@misc{10481/77570, year = {2009}, url = {https://hdl.handle.net/10481/77570}, abstract = {La expansión europea, que comienza a desarrollarse de manera palpable desde los descubrimientos de los navegantes portugueses a partir del XV, alcanza un impresionante desarrollo en el periodo que va desde mediados del XVIII a la Gran Guerra, entrando en crisis con los procesos de descolonización posteriores a 1945. Es bien sabido que la actividad científica, en la medida que era un instrumento geopolítico de primer nivel, tuvo un papel enormemente relevante en el proceso. A la vez que se abren nuevos mercados y se establecen nuevos equilibrios de poder, mares y continentes son meticulosamente cartografiados, nuevas especies vegetales y animales catalogadas, otros cuerpos y mentes sometidas a la mirada médica. Mientras tanto, en las metrópolis se establecen grandes museos de ciencias naturales, lugares en los que no sólo se impulsa y divulga la investigación científica 1, sino en los que se celebra la inexorable marcha de los estados-nación europeos; su capacidad de establecer conocimientos y poderes globales. Nuevas disciplinas toman carta de naturaleza en estrecha conexión con este proceso —la Etnología, la Antropología Física— mientras que otras subdisciplinas dentro de la medicina —la medicina tropical, por ejemplo— comienzan su desarrollo. Por otro lado, durante el largo periodo en que la ciencia de laboratorio todavía no había establecido una primacía indiscutible, la forma más habitual de acreditarse como naturalista era a través del viaje científico. Viajes que, como muestran muy a las claras las biograf ías de Charles Darwin, Alexander von Humboldt, Thomas Huxley o Piotr Kropotkin, estaban de una manera u otra ligados a los intereses y necesidades de los imperios emergentes.}, publisher = {Universidad de Granada}, title = {La mirada occidental hacia el otro: dos siglos de difíciles encuentros}, author = {Girón Sierra, Álvaro}, }