Ese hacernos personas, con los otros y en las cosas, acontece como un continuo estar-dando-de-sí en la apropiación de posibilidades y creación de capacidades. Esta frase resume todo lo que hemos dicho hasta ahora y nos abre otro horizonte.
En ese estar-dando-de-sí confluyen dos dimensiones fundamentales de nuestra vida personal: la sexualidad y el trabajo.
La sexualidad es entendida como todo nuestro mundo de relaciones personales. El trabajo significa la relación con el mundo para sostener nuestro mundo de relaciones personales.
Seguramente que choca esta descripción de la sexualidad: en nuestra sociedad, muy a pesar nuestro, se produce una reducción brutal de la sexualidad a todo aquello que tiene que ver con los genitales, que en algunos sectores se presenta con la transparencia de la reproducción.
Pero seguro que estamos de acuerdo en que no es difícil comprender que somos persona-sexuada y que la sexualidad impregna todo nuestra realidad, nuestro sentir con el pensar y el querer, en el hacer y el vivir.
Lo mismo que necesitamos el oxigeno, también hemos de apropiarnos la tierra, hacer de las cosas la casa de las personas. Este es el sentido real del trabajo.
Ya hace mucho que Beltran Russell denunciaba que se había invertido el orden: que en lugar de trabajar para vivir, se vive para trabajar; y lo peor es que no se trata de una opción personal, sino de una imposición del creciente capitalismo, que hoy llega a robarnos todo lo personal, lo que más queremos.
Por tanto ya encontramos un reto en la educación sexual: rescatar nuestras relaciones personales, con el placer que el encuentro personal, en sus diversos niveles de comunicación (compañía, amistad, pareja…) implica.
Nos encontramos en el foro para hablar sobre la sexualidad y trabajo.
©Proyecto de Innovación Docente Educación Sexual Integral