo tienen porque
surgen de la
comunidad (Korsching y Allen 2004).
Para el caso de los estudios de género
aplicado al campo de la
investigación sobre
emprendedores, también se distinguen las mujeres emprendedoras, o como
es el caso de
Camarero y Sampedro de female rural entrepreneurs (2007), de
sus compañeros
masculinos. Los estudios de género, fijándose no en el contexto o la
actividad del
emprendedor sino en su condición social de mujer o hombre, se interesan
por describir y
revelar la desigualdad social entre los sexos en el campo de la
creación de empresas,
creando perfiles sociales de las empresarias rurales en España, como es
el caso de
Camarero y Sampedro (2007).
A un nivel más generalista que los
casos mencionados hasta el
momento, están los estudios
que oponen al modelo del emprendedor económico el del emprendedor
social, cultural o
moral. Algunos, como el texto de Austin, Stevenson y Wei-Skillern
(2006), entienden
como emprendimiento social, la aplicación de procedimientos
empresariales en el sector de
las instituciones no lucrativas. El problema común a estas
investigaciones reside en la
dificultad de definir quien produce a través de su iniciativa "valor
social añadido", efecto
latente que no necesariamente coincide con la misión formal manifiesta
de una
organización y sus estatutos. En ese mismo sentido el ya mencionado
Global
Entrepreneurship Monitor emplea el término de emprendedor cultural, no
como una
contrapartida a su concepto de emprendedor genérico, que
consecuentemente deberían
llamar "económico", sino para hablar de empresarios de incorporación
reciente que
"venden cultura":
"La cultura se
manifiesta como una importante fuente de oportunidad
en la creación de
empresas. Los emprendedores culturales son mayoría sobre los
emprendedores no
culturales, tanto en España (68,58%) como en Andalucía (73,75%). Esta
apreciación de la
cultura como fuente de oportunidad es proporcionalmente mayor en
Andalucía que en
España, tanto en opinión de la población como de los expertos. Las
actividades
emprendedoras relacionadas con la cultura aparecen como más
competitivas" (Global
Entrepreneurship Monitor 2005).
Una de las entidades que más ha
popularizado el termino de
emprendedor social, ha sido la
Fundación Schwab impulsada por el poderoso creador del World
Economic Forum. La
organización, creada en 1998, se dedica al estudio y fomento de
iniciativas con finalidades
sociales. Para los objetivos de este artículo nos limitaremos a
estudiar brevemente la
conceptualización teórica del emprendedor social que va fomentando esa
fundación. Su
definición del emprendedor social supera algunas de las dificultades
discutidas
anteriormente, ya que entiende que también entidades con fines
lucrativos pueden, en
ciertas circunstancias, crear valor social añadido. Emprendedor social
es para la Fundación
Schwab el que "se centra ante todo en la creación de valor social y/o
ecológico, y trata de
optimizar la creación de valor financiero" (Social Entrepreneur of the
Year Competitions).
Aunque el concepto de la entidad sigue pensando que el modo de trabajar
de cualquier
emprendedor es "económico": "Los emprendedores sociales crean
organizaciones híbridas
que emplean métodos de negocios, pero su resultado final es la creación
de valor social"
(Social Entrepreneur of the Year Competitions). El emprendedor social,
como vemos en
esos casos, es un concepto complementario o en oposición al emprendedor
genérico,
estudiado bajo la hipótesis de que lo que hacen esos primeros es algo
"bueno" frente a los
que simplemente se dedican a enriquecerse.
Una mirada antropológica sobre
la acción emprendedora
Como hemos visto en el prólogo a este
capítulo, el emprendedor como
categoría para
describir actores y acciones innovadoras, es tanto producto como
productor de una nueva
organización social llamada modernidad. La popularidad del término se
debe tanto a su
referencia a realidades sociales nuevas como a un nuevo tipo de
idiosincrasia que la
promueve. Ni el rechazo estoico del término, como si el surgimiento del
término sólo se
debiera a una estrategia de las instituciones promotoras del
neoliberalismo, hemos visto el
caso de la fundación Schwab ligada al World Economic Forum o
el Global
Entrepreneurship Monitor, ni su asunción no reflexiva, como si
discursos y prácticas
fueran una misma cosa, ni la desfragmentación del término para
describir sólo aquellos
fenómenos que nos interesan adornándolos con un término en boga, da
cuenta con
suficiente rigor de las implicaciones sociales complejas de ese
concepto. Los estudios que
se construyen en base a una diferencia que es la oposición al modelo
emprendedor genérico
y sus implicaciones economicistas, abandonan la lucha por la definición
de su significado,
centrándose en la mera crítica. Esa postura del tercero autoexcluido,
que mira desde las
esferas de la puridad intelectual el escenario teórico, se define por
defender las críticas que
he desarrollado hasta el momento sin pronunciar una postura propia. A
veces tales autores
abogan por el uso de otro tipo de conceptos sustitutos, pero de modo
general se satisfacen
con la función critico-analítica de la academia y el hábito desvelador
de la opresión
simbólica oculta. Un estudio que asume, que el auge de los trabajos
sobre emprendedores
responde a una realidad social cuya interpretación es motivo de disputa
teórica, explora las
diferentes interpretaciones de esa realidad para incluir la disputa
misma en nuestro análisis
del mundo social.
Una vez asumido ese contexto social e
ideológico mayor, en el que
surgen los
emprendedores como categoría y el discurso y la práctica institucional
en torno a ellos, se
debe de situar el término históricamente, esto es, interrogarse sobre
qué denominaciones
han recibido los actores sociales de la innovación socio-cultural en el
pasado, qué relación
mantienen con el presente y por qué surge un cambio en la
interpretación y
autointerpretación de los agentes del cambio. Hay que situar el
término, en un contexto
histórico de categorías acerca del sujeto del cambio como los
activistas, cuadros, élite,
lideres, revolucionarios, etc., o sus correspondientes instituciones o
colectivos, las
iniciativas, empresas start-up y spin-off,
movimientos sociales, grass root movements,
ONG, etc. Cada una de esas maneras de denominar a los agentes sociales
del cambio,
responde a contextos histórico-sociales concretos cuyas implicaciones
han de reflexionarse.
Si situamos el término emprendedor
históricamente, vemos que en su
origen está el
emprendedor dibujado como alguien movido principalmente por fuerzas no
económicas. Es
el joven economista Vienense Schumpeter quien se dedicó por primera vez
a una
conceptualización del emprendedor al principio del siglo pasado. De
acuerdo con sus
escritos, no son las ideas, ni la legalización institucional o el
estatuto de la institución que
ha creado, lo que lo distinguen de las demás personas sino su forma de
actuar. El
emprendedor es un Mann der Tat, un hombre de la acción. Y es
por ello que Schumpeter
entiende al emprendedor, en la versión original de la Theorie der
wirtschaftlichen
Entwicklung (1912), como aquel agente de la sociedad activo y
dinámico frente a otros que
no lo son (Swedberg 2006). Esa conceptualización histórica del término,
es tanto una
manera mucho más abstracta y generalista de pensar el emprendedor como
suele ser el
ductus y el sentido común en torno al término de hoy. Es en
esa línea generalista que
también respira la definición de la Real Academia, vista anteriormente,
en la que conviene
enfatizar.
Shane y Venkataraman (2000)
mencionan, entre otros, tres problemas
recurrentes en los
estudios sobre emprendedores. Por un lado las investigaciones en ese
campo se han
centrado en la persona del emprendedor y no en los procesos. Por otro,
podemos aprender
de esos autores el problema teórico que supone definir el emprendedor
como una persona
que crea una institución legalizada o física: procesos innovadores
tienen lugar dentro o
fuera de instituciones formalmente consolidadas. Y como tercer problema
se puede
destacar la reducción de la actividad emprendedora a la acción racional
y sus efectos
económicos.
Evitar esos tres problemas centrales,
añadiéndole una visión
generalista del emprendedor,
tiene implicaciones para la metodología y las técnicas de
investigación. El menor grado de
determinación de lo que es un emprendedor o una iniciativa emprendedora
supone más
dificultad para la contabilización estadística simple. Lo que es
innovador no se determina
mediante clasificaciones teóricas previas sino que ha de buscarse en
contextos empíricos
concretos. Al mismo tiempo esa visión generalista del emprendedor y el
rechazo a las
metodologías simples para su estudio requiere un corpus teórico más
abstracto.
Mientras algunos estudios ven en el
emprendedor la encarnación
contemporánea del
demonio capitalista, para otros son héroes, profetas y la vanguardia de
un mundo mejor, la
utopía del hombre libre de determinaciones. En ese contexto conviene
apostar por una
mirada teóricamente más abstracta sobre lo que llamamos emprendedores.
Esa mirada no
sólo puede salvarnos un poco más de los imanes ideológicos sino también
asegurar cierta
ingenuidad empírica.
Hoy, el emprendedor forma parte de un mainstream
economicista no reflexivo, contrastado
por estudios que, mediante adjetivos diversos, lo pretenden redefinir
para campos de
significado no económicos. Esa necesaria visión más abstracta sobre el
acto de emprender,
en el sentido schumpeteriano, está al mismo tiempo en su origen
etimológico: emprender
viene del latín in-prehendere que es tomar o coger.
Trabajar con un concepto más
abstracto del emprendedor sugiere
introducir ideas
provenientes de las teorías de la complejidad. Fuller y Moran (2001)
proponen para ello
entender las dinámicas de iniciativas emprendedoras en términos de
adaptación, evolución,
interdependencia y ver las organizaciones creadas por emprendedores
como estructuras
autopoiéticas.
Desde la antropología conviene emplear
el concepto de emprendedor en
ese sentido más
amplio, no solo estrictamente económico. El mundo económico-material
está íntimamente
ligado al mundo ideático-socio-cultural. Tanto empresas, asociaciones u
otros tipos de
organizaciones no necesariamente constituidas legalmente, fuera de sus
objetivos formales,
tienen efectos económicos a su vez que sociales en el contexto
territorial en el que se
envuelven. El significado central de emprender se reduce en
la versión subjetivista al
ámbito empresarial, a la creación de empresas, de modo que el objeto de
estudio científico
se funde con el sentido común. Es en ese sentido que dicen Camarero y
Sampedro (2007)
que en la práctica de esos estudios se impone una visión individualista
de la
empresarialidad que concuerda con la noción popular del término.
Desde una mirada menos reduccionista
tendríamos que entender
individuos y colectivos en
términos "emprendedores" en cuanto que promueven procesos
institucionales azarosos, que
son los que en algunos casos logran transformar, en el sentido de un
desarrollo, pequeños
territorios. Si una institución entra en un proceso de
institucionalización legal y qué tipo de
objetivos formales persigue la iniciativa, no guarda una relación
mecánica con los efectos
sociales, económicos y culturales en un espacio social determinado. Es
justo esa diferencia
entre las funciones formalmente asignadas por el sistema jurídico, por
ejemplo sin o con
ánimo de lucro, frente a sus efectos latentes, de la que una
metodología cuantitativa no
puede dar cuenta.
Las críticas que ha recibido el modelo
del actor racional, promovido
por la economía
neoclásica, han sido de diversa índole, pero principalmente por su
obvia simplificación de
las motivaciones humanas. Hay una gran cantidad de motivaciones
irracionales en la
conducta humana, análisis que el mero sentido común puede avalar. La
misma idea de una
razón única conductora de sentido, desatiende el hecho de que desde
lugares y perspectivas
diversas la interpretación de sentido es variado. Por otro lado, como
anota Bourdieu, ese
tipo de análisis económico de los actores sociales sobrevalora la
reflexividad de los actores
y confunde las practicas científicas con las prácticas sociales.
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Recibido: 25
marzo 2011 | Aceptado: 17 junio 2011 |
Publicado: 2011-06