Por el campo vendrá la prosperidad: El proceso democratizador en los municipios agrarios de Jaén y Granada (1975-1982)

Abstract

El tema de la Transición española es una materia que está muy viva actualmente. En efecto, estamos viviendo momentos históricos que exigen investigaciones y sobre todo, revisiones en torno a esta temática. Así se viene realizando desde el mismo momento de la Transición hasta las fechas actuales. Sin embargo, en mis años de formación académica, pude ir apreciando varias cuestiones fundamentales. La primera, que el proceso político denominado Transición estaba anquilosado en paradigmas interpretativos muy similares. Estos eran, que el proceso político de cambio de una dictadura a una democracia, había sido realizado no sólo de la mejor manera posible, dada las circunstancias, sino también que había sido un éxito. De esta manera, la Transición se convertía en un proceso que se debería de exportar a otros países. Los protagonistas principales, los políticos de la dictadura que optaban por la comprensión y por el cambio, fundando partidos como la UCD o la AP; políticos de izquierda, tanto del PSOE como del PCE y sobre todo, la corona encarnada en el rey Juan Carlos I que velaba por la concordia y los intereses de los españoles. Con lo cual se estableció un proceso que fue, fundamentalmente, de arriba hacia abajo. Es decir, la democracia llegó a España por el trabajo realizado desde la capital del Estado y basada en la concordia entre todos los grupos políticos, en un esfuerzo de entendimiento, y sobre todo, de pacificación del país. Sin embargo, estos hechos son bastantes matizables, debido a que, por ejemplo, se dejaron atrás procesos históricos, patentes y demostrables como fue la democratización desde abajo.

Pienso, que el mundo rural fue vital no solo para la consolidación de la democracia, sino también para la llegada de la misma a España. A la postre el mundo rural siempre ha sido visto como una esfera anclada en el pasado, con una mentalidad conservadora, mantenedora de unos valores tradicionales y ajena a los procesos políticos. A pesar de esto, poco a poco se va vislumbrando la capacidad que ha tenido el mundo rural para reivindicar un papel que nunca se le ha atribuido. El papel de generador de pensamiento, de reivindicaciones y de luchas. Es algo que le corresponde al orbe agrario, en tanto en cuanto, en España, por ejemplo, ha sido bastante castigado. En primer lugar, por la economía que la dictadura implantó en una primera instancia, la autarquía, que generó desigualdad, pobreza y pocas oportunidades de alcanzar perspectivas laborales óptimas. En segundo lugar, este hecho creó no sólo una conciencia de clase, sino también una conciencia propia que generaron resistencias en el mundo agrario. Las resistencias emanaban, principalmente, de la búsqueda no solo de justicia, sino también de conservar sus formas y medios de vida. Me refiero, principalmente, al empuje que la dictadura realizó de la industrialización y cómo muchas tierras fueron expropiadas para instalar polígonos industriales, o cómo se ofertaba a los habitantes del medio rural, que lo mejor era cambiar, trabajar en la ciudad, y progresar. Esta venta de progreso como algo fundamental, propició que muchas personas tuvieran que abandonar sus pueblos y sus modos de vida, empujados por una crisis acuciante que les obligó a instalarse en los “polos” de progreso como fueron Madrid, Barcelona o Bilbao.