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Abstract

Fue a raíz de los trabajos de restauración del Panteón del Tepeyac, que realicé en colaboración con el arquitecto Alejandro Herrasti, cuando tuve la ocasión de ver por primera vez la escultura funeraria conocida como el Ángel del Silencio. La curiosidad por su origen, dada la calidad del material y el refinamiento del trabajo escultórico, así como diversas casualidades, me permitieron adentrarme en la curiosa historia de esta escultura funeraria, sin duda alguna la de mejor calidad en el citado cementerio. Ofrece también la ocasión, de reflexionar acerca del permanente movimiento de obras de arte europeas hacia nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del siglo XX1.

During the works of the Tepeyac Cemetery restoration in the hill of the Santuario de Guadalupe, we had the chance to find that is probably the most important funerary sculpture known as Angel del Silencio. The attention, in the begining, given for the quality of materials and refinement of sculptural work, and various coincidences, let me go into the curious history of that funerary sculpture, undoubtedly the best about quality in that cemetery, which, at the same time, gave me the opportunity to reflect on subjects that are common history of many funerary monuments in the world by the constant movement of european artistic works art to our country, during the second half of the nineteenth century and first decade of the twentieth century.