@misc{10481/88776, year = {2023}, month = {7}, url = {https://hdl.handle.net/10481/88776}, abstract = {Este ensayo pretende reexaminar y en cierto modo aspira a revitalizar el inagotable debate sobre la crisis de las democracias contemporáneas. La tesis fundamental es que las teorías de la crisis en general y las de la democracia en particular, desde las ya clásicas de Frankfurt hasta ciertas corrientes neomarxistas y poskeynesianas, han subestimado como fuerzas socialmente estratégicas a la tríada capital, capitalistas y mercado (y su dinámica expansiva virtualmente ilimitada), al mismo tiempo que han confiado excesivamente en la capacidad política de gobernabilidad del Estado normativo y de las instituciones supranacionales (relativizando, de paso, el tour de force que existe entre ambos niveles de gobierno). La ciencia política y la sociología predominantes continúan, por regla general, paralizadas en incalculables intentos de modelizar las preferencias de los electores y de los partidos, y en subrayar encarecidamente las «guerras culturales» en los campos de batalla políticos, ensombreciendo, de ese modo, los contingentes vínculos y las contradicciones históricas que hay entre el mundo de las ideas, las sensibilidades individuales y colectivas y las relaciones económicas. El liberalismo «moderado» y cosmopolita del procónsul de Washington, Francis Fukuyama, sigue dominando el discurso público de un amplio espectro político. Para este politólogo, mientras que en las democracias capitalistas el incrementalismo del resentimiento y la furia social se debe al frustrado anhelo de reconocimiento y a un sentido de humillación de la ciudadanía política, en el resto del mundo, los gobiernos autoritarios y el «imperialismo rojo» continúan frenando el lógico desarrollo de la democracia liberal. Se concluye con cuatro ideas generales que desentonan con este discurso político dominante; primero, el malestar de las instituciones democráticas y de la democracia en general es el resultado de una decadencia global de las sociedades posindustriales; segundo, el ascenso meteórico y ecuménico de partidos políticos de extrema derecha, chovinistas y xenófobos (los émulos de la democracia liberal) no es un accidente de la historia, su origen arqueológico debe buscarse entre los restos de ruinas sociales que ha dejado a su paso el terremoto neoliberal. Tercero, las condiciones de inestabilidad e incertidumbre de la década de 1970, iniciadas en Estados Unidos y pronto extendidas por todo el mundo, crearon las condiciones subyacentes objetivas para que las fuerzas subjetivas de las ideas neoliberales fueran capaces de influir directamente sobre el conjunto de la sociedad. La «democracia del consumidor» de von Mises y la «justicia de mercado» de Hayek, tan extraordinariamente dominantes en el mundo actual, eran ideas demasiado secas, demasiado impenetrables, que requerían ser destiladas y mezcladas apelando a valores tradicionales tales como la religión, la familia o el nacionalismo, con el fin de penetrar y cubrir los niveles inferiores de la estructura social. El éxito de la batalla de las ideas neoconservadoras se debió, precisamente, a esta síntesis política, verificando además la estéril y secular oposición entre la superestructura ideológica y política y las bases materiales para la reproducción social. Y, por último, invocar a los pensadores de la Ilustración y particularmente al cuerpo de ideas liberales para apoyar las medidas antisociales de los regímenes neoliberales, ignorando, además, la enorme distancia que separa sus modelos teóricos de nuestra realidad supone, cuanto menos, un anacronismo y una tergiversación ahistórica.}, publisher = {Universidad de Murcia (Editum)}, title = {Los enemigos de la democracia}, doi = {10.6018/reg.576071}, author = {Carrillo García, Germán}, }