Gazeta de Antropología
Nº 2 · 1983 · Artículo 07 · http://hdl.handle.net/10481/6747
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El primitivismo de los pastores de la Sierra de Gádor
The primitivism of the shepherds in Sierra de Gádor

Eliseo Fernández Cuesta
Profesor de instituto y antropólogo. Granada.


RESUMEN
Este artículo se aproxima a la forma de vida de los pastores de la sierra de Gádor, en La Alpujarra, Granada. Ellos han conservado un modo de subsistencia peculiar, por el hábitat, la alimentación, la economía ganadera, basado en unos conocimientos y unas técnicas que permiten una buena adaptación. Se investiga también la mentalidad y los ritos festivos.

ABSTRACT
This article offers an perspective on the lifestyle of shepherds in the mountains of Gádor, in the Alpujarra, Granada (Spain). They have retained a peculiar mode of subsistence, through their habitat, their eating habits, and their cattle raising economy, enabled by knowledge and skills which impart this remarkable adaptation. Their mentality and their festive rites are also described.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
pastoreo | Sierra de Gádor | Alpujarra | subsistencia | rito | shepherds | Gador mountains | subsistence | ritual



El pastor ve en la montaña
lo que el Rey no ve en España
ni el Pontífice en su silla
y Dios con todo su poder
tampoco lo puede ver.
        Acertijo popular

Este artículo pretende describir una forma de vida primitiva, la de los pastores de la sierra de Gádor, a la que corresponde un pensamiento básicamente mágico, si bien contaminados ambos por elementos socioculturales posteriores. Forma de vida despreciada, desde la fascinación, por nuestra propia cultura, aunque suponga una manera de adaptarse al menos tan equilibrada como la nuestra.

El material expuesto ha sido suministrado fundamentalmente por tres pastores y algunos de sus parientes y amigos. Lo considero suficientemente representativo dado que, no sólo son objeto de investigación, sino también informadores de un grupo reducido (veinte pastores en el término de Berja) que conocen bien.
 

Hábitat

Alcaudique es una barriada que depende del núcleo urbano de Berja, a un kilómetro de ésta. Cuenta con 936 habitantes, la mayoría agricultores, y 311 viviendas semidispersas. Está situado en un amplio valle, entre las sierras de Contraviesa y Gádor, muy expuesto al sol, con clima muy suave y seco.

Aquí se encuentra la casa de uno de los pastores, poco diferente a las otras, en un grupo de diez o doce, aisladas y rodeadas por parras, que, como decía G. Brenan, «dan al paisaje un extraño aspecto de aplastamiento, como si estuviera cubierto por una lona verde. En torno a estos viñedos se alzan pequeñas colinas de caliza, blancas y casi completamente desnudas, pues llueve muy poco en esta región» (1).

Las casas son de uno o dos pisos, terrados de launa, encaladas, con un zócalo gris y ventanas pequeñas, con los postigos de madera pintada de color marrón, igual que la puerta.

Los materiales y las técnicas de construcción suponen una gran capacidad para aprovechar lo que la naturaleza proporciona. Sobre cimientos de piedra, se levantan muros de tierra apisonada, de más de 50 cm. de ancho; para ello se coloca un encofrado de tablas, y la tierra, ligeramente humedecida, se aplasta con pisones de madera. La tierra utilizada han de ser gredas, de lo contrario los muros son propensos a la humedad y al hundimiento; en las paredes del encofrado se vierte un mortero de arena y cal, que sirve de enfoscado. Los pilares son de piedra, cal y yeso. El tejado es lo más admirable; sobre vigas de madera se coloca un entramado de caña, sobre él las hojas de parra o caña y la launa, una arcilla gris, impermeable, que se tiene que echar en dos veces; la primera, más gorda, se riega y aplasta con los pies, la segunda, muy machacada con palos y tamizada, se extiende cuidadosamente sobre la primera. Todos los materiales se encuentran en un radio inferior a los diez kilómetros.

Este tipo de construcción difiere poco de la de ciertos poblados neolíticos del próximo Oriente, donde se empleaba para la techumbre madera, cañas y hojas de palma, o de los construidos por los aldeanos del este del Tigris, en los primeros tiempos del neolítico, utilizando arcilla seca, o de Jericó, donde aún quedan ejemplos de muros de adobe con acanalados para recibir las traviesas de madera (2).

Caro Baroja opina que estas casas «pueden datar de períodos remotísimos, como las análogas pero más refinadas de las islas Baleares: del período de las relaciones con los pueblos del Mediterráneo oriental, con un desarrollo urbano fuerte ya desde el mismo neolítico» (3).

Un análisis funcional de la vivienda a través de la utilización de las habitaciones y el mobiliario nos puede proporcionar claves importantes. La mayor parte de la planta baja está ocupada por una cocina, a la que se accede directamente desde la calle; está bien encalada, decorada con fotografías y almanaques; posee los mejores muebles y la televisión. Da la impresión de que no se utiliza normalmente, y efectivamente puedo comprobar que tiene únicamente una función de prestigio social.

La verdadera cocina se encuentra en el piso superior. El fuego en la chimenea, los cacharros colgados, las paredes ennegrecidas y el rincón con leña nos lo hacen ver claramente. El frigorífico y la cocina de butano, igual que la televisión en el piso de abajo, apenas son utilizados. A ambos lados de la cocina se encuentran los dormitorios; uno de ellos sirve también de despensa, mostrando un aspecto curioso, con los racimos de uvas, las longanizas y el tocino colgados de las cañas sobre la cama metálica. De ahí se sube al terrado donde se tiende la ropa. En la planta baja hay otro pequeño dormitorio, reservado para caso de enfermedad.

Las funciones básicas que reconocemos en la casa con las relacionadas con el prestigio social, la alimentación y el sueño. Es significativo que se dedique tanto espacio y mobiliario a la primera, cuando faltan servicios importantes como el agua corriente o el retrete.

Los electrodomésticos han sido adquiridos por presión publicitaria y mimetismo social de la hermana que trabaja en el pueblo. Aportan muy pocos cambios a su forma de vida tradicional, ya que siguen cocinando y calentándose con leña, lavándose en la acequia que pasa frente a la casa, y excrementando en los bancales próximos.

Para lavar la ropa han de ir a un lavadero público que hay a unos 500 metros, y para beber y lavar los platos tienen que traer el agua a cántaros de una fuente.
 

Alimentación

La casa es para comer y dormir; el centro es el fuego, allí se calientan los pastores al llegar del cerro, mientras se avía la cena, comida principal del día.

La alimentación está estancada por el peso de la tradición. Los pastores por lo general no comen la carne de su ganado, sólo toman la leche y a veces el queso.

Sería fácil adaptarse a las formas de consumo alimenticio industrial, pues los alimentos suelen ser adquiridos comercialmente. Sin embargo, la comida básica sigue siendo el pan y las migas de sémola de trigo, a las que se acompaña de engañifa, que es principalmente embutido de fabricación y conservación casera, o bacalao en salazón; también se comen las patatas abundantemente, fritas con pimientos, en tortilla o en el cocido de garbanzos con morcilla, cardos y habichuelas verdes, y en la cazuela de boquerones.

Las materias nitrogenadas de las que suelen carecer las dietas subdesarrolladas aquí son abundantes en la leche y las uvas con queso, merienda o postre muy usual.

Un postre que va desapareciendo son las «tarvinas», gachas de harina de trigo con miel. Siempre aceite de oliva y vino de la Alpujarra o de la Contraviesa.

A pesar del predominio de glúcidos y escasez de proteínas, la alimentación es completa y contiene suficientemente todas las vitaminas.

Se trata de una dieta preindustrial (4):

- Por el gran predominio de cereales.

- Porque prácticamente todos los alimentos consumidos se producen en la localidad o en la comarca.

- Porque el consumo alimenticio ocupa la mayor parte de la renta familiar.
 

Economía

Se practica una ganadería extensiva de recursos naturales y, dado que estas tierras son muy secas, la busca de pastos es un grave problema diario para el pastor.

De septiembre a febrero, el ganado subsiste en la comarca gracias a que los labradores dejan pastar a los animales bajo las parras a cambio de estiércol; este es el caso de los pastores que poseen corral propio; los que no lo tienen deben de alquilarlo a cambio del abono que dejen allí los animales y con frecuencia se ven obligados a llevar sus rebaños a los cerros, donde el trabajo es más duro y el alimento escaso. Además hay que dejar comida en el corral para los borregos y para la noche. Los pastores, antes de llevarse el ganado a pastar, buscan matas de pimientos, vinagreras, pencas de chumbera... Algunos compran algo de paja y piensos.

En febrero, los campesinos labran la tierra y los pastores han de llevar sus rebaños a la Sierrecilla (las estribaciones más bajas de la sierra de Gádor). Allí alquilan un cortijo abandonado, duermen en mantas en el suelo y se avían ellos mismos; una vez a la semana, las mujeres les llevan la comida en burro o andando.

Aquí, los pastos son también muy difíciles; cada vez deja menos espacio la repoblación forestal y la acidez de las agujas de pino los aniquila.

En mayo, parten para Sierra Nevada. Suelen ir en grupo para buscar mejor los pasos. Los mismos grupos permanecen reunidos para pujar en la subasta de los pastos municipales que, según nuestros informadores no ha desaparecido en muchos términos (Sierra de Gádor, Yegen y Mecina Bombarón, Paterna), como dice Pío Navarro Alcalá Zamora (5), sino que se hacen en «sobres prohibidos», es decir, cerrados y sin posibilidad de modificar la oferta.

Cada pastor suele tener algo más de cien ovejas o cabras de su propiedad, y es diferente para su economía que tenga o no corral propio. Cada año crían sesenta o setenta borregos «a un coste de unas mil pesetas más lo que vale alimentar a las madres». De éstos a quince o veinte hay que cortarles el rabo» y dejarlos para criar, ya que la vida de la oveja es de ocho o diez años y hay que ir reponiendo pérdidas. El resto se vende a seis o siete mil pesetas cada uno.

De enero a abril, se sacan siete u ocho litros diarios de excedente de leche, con la que se puede fabricar un queso de dos quilos, que se vende a ochocientas pesetas. A la lana no se le saca dinero, con lo que vale hay que pagarle al esquilador.
 

Técnica

«Y dijo David a Saúl: No puedo andar con esto que nunca lo probé. Y se lo quitó de encima. Tomó su bastón en la mano, se escogió cinco piedras bien lisas del torrente, las puso en el zurrón pastoril que tenía y en el yalqut y con la honda en la mano se acercó al filisteo».

Los pastores actuales siguen utilizando las mismas técnicas que sus antepasados neolíticos. Por falta de instrucción y capital no han desarrollado ninguna técnica moderna (inseminación artificial, selección, piensos compuestos, estabulación adecuada... ).

Los instrumentos para la tarea más difícil, que es la conducción del ganado, son la honda, el látigo, el perro y la voz.

La honda es utilizada por algunos pastores que no tienen perro ganadero; en el monte el ganado va muy desplegado buscando el pasto. El pastor va delante «asujetándolo»; emite continuamente voces, silbidos, tira piedras con la mano y la honda; unas son de cuero y otras hechas por ellos de esparto. El látigo se utiliza más en la vega.

Un buen perro ganadero ahorra mucho trabajo, «nace con esa condición», me dice el pastor, «yo voy hablando con él como si fuera una criatura». Oigo cómo emplea el mismo tono que con las personas y a veces frases largas y complicadas, a las que el perro admirablemente responde.

Para andar por el cerro, el pastor sigue usando abarcas, ahora hechas de goma de neumático, planas o de «chorrera» (suela de media cana para el agua y los pinchos), y esparteñas (ya poco usadas), hechas por ellos mismos, como las encontradas en la cueva de los Murciélagos, de Albuñol, que podrían haberse conservado desde el IV milenio..El cayado es para andar por el monte y descansar apoyándoselo en el pecho, y el morral para guardar el almuerzo y el tabaco.

La selección es intuitiva, y para controlar el apareamiento se ponen, de septiembre a enero, «paneros» de cuero o esparto a los carneros.
 

Conocimientos y adaptación

La noción antropológica del pastor nos viene dada con frecuencia por la visión que de él tienen los campesinos. En casi todas las obras se trata tangencialmente a estos sujetos, incapaces incluso de desarrollar instrumentos intelectuales para adaptarse a una pequeña comunidad rural. Efectivamente ésa es la primera impresión. Más de la mitad de los pastores de esta zona no saben leer ni escribir; algunos no saben más que contar hasta veinte. Los mass media apenas inciden sobre su comportamiento, ni siquiera ven frecuentemente la televisión, y la mayoría no han ido nunca al cine; sólo escuchan normalmente música en la radio. Su nivel de integración social es mínimo, casi nunca van a la ciudad ni al pueblo, no frecuentan lugares públicos ni actos religiosos.

Su situación cultural cambia radicalmente en el monte; lo que para mí es caos o realidad extremadamente simple, para ellos es un universo enormemente rico y ordenado. Imagino que estoy tan perdido como lo estarían ellos en una ciudad. Ni siquiera tengo su capacidad perceptiva, y noto cómo van adquiriendo un rol de superioridad.

Una de sus preocupaciones primordiales son las plantas y su taxonomía. En un solo cerro me describen nombres y propiedades de 49 matas diferentes, de ellas 35 con el nombre popular correctamente pronunciado y 14 con nombres locales no registrados. De 11 de estas plantas conocen propiedades medicinales para hombres y animales:

Rúa: Contra el dolor de muelas (se pone en la muela).

Sajareña: Estomacal.

Tomillo: Como medicina y perfume.

Verde lobo: Contra eccemas y picores (se bebe el agua de cocer durante nueve días y se descansan cinco).

Hierba del mayor dolor: Fuertemente anestésica.

Manzanilla: Estomacal.

Té: Estimulante.

Malva: Para la bronquitis.

Hierba de la piedra: Para disolver los cálculos del riñón.

Consuelda: Para el estómago.

Atarraga: Contra la gelusa que revienta la hiel al ganado.

(Como se ve, el nombre local proviene de su función, en muchos casos.)

Sin embargo, hay muchas hierbas que se conocen y no se tiene idea clara de su utilidad medicinal, como la boja, la jedrea, el mastranzo, la lechetrezna, la cerraja y el marrubio (6).

La taxonomía, la utilidad y los lugares donde se encuentran las plantas son transmitidos por los más viejos y, aunque todos los pastores saben de esto, hay especialistas a los que se recurre en caso de enfermedad.

Lo que cuenta Lévi-Strauss como característico de los pigmeos de Filipinas -«Los indígenas se interesan también por las plantas que no les son directamente útiles... El negrito está completamente integrado en su medio y, lo que es todavía más importante, estudia sin cesar todo lo que le rodea» (7)- es perfectamente válido para nuestros pastores. Las plantas no útiles, piensan, deben tener un valor que ellos desconocen: «El cáncer, me dice un pastor curandero, tiene que tener su curación en una mata que nadie conoce; se deberían de probar todas, porque todas tienen que servir».

Las plantas tienen otros muchos usos. Por ejemplo, un pastor fabrica sombreros de pita, Macerándola, extrayéndole hebras y trenzándolas pacientemente en espiral. Todos los pastores saben trabajar el esparto, se hacen esparteñas y hondas, fabrican paneros, se cosen la ropa... Es una de las plantas más útiles.

Los conocimientos geográficos son admirables. La región comprendida entre el mar y Sierra Nevada, la Sierra de Gádor y la Contraviesa puede ser recorrida por muchos de estos pastores durante la noche; conocen todos los accidentes, las fuentes, la vegetación, los cortijos, los límites de propiedad, las rutas del ganado...

Los pastores conocen bien la anatomía de sus animales. Frecuentemente ellos mismos curan traumatismos de huesos y otras enfermedades. En muchos casos, estos conocimientos son aplicados a los hombres, y por ello la proporción de curanderos de huesos entre los pastores es muy alta.
 

El pensamiento

El pensamiento del pastor tiene unas características que encontramos en el de los pueblos primitivos y en el de la primera infancia. Han sido estudiados por la psicología evolutiva (8). Se trata de la intuición y del animismo.

La intuición la observamos claramente en ciertos procesos de conocimiento, como los climatológicos; la predicción se realiza mediante la asociación experimentada previamente de percepciones que no se relacionan lógicamente. Por ejemplo: «las ovejas barruntan viento cuando dan saltos, o barruntan lluvia cuando se pegan a los muros del corral». Se trata de un proceso intuitivo, asociado a otra característica del pensamiento primitivo: el animismo, o sea, de una manera egocéntrico se proyectan los propios esquemas de comportamiento a los animales y a las cosas, que quedan así animados por los mismos motivos que el hombre. Un pastor lo expresa de esta forma: «Las piedras son los huesos de la tierra, que tiene respiraderos (los señala en la lejanía), son cuevas que si uno escucha oye respirar a la tierra; lo que no se puede hacer es taparlos, como se ha hecho al construir el pantano de Benínar, porque la tierra protesta y se producen los terremotos o se traga el agua del pantano (como efectivamente ha sucedido)». Este egocentrismo nos recuerda el de todas las religiones primitivas.

Muchas veces esta intuición tiene gran valor para el conocimiento y adaptación al medio. La ciencia ha tardado en demostrar que, efectivamente, hay algo más que magia o adivinación cuando el pastor nos dice que va a ser un año lluvioso porque «el avispero está de espalda a poniente», o que «lloverá dentro de tres días a partir de que aparezca niebla sobre el cerro de Turón».

Este pensamiento, que considero mágico, supone, como dice Lévi-Strauss, «siglos de observación activa y metódica, de hipótesis atrevidas y controladas» (9), y también de experimentación; los métodos no son distantes a los científicos. Si bien no me arriesgaría tanto como Lévi-Strauss al hablar de «ciencia primera», al menos sí que es un instrumento de conocimiento que supone una gran observación y experimentación. Lo vemos claramente en los métodos utilizados por un pastor curandero para conocer y curar:

- Ha hecho disecciones de ovejas con el único fin de estudiar su anatomía y la ha comparado metódicamente con la humana. Para él el cuerpo humano tiene 303 «engarces» en el caso de la mujer, y 304 en el hombre, exactamente igual que las ovejas y las cabras, aunque con diferente distribución.

- Las sesiones de curación empiezan por una meticulosa observación del paciente, que tiene que colocarse en diversas posturas y hacer numerosos movimientos. Tiene una clara idea de la relación entre la anatomía y la función de huesos y músculos.

- La curación es mecánica, colocación de huesos; con frecuencia tiene éxito, debido a que en zonas rurales las dislocaciones son frecuentes. Después recomienda ejercicios musculares y paños de vinagre y sal muy calientes (antiinflamatorio).

Hay también técnicas de curación para las enfermedades más frecuentes de la zona: El reúma, friendo una culebra, se deja enfriar y, cuando el aceite está cuajado se unta por el cuerpo. «El calor se apodera del enfriamiento que es la base del reúma.» La pulmonía se cura con una camisa de culebra abierta, asada y puesta caliente en los costados. A la culebra se le atribuye poder medicinal. Esto puede relacionarse con el poder de curación que, desde la antigüedad, se le atribuía a las serpientes, que incluso se incorporaron al Caduceo de Hermes cuando se le atribuyeron a éste poderes químicos y médicos. Otra manera de evitar la pulmonía es la abstención sexual, pues «el semen sale de los pulmones». Esta idea me imagino puede tener su base en los sistemas de simbolización onírica (en los sueños típicos freudianos y en el chiste, escupir suele simbolizar la eyaculación, la asociación no es extraña). La tosferina se cura metiendo al niño a respirar el «vapor» de las ovejas.

Lo importante de estas técnicas no sólo está en ellas mismas, sino que se ejemplifican con uno o varios casos en los que los resultados han sido positivos; «los casos negativos, es decir, los fracasos, son simplemente ignorados» (10). Esto es lo que, para Gordon Childe, distingue la magia de la ciencia; escribe: «El hombre de ciencia lo habría realizado como experimento una o dos veces para ver si obtenía el resultado deseado» (11), en caso contrario lo abandonaría.

Pienso que el pensamiento utiliza métodos objetivos cuando le es posible; sólo cuando no posee los instrumentos de conocimiento adecuados recurre a lo imaginativo. La predicción climática a corto plazo se había resuelto, como vimos, mediante la observación comprobada, aunque fuese de forma intuitiva, pero cuando se trata de una predicción a largo plazo, como no posee instrumentos adecuados, recurre al rito adivinatorio.

El clima del año, el pastor de esta zona pretende adivinarlo mediante una combinación de las «cabañuelas», que aquí son del 1 al 12 de agosto, con la «canícula», del 1 al 12 de junio, y con la «retorna» del 13 al 24 de junio. El primer día de cada uno de estos ciclos representa a enero, al segundo a febrero y así sucesivamente; de manera que, si durante el día primero de cada ciclo llueve o truena, enero será seco. Si a esto se le une el que se trata de meses lunares que no coinciden con el calendario solar, la complicación es tan grande que es difícil demostrar la ineficacia del método.

Otro rito mágico para adivinar el tiempo del año se realiza colocando, la noche de san Juan, doce cascos de cebolla con un terrón de sal cada uno, antes de que salga el sol los terrones derretidos corresponden a los meses lluviosos.

Este tipo de ritual adivinatorio estaba muy desarrollado en el mundo antiguo y en muchas tribus primitivas, como la de los zulúes. Podemos compararlo con las operaciones que hacían en las islas Tonga o en las Samoa para adivinar mediante el giro de los cocos (12). No hay intervención de ningún ente superior, sino la constatación, para ellos, de una ley natural. Esto es lo que, según Frazer, distingue la magia de la religión: «Siempre que se manifiesta la magia simpatética en su forma pura, sin adulterar, se da por sentado que en la naturaleza un hecho sigue a otro necesaria e invariablemente, sin intervención de ningún agente espiritual o personal. De este modo, su concepto fundamental es idéntico al de la ciencia moderna, el sistema entero se entiende como una creencia implícita, pero real y firme, en el orden y uniformidad de la naturaleza» (13).
 

Ritos

Por lo general, los pastores apenas tienen relación con los ritos de la Iglesia católica, excepto con uno, que significativamente mantiene casi todas las formas paganas. Se trata de la fiesta de san Marcos, el día 25 de abril. Hace diez años que no se celebra en Berja, pero los pastores conservan la esperanza de resucitarla.

Las ceremonias empezaban las vísperas, a las once de la noche. La gente salía de la Iglesia y andaba la «estación de san Marcos», cada uno por su cuenta y según la promesa iba descalzo o «corría la estación» varias veces. En una plaza del recorrido se hacía un «descanso» donde tocaban músicos con guitarras y bandurrias, se bebía y se vendían gran cantidad de roscos de harina, cocidos sin levadura ni sal, de todos los tamaños y con salientes en forma de pico (para Caro Baroja, los panes de san Marcos tienen formas simbólicamente sexuales (14).

A las cuatro o cinco de la madrugada, comenzaban a llegar los pastores, con sus rebaños de cabras y ovejas que hacían la «estación», los cencerros que llevaban todos los animales producían un ruido ensordecedor; delante iba el manso, castrado y preparado todo el año para su misión; como para un sacrificio, iba adornado con más de cien bolas de lana de multitud de colores.

Después de amanecer hacían la «estación» los animales mayores (mulos, burros, caballos... ). El que tenía un cerdo u otro animal que se había curado gracias a san Marcos lo llevaba a dar gracias, todos muy bien adornados con lazos de papel de seda multicolores. Luego habla una carrera de mulos y burros. Al animal vencedor se le colocaba una gran rosca en el pescuezo. La gente compraba roscos (no había «la caridad», como en el pueblo próximo de Turón, donde se celebran junto a moros y cristianos), para comerlos o colgárselos a los animales. Por fin, el cura sacaba a san Marcos en procesión, y la gente yanimales mayores iban detrás. Una fiesta parecida es descrita por Brenan, en Yegen (15).

El ritual recuerda de manera claralas fiestas paganas dedicadas a la diosa Ceres (carreras de caballos, repartos de roscos de pan, carneros presidiendo la procesión, etc. (16)).

Caro Baroja nos hace otra descripción de la fiesta de san Marcos -el toro de san Marcos (17)-, en la que el origen parece dionisíaco. En nuestra fiesta podríamos arriesgarnos a ver una relación con lo dionisíaco, ya que al manso a veces se le da un vaso de vino antes de la procesión, y que, según Frazer (18), Dionisos solía estar representado por un toro o un macho cabrío. Por otra parte, como dios del grano, a veces se utilizaban en sus rituales tortas de cereal; así sucedía en la bouphonía ateniense (muerte del buey que representa a Dionisos (19). De cualquier manera también en sus rituales religiosos, los pastores de Sierra de Gádor conservan formas muy arcaicas.



Notas

1. G. Brenan: Al sur de Granada. Madrid, Siglo XXI, 1974: 229.

2. T. K. Derry (y I. W. Trevor): Historia de la tecnología. Siglo XXI, vol. I: 229-230.

3. J. Caro Baroja: Los pueblos de España. Madrid, Istmo, 1981: 278.

4. P.George: Geografía del consumo. Barcelona, Oikos-Tau, 1972: 49-56.

5. P. Navarro Alcalá-Zamora: Tratadillo de agricultura popular. Barcelona, Ariel, 1981: 83.

6. Ceballos (y otros): Plantas silvestres de la Península Ibérica. Blume, 1980. O. Polunin y B. E. Smythies: Guía de campo de las flores de España. Omega, 1977.

7. C. Lévi-Strauss: El pensamiento salvaje. México, FCE, 1972: 16.

8. J. Piaget: Seis estudios de psicología. Barcelona, Barral, 1978: 43-48.

9. C. Lévi-Strauss: El pensamiento salvaje: 31.

10. G. Childe: Los orígenes de la civilización. Madrid, FCE, 1978: 73.

11. G. Childe: Ibídem: 73.

12. E. B. Tylor: Cultura primitiva. Madrid, Ayuso, 1977, vol. 1: 90-91 y 131.

13. J. G. Frazer: La rama dorada. Madrid, FCE, 1981: 74-75.

14. J. Caro Baroja: Mitos y ritos equívocos. Madrid, Istmo, 1974: 80.

15. G. Brenan: Al sur de Granada: 74.

16. J. Caro Baroja: Mitos y ritos equívocos: 68-76.

17. J. Caro Baroja: Ibídem: 93-96.

18. J. G. Frazer: La rama dorada: 528-533.

19. J. G. Frazer: Ibídem: 530.




Publicado: 1983-11


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