Nº 27 /1 · 2011 · Artículo 19 · http://hdl.handle.net/10481/17720 Versión HTML · Versión PDF



Un acercamiento antropológico a las memorias del pasado reciente en Argentina. El caso de la militancia peronista de los años setenta
An anthropological approach to the memories of the recent past in Argentina. The case of the Peronist militancy in the seventies

María Luz Silva
Doctoranda CONICET. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina.
marialuzsilva@hotmail.com

Gabriela González
Doctoranda CONICET. Universidad Nacional del Sur. Bahía Blanca, Argentina.
glgonza2@yahoo.com.ar


RESUMEN
Actualmente en Argentina el pasado reciente es foco de grandes discusiones en las ciencias sociales. Desde diferentes disciplinas se está cuestionando y debatiendo fuertemente en torno a "la validez epistemológica del testimonio de los protagonistas" de los hechos, las "formas de la transmisión", los "diferentes regímenes de memorias" desde el advenimiento de la democracia en 1983. Nos interesa puntualizar cómo abordar dichos debates desde la antropología y los interrogantes que esta perspectiva plantea.

ABSTRACT
Currently in Argentine, the resent past is the focus of much discussion in the social sciences. From different disciplines are being questioned and debated heavily about "the epistemological vality of the testimony of those involved" in the facts, the "forms of transmission", "different reporting memories" since the advent of democracy in 1983. We are interested in pointing out how to approach these discussions from anthropology and raices questions this perspective.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
memorias | pasado reciente | militancia peronista | memories | recent past | peronist militancy


Introducción

Tal como señalara el historiador israelí Raanan Rein, el observar "los catálogos en las bibliotecas universitarias más importantes de Occidente revela que el peronismo es uno de los temas más estudiados en la historiografía de América Latina del siglo pasado" (Rein 2009: 19). Desde diverso tipo de literatura (ficcional, periodística, testimonial, entre muchas otras) se han propuesto innumerables variables posibles de estudio del fenómeno. Académicamente, se ha escrito sobre peronismo desde múltiples miradas disciplinares. No obstante este inconmensurable bagaje previo, sostenemos como supuesto básico que "siempre hay, en el peronismo, un telón escondido detrás del que se ve. Detrás de ese está otro, y está otro: siempre uno más, detrás de los que entornan y cobijan la trama presente. (...) Siempre hay una escena más profunda todavía, encriptada, tan cierta como inhallable" (Casullo 2008: 15).

Frente al variopinto contexto de abordajes, asumiendo al peronismo como fenómeno central de la vida política y social argentina del siglo XX y del presente, pretendemos profundizar en algunos de los indicios que nos permitan aproximarnos a los sentidos profundos de la experiencia política de la Juventud Peronista (JP) de los años setenta, desde una perspectiva etnográfica.

Esta propuesta se inscribe en un contexto histórico-político actual, profundamente atravesado por dos acontecimientos (1) nodales de la sociedad argentina. En primer lugar, la crisis económica y de representatividad política que desembocó en la renuncia del presidente Fernando de la Rúa en diciembre de 2001, como corolario del ciclo de movilización social, visibilidad y crecimiento de organizaciones políticas y sociales cuyas acciones emergentes de resistencia son llevadas a cabo por viejos y nuevos actores sociales (Svampa 2005). En segundo lugar, el proceso político por el que desde 2003, y dado el renovado peso del peronismo, se define la memoria como política de Estado. El ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007) y la actual mandataria Cristina Fernández reinauguran a partir de allí la recuperación simbólica, antes nunca evocada desde el discurso presidencial, de "los años setenta", valorización pacífica y genérica, a partir de una operación altamente selectiva de dicha juventud militante (Montero 2007, Lvovich y Bisquet 2008, Pastoriza 2009), en estrecha vinculación con los reclamos en materia de defensa de los derechos humanos.

Se establecen a partir entonces, profundos debates que incorporan tanto a intelectuales, como a diversos organismos de derechos humanos, funcionarios, militantes sociales y amplios sectores de la sociedad, sobre todo en las grandes urbes. De tales debates quisiéramos destacar aquellos centrados en: las formas de reconstrucción simbólica y material del horror, a través de la recuperación de ex centros clandestinos de detención-desaparición de personas que funcionaron durante la última dictadura militar (2) (1976-1983) para la instalación de "Espacios de Memoria"; la reapertura de los juicios a militares por la declaración de inconstitucionalidad de las llamadas "Leyes del Perdón"; la instauración del 24 de marzo como "Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia", incorporándolo así dentro de la currícula escolar obligatoria.

Los conflictos que tienen lugar en esta nueva configuración político-social, pusieron en escena viejas y nuevas miradas acerca de cómo pensar la década del setenta en términos crítico-políticos para algunos, en términos de idealización para otros (Pastoriza 2009). Así mismo, la politización de diversos sectores sociales, entre ellos sectores de juventud, muy especialmente sensibilizados y movilizados ante la muerte del ex presidente Néstor Kirchner en octubre de 2010, ha generado importantes controversias, cuyo anclaje con la década en cuestión ha sido determinante. Controversias que indican diversas memorias construidas desde la actualidad sobre aquel paradigmático pasado reciente otro (Calveiro 2005a), y que enuncian complejidades, heterogeneidades y conflictos, pretéritos y contemporáneos, tanto en el plano de las representaciones como en el de las prácticas políticas al interior del peronismo.

Los años setenta en nuestro país poseen una enorme carga simbólica, cuyas experiencias militantes en el marco del peronismo remiten, a su vez, a un espacio de tiempo más amplio, que tiene como primer mojón el año 1955, al perpetrarse el derrocamiento del gobierno constitucional de Juan Perón (3). Experiencias que catalizan significativamente con el acaecimiento del golpe de estado militar dado a llamar la "Revolución Argentina" en 1966 y se derrumban de forma definitiva con el advenimiento de otro golpe de estado militar, el luctuoso "Proceso de Reorganización Nacional" que se iniciara en 1976. Si bien para este tiempo Argentina ya contaba con un número importante de intervenciones militares (1930, 1943, 1955), fueron estos últimos gobiernos de facto los que, de diferente forma, se propusieron una reestructuración de la sociedad argentina de carácter total (Anzorena 1998; Ollier 2006).

Entendemos que comenzar profundizando en torno a lo complejo, lo contradictorio y lo heterogéneo en la construcción del sí mismo militante peronista de aquel período, a partir de la re-lectura que realiza de su experiencia militante desde un presente otro, puede aproximarnos a mejor comprender las responsabilidades sociales (Calveiro 2005b) y los por qué de lo que ocurrió después. En clave del pensamiento de Nicolás Casullo: "El peronismo, un papel de calcar sobre la silueta de la Argentina para pensar pueblo, lucha, líder, política, finalmente derrota y terror de Estado" (Casullo 2008: 11).

Ahora bien, nuestra inquietud remite a cómo nos aproximamos a dichas experiencias, desde los sentidos que el sujeto militante de los años setenta recrea en el presente sobre sus propias vivencias como parte de un "fenómeno político y social siempre perseguido violentamente", por "haberse criado entre viejos peronistas", por sentirse interpelado por "las luchas por volver a tener un país distributivo y con justicia social" (4). En fin, se trata de cómo recuperar, desde una mirada antropológica, "un logos político acontecido en cuanto a: convencimiento en una causa, compromiso contundente y militancia abierta y masiva de miles y miles" (Casullo 2008: 259).


Teoría sagrada... práctica profana (5): consideraciones metodológicas

La problemática de la memoria en tanto construcción no es una preocupación reciente, al menos dentro de nuestra disciplina. Tal como nos sugiere Teresa Pires Do Rio Caldeira, "los antropólogos, acostumbrados a investigar cómo las personas dan sentido a las experiencias vividas e interpretan su mundo, parecen sentirse menos incómodos que los historiadores positivistas con la idea de considerar memorias como interpretaciones" (1989: 22). La compleja relación entre historia y memoria, asume considerar al pasado reciente, en tanto recreación, como potencialmente polisémico y socialmente construido, lo cual implica considerarlo como campo de lucha por el sentido (Grüner 1990). De esta manera, dado que dicha recreación se encuentra atravesada por la experiencia particular de un sujeto histórico contextuado, el análisis de la misma es dable de ser pensado en términos de presente histórico. Entendiendo por presente histórico:

"Aquel marco temporal de sentido determinado por la intersección de los espacios de experiencia de las generaciones que se solapan. La temporalidad extendida que permite a los miembros de un grupo compartir la misma tradición es posible por la sucesión de generaciones. En todo presente coexisten, articuladas, varias generaciones y las relaciones que entre ellas se establecen constituyen la realidad de ese presente histórico" (Mudrovcic 2005: 102-103).

En este sentido, los años setenta resulta un momento paradigmático de solapamiento generacional, en la medida en que emergen nuevas generaciones militantes. Generaciones que se incrustan en una historia política que las precede, a la vez que las constituye, y ante las cuales es posible vislumbrar persistencias y transformaciones. Como parte de este complejo proceso social se advierte la continuidad de una identificación diversa y heterogénea con el peronismo, a la vez que cobran fuerza las teorías revolucionarias permeadas por el contexto internacional (la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, la Guerra de Independencia en Argelia, los movimientos estudiantiles en Estados Unidos y Europa, los procesos de cambio de la Iglesia Católica, entre los más significativos). Por otro lado, en el nivel del contexto local, a la proscripción política del peronismo (6) se le suma el nuevo orden represivo impuesto desde la presidencia de facto de Juan Carlos Onganía (1969-1970). Durante este periodo tienen lugar importantes movilizaciones obreras, a las que se incorpora un nuevo sujeto social politizado: los sectores estudiantiles (Anzorena 1998, James 2006) que confluyen en muy diversas organizaciones peronistas de juventud.

Por esto creemos que el solapamiento generacional resulta uno de los abordajes posibles para introducir el análisis de la experiencia militante de los años setenta. De esta forma, la memoria individual del sujeto no se reduce sólo a la construcción de sí mismo. La misma se inscribe en el cuerpo social, es decir, se comparte con otros, a la vez que constituye el entramado de memorias de otros (Martorell 2001). En este entramado social, cada generación no es el resultado de una compartimentación estanca, reducida al fenómeno biológico de "la edad". Si en todo presente coexisten conflictivamente varias generaciones articuladas en relación a haber sido influenciadas por los mismos acontecimientos, en cada generación es posible encontrar, entonces, una continua referencia a la generación previa y/o posterior. Además, todo sujeto de la problemática es pensado no como representativo de toda una generación, sino como un sujeto histórico, cuyas relaciones pasadas y contextuales nos aportan claves para una construcción (crítica) antropológica en términos de continuidades y rupturas sobre las "reconstrucciones biográficas de un yo hablante, y también de un yo colectivo imaginario donde sobrevuela siempre la noción de un 'nosotros' robado, sustraído de lo inmediato y llevado a la idea de que tal nosotros subsiste como motivo primero de una reflexión social" (Casullo 2004: 7).

El acento antropológico puesto en "la experiencia del sujeto" no excluye al conjunto de relaciones que atraviesan a la misma. La recuperación de la experiencia significa entonces, pensar al sujeto en relación con otros sujetos y aspectos de la realidad, en términos no exclusivamente simbólicos. Podríamos plantear así que, trabajar sobre la recreación de la experiencia política del sujeto militante de los años setenta implicaría, además, la articulación entre los procesos político-sociales (locales) que dieron lugar al surgimiento de las diversas organizaciones políticas y el contexto geopolítimemorias | pasado reciente | militancia peronista | memories | recent past | peronist militancyco mundial; la incorporación a la militancia y la emergencia de los diversos espacios de inserción y participación; los recuerdos que en el presente reconstruyen quienes fueran militantes de esas organizaciones, a partir de sus diversas experiencias, y las diversas miradas en tensión sobre el pasado; las formas de monumentalización y visibilización de la memoria y la situacionalidad de los sujetos que llevan adelante tales políticas; las diversas interpretaciones respecto de los acontecimientos del pasado y el contexto de producción de las mismas. Intentamos a partir de esta apretada síntesis dar cuenta de algunas relaciones significativas que atraviesan la problemática en cuestión, procurando no caer en un reduccionismo abstracto ni en una ejemplificación vacía de contenido.

En un sentido más teórico, toda experiencia, aún la menos significativa según la reconstrucción del propio sujeto, es considerada de esta manera, en términos de una historia con sentido (Piña 1986). Sin embrago, pensar la vida de un sujeto en términos de historia, implica una serie de cuestionamientos que conllevan una discusión en torno a una filosofía de la historia (7). Si bien no es nuestra intención detenernos en el desarrollo de estos planteos, sí quisiéramos resaltar esta propuesta sobre la historia con sentido de una vida, la cual "cataliza la ambición por penetrar en los circuitos donde cristaliza, se construye y reconstruye la cultura" (Piña 1986: 20). Este enfoque centrado en la experiencia procura "volver la mirada hacia el fundamento del orden social: el terreno del sentido común, donde nacen y mueren las significaciones y representaciones compartidas. La importancia del sujeto anónimo, entonces, no radica en su excepcionalidad, sino en la particularidad de su normalidad" (Piña 1986: 20). Desde esta perspectiva, el lugar que los sujetos adquieren dentro de la estructura social es significativo, en tanto que, como sujetos etnográficos no son considerados como ejemplares o representativos, sino como "sujetos cuyas relaciones pasadas proveen elementos para la construcción antropológica de interpretaciones (en) perspectivas" (Borges 2006: 95) (8).

Así, la recuperación de la experiencia del sujeto militante nos habla de unas memorias entendidas, inicialmente, como relato transmitido por "aquellos que lo vivieron", pero en tal sentido no como relato petrificado, inmóvil, siempre igual a sí mismo. Dinámico en cuanto a que, como ya mencionáramos, responde al resto de las relaciones sociales tensionales que están expresando conflictos emergentes y subterráneos de una sociedad cualquiera, en un momento determinado. Es decir que este pasado del que el sujeto nos habla, compartiendo su vida, anudando el recuerdo de los hechos a concepciones y valoraciones del mundo, es visto a través del calidoscopio que implica inevitablemente el paso del tiempo y su anclaje en el presente. La memoria deviene selectiva, un entramado de significaciones en donde se anclan los recuerdos y los olvidos, valores, creencias, deseos y anhelos. Se inscribe en la experiencia narrable a través del lenguaje, de lo dicho y lo no dicho, en la palabra y el cuerpo. De alguna manera, constituye un lugar, el de la huella que se hace presente en cada nuevo relato. Relato de sí mismo y de otros en un momento determinado, el de su enunciación. Por lo tanto, en esta trama en donde las experiencias particulares se entrelazan con las historias sociales, se definen las identidades propias y colectivas. El relato se vuelve así una "operación política: se sitúa en la esfera de lo público, allí donde se enuncian y debaten las cuestiones colectivas" (Sondereguer 2001:16).

Esta complejidad que nos enuncia el proceso de construcción de memorias políticas del presente histórico, se ubica en aquello que la antropología asume como la diversidad de lo real, pasible de ser investigada desde una perspectiva etnográfica que privilegia como punto de partida para el trabajo analítico específico la perspectiva de los actores (Balbi 2007). En dicho trabajo analítico subyace una tensión entre el bagaje teórico-experiencial del sujeto investigador y aquello que "encuentra" en el campo, que en innumerable cantidad de ocasiones a dado lugar a que se ajuste empecinadamente lo dicho y actuado por los sujetos a nuestro armazón teórico, y caracterizando a lo que no se puede definir en términos de incompleto o irracional, sacralizando la teoría (Borges 2006). Por el contrario, esta tensión fundamenta el diálogo y la interacción entre la teoría y la práctica investigativa del trabajo de campo, permitiéndonos ser flexibles y estar dispuestos a revisar y/o modificar las categorizaciones que se construyan y así alcanzar síntesis superadoras y obtener mayores niveles de integración y profundización en el conocimiento (Achilli 1992).

Por otro lado, esta posición implica la necesidad de pensar críticamente "la dimensión política de la práctica", ya que como sugiere Teresa Pires:

"Ciertos antropólogos asumieron que al resolver la cuestión de la producción del texto etnográfico (y, por tanto, a través del estilo, la forma) la cuestión de la representación (polifonía) del otro, se estuviese resolviendo también la cuestión de la política. Sin embargo, como ha apuntado Paul Rabinow, "política, experimentación formal y epistemología pueden ser variables e independientes… (y) la asociación de experiencias formales de vanguardia con una política progresista continúa siendo cuestionable" (1985: 6)" (Pires 1989: 49).

Creemos hasta aquí haber señalado algunos puntos importantes que hacen a una determinada manera de aproximarnos al pasado reciente, de la que resulta imposible sustraer la dimensión política de todo proceso de investigación. Este sea quizás uno de los desafíos más grandes de resolver, ya que dicha dimensión trasciende los textos que producimos, nos referimos a las apropiaciones y usos sociales del conocimiento académico (Menéndez 2010).


Contrapunto

Desde el retorno de la democracia en la República Argentina (1983) hasta la actualidad es posible rastrear etapas sucesivas en las que primaron diferentes formas de interpretar el pasado reciente. Interpretaciones que no pueden escindirse del contexto particular de enunciación que, a su vez, incorporan distintos sujetos como parte de los debates que en cada momento tienen lugar.

La primera de estas, que surge a partir de 1983, se caracteriza por el acento puesto en la visualización, la denuncia y el juzgamiento, tanto a los principales responsables de la represión y el terrorismo de Estado, como a los líderes de las organizaciones armadas. Esta dicotomía dio lugar a la cristalización de la denominada "Teoría de los dos demonios". De esta manera, se constituyó un relato que sólo contenía muertos y militares, absolviendo así al resto de la sociedad, respecto de sus propios compromisos. Hacia mediados de la década del noventa se abre una segunda etapa en donde comienzan a aparecer en algunos círculos debates acerca de las formas políticas de las memorias, principalmente reflejado en trabajos biográficos, autobiográficos y documentales (No dejes que te la cuenten. Violencia y política en los 70 de Ernesto Jauretche, Diario de un clandestino de Miguel Bonasso, Todo o nada de María Seoane, Cazadores de utopías del director David Blaustein, entre otros). Por último, emerge una tercera etapa en donde las narrativas acerca de nuestro pasado reciente se vuelven hacia la articulación generacional, con propuestas de tipo documental que enfatizan en las diversas interpretaciones acerca de los setenta (9).

Lo medular que atraviesa a estas tres etapas consiste, de esta manera, en la focalización de una historia tanto más compleja como abarcadora, que sedimenta determinadas discursividades sobre el pasado reciente. Discursividades sociales que han sido abordadas desde la tarea crítico-filosófica intelectual, dando lugar a posicionamientos diversos, e incluso opuestos. Intentaremos aquí delinear someramente algunos de éstos posicionamientos que dan cuenta de los núcleos de sentido en torno de la construcción de las memorias, a través de un contrapunto entre dos referentes en el tema en la Argentina: Elizabeth Jelín y Nicolás Casullo (10).


"Hay interpretaciones diferentes y aún contradictorias de los mismos eventos, no sólo entre los "ganadores" y los "perdedores" de la confrontación, o entre perpetradores y víctimas, sino dentro de cada uno de los lados del conflicto." (Jelín 2009: 129). "Existe una honda y extraña indisposición de la sociedad argentina con sus años setenta, que a pesar de las políticas de las memorias y de las denuncias actuantes, en muchas ocasiones por el contrario sirvieron para obturar las significaciones del pasado. Indisposición que no se explica sólo por la violencia política y militar conmocionante de lo social desde sus 'demonios', y si más bien por un curioso (y poco tratado) rechazo traumático de los distintos estamentos de la sociedad con respecto a sus propias participaciones latentes o manifiestas." (Casullo 2007: 239).
"Están quienes vivieron personalmente el evento o período que se recuerda, y quienes forman parte de un cuerpo colectivo que comparte los saberes culturales a través de complejos procesos de identificación, pertenencia y transmisión." (Jelín 2009: 129). "Se produjo la paradoja de que la consistencia de la lucha por la memoria no quebró en lo fundamental la compaginación narrativa que delineó la dictadura en cuanto a leer la violencia desde un corte des-historizante y despolitizar de aquellos años de lucha social" (Casullo 2007: 261).
"Reconocer la existencia de proyectos de toma del poder a través de las armas implica incorporar en la figura del militante armado sus dos caras: está dispuesto a morir, pero también a matar, y lo hace. El espectro de las interpretaciones es amplio: hay distintas formas de denegación de la violencia -silencios estratégicos o negaciones más o menos documentadas-" (Jelín 2010: 82). "Cuando el sentido de lo que ocurrió no aparece, ninguna sociedad se hace cargo de sus historias valiosas, normales o miserables." (Casullo 2007: 270).
***

"¿Cómo se vuelve irreal, es decir, con un registro extirpado, una historia cuando no es cuidada por una crítica filosófica que no juzgue sino que interrogue la violencia mítica de un pasado?" (Casullo 2007: 237).

"En el momento de manifestación de la voluntad humana por instalar una marca o una fecha, o de presentar un documento o un testimonio, el grupo emprendedor actúa con toda su energía en su proyecto. (...) La cuestión que surge es, entonces, en qué escenarios esas voces puedan lograr la legitimidad que les permita llevar adelante su intención, aún frente a la oposición de otros/as. Esta legitimidad vendrá de la esfera pública de debate social y del aparato estatal, que, a través de medidas legislativas o de decisiones ejecutivas, puede convertir los reclamos sociales en políticas públicas. O desecharlos." (Jelín 2009: 140-141). "Las preguntas sobrepasan a esta altura al proceder de las actuales políticas y relatos de la memoria, para anclar en interrogaciones teórico-crítico-culturales sobre la comunidad argentina. ¿Cómo adquiere o se niega a la representación memorística una época política como los años setenta, concluida luego en desastre y terror para la sociedad en su conjunto? ¿Cómo se emancipa o se autonomiza lo suficiente un proyecto político controversial, temerario y derrotado, de la confección de la memoria a cargo de una faena intelectual que lo juzgará desde la tiranía ideológica y conceptual que impone cada presente?" (Casullo 2007: 236-237)

La selección de fragmentos de texto significativos que aquí presentamos tiene como objetivo compartir la interpelación que produce el conflicto que entrevemos en la postura de los autores propuestos. Dicho conflicto alude tanto a la dimensión interpretativa del pasado, al posicionamiento de los intelectuales respecto de sus producciones y a los alcances del trauma comunitario del presente histórico argentino. Esperamos que la carencia de contexto de los mismos no impida al lector reflexionar acerca de los indicios hallables, respecto de las diferentes interpretaciones (teórico-políticas) sobre el pasado. Interpretaciones cuya dimensión política pone de relieve el movimiento dialéctico de acercamiento y distanciamiento con relación a dicho pasado y a las múltiples formas cómo nos-lo-re-presentamos. En este mismo sentido, el intelectual es también un sujeto social contextuado, es decir, atravesado por relaciones sociales, económicas e ideológicas. Poner en relieve tales relaciones, es lo que hace evidente la permanente tensión entre las narrativas, los narradores y las teoréticas sobre las narratividades (Casullo 2007).

Intentaremos en el siguiente apartado vincular una práctica investigativa propia con algunos de estos indicios.


Algunas aproximaciones a la experiencia peronista de los años setenta

En términos generales, el estudio de la construcción de las memorias de la militancia de los años setenta puede ser abordado desde diversas perspectivas, que abarcan desde aquellos enfoques de tipo sincrónico, que contemplan por ejemplo la estructura política o político-militar, según el caso, de las diversas organizaciones que protagonizaron la década en cuestión; hasta análisis de tipo diacrónico con fuerte énfasis en los procesos constitutivos de dichas organizaciones, en el marco de contextos más amplios. Esta última perspectiva resulta la más trabajada desde especificidades disciplinares como la sociología, las ciencias políticas y la historiografía, sin embargo son muchos los aportes que restan por hacer desde una antropología de la política que contemple la producción de representaciones sociales por parte de sujetos contextuados.

"La antropología de la política se centra en el análisis de las múltiples maneras en que las problemáticas categorías que habitualmente asociamos al universo de la política, así como otras que comúnmente se les asocian ('nación', 'político', 'público', etc.) o se les oponen ('privado', 'familia', 'economía', 'religión', etc.), son conceptualizadas por actores socialmente situados: [Tal como se teorizó desde el Núcleo de Antropología de la Política brasileño] "O foco da análise está centrado nas intersecções entre o que, do ponto de vista nativo, é conceptualizado como 'política', e o que é tido como da ordem de outros domínios da vida social e cultural" (Balbi y Boivin 2008: 10).

Siguiendo esta línea de abordaje es que nos interrogamos sobre los sentidos presentes en las categorías nativas de los sujetos etnográficos, que incluyan lo diverso que hace a la trama social, sin el ajuste apriorístico a categorías abstractas, absolutizadoras y universalistas de "la política", que en tanto esfera cerrada, es relativizada pero no negada. De esta manera advertimos que lo diverso se expresa a partir de la multiplicidad de experiencias y relatos, en los que, las contradicciones, ambigüedades, olvidos y selecciones constituyen también la compleja polisemia de las narrativas del presente en que se condensan.

Ahora bien, luego de nuestro trabajo de campo etnográfico podemos esbozar aquí dos ejes de análisis construidos a partir del mismo y que, más allá de su carácter preliminar, expresan problemáticas profundas que hacen a pensar los sentidos de la militancia pasada y su reconstrucción en el presente:

- Ingreso a la militancia política en el peronismo de la década del setenta: Vivencia de la política como rupturas y como un punto de clivaje en la experiencia de un sujeto.

- La política en la vida cotidiana: La militancia vivida desde la pasión del hacer.

Ambos ejes fueron definidos a partir del análisis etnográfico de los registros obtenidos en entrevistas en profundidad a militantes de la década del setenta (11). Teniendo siempre en cuenta las discusiones teórico-metodológicas en torno a los procesos de construcción de las memorias y en las que las referencias a aquel complejo solapamiento generacional aparece tanto subyacente como permanentemente.

Respecto del primer eje de análisis, consideramos que el ingreso a la militancia política puede ser enunciado como una decisión fundamentada reflexivamente, mientras que para otros sujetos, esta decisión tiene márgenes mucho más difusos relacionados con "el espíritu de la época". En este sentido, si bien el ingreso a la militancia constituye un acontecimiento subjetivo central en la vida de estos sujetos, el recuerdo de este hecho se relaciona con diversas categorías, en la medida en que se conceptualiza como ruptura con los procesos anteriores, como un proceso de transformación personal, como respuesta necesaria a los acontecimientos que se iban sucediendo, entre otros.


"Fui a Ezeiza (12) a recibirlo a Perón el 21 de junio, yo no había participado nunca en movimientos masivos, con lo cual la primer experiencia que tuve fue espectacularmente super apoteótica, entonces, si en algún momento entendí que yo me hice peronista, no fue por la información histórica de mi organización que formaba parte de la Juventud Peronista, sino por lo que me significó Ezeiza. Ahí entendí el sentimiento peronista, ver gente que venía de lejos, humildes, trabajadores con desazón, tristeza, pena, que ni hablaba, cabeza a gachas, silenciosos caminaban de regreso porque Perón no había podido bajar en Ezeiza, eran millones y millones y millones, nunca, nunca, nunca vi una cosa semejante" (63 años, mujer, enero de 2009). "Los setenta era una época convulsionada, te agrupabas por intereses determinados, se discutía el compromiso, la autoridad, los movimientos estudiantiles, vos tenías que fijar una posición ante la sociedad, o eras un conservador o eras un transformador. Al principio sobre todo nos hacíamos amigos sin tener todavía definiciones políticas, pero se empezaba a dar conversaciones con los más íntimos hasta llegar a "qué pensas del peronismo". Obligadamente tenías que tener una posición ante esto, yo estaba más propenso que otros desde lo afectivo, tenía una historia familiar muy peronista, otros tenían que entender el proceso. Algunos lo entendieron más, otros menos" (58 años, varón, julio de 2008).
"Fueron años muy intensos en los que simultáneamente a este fenómeno de militancia, en toda la sociedad se empieza a dar una situación de tensión que hace que, por ejemplo, nosotros armemos una Juventud Peronista en la zona norte, éramos 5 locos en la zona norte, pero había 20.000 juventudes peronistas que se iban formando de distinta manera, por distintas razones, en distintos lugares" (64 años, varón, septiembre de 2008). "Yo vengo de una familia radical y gorila (13), mi papá antes de morir él me dijo que me perdonaba todo lo que había hecho en mi vida, menos que fuera peronista. Yo en realidad desde muy joven tenía inquietudes que no sabía muy bien qué eran, como todos los jóvenes. Me pongo de novia con un peruca, peruca (14) y además de ver la realidad del peronismo en los barrios pobres, lo que habían hecho Perón y Eva, que era más amplio que una cuestión ideológica y política, era cultura argentina, el amor me ayudó a entender porque la pareja te trae todo eso nuevo" (57 años, mujer, marzo de 2008).

La intencionalidad de esta estética de presentación de los registros seleccionados es la de poner en relación lo diverso y lo complejo que emerge en los relatos de una práctica determinada y de concepciones de "la política" y "lo político". Concepciones que, a su vez, nos permiten entrever cómo el sujeto reconstruye aspectos de una sociedad en un momento particular de la historia argentina. Así, lo familiar, los mandatos, las herencias, lo epocal-contextual, lo pasional, lo racional, se entrelazan con una visión de la política en tanto "campo", "esfera" o "dominio", no como oposiciones binarias, sino en términos de un vínculo indisoluble donde lo afectivo y lo cognitivo forman parte de universos fragmentados en permanente relación, ya sea intersubjetivos o intrasubjetivos (Blázquez 2011 (15)). Es decir, con una visión que tiene en cuenta "los múltiples modos en los cuales lo político, lo económico, lo religioso, etc. se entrecruzan e interpenetran con el efecto, en todo caso, de conformar lo específico de la política" (Balbi y Rosato 2000: 16).

El segundo eje emerge de profundizar en las particularidades de la práctica política de la década del setenta y los entrecruzamientos e interpenetraciones que mencionáramos recientemente. De esta manera, la pasión por el hacer constituye una forma característica de vivenciar y representar la política por parte de un sujeto histórico particular (Quiróz 2008). Un pensar que se vislumbra en una práctica en donde lo político se relaciona tensionalmente tanto con la lucha armada como con lo reivindicativo. Formas de "incidir en la realidad" que adquieren una valoración magnificada, en donde lo cotidiano de este sujeto pasa por una transformación conflictiva entre lo personal y lo colectivo.


"Vos no tenías libertad de hacer lo que quieras dentro de una organización de este tipo, tenías que hacer lo que decía la organización, que era vertical y tabicada, en ese sentido éramos absolutamente soldados, todo el mundo estaba felicísimo con esa forma de funcionamiento. Nuestra preparación profunda era para una posibilidad de guerra, estábamos organizados para la paz, pero con una organización que garantizaba cierta movilidad para una posibilidad de guerra" (64 años, varón, septiembre de 2008). "Habíamos formado un grupo de gente más comprometida, más organizada, pero estábamos muy en la lucha reivindicativa del barrio, no tanto en lo político, nos habíamos imbuido mucho, sufríamos el no tener agua potable, tener que ir a la canilla, entonces estábamos muy metidos en lo reivindicativo. Lo político eran discusiones que se hacían una vez por semana con un grupo que en ese momento era el Movimiento de la Juventud Peronista" (56 años, mujer, febrero de 2005)
"En el movimiento estudiantil duraba poco un cuadro, en seguida lo mandaban al barrio, había que organizar a los pobres en los barrios y al movimiento obrero en la base, había una gran relación en todos los barrios con el movimiento obrero, la idea era detectar cuadros combativos, organizar debates, resistencia y meternos en las luchas de cualquier tipo, por cualquier reivindicación. En los barrios había marchas, actos, actividades toda la semana, se juntaban 300, 200, 500, 100, 50, 40 personas, una movilidad muy grande. Y por otro lado, los grupos armados ya se preparaban. En 1972 empiezan a decantar todos los grupos en distintas formas, el grupo donde yo estaba decide no seguir en la lucha armada" (62 años, varón, agosto de 2009). "Si vos tomas la lucha armada y no la asocias a toda la historia previa, es decir, la toma del poder, la burguesía no te va a dar el poder juiciosamente, ni con elecciones, tenes que organizarte cada vez más. Las organizaciones armadas del '70 son producto de las organizaciones armadas del '60 y la proscripción del peronismo es del '55, entonces si no lo vemos dentro de ese contexto histórico quedamos como 40 tipos que se nos ocurrió matar gente (58 años, varón, febrero de 2005).

Lo cotidiano de lo político, en su especificidad, hace referencia no sólo a una generalidad conceptual sobre cómo era pensada una práctica política determinada. Lo específico de lo político remite, al mismo tiempo, a un sujeto de carne y hueso, a esa fragmentación de universos que ya mencionáramos, a partir de los cuales ese sujeto vivía la militancia internamente y al interior de una organización. De esta manera, lo cotidiano se encuentra atravesado por lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, lo singular de lo organizacional, lo reivindicativo y lo político, la lucha armada, la práctica y el decir de esa práctica. Se trata de categorías que al ser deconstruidas, a través de una mirada analítica, nos permiten evidenciar la naturalización de las mismas, a la vez que dar cuenta de las tensiones, las contradicciones, las escisiones, las contigüidades, las afinidades. Marcas que, en definitiva, son reinventadas en cada nueva lectura presente de aquellas experiencias pasadas. Marcas que nos instan a problematizar acerca de los diferentes horizontes de memoria (Rivera Cusicanqui 1984) y que nos permiten ahondar en torno de los procesos de construcción, transmisión y obturación de memorias políticas colectivas del pasado reciente.


Algunas consideraciones finales

A lo largo de este trabajo intentamos dar cuenta de algunas claves teórico-metodológicas sobre cómo comprender, desde nuestra especificidad disciplinar, los procesos de construcción de memorias del pasado reciente argentino.

En este marco, la importancia que la militancia política desde el peronismo reviste es innegable. Importancia que, en cuanto a lo específico de este trabajo, podemos situar a partir de su protagonismo en las dos dimensiones temporales que hacen a nuestra problemática: la década del setenta y el presente. Si bien el peronismo, en tanto movimiento político popular, trasciende ampliamente este recorte temporal, es en los años setenta que se produce un ingreso y visualización masivos a la militancia política de un nuevo sujeto social, generación de jóvenes, en su mayoría pertenecientes a la clase media, que no sólo provenían de familias peronistas (Amorín 2007). Generación del setenta cuya singularidad se comprende, además, a través de su solapamiento con aquellas que la precedieron. Del mismo modo, este solapamiento se extiende hacia el presente, viéndose reflejado en la actual participación política de las nuevas generaciones. Así mismo, ha dado lugar a grandes polémicas, tanto en el campo académico como en el político específico, principalmente a partir de la conmoción colectiva y posterior movilización de grandes capas sociales que produjo la muerte del ex presidente Néstor Kirchner en octubre de 2010, como ya mencionáramos.

Esta compleja trama, brevemente aquí enunciada, constituye una clave para continuar pensando los procesos a partir de los cuales los sujetos resignifican su experiencia, en la medida en que son interpelados por el contexto presente desde el que enuncian. Es desde esta resignificación que creemos posible hallar indicios que nos permitan aproximarnos a los sentidos profundos de la experiencia militante pasada. Allí reside lo complejo y lo diverso que emerge en los relatos sobre las prácticas y concepciones de la política y lo político. Relación pasado-presente que puede ser comprendida desde una perspectiva etnográfica que privilegia aquello que el sujeto elige enunciar, silenciar, recuerda, olvida, de un pasado al que definimos como otro, en la medida en que se trata de un proceso social descuajado tal y como fue.

Planteamos la idea de "aproximarnos" a los sentidos profundos, dado que consideramos que tales sentidos no pueden ser hallados en los términos arqueológicos tradicionales, como si se tratase de entidades concretas, objetos cuyas formas, función, dimensión, pudieran ser aprehendidas de manera específica. Por ello es que recurrimos a la figura de "indicios", en tanto marcas que persisten en la recreación presente que el sujeto hace de aquella experiencia. Sentidos que, si bien son recreados, nos son puro presente, algo de su esencia pasada siempre permanece, así sea como negación absoluta de lo que fueron.

Esta contradicción constitutiva que plantea la relación cercanía/lejanía del presente histórico refiere no sólo al hecho de haber vivenciado o no aquel tiempo, sino además a cómo nos posicionamos ante aquello que forma parte de nuestra problemática de investigación, ante aquello que heredamos como parte de esta sociedad y ante el sujeto y su experiencia. Se trata, una vez más, de preguntarnos acerca de "¿qué es lo que narra, lo que se narra y lo que no se deja narrar?" (Casullo 2007: 237).




Notas

1. Aquí acontecimiento refiere a determinados hechos o procesos que generan una nueva dinámica en el devenir político y social. Representan un quiebre y/o modificación de la vida política de una sociedad, una nueva posibilidad de lineamientos de desarrollo y contradicciones que dan lugar a un replanteo de las alternativas históricas ya existentes. Entendido de esta manera, el acontecimiento siempre es político, ya que deviene síntesis de innumerables factores (económicos, culturales, etc.) y no podría ser explicado por alguno de ellos aisladamente. Traduce en términos colectivos-masivos las contradicciones políticas y culturales profundas de una sociedad (Argumedo 1996).

2. En los últimos años se ha instalado la discusión en torno a las responsabilidades en la implementación del proyecto político y económico de la dictadura militar por ciertos sectores de poder civiles ligados al establishment. De esta manera también se referencia a estos años como "dictadura cívico-militar" (Mántaras 2005).

3. Período en el que comienza para la militancia peronista la llamada Resistencia, que ha sido caracterizada desde diferentes ángulos. Tres aspectos nos resultan significativos: entenderla como resistencia política, pero también como resistencia simbólico-cultural (Scoufalos 2007, 2010); sostenida por sus metodologías de sabotajes en fábricas y talleres e irrupción en el espacio público (Salas 2003); que dan cuenta de particulares estrategias de presencia política, muchas veces desde una inorganicidad inicial (Baschetti 1997). Otro aspecto central es la creciente represión que recayó sobre estos militantes resistentes por parte de los sucesivos gobiernos de facto.

4. Registros obtenidos como parte del trabajo de campo etnográfico.

5. El subtitulo es tomado de un artículo de la antropóloga Antonadia Borges (2006) que aquí parafraseamos.

6. Con proscripción nos referimos al periodo 1955-1973, durante el cual Juan Domingo Perón se vio formado al exilio y el peronismo fue prohibido como fuerza política.

7. Algunas de las consideraciones tienen parten de la discusión entre la historia escrita a partir de los "grandes personajes" o de los "sujetos anónimos". La misma encuentra, para Piña (1986), una referencia con el giro que se produce a partir de la aparición de la novela moderna, en donde los personajes pasan de ser los grandes héroes a los sujetos anónimos y sus cotidianeidades. Si bien en antropología no ha habido una tendencia a pensar los grandes héroes (que son quienes marcarían los grandes hitos de la historia) como en la historiografía clásica, si existe una tradición fuerte desde el estructuralismo y desde el estructural funcionalismo, entre otros, de enfatizar la influencia determinante de la estructura social por sobre el sujeto social.

8. La traducción es nuestra.

9. Para una mayor profundización en el tema ver Lila Pastoriza (2009). La autora, además de sistematizar los procesos de construcción de las memorias del pasado reciente en la Argentina, se plantea una serie de preguntas medulares necesarias para articular dicho pasado con el presente y las tareas para abordar los desafíos futuros. Quisiéramos aquí resaltar sólo algunas de dichas preguntas: ¿Cómo se articularán las memorias, en plural, con los grandes trazos de un relato? ¿O de varios? ¿De qué modo evitar los discursos únicos? ¿Quiénes y cómo tomarán las decisiones?

10. Elizabeth Jelín, socióloga argentina reconocida mundialmente, cuyas líneas de trabajo actuales son las políticas de memorialización en relación a las marcas territoriales, los archivos y las fechas de conmemoración, a partir de los conceptos de: memoria, promotores, recuerdo, olvido, víctimas, huella. Paralelamente, ha reflexionado profusamente respecto del sujeto protagonista de la década del setenta como "héroes, mártires, víctimas o combatientes", y en este contexto de las diferentes elaboraciones de la figura del partisano. Nicolás Casullo, pensador argentino fallecido recientemente. En su basta obra, principalmente en los últimos años se planteo reconstruir "las cuestiones de la Argentina de la tardomodernidad", a partir de un entrecruzamiento entre teoría crítica, estética, filosofía, antropología y sociología. Una de sus preocupaciones más destacadas se centra en el papel de los intelectuales y del conjunto de la sociedad en la elaboración del trauma histórico de lo que denomina "un curso popular fallido. Entre las categorías principales que desarrolla se destacan las de figura, revolución revocada, memoria, historia, trauma histórico.

11. Este trabajo forma parte de las investigaciones que desarrolláramos en el marco de nuestras tesinas de grado y de nuestros respectivos proyectos doctorales en curso desde 2009, estos últimos financiados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en su programa de becas doctorales. A su vez, parte del trabajo de campo se corresponde con nuestra participación como integrantes del Equipo de Investigación por la Memoria Político Cultural (EIMePoC-Universidad Nacional de Rosario) entre los años 2002-2011. Si bien el trabajo de campo que venimos desarrollando a lo largo de estos años abarca diversas técnicas y estrategias metodológicas, para el presente escrito retomamos un número reducido de entrevistas en profundidad, de una duración aproximada de dos horas y media, a quienes fueran militantes peronistas de la década del setenta, teniendo como criterio estructurante la pertenencia a diversos espacios de inserción política (gremial, universitario, barrial, organizaciones políticas de base y organizaciones armadas).

12. Localidad de la provincia de Buenos Aires en cuyas afueras está ubicado el aeropuerto internacional al que arribara Juan Perón, luego de 18 años de exilio, y que fuera escenario de una de las movilizaciones populares más masivas de la historia argentina. Su trágico desenlace sigue siendo foco de controversias aún en la actualidad.

13. El término gorila hace referencia, en el sentido común argentino, al antiperonismo en particular y a lo antipopular en general.

14. Modismo popular que hace referencia al peronista.

15. Gustavo Blázquez, comunicación personal.




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Recibido: 26 abril 2011  |  Aceptado: 9 julio 2011  |  Publicado: 2011-07


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