ISSN: 1139-8736 Depósito Legal: B-35783-2001 |
1.4.2.1 Terminografía prescriptiva y descriptiva
LSP terminography may be descriptive, where terms for existing concepts and their relationships are recorded, or it may prescriptive, where terms are designated by standardizing bodies and terminology commissions. (Felber 1984: 189).
En esta misma línea se encuentra Wright (1997a: 201) al afirmar que el objetivo de la terminografía descriptiva es documentar todos los términos utilizados para designar los conceptos de una disciplina. Su propósito no es prescribir el uso sino recoger todos los términos que aparecen o se sugieren para un concepto determinado. En cuanto a la prescriptiva, esta tarea la llevan a cabo organismos creados a tal efecto (aenor, afnor, iso, etc.) y comisiones de especialistas (mesh, Index Medicus, etc.).
A la hora de hacer referencia a cualquier actividad terminográfica que pretenda fijar un uso determinado de la unidad léxica especializada, tarea que parece en principio difícil si no imposible, surge cierta confusión en torno a la utilización de los términos prescripción, normalización, estandarización, unificación y armonización.
Esta actividad recibe el calificativo de prescriptiva o normalizadora en función del organismo o entidad que dispone dichas directrices (Irazazábal 1996:2). Por un lado, un organismo como es el caso de AENOR, a nivel nacional, o ISO, a nivel internacional, prescribe ciertas reglas que han de ser seguidas, no sólo en materia de terminología sino en cuestiones tan diversas como puede ser el de una cadena de producción de materiales de construcción. UNE, nombre que reciben las normas dictadas por AENOR, será pues prescriptiva, de obligado cumplimiento para el colectivo a quien va dirigida, de tal forma que si un producto no cumple la normativa vigente expedida por dicha asociación, será retirado del mercado.
Sin embargo, no se puede dejar a un lado el hecho de que las normas terminográficas no se limitan a las aprobadas por AENOR o por la ISO, de la misma forma que tampoco todas ellas tienen el mismo peso regulador ni la misma importancia. Por esto, en contraposición al concepto de prescripción, el calificativo de normativo o estandarizador haría referencia, por ejemplo, a las reglas internas de uso terminológico establecidas por una empresa como puede ser el uso de comando en lugar de orden en la traducción al español de programas multimedia. También recibirían el calificativo de normativo aquellos usos que se hayan establecido como práctica común entre la comunidad de expertos en un determinado dominio de especialidad como puede ser el caso del Index Medicus, recogido en el MeSH de la National Library of Medicine de los EE UU (§4.4.1), que se ha erigido como el vocabulario-descriptor internacional en el dominio biomédico.
De esta forma, según (Irazazábal 1996: 1), la terminología prescriptiva no siempre es normalizadora. Las reglas existentes no aseguran necesariamente su cumplimiento en la mayoría de las actividades o productos resultantes. En esta misma línea, Wright (1997a: 197) apunta que la mayoría de las veces estas normas no son suficientes o no se hacen respetar en empresas a nivel interno, con el consiguiente desorden, inconsistencia terminológica y aparición de nuevos términos para los mismos conceptos, lo que lleva consigo la confusión en el usuario que no forme parte de los profesionales de dichas empresas.
Dejando a un lado la diferencia entre prescripción y normalización, Cabré (1999b: 49) hace una distinción nocional entre unificación y armonización, asunto clave para el tratamiento del intercambio comunicativo. Según esta autora la unificación se entiende como un proceso de reducción a una posibilidad, mientras que la armonización es la actividad de poner en correlación dos posibilidades, de hacerlas concordar y de establecer su equivalencia. Por lo tanto, los conceptos de armonización y de unificación se utilizan en el campo de la comunicación internacional, que a su vez, se ha de establecer sobre la base de un plurilingüísmo y no de un monolingüísmo. Mientras que la unificación, desarrollada sobra la base de un patrón de referencia que es sistemáticamente dominante tiende a difuminar la diversidad, la armonización tan sólo reconocería dicha diversidad sin hacer prevalecer de forma artificial un patrón sobre otro (Cabré 1999b: 289).
Sin embargo, Irazazábal (1996: 2) no restringe el concepto de armonización al ámbito de la comunicación interlingüística y así la define en la misma línea que Cabré, pero añadiendo la posibilidad de ubicar este concepto en el marco de una misma lengua:
Se entiende por armonización la búsqueda de correspondencia de términos, unidades fraseológicas y otras unidades, unas con otras, tanto en el seno de una misma lengua, como entre las distintas lenguas, teniendo en consideración los fenómenos de variación (sinonimia, niveles de lengua, variantes geográficas, etc.).
Indudablemente, en la práctica terminográfica se debe perseguir la armonización, con la existencia de formatos estándar para la transferencia de información (véase Capítulo 4), en contraposición a la unificación que sólo se traduce en desequilibrio y confusión. Se ha de favorecer la diversidad como signo de identidad y respetarla para que muchas de las actividades que actualmente se califican de armonizadoras, lo serán realmente (Cabré 1999b: 53).
Los recursos más visibles de armonización en terminografía son las normas internacionales elaboradas por el Comité C-37 de la ISO (International Standardization Organisation), entre las que encontramos normas de terminología y normas sobre terminología (Cabré 1999b: 51). Otros intentos de armonización de la planificación los constituyen los informes y resultados recopilados en el programa POINTER de la Unión Europea, cuyo objetivo era el de diseñar una infraestructura terminográfica para los países comunitarios (Pérez Hernández 2000: 147).
Es indudable que la terminografía prescriptiva o de tendencia reguladora juega un papel fundamental en el mercado; organismos regionales, nacionales e internacionales aúnan fuerzas para comercializar productos de una manera homogénea favoreciendo así la calidad del producto. Dicha terminología también tiene mucho que aportar a organismos legislativos, para evitar ambigüedades a cualquier nivel. Sin embargo, por mucho que las instituciones lo intenten, siempre habrá términos sobre los que no podrán ejercer su normativa, ya que dependen estrictamente del mercado, la empresa o incluso el cliente. Es trabajo del terminógrafo ofrecer este tipo de información, facilitando tanto las normas, como los términos preferidos y no preferidos por determinados tipos de cliente/empresa, así como los sistemas conceptuales subyacentes ya que, como hemos venido indicando:
A concept can only be understood in the context of the system to which it belongs. Thus, before comparing two languages, it is first necessary to draw up or discover the independent systems of concepts existing in each individual language. (Arntz 1996:6, traducción)
Por todo lo anteriormente expuesto, se necesita un estudio terminográfico descriptivo, sistemático y dinámico, que permita el fácil acceso a cualquier grupo de trabajo interesado y que pueda dar cuenta de las diversas necesidades del usuario entre los que se encontrarán traductores freelance, documentalistas, proyectos de traducción automática, de construcción de bases de datos terminológicas, de elaboración de glosarios, clasificaciones, nomenclaturas, etc. Así, el traductor, por ejemplo, será el que en última instancia tomará las decisiones oportunas barajando todos los aspectos que influyan en la situación comunicativa del proceso de la traducción. En otras palabras, el terminógrafo aporta opciones justificadas en lo que se refiere a la descripción de las unidades léxicas especializadas y el traductor toma las decisiones que crea más afortunadas, según cada situación. De entre las variables que entran en juego en la mente del traductor, la lengua de trabajo es tan sólo una más, con una importancia que siempre dependerá del contexto visto en su totalidad (Muñoz Martín 1995: 82).
Por tanto, en un trabajo descriptivo, como este estudio, la terminología se entiende como una actividad de recopilación e ilustración de las fórmulas detectadas en el discurso especializado. Es el propio discurso el que proporciona al terminólogo la información cognitiva necesaria sobre el ámbito de conocimiento. El resultado de un trabajo de este tipo es un listado amplio de unidades de conocimiento de distintos grados de lexicalización (y, por tanto, incluyendo unidades terminológicas, fraseológicas y contextos específicos) que presentan un índice importante de variación formal de diferente tipo entre los que el usuario tendrá que elegir de acuerdo con parámetros de corrección y adecuación al discurso especializado (Cabré 2000: 7).
Como ya adelantamos, en nuestra estructuración utilizaremos términos in vivo (De Bessé 1997) es decir, términos que se utilizan de facto tanto en la literatura especializada como en el discurso oral o escrito diario de los profesionales expertos en oncología; de la misma manera, en el caso de que haya dos términos para designar un concepto, el objetivo es describir y nunca normalizar el uso. Por el contrario, Medline® o las entidades dedicadas a la normalización, ya sea por economía en la búsqueda o por homogeneización internacional entre otras razones, se ocuparán de los términos in vitro, aislados de contextos.
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