Apropiándonos de la sabiduría de muchas personas que actualmente han tratado el tema de la “persona” podemos ofrecer la siguiente descripción (Jiménez Ríos, 2000: 24):
"El momento ex-tático de la realidad personal humana es ‘principial’ a su momento ens-tático en el sistema que constituye esta realidad personal".
Mejor dicho: “Tu eres mi vida”. Estamos suponiendo: “no hay vida sin el oxigeno vivificador”.
Explicado un poco. Como personas, constituimos un sistema. Esto quiere decir que todo se da a la vez, en el instante fugaz de nuestro estar viviendo.
Pero, ¿qué es lo que se da a la vez? Acontece simultáneamente el estar fuera de nosotros mismos, con los otros en las cosas (momento extático) y el estar dentro de nosotros mismos, con los otros y en las cosas, en nuestra entraña (momento enstático). El relacionarnos y el constituirnos como personas se da a la vez, en el mismo dinamismo.
Sin embargo, hemos utilizado un término que gustaba a Zubiri: el momento extático es “principial” al momento enstático. Principial quiere decir que, de alguna manera, en nuestro hacernos persona pesa más la relación con las otras personas.
De hecho, nos hacen y nos nacen. Y las experiencias de niños perdidos nos hacen ver lo importante que es la convivencia con otras personas para llegar a serlo con toda propiedad. No sólo necesitamos un código genético; también hace falta el código simbólico, dada nuestra estructura comunicativa y simbólica. Esto le gustaría a Leroi Gourhan que ya decía de estas cosas en el año 1965.
Mientras escribo soy persona porque anticipo tu presencia en la escucha a través de la lectura. Es ese encuentro lo que en este momento nos actualiza en nuestro propio sentir, incluso incorporando el tiempo que separa tu lectura y mi escritura.
Jugamos a escuchar: una metáfora corporal de nuestra realidad comunicativa.
JIMÉNEZ RÍOS, F. J. (2000): Memoria poética. La potencia histórica de una imperceptible revolución teológica, en G. DRISCOLL (Ed.), Imaginer la théologie catholique. Melanges offerts à Ghislain Lafont, Studia Anselmiana, 129, p. 23-52.
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