Prólogo

Abstract

Nuestra sociedad se va cerrando en torno a sí misma. Nosotros, sus miembros, cada vez vivimos más pendientes de nuestro teléfono móvil, ese pequeño ordenador que llevamos encima y que nos comunica aparentemente con el mundo. Nos cuenta los pasos, las horas que dormimos, nos señala dónde y cuándo hemos de comprar, nos elabora los textos que debemos escribir y sustituye nuestras palabras por iconos que tienen un significado universal. Ya, aparentemente, no es preciso aprender otras lenguas, nos traduce lo que nos llega desde otros espacios y a la vez traduce lo que decimos o escribimos. Corrige las frases y palabras, con lo que la ortografía y la sintaxis pasan a un segundo término, y nos señala los caminos que hemos de tomar. A este pequeño artilugio que nos sitúa permanentemente en el tiempo y en el espacio, y que nos envía mensajes recordándonos dónde estuvimos el mes anterior, le faltaba hablar solo, y al fin hemos conseguido que lo haga. Si utilizamos sus aplicaciones, podemos conseguir que redacte textos y trabajos que, con unas pocas pautas, nos hacen el trabajo intelectual sin que apenas se pueda distinguir de lo realizado por un humano.