El imaginario de la energía en la arquitectura del patrimonio industrial. La fábrica de San Isidro en Granada: pasado, presente y futuro de un paisaje infraestructural

Abstract

Este texto se desarrolla en torno a una idea principal: la interpretación, desde la arquitectura, de la necesidad espacial demandada por las nuevas infraestructuras de la energía -ya sea captación, acumulación o distribución- en su implantación en el patrimonio industrial. Una necesidad que ahonda en el origen de unas arquitecturas cuya imagen ha sido, en gran parte, resultado de sus exigentes requerimientos infraestructurales. La colonización técnica de las arquitecturas industriales ha venido siempre acompañada de complejos procesos simbólicos producto de las necesidades de explotación en un determinado territorio. Es por ello que estas infraestructuras productivas se han caracterizado, entre otras cosas, por los singulares objetos industriales que las acompañan, una extensa colección de artilugios superpuestos a muros y cubiertas, que, por su singularidad, escala y dimensión, adquieren una vigorosa presencia en el conjunto. Estos elementos, igualmente entendidos como productos culturales, han determinado el imaginario propio de la arquitectura industrial. Las acciones contemporáneas dirigidas a la intervención sobre estas arquitecturas, en continuidad con su naturaleza originaria, pueden ayudar a consolidar un particular lenguaje arquitectónico asociado a los flujos energéticos y, en definitiva, a producir una verdadera arquitectura de la energía. Una arquitectura que sublime la máquina para producir unos espacios de encuentro acordes al poderoso significado que las infraestructuras de la sostenibilidad requieren hoy día. Para profundizar en esta idea nos hemos apoyado en un caso muy concreto de estudio, la azucarera de San Isidro en Granada (BIC). Se trata de un importante testigo del pasado industrial de la ciudad cuya recuperación por parte de la Universidad de Granada a abierto una nueva oportunidad para repensar el modo en el que las actuales demandas energéticas pueden construir un paisaje propio, un espacio público híbrido que aúne infraestructura y edificación constituyéndose en un lugar atemporal a medio camino entre tradición y modernidad, entre un uso ya abandonado y la nueva actividad a desarrollar.