Gazeta de Antropología
Nº 26 /1 · 2010 · Recensión 04 · http://hdl.handle.net/10481/6807 Versión HTML · Versión PDF 



Demetrio E. Brisset:
La rebeldía festiva. Historias de fiestas ibéricas.
Gerona, Luces de Gálibo, 2009 (486 páginas).

Por: Óscar Barroso Fernández, Universidad de Granada.

Como el propio título indica, en este libro el profesor Brisset analiza las festividades de la península ibérica (más adecuadamente habría que decir de España y, en especial, las festividades propias de la provincia de Granada), remontándose al periodo medieval e incluso buscando sus orígenes más allá, en épocas anteriores a la instauración del cristianismo. Su óptica atiende, especialmente, a los componentes rebeldes respecto al sistema de poder establecido (político, eclesiástico y económico). Por lo demás, muchos de los análisis de casos aquí expuestos, han sido previamente publicados en Gazeta de Antropología, Historia 16 y La aventura de la historia.

El fenómeno festivo constituye, a juicio de muchos antropólogos culturales, un ingrediente de primer orden para la comprensión de una cultura determinada; una herramienta fundamental para arrojar luz sobre la sociedad presente, ya que los ritos festivos tienen, como una de sus funciones fundamentales, la transmisión cultural y la conservación de la memoria histórica.

A todo esto hay que sumar la especial relevancia que el asunto tiene en la cultura hispánica. El propio autor considera que hoy "se valora a España como territorio reserva festiva de Occidente" (p. 13).  Por ello, se entiende la inmensa cantidad bibliográfica que en los últimos decenios se ha producido al respecto. Aún así, creemos que el texto de Brisset (producto de muchos años de trabajo y abrumador en la cantidad de eventos festivos recogidos, en la erudición mostrada en su dimensión histórica y en la originalidad de la tesis sobre la rebeldía festiva) está llamado a convertirse en un referente al respecto. Es de agradecer, por lo demás, que el autor, sin abandonar en ningún momento la rigurosidad exigida a una investigación científica, no haga uso excesivo de tecnicismo, con la intención de permitir el acceso a la obra a personas no especializadas en la materia.

La importancia de lo festivo en España, asociado al poder turístico del país, ha hecho que en los últimos decenios aumenten y se transformen increíblemente las festividades populares. También afecta a esto el aumento del tiempo libre, la tolerancia social y el consumismo, por los que "se amplía el ansia de placeres, adueñándose del espacio público la liberadora fuerza de la diversión creativa" (p. 13).

La metodología seguida parte, por un lado, del rastreo bibliográfico en lo que a la perspectiva histórica se refiere y, por el otro, del trabajo de campo a través de la observación participante, entrevistas, tomas fotográficas, grabaciones tanto sonoras como videográficas y el diario de campo, todo ello aplicado al estudio de más de mil fiestas desde mediados de los años setenta.

La perspectiva histórica resulta fundamental desde el momento en que descubrimos que los ritos festivos están sometidos a una continua evolución en sus formas y significados, así que sólo atendiendo al aspecto histórico-evolutivo podemos tomar conciencia de las contaminaciones que distorsionan el sentido originario y que impiden descifrar las claves interpretativas de la simbología festiva. El método histórico también resulta fundamental para detectar los "desplazamientos", por los que determinados componentes del rito festivo "consiguen persistir al escapar de la prohibición de la fiesta en la que se integraban" (p. 35).

Desde este punto de vista histórico, lo primero que salta a la vista es que el sistema de fiestas del cristianismo se construyó sobre las fiestas profanas que tenían su origen ancestral en el culto a los fenómenos naturales, en los que los ciclos naturales tenían un peso fundamental. De ahí que Brisset decida clasificar las fiestas de acuerdo con las estaciones primavera-verano y otoño-invierno. Aparte de este método de clasificación general, el autor (partiendo del supuesto de que los poderes religiosos y civiles nunca lograron completamente su cometido, y por lo tanto siempre pervivieron las fiestas profanas o al menos persistieron mezcladas con los tiempos sagrados), distingue también entre fiestas profanas, estrictamente religiosas y religioso-profanas. Quedarían aparte las fiestas residuales o rurales, "en cuanto son los escasos restos festivos de aquel remoto conglomerado que jalonaba el año y la vida agrícola" (p. 479), tan difícil de erradicar históricamente por los poderes religiosos, pero al borde de la extinción en la sociedad contemporánea. Brisset deja fuera lo que considera fiestas secundarías promovidas por el consumismo de nuestra época, como la fiesta de los enamorados.
Por otro lado, el método comparativo también resulta fundamental a fin de desvelar la composición de la estructura festiva y abordar, consecuentemente, su clasificación. El autor utilizará una ficha-modelo elaborada por él mismo en 1986 y cuya operatividad pudo comprobar en trabajos de campo con comunidades indígenas de México y Guatemala.

Respecto a los estudios y perspectivas en los que el texto se apoya, hay que destacar a Geertz en lo que a su definición de cultura se refiere, como "un patrón históricamente transmitido de significados expresados en formas simbólicas mediante el cual los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento de, y sus actitudes frente a, la vida". Se entiende la relevancia que adquiere el estudio de los ritos festivos desde una definición tal. Grimes también resultará fundamental a la hora de enfrentar el carácter evolutivo de estos ritos. Hay que destacar, por último, el trabajo de José Luis García y Honorio M. Velasco, Rituales y procesos vitales, como estudio comparativo de los rituales en España.

Como afirma Agustín García Calvo en el prólogo, la tesis de Brisset respecto al potencial rebelde de las fiestas, resulta cuanto menos paradójica: "Mucho hay que decir y dudar acerca de ese parecer o esperanza, y al mismo autor no se le oculta que los festejos, en cuanto entretenimiento o diversión, han sido siempre una argucia o recurso del Poder para desviar las fuerzas de la rebeldía o protesta popular del destino al que podían dirigirse, que era el Poder mismo, y así siguen Estado y Capital promocionando con el mayor empeño cualesquiera celebraciones multitudinarias" (p. 9). A este respecto han de destacar, como especialmente interesantes, los capítulos 3º y 46º, dedicados, respectivamente, a analizar los sistemas de organización de las fiestas y la renovación festiva tras la muerte de Franco.  Respecto a este último aspecto, se puede constatar como desde el final de la dictadura el mapa de las festividades ha cambiado significativamente. Si observamos la historia de España, desde el Concilio de Trento hasta la consolidación de nuestra democracia, dejando aparte sólo los años de la II República, las autoridades religiosas y civiles consiguieron regular en la práctica los tiempos festivos. En la época de Franco, incluso los carnavales fueron prohibidos, pero a partir de su muerte, observamos un auge inaudito de los fenómenos festivos profanos, fomentados no sólo por los nuevos aires de libertad, sino también por su potencial turístico. Aunque al mismo tiempo, y en aparente contradicción, se puede observar un auge también de los fenómenos festivos religiosos, que el autor explica por la perdida de apoyo institucional de estas festividades y el consecuente espíritu militante de los fieles.

Que el poder ha buscado continuamente hacerse con el poder organizativo de los eventos festivos, es una constante que se descubre inmediatamente en una perspectiva histórica rigurosa y que también salta a la vista en el oportunismo manifestado en la mera observación empírica de las fiestas. Y es que, para Brisset, la misma tendencia del poder establecido, bien a prohibir muchos fenómenos festivos cuando en ellos se veía un potencial peligro, bien a apoderarse de la organización de los mismos, cuando no era posible derrotarlos o cuando se creía poder sacar partido de ellos, ha de entenderse como muestra de dicho potencial rebelde. A este respecto hay que destacar el empeño de los poderes religiosos para acaparar organizativamente los festejos: "desde finales del siglo VI, se intenta equiparar fiesta con fiesta religiosa decorosa, y la lucha de los ordenadores contra el pueblo poco piadoso, casi pagano y obsceno, emprenderá una feroz dinámica: sólo se permitiría lo que a los gobernantes pareciera adecuado, sin respetar los derechos de usos y costumbres" (pp. 48-49).  El autor llega a mantener que los templos eran en su origen verdaderas "casa de fiesta", cuyo control resultó fundamental para la casta sacerdotal.

La revolución tecnológica de la era digital también desempeña, en este sentido, un papel ambivalente respecto a las festividades: si por un lado deja más espacio al ocio, incidiendo así en el aumento de la importancia de lo festivo, por otro, no dejan de estar "sometidas a una doble presión: mercantilista por un lado, con tendencia al derroche al emular adornos y banquetes, reforzando el instinto competitivo; y por otro lado su conversión en espectáculo, y por tanto, de consumo pasivo" (p. 23). Aún así, Brisset no renuncia a destacar, quizás utópicamente, el aspecto libertario y creativo de las festividades.



Publicado: 2010-05


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