j p A J Ú O Ü A ^ ¡ L E G A ^ T E ^ j p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S . 271 ancho por 48 de largo, sobre el cual, á 7 centímetros de distanciado cada lado trasversal, se trasportan los con­ tornos de la fig. 59, y se ejecuta el bordado al punto de cadeneta con seda azul. Se junta la tela por sus lados lar­ gos , se dobladillan sus lados trasversales y se hacen en el dobladillo unos ojetes, por los cuales se pasa una cin­ ta azul, con la cual se forma un lazo. El contorno del dobladillo va adornado de un encaje de 5 centímetros de ancho. Dos camisas de d o r m i r p a r a s e ñ o r a s . N ú m s . 6 y 7. Núm. 6. Va adornada de un volante de tela bordada en forma de chorrera, y várias tablitas. Igual adorno en las mangas. Núm. 7. Escote plegado y rizado de encaje de Valen- ciennes. Chorrera de encaje de Valencieunes mucho más ancho, formando conchas. Peto ajaretado, y cuyos frun- 13.?l-ombrero de MSO. ^--yi-T .... de ébano. Esta clase de sombrilla se llevará mucho este otoño en los dias claros. Sombrero de raso. ? N ú m . 13. Es de raso azul oscuro, todo ajaretado, y va adornado de cintas de raso azul claro. Por encima, lazo flotante y plumas azules. Bridas de raso azul. Sombrero de fieltro.?Núm. 14. Es de fieltro gris amarillento, y va guarnecido de un pañuelo de seda azul oscuro y encarnado y de un pájaro verde claro y azul oscuro. Este sombrero y el anterior son á propósito para paseos de mañana y para jiras campestres en la estación de otoño. P a n t a l ó n para n i ñ o s p e q u e ñ o s . ? N ú m . 15. Este pantaloncito es de p iqué , y va guarnecido de entredoses y de un volante bordado. ? í í . ?Sombrilla. m m tM.?Pombrero de fieltro. H l I 5 , ? P a n t a l ó n para niños pequeños. 1 t 11».?Camisa de dormir para niños de 2 a 3 años. cidos, que son muy finos, van separados por entredoses de Valencieunes. Saco montenegr ino. ? N ú m . 8, Se hace la envoltura del saco de cuerda muy fina, al punto macramé (especie de malla con nudos). Borlas turcas de colores antiguos. E l saco, propiamente dicho, es de tela turca lis­ tada. Dos enaguas c o r t a s . ? N ú m s . 9 y 10. Núm. 9. Esta enagua es de percal fino, y va guarnecida de entredoses bordados y de un volante de nansuk realzado de un encaje. Núm. 10. De nansuk, guarnecido de un en­ tredós bordado y un volante tableado, que va adornado á su vez de un encaje estrecho. Enagua p a r a n i ñ a s de 10 á 12 a ñ o s . N ú m . 1 1 . Esta enagua es de nansuk y va guarnecida le un volante de muselina granadina, realza­ do de dos volantitos de muselina, guarneci­ dos de encaje. Sombri l la . ? N ú m . 12. Esta sombrilla va cubierta de raso maravi­ lloso azul, todo fruncido ó ajaretado, y ador­ nada con dos volantes de la misma tela. Pnfio I1? .? Tinj'e negro. 18.?Traje de easa. L Í A ^ W O D A - | i ! L E G A l N [ T E , j P E F ( I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S ^fA y V ' i O D A ^ L S G A N Í T E , J ^ E H I Ó D I C O D E L A S J ^ A m i L Í A S . íd-Cuello ile lulo y encaje 83 y 24.?Cuello y puño. 25.?Lazo «O.?Cuello para teatro y soirée. 21.?Ficlu: 19.?Cuello para teatro y sov ée * 8.?Banda-manteleta. ni lili ill'lillllilllllIMHIII ' ''llliliii^ MlmililllMMllMül m m m m u : ' : ^ 2 » . ? B a t a para niños pequeños. 89.?Vestido para niñas de 10 á ]2 años ? i i 1 ' ' 1 i i 35.-Mfira soñoritag 33.?Traje de madrás de lana. Espalda ( Véase el dibujo 34 3 1.?Traje de madrás de lana. Delantero {Véase el dibujo 33.) 3*.?Twje de calle. Espalda.?;F¿(?je eldibvjo 32.) 2S.?Pantalón para niñas. 30.?Delantal para niñas y niños 32.?Traje de calle. Delantero.? Entre todos los pretendientes, el que más adelantaba en u propósito era uno de los estudiantes de leyes, jóven ya ¡e veintitrés años, despejado, elegante, pero sin más rí- [ueza que el porvenir, que, según la voz general, debía ier brillante. Su nombre corría ya por las gacetillas de los ¡enódicos, y el bueno del padre de las niñas, y áun sus :ompañeros de tresillo, tenían singular complacenciacuan- lo conseguían que Cárlos les pronuncíase un discurso so- ire el estado político de la Europa y otras zarandajas por 1 estilo. » Narcísa me consultó, é hizo de tal manera la consulta, ue comprendí era causarla un vivísimo placer el aconse- arla que aceptára el amor de Cárlos. Este no faltaba una oche, y encontraba siempre medios ingeniosos de hablar in Narcísa, áun sosteniendo una conversación general; , ro á última hora, cuando se retiraban los contertulios y ledábatnos solos Narcísa, Cárlos y yo , formábamos un upo, y en tanto que doña Angustias y mi tía dormitaban, l jugadores, en el gabinete, se empeñaban en sacarla ¡tima puesta, y la buena Adela bordaba; yo escuchaba, nao buena amiga, las vehementes frases de ambos aman- 3, y comprendía que Cárlos amaba á Narcísa ; pero pude aiprender asimismo que Narcísa ambicionaba algo más ae la modesta posición que podía ofrecerle Cárlos. »Pasaron meses, y los amores seguían tranquilamente su jurso, mediando Adela ó yo cuando aparecía alguna nube n aquel cíelo de enamorados; pero el idilio se convirtió uégo en drama por la aparición de un nuevo personaje, iíra éste un señor D. Sandalío, rico comerciante de Cádiz f amigo antiguo de la familia, que, como él decía, al ver ;an crecida á Narcisíta pensó en hacerla feliz, y para ello a ofreció su mano, sus riquezas, sus casas de campo y sus oches. Don Roque nada dijo, y dejó en libertad á Narcísa; 3ero doña Angustias y la brigadiera y la senadora y la re­ centa la acosaban día y noche, y el bueno de D. Sandalío tto se descuidaba, ofreciendo palco sobre palco todas las loches, de modo que acabasen los dulces coloquios; se lispersó la tertulia, y hasta D. Roque se fué á jugar al café de Levante. ))No hay para qué decir que nosotros, la gente jóven, to­ mamos el partido de Cárlos, y llovían alusiones sobre el abdómen y los zapatos y las maneras de D. Sandalío, y su or á cacao y á café ; pero nos cerraban la boca las seño­ ras mayores hablando de miles de pesos, y de coches, y de casas de campo y palcos. Cárlos hasta escribió un artículo de costumbres contra los horteras enriquecidos; pero don Sandalío se vengó comprando el periódico en que Cárlos escribía y despidiéndole de la Redacción. »No hubo remedio; Narcísa se dejó seducir y entregó su anca mano á D. Sandalío. Pasa por alto las tentativas de suicidio , las provocaciones y los maledetto de Cárlos ; sólo notaré que el día de la boda, cuando acabamos de vestir á la novia y de cargarla de brillantes, exclamó Adela : » ? ¡Pobre Cárlos! » ? ¡Bah! ¿Por qué es pobre? Si tanto le compadeces, cá­ sate con él, dijo Narcísa. » ? ¡Ojalá me amára!?exclamó con vehemencia Adela ?¡No, no puede ser! » ? ¿No te casas t ú ? ? l e repliqué yo. ^Narcísa suspiró y calló ; Adela y yo suspiramos y ca­ llamos. >>Pasaron meses, y D. Sandalio y su señora se establecie­ ron en Madrid : Cárlos fué director de un diario político que fundó en odio al que había adquirido D. Sandalío : sus ar­ tículos llamaron mucho la atención ; estaban escritos con aiel y respiraban ódio y pasión. Cárlos era el escritor de moda, y su nombre se repetía siempre que se trataba de citar un buen publicista ó un joven de porvenir. Cárlos continuó visitando á D. Roque, y sus conversaciones con Adela eran cada día más largas y más confidenciales. Un 'lia sorprendí en boca de Cárlos esta pregunta, dirigida á Adela : »?¿Por qué no? » Adela lloraba, y las lágrimas temblaban en las pestañas Cárlos, y yo misma me sentí conmovida. Medié, provo- ipé una franca explicación, y Adela confesó que hacía tiempo que amaba á Cárlos. Cárlos se dijo dichoso, y cuan­ do se fué , Adela, con dulce, pero tristísimo acento, ex­ clamó : » ?¿ Que has hecho ? ¡ Cárlos no ama más que á Narcísa! » Pasaron meses y meses, y Cárlos anunció á ü . Roque su resolución de casarse con Adela. Don Roque aplaudió y se aplazó la boda para cuando concluyeran unas elecciones en las que se presentaba Cárlos candidato para diputado á Cor­ tes. Don Sandalio fué también elegido diputado, y ya co­ menzaba la legislatura : un día me vinieron á buscar las dos hermanas para ir al Congreso, porque hablaba por primera vez D. Sandalío. Fuimos, y llegó el momento en que don Sandalio, con una verbosidad andaluza y esa insolencia que da el dinero, comenzára con gran desenfado su discurso defendiendo al Ministerio de Hacienda. De pronto, y cuan­ do D. Sandalio se volvía hácia la tribuna de señoras, como pidiendo la aprobación de sn Narcísa, resonó en los bancos de 1 a misma un pido la palabra, pronunciado con tal acen­ to de ira, que Adela lanzó un grito ; yo me estremecí; Nar­ císa palideció, y un murmullo general recorrió el salón y las tribunas. ))Bra Cárlos, y desde aquel punto la serenidad de D. San­ dalio desapareció, comenzó á balbucear, y por más esfuer­ zos que hizo, no pudo recobrar su anterior insolencia. Calló, y comenzó Cárlos : la ira que abrasaba su pecho daba á su frase una energía salvaje ; su argumentación se asemejaba á un acometimiento á estocadas, y vertió torrentes de des­ precio sobre el inféliz D. Sandalio, que con todo su dinero no pudo impedir que las tribunas se rieran de él al verle humillado y vencido. Era el desquite de la inteligencia so­ bre el dinero. » A.dela, llorosa, murmuraba á mí oído : «¡Cuánto la ama!» y Narcísa, con los ojos secos, calenturienta y avergonzada, parecía que luchaba consigo misma, como si se impusiera el permanecer en aquella tribuna como un justo castigo de su pasada conducta. Y o , en vez de aquel discurso elocuen­ tísimo de oposición al Ministerio, me parecía que escuchaba las quejas de un amante despechado. »Por fin concluyó aquel tormento, y D. Sandalío no pudo ni replicar. Narcísa entónces se levantó con un gesto de desprecio admirable, y regresamos á su casa ; cayó enfer­ ma, y en su delirio no se escuchaban otras frases que la de ce ¡ Es justo! ¡Mi avaricia! ¡ Terrible expiación!» El pobre D. Sandalío fué el blanco de los copleros por espacio de muchos días, y el discurso de Cárlos fué seña­ lado como una obra maestra, y su posición política creció hasta llegar á ser importantísima. Poco después se celebró la boda de Cárlos y Adela. Narcísa no asistió, porque los médicos la aconsejaron que viajára para calmar una agita­ ción nerviosa que la devoraba. Volvieron , y fueron tantas y tan repugnantes las bajezas de D. Sandalío para conquistar la indiferencia de Cárlos, que para que no se humillase más á los ojos del mundo y de su mujer, consintió Cárlos en tenderle la mano. DPasaron dos años, y una tarde nos encontrábamos en casa de Cárlos Narcísa y su esposo, Adela y yo ; D. Sandalío hablaba de unas jugadas de Bolsa que le iban á dar muchos millones, y embebido en sus cálculos, no notábala inquie­ tud de Adela por la tardanza de Cárlos. Por fin, todos ad­ vertimos aquella inquietud, y D. Sandalio nos calmó di­ ciendo que, como había sesión, estaría ocupado en el Con­ greso. Por fin llegó Cárlos, abrazó á su esposa, me tendió la mano y saludó á mi cuñado, y D. Sandalio comenzó á inquirir noticias para sus famosas jugadas. »?Es inúti l , D. Sandalío, que se afane en buscar combi­ naciones de ese género. He resuelto prohibir esas jugadas, por inmorales. » ? ¡ Prohibir!! »?Sí,? dijo Cárlos clavando sus ojos en Narcísa;?aca­ bo de jurar en manos de S. M . el cargo de Ministro. «Narcísa palideció , y Adela se arrojó en mis brazos llo­ rando y murmuró en mí oído : «¡ Aun la ama!» Don Sandalío le dió mi l enhorabuenas, sin conocer el drama que palpitaba á sus ojos. »?Pero ¿adónde piensas llegar, Cárlos??exclamé yo. í ? Hasta lo infinito, como infinito era »?Adela le miró, y la frase quedó sin concluir. Aquella noche fué penosísima : nunca se había recibido por una familia semejante noticia con más dolor : sólo doña Angustias brincaba de gozo y repetía siempre : »?¡Lo que es el talento! Este tonto de I ) . Sandalío Sin advertir que Narcísa palidecía cada vez que escuchaba esta frase, y sin notar que Adela murmuraba : «¡No es el talen­ to; es el amor!» Calló Carolina por breves instantes, y añadió después á guisa de moraleja : ? Ahí tienen W . una carrera política que es sólo la ex­ presión de un amor desventurado. ? Ofreció V. dos narraciones?exclamamos en coro los oyentes ; ?la tésis no está probada. ? Voy ? dijo Carolina; ? pero permítanme V V . que des­ canse un momento. I I I . Carolina, después de una breve pausa, continuó : «La segunda de las anécdotas que sirven para probar mi tés is , me impresionó vivamente hace ya muchos años. Allá en Galicia, en las inmediaciones del Ferrol, pasada la colina que por la parte del Occidente cierra la bahía, y siguiendo la costa, se descubre uno de los más pinto­ rescos paisajes que puede formar la naturaleza. Es un an­ fiteatro que no tendrá una legua de ancho y poco más de largo, poblado de nogales y castaños, y que suavemente desciende desde las montañas que lo circundan hasta un valle delicioso sembrado de maíz, hortalizas y árboles f ru­ tales. Siguiendo el valle hácia el mar, que es el fondo del cuadro, se encuentra una laguna de agua dulce, sur­ cada por ánades y patos, y separada del mar por una pla­ za de finísima arena, cuya extensión varía según el estado de la marea. Eu un lado de este arenal se ven los restos de una batería que defendía aquella playa, única accesible en las cercanías de nuestro famoso arsenal, y en la cual in­ tentaron un desembarco los ingleses en los primeros años de este siglo. » Yo no sé si en Suiza, ó el Mediodía de Francia, ó en las cercanías de Vichy, ó en Baden-Baden , existirá un rincón más pintoresco, un retiro más halagüeño que aquel nido, que de propósito fabricó la naturaleza para el descanso de los que viven muriendo en las grandes ciudades, ó para esconder la primera embriague/, de amantes santificados por el matrimonio. El contraste del mar con su rugir continuo, y el lago con su eterna serenidad, prestó singular encanto al retiro de mí familia en una de las más tristes épocas de mi vida. » Una casa situada al pié de la montaña, casi en el centro del valle, y rodeada de manzanos y nogales, con patios, emparrados y un jardín esmeradamente cuidado, era nues­ tra vivienda; pero el lago y el arsenal eran nuestros sitios predilectos. ))Yo tenía pocos años, pero pasaba ya de los diez y seis, y la poesía propia de los diez y seis años revestía á mis ojos aquel mundo de encantos indecibles. Había llegado á sor­ prender diálogos entre el mar y el lago, entre el viento de las montañas y las brisas del mar, que silbaban entre las cañas del maíz ; pero el rey de aquella creación de mi fan­ tasía era un pobre ciego, que sentado en una ligera barqui­ lla en el lago , remaba silenciosamente cuando algún curio­ so quería pasear en el lago; conocía á palmos el lago, y viraba el bote con tal exactitud al ir á llegar á una orilla, que muchos dudaban que fuera ciego aquel desdichado. Pero él contestaba con una melancólica sonrisa : « ¡ Señor, » si he pasado toda mi vida en este bote y en este lago ! » EDUARDO DE LUSTONÓ. (Se concluirá.) REVISTA DE MODAS P a r í s , 8 de Setiembre. La estación de otoño se anuncia ya bajo los más favora­ bles auspicios, áun cuando los fuertes calores que nos abru­ man todavía, y que amenazan con durar toda la primera quincena de Setiembre, paralizan un tanto el movimiento renovador. Todo en la estación en que entramos, la caza, el regreso del gran mundo á París , ofrece pretexto para reuniones, paseos, visitas y diversiones, siendo la época del año más propicia para probar algunas modas nuevas y continuar llevando las que agradan y que van quizás á desaparecer. Sin embargo, hay que hacer sobre este punto una obser­ vación particular : en otro tiempo, una moda nueva suce­ día de pronto, y de una manera completa y radical, á la antigua , al paso que hoy se conserva por espacio de mu­ cho tiempo una moda de buen gusto y elegante, y se ínger- tan, por decirlo así, várias modas distintas unas en otras. Entre otros ejemplos de esta verdad citaré las bandas ple- gladas dispuestas en las caderas y bautizadas con el nom­ bre paniers, que continúan llevándose con ciertos ves­ tidos, á los cuales dan un estilo Luis X V , que sienta muy bien, principalmente á las personas delgadas. Se principian á ver en algunos establecimientos de pri­ mer órden varios modelos y telas nuevas, que permiten ya pronosticar en parte lo que se llevará el invierno próximo. Ante todo, el vestido seguirá llevándose sumamente ce­ ñido ; pero los corpíños de cintura redonda y abrochados en la espalda, con las mangas anchas y fruncidas por arri­ ba, se llevarán mucho, lo cual no es nuevo, sino simple­ mente renovado. He notado, pues, para mis lectoras varios modelos, que voy á describir. Los chaqués, tan cómodos y elegantes, permanecen inamovibles, á pesar de cuanto se había dicho sobre ellos, sólo que se les hace con preferencia de estilo Luis X I V . E l que formaba parte del traje de que me ocupo iba sujeto al talle con un cinturon y caía sobre una falda, ceñida en las caderas con una banda cruzada. E l traje en cuestión, muy sencillo, pero de una elegancia majestuosa, era de lanilla rayada elástica y de un precioso color nuevo, llamado gris de mar. Para traje de más ceremonia escojamos este otro, de es­ tilo Luis X I I I , todo de Luisina color de ámbar, guarneci­ do de un precioso terciopelo de mi l cordoncillos y de un color nuevo llamado tison. Los demás adornos de este ele­ gante vestido consistían en guarniciones de encaje amari­ llento. Otro traje. Corpino Spencer muy ajustado, de tela de punto de lana muy fina, el cual ciñe admirablemente el ta­ lle, dejándole toda su flexibilidad. Falda tableada de lanilla á cuadros grandes de colores muy suaves y confundidos, con una banda anudada por medio de unos cordones grue­ sos de lana. Estas bandas, que abrazan las caderas, estarán muy en boga para trajes de otoño. E l abrigo que se adoptará más generalmente hasta el momento en que aparezcan los abrigos de invierno es el que tiene la forma de un paletó-visíta, con mangas anchas y capucha. Se hace dicha confección de todas clases de telas. La moda adquiere cada día más dos caractéres bien de­ terminados : género masculino para los trajes de calle, y la fantasía elegante, y áun podríamos añadir la fantasía des­ enfrenada para los vestidos que se llevan en los salones, como vestidos de convite, de recepción, de teatro y soirées. Para los trajes de calle, que han de llevarse á pié y por la mañana, se buscan las combinaciones más sencillas, con­ sistiendo la suprema distinción en pasar desapercibida á los ojos de las personas de gusto poco refinado, al mismo tiem­ po que se deja notar á las personas entendidas la forma irreprochable, los detalles armoniosos de esos trajes de as­ pecto tan sobrio y tan sencillo en apariencia. Las ricas telas de lana, los botones artísticos y otros detalles del mis­ mo órden representan la verdadera elegancia en semejan- 2 7 6 j L / A ^ O D A J p L E G A N T E ^ j p E H I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S , tes casos; pero el sombrero, el calzado, los guantes, todo está combinado para evitar las disonancias. Los trajes de mañana de que voy tratando son de color oscuro cuando no son negros : el gris búsar , los colores café tostado, el n u t r i a en todos sus matices, el azul oscuro y el bronce de todos los matices, tal es la paleta en que se escoge el color preferido. Las enaguas y faldas de debajo se harán con más fre­ cuencia del mismo color de los mencionados trajes; es de­ cir, que un volante tableado, que guarnece esas enaguas, será del mismo color de los adornos del vestido, áun cuan­ do ese color sea muy subido, áun cuando sea rojo. Muchas de esas enaguas serán de s u r a h , y el mayor nú­ mero de s u r a h negro, el cual se ve cada dia más favoreci­ do de las damas elegantes, en reemplazo de la enagua de cachemir; pero esta tela continuará empleándose por las señoras que salen á p ié , no por capricho, sino por necesi­ dad, y que se ven, por consecuencia, expuestas á todos los inconvenientes de la lluvia. Y ya que he tocado á la melancólica cuestión del tiempo lluvioso y fangoso, añadiré que se proyectan unos imper­ meables ó w a t e r - p r o o f s , con capucha y mangas anchas, que tendrán la forma de un hábito monacal. V . DE CASTELFIDO. EL MEJOR IDIOMA. Yo español; ella una inglesa, Conjunto de ángel y hada, Jamas nos dijimos nada; Pero ¿cuánto no se expresa En una ardiente mirada? ¡Ay! Su mirada ideal, H a b l a n d o c l a r o e s p a ñ o l , Penetró en mi pecho igual Que un rayo puro del sol Cuando atraviesa un cristal. Era tan hermosa ella Como vehemente su amor, Y su mirada tan bella Como el trémulo fulgor De la vespertina estrella. Una vez que, enloquecido, A sus pies caí de rodillas, Y el dulcísimo estallido De un beso sonó, atrevido. Muy cerca de sus mejillas. Se alejó de mí indignada, Lanzándome una mirada De reconvenciones llena, A un tiempo triste y serena,. Furiosa y enamorada. Y la v i alejarse yo Como mira el niño en vano El avecilla que huyó , Y que en la entreabierta mano Unas plumas le dejó. ¡Y yo, inocente, creía Que el olvido cerrarla Tan honda herida! ¡ Infeliz ! Pasaba el tiempo, y seguía Abierta la cicatriz. Que es el amor, según noto. Limpio espejo que seduce, Y áun roto en pedazos luce, Y en cuantos más trozos roto, Más la imágen reproduce. O como un collar de perlas Que , por un cordón pasadas, A l romperle, sin romperlas, Se esparcen desordenadas, Y más placer causa verlas. Áun ignoro cómo fué : N i ella me habló, n i la hablé; Mas cedieron sus enojos, Y al fin el cielo encontré En la lumbre de sus ojos. Pues me habló en el claro idioma Del alma amante, que toma A los cielos su arrebol, Y á nuestros ojos asoma Fulgurando como el sol. EAFAEL TORRÓME. EXPLICACION DEL FIGURIN ILUMINADO. N ú m . 1.647. T r a j e de l a n i l l a { v e l o de r e l i g i o s a ' ) c o l o r c a f é t o s t a d o c o n a d o r n o s de r a s o c o l o r de o r o a n t i g u o . ? Falda redonda ribeteada de un volante tableado de raso, que lleva por encima un bullón de lanilla. La túnica ó sobrefalda, sin adornos en su borde inferior, es sumamente larga. Su bor­ de inferior cubre en parte el bullón de la falda. Esta túni­ ca va sujeta á cada lado con una p r e s i l l a , formada por una mezcla de cocas de raso color café y color de oro. Corpiño amazona con solapas de raso. Visita de la misma tela de lana, forrada de raso, así como la capucha. La visita va Eeservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. adornada con una cenefa de plumas color café. Lazo de cinta de raso de ambos colores. T r a j e de surah a r m u r e c o l o r de m a l v a y surah c o l o r de l i l a o s c u r o con r a m o s b r o c h a d o s c o l o r de m a l v a . ? L a falda, redonda, es de s u r a h color de malva, y va plegada per- pendicularmente y terminada en un volante estrecho de s u r a h color de lila. Túnica abierta de s u r a h brochado. Dos tiras anchas del mismo s u r a h brochado, terminadas en bor­ las, reúnen por delante los picos de la túnica. Por corpiño, una chaqueta amazona de s u r a h liso color de malva, abro­ chada al sesgo con solapas de s u r a h brochado. Las puntas de la chaqueta van á perderse entre los pliegues de la tú­ nica, los cuales van fijados con unos cordones de seda co­ lor de malva. Las Sras. Suscritoras á la s e g u n d a y t e r c e r a edic ión de L A MODA ELEGANTE r e c i b i r á n con el presente n ú m e r o el figurín i luminado que no l legó á tiempo para serles distr ibuido con el anterior. CORRESPONDENCIA. SRA. D.a K. B. DE S . , B a r c e l o n a . ? E l género de cortinas á que se refiere no pueden ponerse en un salón. En cuanto á las flores, nada impide el que se ponga un ramito sobre el abrigo de invierno, tanto para salir á pié como en car­ ruaje. Las flores están hoy más de moda que nunca. Sin embargo, debe escoger unas flores poco vistosas y no po­ nérselas en tiempo lluvioso. Por lo general las flores sólo sientan bien con un traje elegante ; así es que sería ridícu­ lo ir adornada de flores cuando se lleva un paraguas abierto. A UNA NUEVA SUSCRITORA. ? En mi correspondencia pu­ blicada en el número anterior he dado explicaciones deta­ lladas acerca del corpiño J e r s e y , que es una prenda muy elegante, hecha de una tela de punto de lana ó seda ; no tiene costuras y moldea admirablemente el talle. Se le lle­ vará mucho este invierno. A fines del invierno pasado se habían visto algunos ejemplares, muy raros, del menciona­ do corpiño, dándoseles en aquella época el nombre de c o r - p i ñ o v e r o n é s . Una señorita de la edad que señala puede llevar muy bien un corpiño de cachemir bordado de azabache. Lo ne­ gro adelgaza siempre y es en todas épocas de buen gusto. SEÑORITA D.a A. R.?En uno de nuestros próximos nú­ meros (probablemente en el del 3 0 del presente mes) pu­ blicaremos los primeros modelos de sombreros de la esta­ ción entrante. ? También darémos en el mismo número del 3 0 un magnífico grabado de dos páginas, representando variedad de trajes y abrigos de otoño y de invierno. ? Sus deseos se verán, pues, colmados. SRA. D.a C. G . DE LA F . ? El mantón de cachemir de la India no puede llevarse n u n c a con el alivio de luto. Mas para las personas que adoptan de una manera habitual, por gusto y sin estar de luto, los colores oscuros que me índica, el mantón de cachemir de la India será siempre una prenda elegante y de un gusto severo. En tal caso los fondos blancos ó negros serán preferibles. E l mantón lis­ tado es n e g l i g é , y sólo se lleva en viaje y para paseos mati­ nales. SRA. D.a J . B. DE C. ? El luto á que se refiere es de seis meses : tres de luto rigoroso y tres de alivio de luto. Para los tres primeros meses, lana negra mate y abrigo igual, guarnecido de crespón inglés ó de piel negra, si es invier­ no. Todos los accesorios, como golas, sombrero y velo, deben ser de crespón negro liso ó crespón inglés. Los tres meses de alivio de luto, telas de seda negra, telas de color blanco y negro, ó gris, color de pensamiento, violeta, lila, etc. Accesorios de color negro y blanco ó de los colores in­ dicados. A UNA JOVEN DE DIEZ T OCHO AÑOS, Sevi l la .?Exis ten va­ rios medios de hacer que desaparezcan esas venillas cuan­ do no son muy pronunciadas: el primero consiste en hacer uso, para el tocador, de agua muy caliente ; el segundo, en untarse diariamente con una pomada muy enérgica, como la siguiente : Vaselina 3 0 gramos. Precipitado rojo 1 3) Efectivamente, la leche en cuestión produce el resultado que señala. SRA. D.a R. A DE T. ? Todas las pastas ó polvos de ese género están compuestos con arreglo á las antiguas fór­ mulas, y no les han mudado más que el nombre. Yo no acon­ sejaré nunca su empleo, porque dan un resultado enteramen­ te nulo. A UNA SUSCRITORA AGRADECIDA.?No hay más que un me­ dio de impedir que las personas ronquen, y consiste en des­ pertarlas de una manera brusca cada vez que empiezan á roncar. A l cabo de cierto tiempo del indicado tratamiento adquieren un miedo tal de que se las despierte, que sólo duermen á medias y concluyen por no roncar. Para evitar las picaduras de los mosquitos y otros insec­ tos análogos, deben mojarse frecuentemente las partes del cuerpo descubiertas, como la cara, el cuello y los brazos y manos, con agua y vinagre.?No debe aplicar jamas á esas picaduras amoniaco puro, sino diluido en una gran cantidad de agua. A UNA JOVEN DESCONSOLADA.?Creo que no le volverá á salir el cabello en el punto que indica, por más que haga. N i aguas, ni ungüentos, n i pomadas son capaces de resuci tar las raíces muertas ó secas. ? El único consejo práctico que puedo darle es que mude el género de peinado, á fin f], no cansar siempre los cabellos en el mismo sitio y evitar de ese modo la caída de los que le quedan. A UNA MORENA.?Fricciónese ligeramente el cuero cabe Iludo, mañana y noche, con la siguiente solución de sulfa' to de quinina, y su curación es segura : Coñac añejo 1 2 0 gramos. Sulfato de quinina 1 » Acetato de amoniaco.. . . 5 » Tintura de canela 1 0 )) A UNA SUSCRITORA.? Soy de la misma opinión de usted- debe forrar los muebles del dormitorio de damasco color oro antiguo, con preferencia á la cretona, pues si bien ésta es muy bonita, es más á propósito para habitaciones de se- ñoritas ó casas de campo. Esto no es decir que no se use mucho; pero, puesto que me indica también el damasco creo que no admite duda la elección. Ademas, áun cuando es cierto que es más costoso, ofrece en cambio la ventaja de una duración mucho mayor. Es muy suficiente el número' de sillas que me dice podía colocar en la habitación, y aun- que fuera menor, tampoco estaría mal. Las sillas deben ser bajas, de forma redonda, y más bien estrechas por arri­ ba ; la butaca, baja también y cómoda para calzarse. La tira para la otra butaca hará muy bien tal como us­ ted la ha ideado. SR^. D.a A. H . ? L o s refajos más adoptados últimamente por las señoras son los de franela blanca, azul ó rosa. Ofre­ cen estos refajos las ventajas de abrigar mucho, por adap­ tarse perfectamente al cuerpo, y de no abultar, pues se quedan muy ceñidos. Los de crochet no dejan de llevarse- pero su uso ha decaído notablemente, porque pesan y abultan mucho. Sin embargo, sí V. no les encuentra esos inconvenientes y se decide á usarlos, debe hacerlos de uua. lana buena, pero inferior á la de Berl in, por ser ésta de­ masiado cara para una labor de ese género : lo que hade procurar es que los colores que elija sean permanentes como el encarnado oscuro, el azul marino y el gris. ADELA P. ARTÍCULOS DE PARÍS RECOMENDADOS. Para muchas señoras y señoritas el corsé es un verdade­ ro suplicio durante la estación de los calores. Es bien fácil sin embargo, evitar el ser molestada por el corsé, sin que por ello se vaya mal vestida, mediante la adopción de la C i n t u r a r egen t e de M.mi?s D E VERTUS SCEURS ( r u é Auher 1 2 , P a r í s ) . Todas las damas elegantes conocen este precioso acceso­ rio, al que deben esa flexibilidad, esa exquisita gracia del talle, que tiene tan indecibles encantos. Señoras hay que no usan nunca otro corsé, y áun pudiéramos citar alguna que, apénas restablecida de una grave enfermedad, ha vuelto á usar la C i n t u r a sin sentir la menor molestia. Na­ da más cómodo, en efecto, que el corsé aludido. Exposición Universal de 1 8 7 8 ; Medalla de Oro, Cruz de la Legión de Honor. E l A G U A D I V I N A de E . COU- D R A Y , perfumista en París , 1 3 , rué d'Enghien, es el producto por excelencia para conservar la juventud. Tam­ bién es el mejor preservativo de la peste y del cólera mor­ bo.? (Véase el anuncio en la cubierta.) S A L T O - G A L G P E D E C A B A L L O PHESKNTADO POR D. HELI0D0R0 ROJAS DE LA VEGA. Que a, do- Vi ' j lo, b r i - a, ño as- Vi ¿/ Sn- Vi 'J tus el- Vi JJ ad- Vi JJ lia Vi 'J tre-Vi V Vi 'J rr ^ , ha vi V cu- Vi i ) lia de Vi ü sue- | Pa- Vi i J Vi V VÍ V sol Vi t ) e-vi V Vi i ) Y Vi i ) r ^ Ce-Vi i> ran , r ^ que Vi -J r , ?v Vi i ) las r ^ Yo, Vi JJ r ^ vi v r ^ vi ó r ^ bre Vi ' J r ^ m i - vi ^ Por- r ^ es-Vi V jos r ^ es Vi i> r Vi ' J r ^ do l o , r ^ lu- Vi i> r ^ Cn- V i l í / r ^ V i ^ r ^ I a-Vi i ) . r , jos i el Vi i l r , ^ es vi V r x\ | me- luz Vi V I r, a e- Vi 0 dio- res; r , V ir ^ Zlll Vi 0 ir V> e- Vi 0 r, * di- Vi 'J Vi -J P r i n c i p i a en la casi l la n ú m . 1 y t e r m i n a en la 82. NOTA. Llamamos firrt/ope k dos faltos de caballo seguidos, en llnea " ' ' " j Cuando desde nna casilla con silaba se pueda saltar á. una en blanco, flcj^ repetir rectamente el salto, para encontrar otro con si'aba, que puédese que corresponda bailar. ^ I A D R i p . ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribíiu y C.a, sucesores de Rivodeiieyi»' LMrHKfiOHES 1)K CÁMAltA JJK 8. M. P E R I O D I C O D E S E Ñ O R A S Y S E Ñ O R I T A S CONTIENE LOS ÜLTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRARAJOS.A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES. NOVELAS. CRONICAS. BELLAS ARTES. MUSICA, ETC., ETC S J S F T J B L I C ^ L E N L O S D I ^ S 6 , 1 4 , 2 2 Y 3 0 I D E C ^ D A M E S . AÑO X X X I X . M a d r i d , 22 de Setiembre de 1880. NÚM. 35, S U M A R I O . 1, Vestido de cachemir. ? 2 y 25. Vestido de lanilla de cuadros y raso.? 3. Mante'eta de seda brochada.?4. Traje de caehemir negro.?5. Manteleta para niñas de 12 á 14 años.?6. CJorpiño de debajo. ?7 á 11. Dos^franjas para cortinas y portieres.?12. Tira para almohadones, sillas, etc.? 13. Calzoncillos para hombres. ? 14. Tautalon para señoras. ? 15 y 16. Vestido inglés para niñas de 3 á 4 años. - 17. Cuello de swah y en­ caje.?18. Cuello con chorrera. ? 19 y 20. Dos cuellos para niñas.? 21. Vestido de tela beige. ? 22. Vestido de tela adamascada. ? 23. Traje deoalle. ? 24. Traje de casa.?26 y 44. Vestido para señori tas. ? 27 'y 28. Dos lazos de corbata.? 29 á 33. Varios sombreros para niñas.? 34. Gola para n i ñ o s . ? 3 5 y 36. Dos sombreros de terciopelo. ? 37 y 46. Traje para niños de 9 á 11 años. ?38 y 45. Vestido para niñas de 7 á 9 años. ?39 y 40 Dos impermeables de cuadritos. ? 4 1 . Manteleta de paño de cuadritos. ? 42. Vestido de tela lisa y tela labrada.? 43. Paleto para niños de 12 á 14 a ñ o s . ? 4 7 . Vestido para n iñas de 3 á 5 a ñ o s ? 48. Vestido p i ra niños de 1 á 2 años. ?49. Paleto para niñas de 8 á 10 años. ? 60 á 61. Confecciones de otoño y de invierno Explicación de los grabados.?Cuentos de invierno (conclu?ion\ por don Eduardo de Lus tonó?Cap-Bre ton , por D. Pablo Nougués.?Athar frag­ mento), por D. Carlos Olivera.?Cartas á Emilia , por D.a Emilia Casas Vigo.?Meditación , poesía, por D . José Jackson Veyan. ? Corresponden­ cia parisiense, por X . X . ? Explicación del figurín iluminado.?Con-es- pondencia particular, por Adela P.?Artículos de P a r í s recomendados.? Soluciones.?G-erogllflco.?Anuncios. I r (ErnUr ¡TZZ ? ^cachemi r . 2.-Vestido de lanilla de cuadros . 3.-Manteleta de seda brochada. (axpuc.v pal nuni V I H , figs. 41 á i d y raso. Delantero. (Véase el dibujo 25 ) {Explic. ypai . , núm. I V , figs. 29 á 32 de la Hoja-feuplemento. ) ( Explic. en el verso de la Hoja- de la Hoja-Suplemento.) Suplemento.) ?Traje de cachemir negro. {Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento.) 5.?Manteleta para niñas de 12 á 14 años. ? {Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento. ) 278 [LÍA y V L o D A j i ¡ L E G A ] S [ T E , J p E H I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S , Vest ido de cachemir . N ú m . 1. Para la explica­ ción y patrones, véase el número V I I I , figs. 41 á 4!) de la Hoja-Su­ plemento al pre­ sente número. Vest ido de l a n i l l a de cuadros y raso. N ú m s . 2 y 25. Véase la expli­ cación en el verso de la Hoja-Suple­ mento. Mante le ta de seda brochada. N ú m . 3. Para la explica­ ción y patrones, véase el núm. I V , fiffs. 29 á 32 de la H o j a - S u p l e ­ mento. Traje de cache­ m i r negro. N ú m . 4. Véase la expli­ cación en el verso de la Hoja-Suplemento. Mante le ta para n i ñ a s de 12 á 14 años . N ú m . 5. Véase la explicación en el verso de la Hoja- Suplemento. B.?Corpino de debajo Franja para cortinas y portieres. ( Véase el dibujo S.) -Franja para cortinas y portieres ( Véase el dibujo 10.) i i IBHCüaKOOwv ? > ? X O K K B a a a B K M O C ! I l I i i I I B B S a O J O O O O O O O O O O a B a B B B B B B B O O I : l i i a3aOOOBBBB»«B«BaOOOBaBBaK<>.0 M i l i I S i a B B O O O B B B B B B B B B B . , , ..??>:-.^BO.O JBBOOHHB I I I I I I I I IBBBOOOOBOHO ! I I i I l a a B O O B a B I I I I H B a O O g O B O a O I S^\/*s'KBS i i i i i i i i i i i IW.^:\ . \ , - \ . ' .LSR-,R.R\ i i i , .^ '?.w .snH l i l i l í a^OOOOOOOO I I i i maooiHB i i i i i i i IB i i i i IBB:-.->OV'OOC-C- I I I IBBOQBB I I I I I I I IB I I i a ¿ ^ ; ; v > v , ; ; 1 i i s a o B B i i i i i i i i IBOB IIIÍ ISBOBOO M i i i l a a o a a i M i.;;:;> i, i ¿ . o o i i IBBOH i aaBB : - c>aaa i M r> IHOBB IIIÍ IBBOB I I I I I l a a a B ^^ '.-.BB i i i 10 IBOBH i i B B o a a i i i í o:-. »C-V>SBB I I I ISOBÍB I I u a i M i 13 - -? -c-aa i i i sv.- .o i i i B B . n i i ;a u . - . :?; :-a i i i IBOBH I l a a o a i l a a IB-.->j-¿¿r ? ?? ? ??-\¡ 1 >%-<-i'i i s a o a la . ?y - 'xxxKAXxx- ??JOS I I i s o a a i IBBOB IBOOBOO ? x x x x x x x x . - ? a i i i s o a a i i o a o a i i i;-: .? ? x x x x x x x x x x x - o a i i i l a o B a a s o a i i : o ? x x x x x x x x x x x BB-JH i i ia x x x x - x x x ? ¡ x x . x ^ o a i i i j a o a s a c i s i i ia ? xxxx.- xxx.-a o a a i i ¡a<: ? ? x x x x s ??x ? ? - x x x - : a a i i s a o a o a a i i - s x x x x - - x - ? OBO i i i IBOJ.ÍCXOOX x x x x ? ? ' a l a a o o B B i i i IL: . ? x x o : x ? o s a i i lao.o- xxc -o - ? x x x ? o a a i l a a o o a a i i IB >:? x x :? a s i i i ?.: ? >;x a a : ? ? ? x x ? i i i j a ; a a i i i.. ? ? x x o a a o a a i i i IBO;; ? x x x o o a a . : ? ? x x x ? c-a i i r j a o a a i M la ? ? XXXOOBBO-. a a i ; i ra ? ? x x x : ; ' a ? x x x ? a ¡ i l a a o a a i i i rao a a i i i l a o ü j x a s s a a s >?;? ; :>xxH3oa i i l a a o a a i 111 seda color de rosa, que se adorna con un punto de Bou- logne hecho con seda color de car­ ne. Las flores van adornadas con un punto ruso, y las apl icaciones de raso azul, borda­ das del m i s m o modo con trenci­ lla y seda del mis­ mo color. Las ho­ jas y el resto de las flores van cor­ tadas de seda asar gada color de on ? a n t i g u o . Se ro­ dean las hojas de trencilla redonda color reseda y un punto de Boulo- gne hecho con se­ dado un color más claro. Las flores van rodeadas de trencilla color de aceituna oscuro y marrón amarillen­ to. Para el punto ruso que adorna las aplicaciones se toma seda marrón oscura, Núms. 9 á 11. Es de lienzo veronés crudo y tela cruzada verde reseda. La tira del medio, que es de lienzo veronés, va adornada con un _ a i M l a o a n x x x o a i i u a o a B i x x x ? : a a i i s a - a s x x x x ? -.a a i .aa, a a ? x x x ? o a a .? isa-; a a ? ? x x ? . a i i i a a a s ? x x x ? : a i i ¡ a a : asi x x x a a a x x x ? ,: i ; . a a a 3 x a a a a a a : x x x a i i l a a o a f r "BO.?Detalle de la franja n ú m . 9. i i i í ' la aaaxxaaaaaaxxxxL-"oa i i i a a o a a i i M i'íacaa.aKxaaaaaaxxxx; a i i ISQOSB I H t- i>vaxxxxBaBX3Xxxx3oB i i l a s o B B I I i M i a o o a x x x x a a 3 x a x x x x : . ; a i l a a o a B . i i i i i I I i B ' - a a x x x x a x x x x x x ? OB I I IOBOBB I I I I M I I B O B B X X X X B X X X X X X , 3 I I IÜBOBB I 1 í ! I-Jooo i c a a l a a x x x x x x x x l o a i i i l a o a a i i i IOOOO l o a a l a a x x x x x x x x a o q i i i laoaa i i i i i i o a a : ; a a a i raaa;><:?:? oooa i i i i a a o a a M M i o a a o o a a a i l a a a o o o o o o a l a B o a a i i ! 'OOOBOaOOOBS I I I 1333333 I I I 1 3 3 0 3 8 I I iOOOO[->030003H I 1 I 1 3 3 3 3 3 3 I I I 1 3 3 0 3 3 I 11 I i l O B a o o o o o o o a a a I I I I M M i laaaoBa M i i l O B a o o o o o o o a e a i i i i i I I i i l a a a o a a i i i ioo33a;;a;;aaa>ooaBaBaaaBBBCi003B i i M IOOBBBBBBBBBOOOBBBBBBBBBBOOOBB I o o B B B B B B a a B H a a a o o o o o o o ^ o o a a a a M M l O o a s a B B B B a o B B B a o o o o o o o o o o a a a B i M i i i i o a a i M M I I i laaaasaaaaaaaaasB i i i i i l o a a i i i B B B S S B B g B B B B S B a a i M ¡ i M i IB I I I I M M M 1 I l a B B B B B B a B B I 11 M M I I IB 1 M M 1 M I M I ISBBBBBBBBa I M M M I M / E í .?Dibujo de la franja núm. 9. E x p l i c a c i ó n de los s ignos : Qj ace i tuna oscuro ; H ace i tuna med iano ; ¡^ >| ace i tuna c l a ro ; [T | ace i tuna m u y c laro ; encarnado oscuro ; | fondo. 8.?Detalle de la franja n ú m . Corpino de deba jo .?Núm. 6. Es de percal. Los delanteros del corpiño van adornados, como indica el dibujo, de plieguecitos y un entredós bor­ dado, de 3 centímetros de ancho. El borde del delantero de la derecha y el escote van guarnecidos de una tira bordada y fruncida, de 3 Va centí­ metros de ancho, cuya costura va tapada con un bies ? de percal bordado al punto de espina. Dos franjas para cort inas y port ieres . N ú m s . 7 á 1 1 . Núms. 7 y 8. (La figu­ ra 37 de la Hoja-Suple­ mento á nuestro núm. 31 corresponde á esta fran­ ja.) Es de lienzo grueso con listas mates y listas formando cañamazo, las cuales van bordadas, co­ mo indica el dibujo 8, al punto ruso con seda mar- ron de tres matices y adornadas á cada lado con un galón de seda co­ lor de oro antiguo, de 1 ^ centímetros de an­ cho. Sobre estos galones se extienden unas hebras de seda marrón claro y marrón oscuro. En cada cuadro se hace un punto anudado con seda verde aceituna. Se traspa­ san luego sobre las listas mates los contornos de la fig. 37, se cortan las flores, que forman cuatro hojas, parte de raso de lana color de rosa y parte de raso azul. Se fijan las prime­ ras sobre el fondo por medio de una trencilla redonda de . aa-,: ' . , , r. " ^ O- ?.. ' _..-^-l.r, - _a..... :,;I:T ?-a.-. ' - ,. . . . , . . . . a;-, ' a ; , . a , , , . M I T i 'I 'I 'I 'I "I 'I *M 'I 'I 'I "I "I 'M "I 'M J Í I I I I I I I U* l n ^^^LI^M3!^^^ I J I I I I I I I I r I I I I I ^ U ^ ^ ^ I ^ M I ^ M ^ M I 'M 'M** I I I I I M I I I^ H^M AI 'M^M^M*'1** M I I M 1 M I I I I I I M M I M M 1 i M I M M I M 1 I I I M I M M I I I I 1 I I 1 I I I I I I I I I I I 1 I I I 1 I I 1 I I I M I M I I I I I I I M M 1 M I M I I I M M M 1 11 11 1 ??.?í-aae-r :- i IBB IBB M M IBB^^B I IBBBBEBBB IXXBBBXX IS I I I I I IBBBB l a a a a i i i i IBSB I I I-I^BBB^ I IBB IBB I M I i B a * * * B i lasaGaBoa i x x a a a x x ? B B B B I I B a B B I M M M l a B ^ ^ B I 1 8 8 * * * * 3 I JidXXXB I I . 7 1 1 IBS" ' ? IB ? 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De tela cruzada. En el borde superior se pone un cinturon que se abro­ cha con botones y ojales. P a n t a l ó n pa ra señoras . N ú m . 14. De percal, fruncido en su borde inferior, donde va adornado con un vo­ lante de la misma tela. Este volante se guarne­ ce de un encaje de 3 */ centímetros de anchi azul pavo r e a l ; 13.?Calzoncillos para hombres. ? i 5 y IB.?Vest ido inglés para niñas de 3 á 4 afios. Delantero y espalda. 1 4.?Pantalón para señoras. La tira va cu­ bierta de un bullón de ba­ t i s t a , p o r el cual se pasa una cintaazul. Ves t ido i n g l é s para n i ñ a s de 3 á 4 años . N ú m s . 15 y 16. Es de lani­ lla blanca y va guarnecido de un b o r d a d o ruso y un fes­ tón de color. Cinturon encarnado de cinta de faya y raso. Cuello de s u r a h y encaje. N ú m . 17. Para este cuello se toma un pedazo de surah color crema de 4 2 centíme­ tros de largo por 30 de ancho, que se t i . ? C u e l l o de siim?i y encaje. 19.? Cuello para niñas. M U m m m 270 líf. ?Cuello cou chorrera. tros de ancho. So juntan todas estas tiras y se pliega el borde superior, de m a n e r a que quede reducido á 2 5 centímetros de ancho. Vest ido de te la toeige. N ú m , 2 1 , L a f a l d a va guarnecida en su borde inferior con un volante de ra­ so nutria y dos volantes de tela heige, cuya costura vacubierta con bieses de la misma tela. Túnica adornada de ce­ nefas, como indica el dibujo. Unas cene­ fas iguales, una capucha forrada de raso, botones y presillas de seda forman los adornos del corpino. Ves t ido de tela adamascada. N ú m . 22. Este vestido es de tela adamascada de lana azul, y se compone de falda, sobre- 20,?Cuello para niñas . 8 1.?Vestido de tela btige. 88. ?Vestido de tela adamascada. pliega de modo que quede reducido á 5 centímetros de an­ cho, y que se adorna con encaje de 6 cen­ tímetros de ancho. Se cierra el cuello con una cinta'de raso cre­ ma de 2 centímetros de ancho. Se pega ademas por el revés de cada lado trasver­ sal del cuello una caí­ da de 17 centímetros de largo, hecha de encaje de 6 centíme­ tros. Cuello con chorrera . N ú m . 18. Se compone de en­ caje de 7 centímetros y fular Pompadour, dispuestos como in­ dica el dibujo. Dos cuellos p a r a ^ n i ñ a s . N ú m s . 19 y 20. Num. 19. Este cue­ llo se compone de en- tredoses bordados de 2 centímetros de an­ cho , cosidos entre sí. E l contorno del cue­ llo va adornado con una tira bordada de 2 Va centímetros de ancho, que se plie­ ga. La costura de los entredoses va cu­ bierta con una tira de batista pespunteada, de 1 / , centímetro de ancho. Núm. 20. Se com­ pone de 12 pedazos de entredoses borda dos, de 4 centímetros de largo por 2 l /2 centímetros de ancho cada uno, y de 11 t i ­ ras del mismo largo y de 1 l/a centíme- 83.?Traje de calle. 84.?Traje de casa. 280 J A y V l o D A ^ L E G A N T E j j p E I \ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S , i i i i » ¿Tí.?Lazo de corbata. « i 25,?Vestido de lauilla de cuadros y de raso Espalda. ( récise el dibujo 2.) {Sxplic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 3'5. ?Traje para niños de 9 á 11 años. Delantero. ( Véase el dibujo 46.) (Explic, y pat . , núm. I I , ñgs. 6 a 17 de la Hoja-Supleniemo.) 2ÍP.? Sombrero para niñas de 10 á 12 años. 31.?Sombrero para niñas de 4 á 6 años. j l í A J A O D A ^ ¡ L E G A ^ T E j J p E H I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S . 281 35,?Sombrero de terciopelo. 34.?Gola para niños. 3B.?Sombrero de terciopelo. SO.?Sombrero para niñas de 9 á 11 años 32.?Sombrero para niñas de 8 á 10 años. 28.? Lazo de corbata. 33.?Sombrero para niñas d3 3 á 5 años. /.uii;;;;;!!'.!;;:,;".!'" 38.?Vestido para niñas de 7 á 9 años. Espalda. (Véi.se el dibujo 45.) {Explic, en el verso de la Hoja-Suplemento ) 26.?Vestido para señoritas. Espalda. (Véase el dibujo 44 ) (Explic. y pat., núm. I I I , ñgs. 18 d 28 de la Hoja- Suplemento. ) 39.?Impermeable de cnadritos. {Explic. en el verso de la Hoja Suplemento.) 40.?Impermeable de cuadritos. [Explic. y pa l . , núm. V I I , figs. 35 á 40 de la Hoja-Suplemento) 43.?Paletó para niños de 12 á 14 años. [Explic. y pat., número I , figt. 1 á 5 de la Hoja- Suplemento.) 44.?Vestido para señori tas . Delantero. (Véase el dibujo 26.) (Explic. y pal . .núm. I I I , figs. 18 ÍÍ 28 de la Hoja- Suplemento.) 45. ? Vestido para n iñas de 7 á 9 años. Delantero. (Véase el dibujo 38.) ( Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento ) ,4«;-Traje ff 9 A 11* ( Véase el fias 6 1H niños de alda. 37.) I I , ^Hoja- I T ?Vestido para niñas de 3 á 5 años. (Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento. ) 48. ? Vestido para niños de 1 á. 2 años. (Explic. y pat., núm. X , figs. 56 á 62 de la Hoja- Suplemento.) 4!J ? r a l e t ó para niñas de 8 á 10 años. (Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 41.?Manteleta de paño de cuadritos. (Expl ic . y pal . , núm. I X , figs. 50 tí 55 de la Hoja-Suplemento.) 42.?Vestido de tela lisa y tela labrada. (Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 282 P E R I Ó D I C O falda y corpiño. La falda va guarnecida de un volante ta­ bleado de la misma tela, de o2 centímetros de ancho. La sobre-falda y el corpiño van adornados con tiras de raso del mismo color. T r a j e de cal le . ? N ú m . 23. Este traje es de fular brochado. Falda redonda, volante tableado, ajaretados y fruncidos en la falda. Corpiño con aldeta corta y cuadrada. Mangas de codo, guarnecidas de fular plegado. T ra j e de casa. ? N ú m . 24. De surah heliotropo. Falda semilarga. En el borde infe­ rior, tableado grande con cabeza. La falda va ajaretada de lado, recogida por detras y adornada con lazos de raso. Corpiño-frac con cuello grande de raso. Mangas largas con carteras también de raso. Vest ido pa ra s e ñ o r i t a s . ? N ú m s . 26 y 44 . Para la explicación y patrones, véase el núm. I I I , figu­ ras 18 á 28 de la Hoja-Suplemento. Dos lazos de c o r b a t a . ? N ú m s . 27 y 28. Núm. 27. Para hacer este lazo se toma un pedazo de raso color aceituna de 25 centímetros en cuadro, y se adorna su contorno con un galón paja de un centímetro de ancho, so­ bre el cual se fijan unas lentejuelas de acero azulado, suje­ tas con cuentas color marrón. Se adornan dos lados del cua­ dro con un fleco de cuentas color aceituna, y se dispone el lazo, como indica el dibujo, sobre un fondo de tul fuerte. Núm. 28. De seda tejida y encaje crudo. Se dispone el lazo sobre un fondo de tul fuerte formando una rosácea, que se fija en el centro por medio de un lagarto de cuentas de colores. Var ios sombreros p a r a n i ñ a s ? N ú m s . 29 á 83. Núm. 29. Sombrero para niñas de 10 á 12 años. Este sombrero es de fieltro blanco, forrado de raso blanco ajare- tado. Cuatro rosetas de raso y bridas de cinta igual forman el resto de los adornos. Núm. 30. Sombrero para niñas de 9 á 11 años. De fiel­ tro gris. E l ala del sombrero va ribeteada de un bies de terciopelo de cordoncillo, de 2 centímetros de ancho. Un bies de la misma tela, de 10 centímetros, rodea la copa, y forma en medio del delantero un lazo alsaciano sujeto con un broche de metal. En el costado lleva un ala de pájaro, terminada en plumas largas. Núm. 31. Sombrero para niñas de 4 á 6 años. De fieltro blanco. La parte interior del ala va forrada de surah blan­ co ajaretado, formando un rizado en el borde. La parte de­ lantera de la copa va adornada con un rizado doble. Por de­ tras el sombrero va guarnecido de raso, dispuesto en forma de rosácea. En el costado, ramo de capullos de rosas. Bridas de cinta de raso blanco. Núm. 32. Sombrero para niñas de 8 á 10 años. De fiel­ tro gris, con ala que tiene por delante 8 centímetros y por detras 4 centímetros de ancho. La parte interior del ala va forrada de raso granate puesto al sesgo. En torno de la co­ pa, una tira de felpa granate, y en medio, un lazo de la mis­ ma tela, terminado en un pompón gris mezclado de granate. Núm. 33. Sombrero para niñas de 3 á 5 años. Es de fiel­ tro blanco y va forrado por la parte interior de raso blanco ajaretado. En el lado izquierdo, lazo con caldas deshilacha- das de siciliana blanca. Por detras el sombrero va guarne­ cido de una pieza plegada en forma de abanico. En el lado derecho, pluma grande blanca. Gola para n i ñ o s . ? N ú m . 34. Se corta de hilo doble una tira de cuello, de 1 Va centí­ metros de ancho por 37 centímetros de largo, y se adormí su borde inferior con una tira bordada, de 4 centímetros de ancho. El borde superior de la tira va plegado, y el borde inferior va gofrado. Se adorna el borde superior de la tira del cuello con una tira igual. Dos sombreros de t e r c i o p e l o . ? N ú m s . 35 y 36, Núm. 35. De terciopelo negro , guarnecido en su contor­ no con un vivo grueso color de oro antiguo. La parte inte­ rior del ala va forrada de terciopelo negro, y la parte exte­ rior adornada con una cenefa de plumas negras. La copa va rodeada de un triple rulo hecho de raso color de oro an­ tiguo. En medio, por delante, se pone un lazo doble de cinta de raso negro, de 5 % centímetros de ancho. El resto de los adornos se compone de un ramo de rosas de colores claros y un broche de metal dorado, que sujeta el ramo de rosas. Núm. 36. La parte exterior de este sombrero, que es de forma de capota, va cubierta de terciopelo negro puesto de plano. La parte interior del ala va forrada de raso azul pálido. Un rostrillo de raso negro, que principia en el lado izquierdo de delante, forma unos bullones sujetos con alfi­ leres de azabache. Cinco pompones de plumas negras guar­ necen la parte delantera del sombrero. Un broclie de azaba­ che cubre el pié de las plumas. Lna hilera doble de flecos de azabache adorna el sombrero por detras. Bridas de cinta de raso de 5 Va centímetros de ancho. Tra je p a r a n i ñ o s de 9 á 11 a ñ o s . ? N ú m s . 37 y 46. Para la explicación y patrones, véase el núm. I I , figs. (í á 17 de la Hoja-Suplemento. Ves t ido p a r a n i ñ a s de 7 á 9 años .?Núms . 38 y 45. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Dos impermeables de c u a d r i t o s . ? N ú m s . 39 y 40. Para la explicación del núm. 39, véase el verso de la Hoja-Suplemento, y para la explicación y patrones del nú­ mero 40, véase el núm. V I I , figs. 35 á 40 de la Hoja-Su- jdemento. Man te le t a de p a ñ o de c u a d r i t o s . ? N ú m . 4 1 . Para la explicación y patrones, véase el núm. I X , figu­ ras 50 á 55 de la Hoja-Suplemento. Ves t ido de te la lisa y t e l a l a b r a d a . ? N ú m . 42 . Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Pale to p a r a n iños de 12 á 14 a ñ o s ? N ú m . 43. Para la explicación y patrones, véase el núm. I , figs. 1 á 5 de la Hoja-Suplemento. Ves t ido pa ra n i ñ a s de 3 á 5 años . ? N ú m . 47. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Sujílemento. Ves t i do pa ra n iños de 1 á 2 a ñ o s . ? N ú m . 48. Para la explicación y patrones, véase el número X, figu­ ras 56 á 62 de la Hoja-Suplemento. Paleto pa ra n i ñ a s de 8 á 10 años . ? N ú m . 49. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Confecciones de otoño y de i n v i e r n o . ? N ú m s . 50 á 6 1 . Núm. 50. Pelliza Marsan. Esta elegante pelliza, frunci­ da en los hombros, es de raso de Lyon y va algodonada, forrada de raso y guarnecida de una cenefa ancha de castor plateado en el cuello, en las mangas y á todo el rededor por abajo y por delante. Pasamanería lujosa en la espalda. Pue­ de hacérsele sin la pasamanería. Núm. 61. Abrigo Violeta. Esta confección es de paño- reps negro y va abrochada por delante con una tapa, La especie de sobrefalda y la capucha, que va adornada con unos cordones, son de felpa de seda. Una guarnición de plumas felpilla separa la sobrefalda, sube por delante y forma escote. Núms. 52 y 54. Visita Lorenzo. Confección de raso, for­ rada y algodonada, y guarnecida de felpa de seda y de una magnífica pasamanería bordada de cuentas, en las mangas y en la espalda, formando capucha. Por delante va ador­ nada con una guarnición de pluma felpilla, y el borde in­ ferior con un fleco de felpilla y cuentas. Núm. 53. Paleto Duguesclin. Es de paño de mezclilla, fondo nútr ia , con pintitas encarnadas y amarillas. Lleva doble esclavina y va ribeteado de siete hileras de pespun­ tes. Cuello y carteras de terciopelo nútria. El delantero va cruzado y abrochado con dos hileras de botones. Núm. 55. Visita l í a u p r a t . De paño de Biarritz, marrón ó negro. Anchas.aplicaciones de felpa de seda en las man gas, en el cuello y á todo el rededor en el bajo, subiendo por delante. Se le abrocha bajo una tapa. Cordonadura de seda y cuentas del mismo color del abrigo en la espalda y en las mangas. Núm. 56. Visita para señora mayor. Esta visita es de paño negro ; va cruzada por delante y adornada de dos hi ­ leras de botones de pasamanería. Aplicación de felpa de seda á todo el rededor en el bajo, así como en el cuello y en la sobrefalda, que lleva por encima un magnífico borda­ do de trencilla negra. Núm. 57. Pelliza Beethoven. Es de raso y va forrada de lo mismo y algodonada. Manga y escote fruncidos. Sus adornos consisten en una tira de 12 centímetros de felpa de seda, imitando la piel y puesta á todo el rededor y en las mangas. Núms. 58 y 59. Chaqué con capucha. Es de paño inglés de mezclilla y va abrochado con una hilera de botones. Es­ clavina y capucha forrada de raso del mismo color del chaqué. Núm. 60. Visita Franhl in , de paño raso negro, guarne­ cida de aplicaciones de castor de la India, plateado, en el cuello, formando capucha, y á todo el rededor, subiendo por delante. Se le abrocha bajo una tapa. Esta confección se hace igualmente de cachemir de la India ó raso Lyon, forrado y algodonado. Núm. 61. Pelliza de paño raso negro, guarnecida de castor plateado en el cuello, en las mangas, por delante y en el borde inferior. Adorno de pasamanería en la espalda y en las mangas. Esta pelliza se hace también de paño marrón y de cache­ mir de la India ó raso. CUENTOS DE INVIERNO, (Conclusión.) 5»Pedro me hablaba siempre de su María y de su buena madre, y alguna vez de la pobre mujer que lo habia reco­ gido y que lo alimentaba. Pero el nombre de María resona­ ba de continuo en sus labios, y al pronunciarlo parecía que gustaba un deleite divino, porque su semblante se ilumina­ ba, expresando una emoción profunda y un goce sobrehu­ mano. Sus labios se estremecían como si quisieran besar aquel adorado nombre que acababa de pronunciar. Los mu­ chachos de la aldea inmediata se entretenían en pronunciar el nombre de María á su oido cuando el pobre ciego estaba reconcentrado, quizá recordando, porque aquel desgraciado se estremecía como si sintiera una descarga eléctrica, y ex­ tendía sus manos buscando al que le hablaba de su María. »?Aquí pasamos veintiún años, señorita?me decía; ? en la casa que vos habitáis vivíamos, porque su padre y el mió eran arrendatarios del señor Barón. En ese arsenal ve­ níamos á jugar cuando niños; en aquel fuerte arruinado nos ocultábamos para decirnos cuánto nos queríamos cuan­ do éramos jóvenes. María era blanca como la leche, y casta­ ños sus cabellos, y pardos sus rasgados ojos. Era delgada y pequeña; pero cuando me veía crecía, y eran de fuego sus ojos, y se coloroban sus mejillas. Yo tenía siempre que comprimir con la mano mi corazón al verla, porque pare­ cía un loco, y quería salirse del pecho. No extrañe usted que nos quisiéramos tanto, porque, siendo muy niños, la bruja de Dónelos, que nos cogió un día á los dos, nos pin­ chó : con sangre mía hizo una señal en el corazón de Ma­ r ía , y con la. suya en el mío , y los hechizados así ya sabe usted que S3 aman por toda la vida. Cuando nuestros pa­ dres supieron esto prometieron á los piés de la Virgen del Valle casarnos, porque sólo de esta manera podíamos v i ­ vir'; y por eso en la aldea nos llamaban los casadiios desde los cinco años. 3) ¡ Cuánto sufrimos el dia en que me llamaron del Depar­ tamento para ser marinero en la Armada! Mis padres me hicieron jurar que no la olvidaría, y María juró quererme siempre, y todos los vecinos de la aldea y del pueblo me ofrecieron velar para que ninguno, ni del pueblo ni foras­ tero , la hablase de otra cosa que de Pedro. Para el pueblo María era ya una mujer casada. » Me embarqué en el Nervion, y cuando crucé con el ber­ gantín por delante de la playa se me nubló la vista y caí sin alma. Estuve enfermo, y cuando me dieron de alta es­ tábamos en las aguas de Puerto-Eico. Dos cartas tuve de ella en Puerto-Pico, una en la Habana y otra en Canarias. Véalas usted, señorita; aquí las llevo. ¿Quiere usted leér­ melas '? )>Era la milésima vez que se las leía; pero gozaba tanto el buen Pedro, y me bendecía después con tanta unción, que nunca me negaba. »En Canarias me sucedió la desgracia : perseguíamos á u n buque sospechoso ; era un negrero ; mandó el capitán que se le disparase un cañonazo, y al coger el cartucho de pól­ vora, por descuido de un compañero, se me incendió en la mano, y me abrasó los o jos. ¡ Nunca más volvería á ver á María! Me dieron por inútil y me enviaron al Ferrol ; al desembarcar me encontré á mi pobre madre ; le pregunté por María, y calló, y después me dijo que habia muerto. Entónces comprendí por qué me había quedado ciego : ¿para qué (pieria los ojos si no podía ver á María? ))A1 llegar aquí callaba el buen Pedro y murmuraba ora­ ciones entre dientes, y llamaba á María levantando la vista al cielo, y caía después en una profunda meditación, que no debía de ser triste, porque algo parecido á una sonrisa va­ gaba por sus labios. Se diría que re/iM?zc/«Z)a mentalmen­ te lo pasado. » Pero lo más singular del caso era que Pedro se engaña­ ba ; María no habia muerto. Muertos los padres de María, fué á una aldea vecina á manos de su tía, y su tía era una mujer avarienta, que no creia en la Virgen del Valle, y que desde luégo quiso sacar partido de María. Un viejo, pero muy rico, del Ferrol, la vió y prendóse de ella. María resis­ tió y lloró, é invocó su juramento ; pero su tía se burló del juramento, y la amenazaron y la maltrataron, hasta el punto de ser esposa de aquel viejo libertino. Cuando Pedro llegó, su buena madre, que era un ángel , pidió permiso al cura para engañar á su hijo, y el buen cura la absolvió de aquella mentira inocente, y pidió á los del valle que nadie dijera la verdad á Pedro el ciego para no aumentar su des­ gracia. Aquellos buenos labriegos lo ofrecieron, y nunca se cumplió un ofrecimiento con mayor religiosidad. j)Pasaron años y quedó solo Pedro pordioseando, y entón­ ces en la cresta del valle apareció una mujer, áun jóven, que siempre vivía sola y que con nadie hablaba, y aquel día supo Pedro que la nueva huéspeda, que nunca hablaba, lo recogía. » ? Esta buena mujer?decía Pedro?hace ya ocho años que me cuida, y siempre que extiendo la mano para buscar alguna cosa, encuentro la su3'a, que me da lo que busco : sin duda no hace otra cosa que estar junto á mi esperando lo que me hace falta. DCuando estuve enfermo hace años, estuve muchos días y muchas noches de cuidado, y siempre era la misma la mano que me daba el alimento ó que me cuidaba. ¡Cuán bella es la pobre muda! Ella me acompaña siempre y nunca se cansa de oírme hablar de mi María, y cuando yo le cuento nues­ tras conversaciones y nuestros proyectos llora, porque mu­ chas veces siento caer sus lágrimas en mis manos. Cuando voy árezar á los piés de la Virgen del Valle, donde l iar ía y yo juramos querernos siempre, me acompaña y se enter­ nece tanto, que oigo sus sollozos cuando yo digo que oro por el alma de mi fiel María, » A l dar la campanada de las doce, y á las oraciones, Pe­ dro, con su maravilloso instinto, atracaba el bote, seguro de que en la piedra donde lo ataba estaba ya su buena ami­ ga la muda. La muda era aún una mujer hermosa, de ojos pardos y cabellos castaños: en voz baja decían los de la vecina aldea que era María, que estaba sufriendo en vida las penas del infierno por haber faltado al juramento qué hizo á la Virgen del Valle. »Yo hice singulares esfuerzos por conquistar el afecto do aquella mujer singrular : nunca conseguí otra cosa que una profunda inclinación de cabeza, y cuando con Pedro ha­ blaba yo de María, permanecía absorta como una estatua,, sin dar la menor muestra de impaciencia ni de dolor; pero el dia en que fui á despedirme del pobre ciego, porque re­ gresábamos á Madrid, cuando salía de la casa, la muda sa­ lió tras de mí , me cogió de la mano, y sentándonos junto á una fuente, cuyo débil murmullo casi apagaba su débil voz, me di jo : ))?Señorita, usted quiere á Pedro, y por eso yo la quiero á usted; es usted jóven ; va usted á Madrid, amará usted ; pero recuerde á la desventurada María. Yo he faltado al ju­ ramento que hice á Pedro, porque no supe morir án tes ; su madre, que era una santa, me ha evitado la condenación eterna, porque la maldición del hombre á quien se engaña arroja al fuego eterno á la engañadora. Cree que he muerto y reza por mí , y esas oraciones me consuelan y fortalecen, y cuando las oigo lloro y me siento más aliviada. Dicen que sufro el purgatorio en vida ¡es verdad, señorita! porque al oírle decir cuánto amó á María y no poder ex­ clamar i aquí estoy! siento tormentos indecibles pero callo, porque no quiero que sepa que fui infiel, por si me maldecía; ¡yo moriría de dolor, y mi alma 3) Así pasaré la vida á su lado, sin que nunca sepa soy yo quien se desvela por cuidarlo, expiando junto á él el delito que cometí. 3>La desventurada María me besó las manos y yo me ale­ jé profundamente conmovida.« ?¿Y cuál es el fin de esta historia??preguntamos á Ca­ rolina. El cura de Dónelos, á quien encontré hace pocos años en León, me dijo que Pedro, al cabo de algunos años, en­ fermó, asistiéndole con singular esmero M;iría : al espirar llamó á María, y en aquel instante la pobre mujer rompió en llanto, exclamando : ? ¡Pedro, Pedro, soy yo, aquí estoy! Pedro quedó inmó­ v i l , se llevó las manos al pecho, y dirigiéndose á María, exclamó : J_JA J V Í o ü a E L E G A H T E J P E R I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . 283 ? ¡ Señor, Señor, el cielo se abre para mí , porque ya oigo su voz! Y poco después espiró. El sacrificio de María quedó ignorado, y áun creo que vive ansiando el momento de reunirse á Pedro. ? Pero eso era remordimiento, y no amor ? dijo el ma­ gistrado. .? ¡Bah!?dijo Carolina;?no se tienen remordimientos sino cuando se ama; cuando no, lo pasado y sus faltas son meros motivos de solaz y divertimiento. EDUABDO DE LUSTONÓ. CAP-BRETON. Entre Bayona y Burdeos hay una pequeña aldea que se llama Cap-Breton. Está situada á la derecha, como al pro­ medio, y no á muy larga distancia del camino de París, que enlaza aquellas ciudades, sobre anchísima planicie de arenales infecundos, cual si quisiera advertir al distraído viajero cuán deleznable suele ser el asiento de las grande­ zas humanas, cuán cercanas se encuentran en nuestra flaca naturaleza la embriaguez de las prosperidades y las fatigas de la desgracia. Este pueblo, sin reunir extraordinarios atractivos, no deja de ser pintoresco. Más bien que la habitual morada de los hombres, parece rústico nido, como colgado entre dos inmensidades. Sus casas son todas blancas como las tiendas que lleva tribu errante en el desierto ; sus calles, como las de un campa­ mento, rectas, estrechas y alegres. E l sol brilla ardiente sobre su diáfano cielo; el aire discurre puro por aquellas soledades apacibles. En cuanto á la población, compónenla por igual robustos agricultores, traficantes harto humildes y marineros honrados. El comercio de maderas y el comercio de pescado cons­ tituyen su principal, casi su única riqueza, porque la tierra es ingrata, y apénas, á fuerza de esmerado laboreo, pro­ duce sabrosas frutas, exquisitas hortalizas para el consumo de reducida comarca. Si tan lindo lugare-jo se hallase encla­ vado en España, confesémoslo, aunque con pena, sería uno de los más sucios y feos que esmaltan nuestras Casti­ llas. No tendría, ele seguro, como tiene, dos escuelas y una fonda, en verdad dignas de capital populosa. Este último edificio es un correcto rectángulo que recuerda las cons­ trucciones romanas. Allí encuentra el caminante espaciosos comedores, una sala de billar, una provista bodega; sana, abundante cocina y cómodo alojamiento. El número de los vecinos no pasa en Cap-Breton de dos­ cientos. Entre ellos, más de las dos terceras partes cono­ cen los rudimentos de la educación primaria. La mitad, por lo ménos, saben más de lo preciso para leer y escribir correctamente, admirar los héroes de la historia patria y comprender á Rousseau. Cultivan todos la música con soli­ citud perseverante, como que los ejercicios corales forman una, la primera entre las ocupaciones nocturnas de sus mo­ radores , é intervienen sin excepción en las fiestas públicas, de cualquier carácter que sean. Cap-Breton ofrece ademas admirables espectáculos y panoramas sublimes á los ojos del turista. El canto del rui­ señor divierte las mañanas de la dulce primavera; altas montañas le protegen contra el cierzo; espesos bosques de pinos le procuran dulce sombra; el ferro-carril y el mar, ciñéndole entre sus brazos, sírvenle de gigantescas arté- rias. Tiene su templo para conversar con Dios, su cemen­ terio para guardar las reliquias adoradas, y su histórico convento donde esconder infortunios é ilusiones munda­ nales. Frágil barquilla tal vez cruza las ondas rizadas, medio envuelta en las nieblas del crepúsculo, y la voz del pesca­ dor suaviza el rugir salvaje de los vientos y las aguas. Sur­ ca el pacífico arado las entrañas de la tierra ; escarba, mu­ giendo, el buey las arenas de la playa; pace en la verde colina el corderillo inocente; las aves marinas baten sus pintadas alas al rielar de la luna, y los últimos destellos del sol, que se hunde en las brumas del ocaso, coronan de melancólica luz las puntiagudas agujas, miéntrasla vieja campana suena con lento compás, y el himno del recogi­ miento envía á lo alto sus ecos. Poco después, frugal cena junta en plática sabrosa larga y mística familia en torno de limpia mesa. Ladra el perro tras la tapia del corral; voltea el pardo murciélago en la sombra de los silenciosos patios; grazna el buho en las ren­ dijas de la torre parroquial ; cuanta el anciano consejas que aprendió de sus abuelos. Gradualmente la naturaleza calla, y todo entra de improviso en el tranquilo reposo, que fe­ cunda breve sueño. Durante esas tristes horas de soledad y silencio el ánimo se levanta á las esferas purísimas del pensamiento increado. Pié ahí la pequeña aldea de Cap-Breton al declinar de la tarde, en uno de esos días primaverales, tibios como el aliento de la virgen , trasparentes como el cristal de la la­ guna, voluptuosas como el suspiro del amor y risueñas como el mirar de los n iños ; es una de esas tardes que todo hombre ha disfrutado alguna vez en su vida. ¿Cuál man­ sión más que ella propia para brindar al espíritu fatigado grato albergue y consolador retiro ? Así es que yo he sido feliz algunos dias. ¡Vecino de la eternidad y copartícipe de la civilización á un mismo tiempo! ¿Quién, quién hubiera podido exten­ der aquellas horas de paz [ ay! hasta los linderos del sepul­ cro? Mi vida se deslizaba monótona á través del bucólico aparejo, como á manera do mansísima corriente por entre frescas florestas. Si algún recuerdo turbó por entónces la calma universal que mé rodeára, fué un recuerdo tan santo como la memoria de nuestros padres, el cual eolia disiparse en gruesas lágrimas, así conforme se disipan en la perfu­ mada gota del matutino rocío los fúnebres crespones de la noche. Paseaba yo con frecuencia las soledades del mar, las as­ perezas de la enorme cordillera, los abismos de la alameda silvestre, solo, siempre solo, en esas horas inconmensura­ bles, lúcidas, en que el espíritu se entrega en los brazos del infinito y no se puede decir si soñamos ó vivimos, horas suaves cual la lumbre de una estrella, horas fugaces cual la estela de un esquife. Un día encontréme de improviso ante el misterio de la muerte. Había llegado , sin saber por qué ni por dónde, al postrer alojamiento. Tupida alfombra de flores cubría el sagrado suelo. Lú­ gubres cipreses empapaban el ambiente con sus punzantes esencias. Eodeaban traviesas enredaderas los brazos de tos­ cas cruces. Negros carteles de mármol recordaban tristes fechas. La tempestad cerníase sobre mi frente; el rayo alumbraba mis pasos con siniestros resplandores; el agua caía á torrentes. No se divisaba sino un refugio : el vestí­ bulo solitario de suntuoso mausoleo. Allí penetré. Guarecerse en la antesala de la sepultura equivale á lla­ mar, ántes de tiempo, en las puertas de la eternidad. ¿Quién no teme que el santuario pueda abrirse, ya que el problema permanece inaccesible ? Sin embargo, no vacilé. Sentía como una especie de tentación que me arrastraba hácia la tumba. Pero mis ojos registraron el piadoso recinto prime­ ro que mis piés holláran la humedecida arena. Vaga forma de varón dibujábase en lo interior. Aquello fué un incenti­ vo, porque el ejemplo es contagioso. Quien me había precedido en mi visita á la mansión de los finados era un sacerdote; el cura de Cap-Breton. Este buen hombre poseía cualidades ejemplares. Alma tierna, espíritu elevado, virtud no adusta, sino amable, mortal más evangélico que docto, y creyente ántes que sectario, pare­ cía haber elegido para norma inflexible de conducta estas dulces palabras de San Pablo : I n omnia charitas. Convencido de que el miedo suele ser fuente inagotable de miserables acciones ; de que el terror es resorte sólo pro­ pio para mover bajos caractéres ó engendrar almas men­ guadas, prefería mostrar el Dios de Abraham bajo el as­ pecto de la misericordia más bien que por el lado de la justicia ; acostumbraba á hablar á sus feligreses mucho mé­ nos del infierno que del paraíso ; mucho más de María que de Luzbel. Solia decir que la severidad anda frontera de la dureza; que la intolerancia y la soberbia habitan siempre vecinas; que el sacerdote no es juez, sino pastor de los pecadores, y á los maldicientes de tanta indulgencia, que no faltaban, recordábales el versículo que dice : «Amaos los unos á los o t ros» , añadiendo que Jesús dió la mano á Magdalena para ayudarla á subir desde el fango hasta los cielos, y bendijo el arrepentimiento en Dímas para hacer del ladrón un santo. Jamas humana miseria salió de su humilde casa sin lle­ var algún consuelo; jamas dejó sin perdón ofensa, n i ne­ cesidad sin socorro. Hacía ménos sermones que buenas obras. No era rico, y sabía ser munífico. La avaricia, que empleaba como criterio regulador de sus gastos personales, procurábale tesoros que consagrar á las ajenas penurias. Y léjos de sentir la vanidad de proceder semejante, exclama­ ba con frecuencia entre los suyos : «¿Qué es un eclesiásti­ co, sino el administrador de los pobres? Hay obligación de administrar bien , so pena de ser mal eclesiástico.)) Y con tales razones se consolaba de las estrecheces que la piedad le imponía. Así ha sido el viejo Rector de la vil la de Cap-Breton, á quien conocí entre los muertos. No me extraña que fre­ cuentase esos augustos lugares, por cuanto en el mundo de los vivos no encontraba sino sinsabores. La tertulia del A l ­ calde , compuesta de lo más florido de la aldea, de los gran­ des propietarios, de los primeros contribuyentes, de los elementos conservadores, en una palabra, como se diría en el lenguaje político, calumniaban su desgarrada sotana, sus deslustrados zapatos y su raido sombrero, motejándole de hipócrita, de ruin y de ambicioso. Según aquellos apóstoles del principio de autoridad, se­ gún aquellos devotos de la ortodoxia, el párroco soñaba en ser obispo; el anacoreta apilaba doblones en las profundi­ dades del presbiterio, como otros amontonan trigo candeal en el oscuro vientre de sus hambrientos graneros. Alguien llegó á sostener que le era más simpático el canónigo Ssin- ger que el Santo Pontíñce Pío I X . Apénas si en las ínfimas capas de la muchedumbre, en lo que ha dado en llamarse el vulgo de la sociedad, entre los leñadores y los gañanes, estimábanse sus virtudes. Esta circunstancia perjudicó al buen cura, porque le hizo sospechoso de complacencias que nunca tuvo. Pero volvamos á nuestro punto de partida. Cap-Breton, ese be­ llo escondrijo de las costas oceánicas, fué otro tiempo ás­ pero erial, frecuentado solamente por miserables bajeles. Yo no sé si sirvió, conforme se cuenta, de abrigo y resi­ dencia á los piratas. ¿Por qué no? Su aspecto agreste, su situación topográfica, su cadena de montes, que hace ofi­ cios de columna vertebral; su borrascoso golfo, especie de formidable aparato circulatorio; sus vecindades mismas, ¿quién lo duda? parecen abonar la leyenda. Mas también pudiera venirle el nombre de muy diferen­ te historia. La Bretaña es tierra belicosa y navegante. ¿Quién ha dicho que en la árida lengua de tierra, do pasé tan deliciosos momentos, no tuvieron los bretones de an­ taño un seguro apeadero ? De cualquier modo, está bien averiguado que, no á la naturaleza, sino á la mano del hombre debe sus grandes pinares. Durante la Edad Media, banco de arena y escollo; hoy, lugar grato y amable. Ayer, guarida de aventureros y teatro de naufragios; naciente colonia agrícola, próspero centro industrial ahora, en nues­ tros presentes tiempos. Así se opera el progreso; todo es sencillo, en verdad, como los hábitos de sus moradores; pero todo es solemne á la vez, como la majestad del de­ sierto. E l templo, que me pareció un edificio religioso ántes que un monumento arquitectónico, eleva su gótico campa­ nario en medio de la explanada, no sé si para decir á las gen­ tes : «Aquí está el centro de la creación, aquí debe estar el centro de la vida.» E l enterramiento vese junto á la ori­ lla del mar, es decir, cerca del sombrío abismo. Y la mo­ rada de los penitentes, el monasterio, en la cresta de las montañas , perdido con el humo ele sus inciensos y el aro­ ma de sus oraciones en la inmensidad ele los cielos. ¡Cap-Breton, Cap-Breton! Tu antiguo huésped te saluda desde la patria nueva, donde le siguen con inmortales me­ morias el bosque, abismo de sombra; l á m a r , sombra del abismo; el místico cemventículo , la cúpula secular, el v i ­ goroso perfil de los abruptos peñascos y el casto gemir de la brisa bajo las velas latinas, que el pajarillo agasaja con el amante tributo de sus primeros gorjeos cuando despier­ ta la playa al murmurar de las ondas, entre los besos del aura! PABLO NOUQUÉS. °aasS3t-Q-tSSS&!' ATHAR. (FRAGMENTO.) LYime remonte au ciel quand on perd ce qu'ou aime. A . de Musset, Tú no puedes imaginarte, Athar, no es posible que coraprenelas la infinita amargura que se encierra en un co­ razón que, como el mió , siente lo helado del vacío á su al­ rededor y ve derrumbarse á cada paso en la senda ele la vida el risueño castillo que levanta la esperanza, mientras desaparecen, unos tras otros, los rosados fantasmas que hizo nacer la poesía de la juventud ¡ A h , tener en el alma una aspiración ardiente, sentir que el pensamiento vuelve, como á un polo de luz, hácia la ado­ rada imágen de una mujer, y verse obligado á confesar que es un ideal, una quimera que no se alcanzará jamas! ¿Qué importa que todo lo demás que pueele halagar y contentar la ambición de un hombre, el talento, las rique­ zas, la popularidad, sean recogidos por él á manos llenas, si no encuentra para su espíritu sediento el oásis que ha entrevisto, la afección purísima con que ha soñado siem­ pre, como el símbolo del más tierno y del más dulce de los goces? Tú, Athar, tú, que eres jóven como yo; tú, que po­ sees un alma rica en sentimiento, dime : en ciertos ins­ tantes, cuando te has sentido elevada por encima de las cosas del mundo, ¿no has notado que algo faltaba á tu di­ cha, que tu pensamiento buscaba anhelante otro pensa­ miento que conoces desde tu cuna, y que tus ojos deseaban la luz de otros ojos que has visto lucir siempre como una estrella sobre,tu frente? Y Augusto fijó su pupila en el rostro encantador ele Athar. Vivamente emocionada se hal lábala jóven, y una palidez ele mármol había sucedido al carmín habitual de sus mejillas. Su mirada, límpida y serena, aparecía turbada en aquel momento, como si un misterio doloroso conmoviera las fibras más secretas de su corazón. En vano su labio se estremeció para responder. Si algu­ na palabra había sido formulada por la voluntad, no llegó á traducirse en sonido alguno perceptible. ? No sé por qué me parece que tú también eres elesdi- chada?prosiguió Augusto; ? pero ¡corno yo! Tú cono­ ces mi historia nos hemos criado juntos, y el santo cari­ ño que hace de nosotros dos hermanos, me ha proporcionado el amar-go placer de referírtela m i l veces Yo era niño; tan niño, que todos mis recuerdos se agrupan y confunden alrededor ele un foco brillante : Sara. Con ella nacieron mis primeras ideas de engrandecimiento, y fué á su vista que sentí levantarse dentro de. mí un mundo de vagas aspira­ ciones. Nos amamos como las aves. Un mismo sueño nos arrulló, y nuestros pensamientos, como dos pájaros aman­ tes, tenían un mismo nido ¡Era yo tan feliz! Después, aquel encanto se rompió como una lámina de cristal, y Sara, cual un niño que sólo hubiera quebraelo un juguete, se alejó sonriendo ¡Qué martirio fué el mío! El destino me llevó' léjos, y pasaron años muchos años, durante los cuales me rodeó todo lo que puede hacer feliz una vida ; tuve amigos que no me engañaron , y hubo una mujer que me amó como yo había amado á Sara. Tran­ quila y apacible se deslizó mi existencia, y parecía que el recuerdo de la dicha presente halagaba el de la dicha pasada. E l bullicio de las diversiones, la presencia continua ele la sociedad, no me dejaron jamas un instante de reposo en que pudiera reconcentrarme y sondear mi espíritu. Sin em­ bargo , á veces, en mitad ele un baile ó un festín, un re­ lámpago de melancolía brillaba y se borraba en seguida del cielo de mis ideas. Sucesivamente fu i sintiendo que en toda empresa en que me arriesgaba, que en las manifestaciones de mi vitalidad intelectual, sobre todo, iba encarnada siempre una idea de esperanza hácia algo que se me aparecía en el horizonte con los mágicos contornos de la distancia y del deseo. Un día concluyeron mis amores, y el caprichoso destino me llevó de nuevo al lado de Sara. La primer vez que la v i ? ¡ oh! lo recuerdo como si fue­ ra hoy?fué en un baile. El salón iluminado por cien bu­ j ías , los espejos, las flores, y esa atmosfera ele voluptuo­ sidad que se aspira donde hay música y mujeres, le presta­ ron ante mi imaginación el aspecto de una diosa. En la mirada de indiferencia que cruzamos nadie había leído la historia de nuestro pasado. Habia en ella, del re­ cuerdo, ménos trazas que las que deja el cisne en el aire. ¿ Qué era lo que habia helado repentinamente en mi pe­ cho todo el amor que albergaba ? Me acuerdo que lloramos juntos cuando te lo conté..... Sara quería á otro. ¡ Y no poder arrancar esta víbora que llevo aquí en el co­ razón , y que se despierta con cada uno de mis recuerdos!.... ¡ Oh, qué desgraciado soy ! Y Augusto ocultó el semblante entre sus manos, al mis­ mo tiempo que un torrente de lágrimas brotaba de sus ojos. ? ¡Oh, calla, por Dios! ? elijo Athar , ahogada por los sollozos.?¡Si tú fueras el único que sufre en pste mundo! ? ¡ M i pobre Athar! ¿ es cierto que tú también ? ? dijo Augusto, interrumpiéndose para enjugar su rostro.?¿ Sería posible que te pasára lo mismo ? Y como la jóven , temblorosa y doliente , no contestára, prosiguió : ? Veamos, vén , cuéntame tus secretos. ¿No eres mi her­ mana? Y tomándola suavemente de la mano, la hizo sentar á su laclo, en el banco de césped. Athar no opuso resistencia, j L r \ y V t o D A j f l L E G A ^ T E , ^ E ^ I O D I C O D E L A S p A M I L I A S . j - j A y V l o D A J ^ L E G A I i T E j p E í ^ l Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . 6 1 . C O N F E C C O T O i M O Y D E I N V I E R N O . ^ ! ! ! ! ! ! W ; m . iiiiiiii;::'"!!! kuiiiiiiil'ii'l ^iin.iu:,:/"''- ra1!' '.i f m M m m m í - m M iiillllilllISi lilllllM l i ^ i i i i i l l l l f e ^ i 1 1 SO ?Pelliza Marcan. & 1.?Abrigo Violeta. 5 Í . ? V i s i t a Lorenzo. Espalda. 53.?Paletó Dnguesolin. &4. -Vis i ta Lorenzo. Delantero. SU ?Visita »'«Befiora mayor. 5 5 . - V itaMauprat pero un súbito estremecimiento recorrió su cuerpo al ha­ llar sus blancos y pequeños dedos aprisionados por los do Augusto. ? ¿ A qué entristecernos? ? dijo ella, procuranJo ocul­ tarla emoción que le embargaba. ? Su historia es mi his­ toria : amo á un hombre de quien me separa igual fatali­ dad, porque dedica su vida á otra mujer. ? ¿Y quién es? ¿Quieres decirme, Athar? ¿Lo conoz­ co yo ? ? ¿Que quién es? ¿Que si tú lo conoces? ¡Oh, no, no!.... Nunca lo has visto Y sus ojos adquirieron una expresión extraña y vaga. Augusto parecía no notar ninguna de estas circunstancias. El exceso de su dolor le hacía incapaz de comprender el de Athar. Pasado un breve momento de silencio, se levantó, fijó en ella sus ojos, llenos de una tristeza sombría, y exclamó : ? ¡No puedo más! Necesito huir lejos, lejos, donde la distancia apague la sensación que me mata Una horrorosa palidez cubrió el semblante de Athar al ver que Augusto tomaba, con una precipitación de loco, el camino de las habitaciones. Dirigió una mirada en torno suyo, y fuera de una deses­ peración infinita, rompió á llorar. ? ¡Oh!?murmuró entre sollozos ? mi última esperan­ za se desvanece con mi única alegría Se va ¡Ya ni- siquiera podré verle! ¡Qué amargo poema había en aquel corazón ! CARLOS OLIVERA. Buenos-Aires. C A R T A S A E M I L I A . LA EDUCACION. Querida Emilia : En tu inexperiencia, sencillez y modes- ftl.?Pelliza Beelhoven. & 8 i ? Chaqué con capucha. Delantero. 59.?Chaqué con capucha. Espalda. 6©.?Visita Frauklm. 61.?Pelliza de paño. tía características, te has empeñado, según leo en tus car­ tas, que yo sea tu consejera, que te fortifique, y en fin, como dices en tu última y á mí me es costoso repetir, que te eduque. ¿Has comprendido la misión tan ardua que con tu ex­ quisita bondad me exiges emprenda? ¿No comprendes que la educación es una segunda vida, la cual influye mucho en hacernos felices ó desgraciados? ¿Cómo quieres que yo, pobre niña, que apénas cuento dos años más que tú , tenga la solidez de pensamientos que exige una misión tan santa como difícil? ¿ Y o , cuya experiencia está sólo cimentada en las muchas lágrimas que he vertido, y no en la madurez de la edad ? Sin embargo, te veo tan decidida á enfadarte si no consiento en tu petición, que cedo; pero no sin ántes decirte que en mí no hallarás esas galas del lenguaje que tanto seducen á nuestra mente, sino la sencillez del senti­ miento que brota del alma. En mis pensamientos no halla­ rás elevado estilo ni artísticas formas : sólo el exceso de cariño hácia t í , que me impele á darte mi parecer sobre los actos más grandes de la vida. Comprendo, querida mia, tu soledad en medio de ese inmenso torbellino de la córte; ese frió que sientes en el alma y esa necesidad de ser amada. A los diez y seis años, después de haber sido hija predi­ lecta de la fortuna, es horriblemente doloroso el perder una madre tan cariñosa y buena como la tuya, habiendo ántes perdido á tu padre. Te hallas reducida á la inculta sociedad de una tía rega­ ñona , que por sus achaques y mala educación te martiriza, y no tienes el calor santo de la familia. Tu madre te consideraba demasiado niña para fortificar­ te en los sanos y severos consejos que sostienen nuestro espíritu en los trances más dolorosos de la vida; y cuando ménos tú y ella os figurabais, vino la muerte y te la arre­ bató. Dolorosa y cruel desgracia; pero contra ella existe la sublime resignación , ¡ la santa paciencia ! 286 j l / A y V I o D A J p L E G A I ^ T E j J p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S j p A A U L I A S . Estas nos enseñan á sobrellevar con un sentimiento he­ roico los sufrimientos más grandes de la vida y les hacen servir de crisol que purifica nuestra conciencia. He ahí la verdadera educación , no la mentida : la mentida es un con­ junto de engaños, que sólo sirve para disfrazar nuestros pensamientos y para ahogar todo sentimiento noble. La buena educación se dirige á perfeccionar y cimentar todo lo que hay en nosotros de bueno ; la mala sólo sirve para hacernos desconfiados é hipócritas. Tú te hallas en el primer caso, querida amiga; tienes resignación y bondad suficientes para sobreponerte á las impertinencias de tu tía y á las privaciones del mundo, que son tan costosas á tu edad, y en cuanto á tí constituyen un nábito. Estas son las cualidades de una buena educación, y por lo mismo, si tú las tienes, ¿cómo quieres que yo te las en­ señe? Hay seres privilegiados que son puros desde que nacen hasta que mueren, y tú eres, sin duda alguna, uno de ellos. Sin embargo, yo seguiré emitiendo mi parecer á las pre­ guntas que me hagas, pues á falta de talento tengo por lo menos la dicha de comprenderte. Adiós; recibo la expresión del afectuoso cariño de tu verdadera amiga. ? E . LA VANIDAD Y EL ORGULLO. Sevilla.. Emilia : La vanidad es el más feo de todos los vicios, la más nefanda de todas las pasiones; no tiene más que pon­ zoña en su seno, veneno mortal, lento, pero infalible : cor- roedor gusano de la sociedad, engendra en el alma los sen­ timientos más perversos y mezquinos. La vanidad es madre del orgullo. Huyamos de ella, rechacémosla, si se acerca á llamar á las puertas de nuestro corazón, con valor y entere­ za. ¡Ay! desgraciados de nosotros si le damos la más pe­ queña cabida en nuestro pecho. Adiós, reposo; adiós, tran­ quilidad de espíritu. La vanidad es hija de la mala educación, como lo son to­ dos los defectos, como lo son todos los vicios. M i buena amiga : al hacerme la pregunta que es objeto de esta carta, has obrado lógicamente. Pospones el orgu­ llo á la vanidad, uniéndolos á la vez. Si, ciertamente el orgullo es la rama principal de ese ár­ bol dañino; de esa cicuta del vasto jardín de la vida; flor nauseabunda, flor que en su cáliz lleva la muerte de los sentimientos buenos y puros, á imágen de la flor que mató á Sócrates, el gran filósofo de la antigüedad; á imágen de aquella maléfica flor, vuelvo á repetir, hoy este cáncer del edificio social viene haciendo estragos poderosos en lo más santo y lo más noble, al paso que va echando hondas raíces. ¿ Has leído el libro de D. José Selgas, titulado U n JRos- t r o y u n a l m a ? Si no lo has leído, léelo, querida; allí se ve á la vanidad bajo el más seductor y dorado prisma; y sin embargo, se desprecia, se aborrece. El tipo de la hermosa Elisa, aquel tipo lleno de seduc­ ción y de encanto, causa la infelicidad de un hombre hon­ rado y sensible. Aquella mujer de facciones arrebatadoras, aquella es­ pléndida hermosura se ve postergada en el final del libro, para las almas nobles y generosas, por Octavia, no tan her­ mosa físicamente, pero llena de encantos y dotes morales. Aquélla es la vanidad y el orgullo ; ésta es la dulzura y la abnegación ; aquélla es la fascinadora figura de la tierra; ésta, la dulcísima é imponente del cielo; aquélla ostenta en sus hermosas sienes coronas de diamantes; ésta, la más bella de todas las coronas, que irradia con resplandores divinos la doble corona de la virtud y el talento. En el libro U n R o s t r o y u n a l m a , sil autor despliega prodigiosa imaginación y el gran conocimiento que tiene del corazón humano. En él se ve en todas sus fases á la vanidad ataviada con sus más ricas y falsas galas. Pero donde descuellan y so­ bresalen las verdaderas dotes del autor es en la dedicatoria. Empieza as í : ce Se parecen las estrellas á la modestia en que buscan la oscuridad del cielo; y mira tú qué bello ca- paicho ; por eso brillan.» Más adelante dice : « Si prefieres ser admirada á ser que­ rida.? La v a n i d a d es así : es la inflamación que levanta en el alma el veneno de la lisonja ! j> Y luégo : ce La caridad te embellecía más que saben em­ bellecerte tu modista y tu doncella. ¡ Qué hermosa debías verte en el espejo de tu corazón ! ¿No has comprendido aún la diferencia que existe entre ser envidiada y ser bende­ cida ? 3) « ¿ Adviertes la diferencia que hay entre la belleza de la vir tud y la belleza del lujo ? » «¿Deseas conocer el número de las personas que te esti­ man y que te quieren ? Pues resta de todos los que te tra­ tan á todos los que te adulan.» «Tu modista y tu doncella saben lo que cuestas; pero ¿hay muchos que sepan lo que vales?)) « Adorna tu alma con todas las virtudes y brillará tu ros­ tro con todos los encantos.)) Sí , mi buena Emilia ; esto es magnífico. Estos consejos son sublimes, y por lo mismo los he co­ piado ; ¿para qué escribir disertaciones y pensamientos so­ bre un mismo tema, si otros ya lo han hecho con su escla­ recido talento y gran corazón ? Pasemos al orgullo. E l orgullo es la manifestación más patente de la vanidad; es la descarga eléctrica que nace del choque de ella con su misma impotencia, con su misma pequeñez, con toda su mezquindad de alma. Donde existe la vaniüad, y por consiguiente, el orgullo, no hay buenos sentimientos. Se embotan y se estrellan con- "tra la masa dura é indomable de aquélla. Deplorablemente, á veces confundimos el orgullo y la soberbia, que es su grado más culminante, con la dignidad. ¡ A y ! equivocamos fatalmente con frecuencia, y casi diré á sabiendas , una palabra que denigra, con otra que enaltece; una palabra que nos pierde moral, y á veces materialmen­ te, con otra que nos eleva, que nos hace superiores. La dignidad es la piedra de toque de nuestra fuerza mo­ ral , de toda la grandeza de alma que hay en nosotros. El orgullo es la antítesis, el reverso más asqueroso de la hermosa medalla de la humildad y la nobleza. Dice un escritor francés : « El orgullo sirve á veces de obstáculo á los celos : quien se estima demasiado no teme nunca á ningún rival)) (1). Bajo mi modesto criterio borraría la palabra o r g u l l o , sus­ tituyéndola con la d i g n i d a d ó la c o n f i a n z a , pues un vicio no debe ser nunca el que nos proporcione un bien. Debe­ mos quitarnos la venda que nos ciega, y ver en toda su re­ pugnante bajeza el orgullo, al que nos entregamos fatal­ mente, deslumhrados por la cáscara dorada y brillante que lo encubre. Debemos esforzarnos, áun á costa de un desengaño', para distinguir lo bueno de lo malo, lo digno de lo indigno. Re­ cordando, como dice Campoamor en una de sus más bellas y filosóficas doloras, que Dios sin duda asi lo quiso, T esto siempre ha sido y es : Tomar lo amargo es preciso, Bien án t e s , ó bien después. Aunque nos seduzca, querida Emilia, aunque nos cau­ tive la vanidad y nos dejemos llevar por un momento del orgullo, no seamos débiles, recordando siempre lo que de­ bemos ser. La vanidad y el orgullo nacen de la hermosura, de la ca­ tegoría social, de la riqueza. ¿Y qué son todas estas cosas más que cosas efímeras? La hermosura del rostro, la hermosura plástica, pronto desaparece : la que es inmortal, la que más allá de la tum­ ba se cierne por el espacio trasformada en éter espiritual para llegar á formar parte del espíritu eterno, es la del alma. El orgullo de la nobleza y del dinero es doblemente pu­ nible.. Donde no hay nobleza de sentimientos, la nobleza de los pergaminos es un mito ó una paradoja. La vanidad tiene por base, como he dicho anteriormente, la hermosura, la posición social ó el dinero; es decir, co­ sas transitorias, que pasan por nuestra vista, la deslumhran, cegando los ojos del alma si ésta no está bien templada en la virtud para no dejarse cegar. Donde está desarrollada con toda su soberbia la vanidad, no hay corazón ; donde no hay corazón no hay sentimien­ to, y quien no siente no goza. El sentir es la expresión de gozar; el sufrimiento y el goce son el claro oscuro de nuestra entidad moral. Sin luz no hay sombras ; sin sombras no hay luz. La luz del sentimiento es el goce ; las sombras del sentimiento, el sufrir; sin el uno no existe el otro. Para no dejarse llevar de la vanidad no hay más que re­ cordar constantemente « La diferencia que existe entre" ser envidiada y ser ben­ decida, y. ? E . ELISA CASAS YIGO. MEDITACION. (RECUERDO EN EL ÁLBUM DEL SR. D. ABELARDO DE CARLAS.) Molécula á molécula agrupada. Terrón sobre terrón, Capa á capa se va formando un monte Por yuxtaposición. Así va progresando poco á poco La calumnia mordaz, Y llega grano á grano y capa á capa Sus montes á formar. Para las toscas moles de granito, Que el tiempo hace crecer. Hay brazos y constancia, y duro hierro Que las llega á romper. ¡ Para los negros montes que con llanto La calumnia amasó, No hay piquetas, ni palas, ni barrenos, Sino el juicio de Dios! JOSÉ JACKSON VETAN. CORRESPONDENCIA PARISIENSE. SUMARIO. Prolongación de la canícula. ? Seguimos asándonos. ? La apertura de la caza.? Mudanzas que trae con?igo. ? La trasformacion completa del pa­ risiense. ? Las perdices y conejos, los faisanes y las chocha=, dónde fue­ ron ?? Una actriz que toma estado.?El Conde Corradini. ? Historia singular de un número 17. ? M o l a poética. ?Las cazadoras y sus trajes. ?Ventajas físicas y morales de la caza para el bello sexo. El verano toca á su fin , con gran contentamiento de to­ dos los que tienen horror á los ardientes besos de la caní­ cula. Nadie me creería si dijese que en pleno Setiembre, cuando el sol, por lo general, nos escatima los días sere­ nos, París está aún enjugándose la frente ni más ni ménos que si estuviese situado bajo un cielo tropical. El hecho es, sin embargo, ciertísimo, y dos palabras, siesta forzada y f a r nie.nte obligatorio, compendian en la actualidad la vida de los parisienses. Durante el día París pasa su tiempo en los baños fríos; y cuando se acerca la noche, va á comer á la cascada del bosque de Boulogne ó al pabellón de Errnenonville, tratan­ do de alejarse cuanto le es posible de esa atmósfera abru­ madora que pesa sobre la capital. No obstante lo poco favorable de la estación, la caza se ha inaugurado en casi toda Francia, y la temporada llama­ da de los c h á t e a w x ha dado principio. (1) IJorcjueil est qwlque fots un ohstade á l a jalousie; qui s'eslime trop ne redante polnt aucun r ival ? T . BOCHEPEDRE. La apertura de la caza es un acontecimiento de sumo ín­ teres, áun para los que no somos cazadores. Anualmente trae consigo una era de juventud para todos. Es verdad que en nuestros tiempos de vida acelerada está uno muy acostumbrado al frenesí de los placeres; pero la caza tiene de particular que pone la alegría y despierta el regocijo en los ánimos más austeros. ¿Puede darse un espectáculo más divertido que el que ofrecen esos gravísimos personajes : presidentes de las Cá­ maras, consejeros de Estado, consejos del Tribunal de Ca­ sación, académicos, profesores de lenguas muertas, y has­ ta eclesiásticos, que, en un día fijo, se trasforman en Nem- rods. Con tan fausto motivo vense aparecer las innovaciones ó mejoras que los buenos señores habían estado soñando un año entero , á saber : el sombrero con forro h i g i é n i c o , el za­ pato a i r e a d o , el ciuturon de s ie te l e g u a s , la b o t a - j i i p a y f o s f o r e r a , el guante cosido con hilo de c a o u t e h o u c , el cha­ leco de tejido ab so rben te para el sudor, y el podómetro con b r ú j u l a , para medir las distancias y orientarse. Y no es sólo el traje el que muda, sino el tono y las ma­ neras. Los más graves magistrados, los banqueros más cir­ cunspectos juran y t e m a n como carreteros españoles cuan­ do se dirigen á la jauría. No son los mismos hombres, y para que todo en ellos sea nuevo, hasta su apetito se tras- forma. ¡ Cuántos funcionarios, trabajadores de gabinete, em­ pleados de todas categorías, acostumbran almorzar todo el año con un par de huevos fritos y una taza de té ! Pero una vez abierta la caza, áun cuando no bajean tirado todavía ni un t i ro, los cazadores se creen obligados á devorar el al­ muerzo reglamentario : pierna de carnero fría con salsa verde, pollos con arroz , ternera Marengo, ensalada de le­ gumbres , etc., etc. No les falta nada para ser felices, nada excepto la caza; pero no hay felicidad completa en este mundo, y el desengaño se halla casi siempre al cabo de toda aspiración humana. Los cazadores podrían parodiar aquellos famosos versos: «Las perdices y conejos, los faisanes y las chochas, ¿ Qué se hicieron ? Y las liebres corredoras, ; Dónde fueron ? » Los casamientos de actores y actrices son bastante raros, para que nos ocupemos, áun cuando no sea más que de pa­ so, del de Mlle. Juana Samary, actriz del teatro Francés, con M. Paul Lagarde, persona muy conocida en los círculos fi­ nancieros ; cuya unión, que algunos habían tratado de im­ pedir , que se creía rota, va á celebrarse uno de estos días. Mlle. Samary, sobrina de la célebre Agustina Brohan , y que empezaba á crearse una reputación en la Comedia Fran­ cesa por su belleza y su gracia juvenil , abandonará la es­ cena una vez casada. Entre los escasos paseantes que se encuentran estos días en el bosque de Boulogne ha llamado la atención, por la riqueza de su carruaje y por la distinción de sus maneras, un caballero de barba de ébano acompañado de una dama de cabellos rubios. El caballero, que es romano, se llama Corradini; la dama es parisiense. En la portezuela del car­ ruaje campea un escudo, sobre cuyo campo de azul se des­ taca en oro el núm. 17. El escudo está timbrado de una corona de conde, pues el Sr. Corradini es conde romano. Pero ¿qué significan, dirá V . , esas armas singulares, ese núm. 17? El hecho merece explicación. Por lo demás, no hay ninguna indiscreción en ello, pues­ to que el conde Corradini refiere su historia á todo el que quiere oírla, y cuando días pasados, en el pabellón de Er­ rnenonville , le hicieron observar que había allí un perio­ dista, sinónimo de indiscreto, exclamó con desenfado : ? T a n t o m e g l i o . l i é aquí, pues, la historia del famoso núm. 17 : El padre del Conde llegó de su aldea á Poma á la edad de diez y siete años y poseyendo por todo caudal 17 ba- yocos. Se puso primero á mozo de café, luégo á mandade­ ro, y después á c i c e r o n e para los extranjeros. Habiendo re­ unido 1.700 escudos, abrió un cafetín, que vendió al cabo de poco tiempo en 17.000 escudos, con cuya suma fundó un hotel, que explotó por espacio de diez y siete años, des­ pués de lo cual dedicóse al comercio de granos é hizo diez y siete viajes á Oriente para su comercio, realizando, en un nuevo período de diez y siete años , una fortuna colosal, con la que se retiró á Odessa. Habiendo observado, desde sus primeros pasos en la vida, la influencia del núm. 17 en su destino, tuvo especial cui­ dado de aplicarlo sin cesar. Emprendía sus negocios más importantes y sus viajes el 17 del mes; tuvo diez y siete buques, compró diez y siete casas, etc. Estaba persuadido de que viviría hasta la época en que el núm. 17 entraría en el total de sus años. ¡ Cosa extraña! Murió el mismo día en que cumplía ochenta y cinco años de edad , ó sean 17 mul­ tiplicados por 5. Dejó á sus tres hijos 17 millones de pesetas, habiendo tenido buen cuidado, en los últimos años de su vida, de no ganar ni uno m á s , y de mantener intactos los 17 ya adqui­ ridos. Su hijo mayor, hecho conde por la curia romana, tornó por armas el fatídico número de su padre, y él mismo, cre­ yendo haber heredado la suerte protectora del famoso nú­ mero 17, ha contraído matrimonio con una jóven de diez y siete años un 17 de Diciembre, y cuando da una comida, no tiene nunca á la mesa más do diez y siete convidados. E l otoño nos trae, con la caza y la temporada de c h á - t e a u x , algunas modas dignas de notarse. Citaré desde luégo una costumbre sumamente poética adoptada este año en muchos c h á t e a u x . No sólo se coloca en medio de la mesa la canastilla de flores acostumbrada, jL. ? Los cuadros blancos y negros se parecen demasiado á la tela de colchón. Así es que le acon- ejo más bien una tela escocesa oscura, de cuadros negros (travesados de rayas encarnadas, verdes y azules, ó algo le ese género, que irá perfectamente con el chaqué en uestion. Para el segundo traje debe elegir un raso maravilloso, uarnecido de bordados negros ó bordados de azabache. SRTA. D.a M. S., M a d r i d . ? Si tiene las caderas un poco Ibultadas, elija de preferencia el corpiño Veronés, que welgaza mucho. En mi correspondencia publicada en el iumero anterior he hablado de ese corpiño, que es de una elade punto, sin costura. SBTA. D.a CARMEN lí. ?-Con ese traje, y en las circuns- FQcias de que hace mención, sólo puede ponerse un som­ bro redondo muy elegante. Si no lo tiene, la mantilla 'lauca lo reemplazará muy bien y será muy bonito. SHA. D.a C. F. DE B . , B a r c e l o n a . ? V n m el servicio de "esa á la moda rusa se guarnece la mesa con los compo­ n e s , los canastillos de frutas y las flores; se sirve la sopa !n los platos ántes de anunciar la comida, y se pone cada lucvo plato delante del ama de la casa, después de lo cual el criado lo retira para trincharlo y ofrecerlo á cada convi­ dado. E l entremés se sirve del mismo modo. A MARGARITA. ? Respecto al uso de las tarjetas, le repe­ tiré lo que en otras ocasiones he dicho, á saber: que cuan­ do es un caballero el que manda la tarjeta, una señora no debe corresponderle ; pero si es una señora la que, con cualquier motivo, le envia su tarjeta, debe V. corresponder­ le con la suya. SRA. D.a M, T. DE L . , S e v i l l a . ? No puede, en efecto, hacer otra cosa que una salida de baile adornada con una cenefa. El patrón de la manteleta-visita larga es el más á propósito para ese uso. E l fondo será del color del fondo liso, á no ser que prefiera el color de oro antiguo, que tam­ bién estará muy bien. Con la otra tela de que me habla hágase una falda corta, ribeteada de un tableado de 30 cen­ tímetros de ancho, y un corpiño polonesa, recogido con mucha sencillez. SRA. D.a ESPERANZA R., M a d r i d . ? El traje á que se re­ fiere no está tan pasado de moda como supone, puesto que siguen llevándose las polonesas. Le aconsejo que mude simplemente los adornos, reemplazándola con raso maravi­ lloso ó moaré, ó bien con flecos de cuentas del mismo co­ lor : todo depende del gusto. E l abrigo igual al vestido se llevará poco este año. Consulte los modelos del presente número y los del número siguiente. A UNA SEÑORA JOVEN.?Soy enteramente de su parecer respecto á los encajes, que, en mi juicio, constituyen el adorno más elegante que puede llevar una señora. Puesto que posee encajes de tanto precio, ¿ por qué no se aprove­ cha de la moda indicada en nuestros numerosos dibujos, que autoriza los corpiñns abiertos, los fichús de encaje y las mangas hasta el codo ? Todo eso está muy de moda y pone de relieve los ricos encajes. SRTA. D.a J. R., Z a m o r a . ? S s llevarán este invierno mu­ chos adornos de felpa lisa y labrada. Puede, por lo tanto, contentar su afición á dichas telas. Escoja para su abrigo una felpa de cordoncillo negra ó de color igual á la tela del abrigo. SRA. D.a T. R. ? La trasformacion de un mantón de ca­ chemir liso ó de la India, en una bata, es cosa fácil y que se hace diariamente. SRA. D.a J. D. DE L . , F a l e n c i a . ? Si no sabe cómo bor­ dar las carteras y el cuello de terciopelo, adórnelos sencilla­ mente con unos galoncitos de oro. SEA. D.a D. H . DE S. ? Para bordar las toallas y ser­ villetas de que me habla, no tiene más que aplicar una tira de cañamazo sobre la tela, y luégo, cuando la labor se halla terminada, se sacan los hilos hebra á hebra. Así es como se borda también sobre terciopelo, paño, felpa y otras telas. SRA. CONDESA DE L.?La falda no es indispensable para un traje de caza. Llévanse este año pantalones anchos, á la moda bretona, y una casaca Luis X I I I , con chaleco largo. SRA. D.a A. M. DE T. ? Es difícil dar un consejo en el caso en que se encuentra. E l tratamiento depende, hasta cierto punto, de la causa que ha producido la erupción. En casos análogos he visto recetar baños de almidón, várias veces al día, en los brazos solamente, y luego la aplicación sobre los granitos de polvos de almidón y compresas de agua de Colonia. A UNA ABONADA ANDALUZA.?El olor más suave y el más inofensivo es el l i r io; pero, como todos los olores muy finos, es fugitivo, dura poco. Para perfumar los cabellos de ese olor no hay más que los aceites ó los extractos, y para la ropa, los saquitos de polvos. A UNA ELEGANTE EXAGERADA. ? Abandone para siempre el calzado demasiado estrecho , y aplique a los puntos dolo­ ridos unas cataplasmas de harina de linaza, todas las noches, hasta que cese el dolor. SRA. D." M. C. DE I . , M á l a g a . ? E l calor no es obstáculo para purgar á los niños cuando lo necesitan. Purgue al suyo y déle ademas todas las mañanas una cucharada grande de jarabe antiescorbútico. A V. le aconsejo el aceite de hígado de bacalao y el vino de quina. A CARLOTA.?Le pongo á continuación la fórmula del agua de Ninon, que me tiene pedida : Agua de rosas. . . Glicerina purificada. 200 gramos. 50 id . Para que sea mejor, añada 10 gramos de bórax, que pon­ drá á disolver en el agua de rosas ántes de echar la g l i ­ cerina. A UNA DESGRACIADA, A l c a l á . ? ' E l hábito de Santa Rita es negro, y se lleva con él cordón ó correa indistintamen­ te; sin embargo, en Madrid suele usarse más la correa. El escudo tiene las insignias de la Santa. Los hábitos deben ser lisos siempre, y mucho más que­ riéndolo llevar con rigor. La falda lisa, con túnica lisa también, es considerada como hábito; ahora bien, el ver­ dadero modo de que lo sea efectivamente es hacerse la fal­ da lisa con chaqueta ó un gabancito. Caso de hacerlo así, debe llevarlo con cola, pues de lo contrario resultaría des­ airado.?Si lo prefiere del otro modo, ha de ser corto. SRA. CONDESA DE A. ? Aunque las pulseras de varios aros no tienen ya la misma novedad de los añns anteriores, creo sería eso lo más adecuado,al objeto que V . se propone, so­ bre todo si son muchos los nombres, y por consiguiente, muchos los aros; en tal caso, la joya tendrá gran originali­ dad y encuentro muy bonita la idea.?Los nombres no han de ponerse en esmalte, sino grabados en el oro con carac- téres de forma inglesa, y si sus hijos son ya mayores, con la rúbrica de cada uno : esto hará perfectamente, y tam­ bién se usa mucho en los aros grandes poner el nombre de la propia dueña de la joya ó el de su esposo. Todo hace creer que el invierno próximo se llevarán tú­ nicas ó chaquetas indistintamente : en este mismo núme­ ro hallará modelos para la estación que entra. E l traje de terciopelo, si lo que le falta es una chaqueta, hará muy elegante, y será mucho más nuevo si , en vez de decidirse por el terciopelo, elige uno de esos tejidos, á propósito pa­ ra chaquetas sueltas, y que son tan elegantes. Teniendo actualmente mi residencia fuera de Madrid, no puedo complacerla ocupándome de su encargo de dibujos. Si absolutamente carece V. de otra persona en la córte á quien fiar esa comisión, puede escribirle al Sr. Administra­ dor de LA MODA ; pero explicándole detalladamente y con toda claridad lo que desea, á fin de evitar interpretaciones equivocadas. A UNA MADRE, S a n t a n d e r . ? N o conozco medio eficaz pa­ ra lograr el objeto que V. desea. Los paseos higiénicos y los ejercicios gimnásticos están indicados, sin embargo, para los casos de raquitismo. ADELA P. ARTÍCULOS DE PARIS RECOMENDADOS. En esta estación de baños de mar, excursiones , tempora­ das de campo, etc., es más que nunca recomendable el uso de la C r e m a d e f r e s a s , de GÜERLAIN (el célebre perfumis­ ta de Par ís , 15, r u é de l a P a i x ) , que es el más refrigeran­ te de todos los c o l d c r e a m s , y el que mejor resiste los efec­ tos del calor. El agua del mar fatiga la piel , comunicándole un tinte moreno. Nada más út i l , por lo tanto, que lavarse las manos y el rostro con agua dulce á la salida del baño, y aplicar acto continuo la C r e m a de f r e s a s , dejándola un rato sobre la piel ántes de secarse bien y de ponerse los polvos. E l E x t r a c t o de h e l i o t r o p o para el pañuelo está cada dia más en moda. La casa GUERLAIN prepara este producto con la-misma limpidez y claridad que el A g u a de r o s a , por lo cual se le emplea, sin el menor inconveniente, en perfumar los encajes y la ropa blanca. G O T A S C O N C E N T R A D A S para el pañuelo. ? E . G O U D R A Y , perfumista, 13, rué de Enghien. ?Todos estos perfumes, de cualquier clase que sean, como se hallan concentrados en un volúmen reducido, exhalan aromas ex­ quisitos, suaves, duraderos y de buen gusto.?Medalla de oro y cruz de la Legión de Honor en la Exposición Uni ­ versal de París.?Véase el anuncio en la cubierta. SOLUCION A L GEROGLÍFICO DEL NÚM. 33. Quien no piensa en sus deberes sino cuando se lo recuerdan , no es caballero n i demues t ra b u e n co razón . La han presentado las Sras. y Srtas. D.a Hortensia S. T i ­ rado.?D.a Vicenta Navarro.?D.a Concepción de González. ?D.a Elodia Arenas Rodríguez.?D.a Sofía Pedemonte de Vázquez.?D.a Cármen Torres.?D.a Asunción González de Santalla.?D.a María Nuñez.?D.» Juana Velar de Bailarín. ?D.a Enriqueta Alarcon y Gil.?D.a Leonor Flores.?Doña Angela Couto y Casas.?"D.a Eufemia Oyaregui. ? D.a Ca­ talina Barreiro. ? D.a Cristina y D.a Salud Morales.?Doña Clotilde y D.a Sabina Guzman.?D.a Elena Fernandez y Campos. ? D.a Emilia del Rey. ? D.a Dolores Ventura y Huerta.?D.a Micaela Fernandez Sánchez Escribano.?Doña Consuelo Cermeño y Ayala. G E R O G L Í F I C O . L a so luc ión en uno de los p r ó x i m o s n ú m e r o s . 288 J l / A y V l o D A ^ L E G A ] S [ T E , J ^ E I ^ I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S , A D O L F O B W I O , ú n i c o a g e n t e en F r a n c i a , S, m e F l ó c h i e r , P a r í s . A H U N O l ANUNCIOS E S P A Ñ O L E S : A g e n c i a E s o a m e z , P r e c i a d o s , 35, e n t r e s u e l o . a i i i i i m m i m i i m i K i m ^ J i i i i i i i i i i n T i i i i i i i i i i i u u EXPOSITION Médaille d'Or UNIVERSLLE 1878: Croiide Chevalieri LES PLUS HAUTES RECOMPENSES I E . G O U D R A Y PERFUMES NUEVOS PARA EL PAÑUELO ? Estos Perfumes reducidos á un pequeño volumen son mucho mas suaves en el pañue lo ¡ que todos los otros conocidos hasta ahora. i ARTÍCULOS RECOMENDADOS I P E R F U M E R I A A L A L A C T E I N A ; Recomendada por las Celebridades Medicales. i A G U A D I V I N A llamada agua de salud, i O L E O C O M E para la hermosura de los cabellos. SE VENDEN EN LA FÁBRICA | PARÍS 13, roe d'Enghien, 13 PARÍS i Z Depósitos en casas de los principales Perfumistas, E S Boticarios y Peluqueros de arabas A m é r i c a s . ~ a i m i m i i i i m i i i m i u i m i m i m m i i i i i u i i i i i B L A V E L O U T I N es u n P o l v o de A r r o z e s p e c i a l p r e p a r a d o con B i s m u t o , p o r c o n s i g u i e n t e e j e rce u n a a c c i ó n s a l u t í f e r a sobre l a p i e l . E s a d h e r e n t e é i n v i s i b l e , y p o r esta r a z ó n p r e s t a a l c ú t i s c o l o r y f r e s c u r a n a t u r a l . C H . F A Y , 9, r u é de l a P a i x , 9. ? P a r í s . 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A f e c c i o n e s de l o s ríñones, de l a v e j i g a , g r á v e l a , c á l c u l o s u r i n a r i o s , go ta , d iabe ta , a l b u m i n u r i a . HAUTERIVE. ? A f e c c i o n e s de los ríñones y de l a ve j i ga , g r á v e l a , c á l c u l o s u r i n a r i o s , go ta , d iabe ta , a l b u m i n u r i a . EXIJIR el NOMBRE del MANANTIAL sobre l a CAPSULA, L o s p r o d u c t o s a r r i b a m e n c i o n a d o s se h a l l a n e n M a d r i d : J o s é M a r i a M o r e n o , 93, ca l l e Mayor - y e n las p r i n c i p a l e s f a rmac ias . i GOTAS cotí CENTRAD As DB HIERRO B RAYAIS QE/ meyor tónico que existe. El reconsf/fí/yenfenj ¿ p o r esce/enc/a en la A n e m i a , la C lo ros i s , /a j^j f j D e b i l i d a d , /a P o s t r a c i ó n , la E x t e n u a c i ó n , n ! " / a P o b r e z a de s ang re , eíc . ? I QDep" G*', en Puis, 13, r. Lifajette, j en todat l u ta rwciuQ | k Depositarios enMadrid: Vicente Moreno y Miquel JR. Hernández, Borrel y Miquel; Germán Ortega;! "J. B. Sánchez Ocaña ; Francisco Qareera, Hijo* de' kCarlos Ulzurrun, Alcarez y Qareia. V " Lomalaj' fcalle de Alcalá; R. J. ChaTarri, José Castellvl. K A del JAPON RIGAUO & Ca Perfumistas 8, Rué Vivienne y 47, Avenne de l'Opéra PARIS es la loción mas refrescante que pueda Imaginarse para los cuidados del cutis y del rostro; vertida en el agua destinada a lavarse, dá vigor al cút is , lo blanquea y suaviza dejándole un perfume delicado que aprecian las damas mas elegantes. De venta en todas las Parfumerías. R R U G A S 5or l a d e C H A M P E A R O N ' s i i r i s , S O , i ruLe ¿ L e I P z r o - v - e x x o e , 3? a. i r i s Este p r o d u c t o m a r a v i l l o s o , s i n r i v a l y c o m p l e t a m e n t e i n o f e n s i v o , b o r r a las a r rugas m a s rebe ldes y da a l c u t í s l a f r e scu ra y e l a t e r c iope l ado de l a j u v e n t u d . BIBLIOTECA BECBEÁTIYA CONTEMPORÁNEA. Alfredo de C. Hierro, editor. San Sebastian, 2, segnnelo, MADRID. OBRAS PUBLICADAS. De J. ORTEGA MUNILLA, L a C i g a r r a (Se. gunda edición, adicionada por el autor con los cuentos C u a t r o p a i s a j e s , 3 í i P r i m a A n t o n i a y E l 4.444); precio, 10 rs. en toda Es­ paña : S o r L u c i l a , continuación de L a Q". g a r r a , 8 rs. en Madrid y 10 en provincias. De EMILIO ZOLA : U n a P á g i n a de amor- precio, 5 rs. en Madrid y 6 en provincias'- N a n a (traducida al castellano de la 8.a edi-" cion francesa) ; precio, 12 rs. en toda Espa­ ña los dos tomos. De XAVIER DE MONTEPIN : E l M é d i c o de l a s l ocas (tercera edición) ; precio, 12 rs. los dos tomos. Está próxima á agotarse. De GUILLERMO GRAELL : L a E s c u e l a del g r a n m u n d o ; precio, 8 rs. en Madrid y 10 en provincias. Los pedidos, acompañados de su importe deben dirigirse al editor, D. ALFREDO D¿ C. HIERRO, San Sebastian, 2 , 2.°, Madrid. # ^ % . C O F R E C I T 0 de BELLEZA á 250 francos. 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FERRÉ, Farmacéutico, Sucesor de AROUD 1 0 2 , r u é R i c h e l i e u , 102 Y EN TODAS LAS FARMACIAS l u e v o P e r f u m e M M T I MEDALLA DE PLATA EN LA EXPOSICIÓN DE 1878 Esencia de I V i E L A T I Jabón de m E L A T 8 Agua de Tocador de m E L A T I Pomada de IV¡ ELATS Aceite de IVJELATÍ Polvos de Arroz de M E L A T I R I G A U D Y Ca P E R F U M E R Í A V I C T O R I A PARI5, 8, Rué Vivienne, 8, PARIS Y 47, AVENUE DE L OI'ÉRA Eeservados todos los dereclios de propiedad ar t ís t ica y literaria. M A D R I D . ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Ariban y C , sucesores de Eivadeneyra, IMPRESOUES DE CÁMARA DE S. M. ? I . ' ! ' i í i i i i i ! í i i 1647: // / n E I E E I 2 ) A a m m i s t r a e i o n L a r r é t a s , 1 2 , p r a l M A 13 R I D P E R I O D I C O D E S E Ñ O R A S Y S E Ñ O R I T A S . ? ? o-c>-e>? C O N T I E N E L O S U L T I M O S F I G U R I N E S I L U M I N A D O S D E L A S M O D A S D E P A R I S , P A T R O N E S D E T A M A Ñ O N A T U R A L , M O D E L O S D E T R A B A J O S A L A A G U J A C R O C H E T T A P I C E R I A S NOVELAS. ? CRONICAS. ? BELLAS ARTES. ? MUSICA, ETC., ETC S E F U B L I C ^ E N L O S ID I ^ S 6. 1 4 , 2 S Y 3 0 D E C ^ J D ^ M E S . E N C O L O R E S , AÑO X X X I X . M a d r i d , 30 de Setiembre de 1880. N U M . 36. 1.?Traje de raso nú t r ia . 2 .?Visi ta de paBo cheviot. 290 L A ^ A O D A j f Í L E G A N T E , p E H I Ó D I C O D E L A S p A M I L Í A S . S U M A R I O . 1. Traje de raso nutria.?2. Visita de paño cheviot ?3. Cesto de Jabor ? 4 y 5. Pale tó para n iñas de G á 8 años.?6 y 7, Paletó para niñas de 5 á 7 años .?8. Cuarta parte de una alfombrilla.?9 y 10. Corpiño-babero.? 11, Cubre-polvo Luneville.?12. Levita larga?13. Canchón oriental.? 14 á 22. Trajes para niñas y niños.?23 á 28. Sombreros de otoño é i n ­ vierno.?29 y 30. Dos trajes para svii éi-s. Explicación de los grabados.?Anselma (cuento de viejas), por D . J. Or­ tega Munilla. ? Cartas á Emil ia , por D.a E isa Casas Vigo ? Gascón y yankée , por C. B . F . ? Los perfumes, por M de S. ?Kevista de modas, por V . de Caste'.fido. ?Poesías : Tú y yo , por D . Manuel I le ina; Ilimas, por D. Bicardo Cano.?Explicación del flgurin iluminado. ? Artículos de Par ís recomendados.? Sueltos.?Advertencia. - Soluciones. M i : v i l H i l i 'A.?Cesto de labor. Tra je de raso n ú t r i a . ? N ú m . 1. La falda va recogida y adornada con cordones gruesos. E l fondo de la falda es de tafetán. Corpiño-frac con cuello for­ mando solapas. V i s i t a de p a ñ o c l i ev io t .?Núm. 2. Mangas formando esclavina, adornadas con vueltas de ter­ ciopelo del mismo color. Forro de raso de color; cuello de ter­ ciopelo y doble cuello de paño igual. Todo ello va adorna­ do de 7 pespuntes á todo el rededor. Cesto de l a b o r . ? N ú m . 3. La fig. 34 de la Hoja-Sitplnnento n nuestro número anterior correspondo á este objeto. De mimbre trenzado. La parte exterior va adornada de una cenefa, que se ejecuta sobre lienzo grueso al punto ruso, con lanas de varios colores y con arreglo á la fig. 34 Los bordes exteriores van rodeados de un punto de festón" El borde inferior de la tela va desfilachado y adornado des­ pués con borlas de lana. El asa va rodeada de una cordonadura de lana, cuyas ex­ tremidades terminan en borlas. La parte interior del cesto va forrada de paño. 41.?Paletó para niñas de G á 8 años. Delantero. o .?Pale tó para niñas de 6 á 8 años. Espalda. S ?Paletó para niñas de 5 á 7 años. Espalda. -Paletó para niñas de 5 á 7 años. Delantero. ? ? ? ? X K Í Í K X X B B X B UX S « ? ? ? ? X K í i X f i X ^ B B S X B X E ? ? ? ? ? X H X n S B U B X X H X 2 ? ? ? ? ? x x a a a a B H X L ' X H X LS ? ? B H B a C B B B B a X C >XBX" ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? B S X O O : x x x ? ? ? ? ? ? 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S - X B B B £ 2 , a a B B , B H " B B B X , , H , Í B B B B H B B " B H B B K B H H H " * H B H B a a B B B X B B B B a B B B B B B B a H B X B B B B B a B B B B a B i ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B Explicación de los signos : 8.?Cuarta parte de una alfombrilla, n e g r o ; (T) m a í z ; ¡JJ azul pavo rea l ; bronce ; iJÑJ g rana te ; acei tuna. jLíA J ^ A O Ü A j ^ L E G A N T F , p E Í ^ I Ó D I C O D S L A S p A M I L Í A S . 201 paleto para n i ñ a s de 6 á 8 a ñ o s . N ú m s . 4 y 5. Este paletó es de pato color de avella­ na ? va guarnecido de pespuntes hechos con ¡?eda del mismo color y botones de hueso. paleto para n i ñ a s de 5 á 7 a ñ o s . Núms . 6 y 7. De lanilla listada, con forro de tafetán encarnado. Los ador­ nos se componen de pespuntes hechos con seda y botones de pla­ ta oxidada. Botones iguales y ojales abro­ chan el paletó. Cuarta par te de una a l fombr i l la . N ú m , 8. Se ejecuta esta al­ fombrilla sobre caña­ mazo de Java con la­ na de los colores in­ dicados en la expli­ cación de los signos. Corp iño -babe ro . Núms . 9 y 10. De tela brochada, escotado, abierto en el pecho y arqueado por abajo. Tres lazos de terciopelo cierran el corpiño sobre un fichú grande de linón blanco guarnecido de encaje. Cinturon re­ dondo abrochado con una hebilla. Mangas de codo, con adornos de encaje blanco. Cubre-polvo L u n e v i l l e. N ú m . 11 . De paño inglés de mezclilla. Va cruzado BO.?Corpiño-babero. Delantero y espalia. Núm. 15. Vestido p a r a n i ñ a s de 10 años. De tela de lana y seda azul claro. El delantero va todo aja- retado al través hasta la cintura. Falda ple­ gada. Núm. 1G. T r a j e para niños de 7 á 8 años. Es de paño gris y terciopelo negro. Paletó recto, con cue­ llo grande de tercio­ pelo. Cinturon de lo mismo. Calzón corto, sujeto por debajo de la rodilla. Núm. 17. Traje de calle para niñas de 10 años. Este traje es de faya azul marino y reseda muy claro. El d e 1 a n t e r o y las mangas van frunci­ dos de arriba abajo. La casaca es ajustada por detras. Gorra de terciopelo y fular. Núm. 18. T r a j e para niñas de 7 años. Es de cachemir blan­ co y faya color de rosa. E l corpiño va a d o r n a d o de una guarnición de encaje b r e t ó n , que cubre todo el delantero bajo unos brandeburgos abrochados á u n o s botones labrados. La falda va formada por tres volantes plega­ dos, blancos y color de rosa. Núm. 19. Pardesús piara niños de 7 á 9 a ñ o s , con capucha. Es de tela listada y paño azul marino. La I I .?Cubre-polvo Luneville. por delante con dos hileras de bo tones . Unas aplicaciones de terciopelo sirven de adorno a l cuello, á las mangas y á las carteras de detras. L e v i t a l a r g a . N ú m . 12. Este pardesús , en forma de levita ajus­ tada, es de paño co­ lor de nútr ia , y va g u a r n e c i d o de dos hileras de botones. El cuello , las carteras y los bolsillos son de felpa de seda del mis­ mo color del pecho. Fanchon or ien ta l . N ú m . 13. Sirve pañi salida de teatro, y es de raso color crema, bullo- nado al través y for­ rado de seda encar­ nada. La fanchon va completamente ro­ deada de una guar­ nición de plumas. Trajes para n i ñ a s y n i ñ o s . N ú m s . 14 á 22. Núm. 14. T r a j e para niñas de 8 años. Este traje es de lani­ lla beige y terciopelo granate. E l corpiño va adornado en la es­ palda con tres bieses, que se estrechan en la cintura y van do­ blados bajo la aldeta. El delantero va aña­ dido y llega hasta el borde inferior de la falda. La manga va g u a r n e c i d a de un brazalete de tercio­ pelo y dos volantes tableados. C i n t u r o n de terciopelo grana­ te. Sombrero cabriolé, adornado con plumas blancas y un lazo de fa37a heige. 1 2.?Levita larga. capucha se prolonga, formando dos puntas, sobre el de­ lantero, y figurando un cuello. Es muy largo, y termi­ na en una borla de lana gruesa. Núm. 20. Traje para niños de 6 años. Paletó de paño, abierto, sobre un chaleco largo y medio abierto, que deja ver la faja de seda. El cuello, los bolsillos y las carteras de las mangas son de terciopelo. Núm. 21. Traje para niños de 12 a?7os. Paletó color de avellana, con cuello doble y bastante largo. Chaleco de paño más claro, muy largo y sujeto con un cinturou de cuero. Pantalón hasta media pierna. Medias listada Botinas de paño. Núm. 22. Traje para niñas de 9 años. Es de rásete Pompadour y terciopelo negro. La falda va guarnecida £-0 24.?Sombrero de terciopelo granate J 3.?Fanchon oriFntal. 23.?Sombrero de piel lapanesa a s r i M i i i i i i i i | e '14.?Traje para niñas de 8 años. 16,?Traje para niños de 7 f T?Tra je de calle para niñas 1 9 . ? P a r d e s ú s para niños de 7 á 8 años. de 10 años. i \ 9 años. * 5.?Vestido para niñas de 10 años. * W. - Traje para niñas do 7 años. « a . - T r a j e para niños 22 .?Traje para niñas de G años de 0 años. 2 1 . - Triíjc p.ira niños do 12 años. 293 m fe 26.?Sombrero de terciopelo y raso 'helioticpo B1».?Capota Inés Sorel 25.?Sombrero María de Médicis , de piel laponesa de v o l a n t i - tos tableados. Las tres cos­ turas de la es­ palda del pa- letó van cu­ biertas de tres bieses de ter­ ciopelo, que terminan en punta. Escla­ vina adornada con un bies de terciopelo. Sombreros de otoño é invierno. Números 23 á 28. N.0 23. Som­ brero de pie l l a p o n e s a , adorn ado de escarabajos de acero y fuego. Plumas de dos matices. B r i ­ das anchas de cinta c o l o r faisán dorado. N.0 24. Som- hrero de ter­ ciopelo grana­ te, forma Kes- t a u r a c i o n , adornado de un penach o granate y car­ denal. Copa muy b a j a , adornada de bullones de raso granate. Bridas anchas. ^ ' 25 . hrero M a r í a de Médicis, de piel laponesa. Color begonia de dos mati­ ces. Penacho de cinco plu­ mas de l o s mismos mati­ ces. B r i d a s claras. K.tt2Q. Som­ brero de ter­ ciopelo y raso he l io t ropo . Ala formada enteramente de biesecitos de raso mati­ zado color lila y heliotropo. Copa de ter­ ciopelo de es­ te último co­ lor. Dos plu­ mas de ambos colores. B r i ­ das anchas. N." 27. Capo­ te Inés Sorel. 28.?Sombrero con fondo bordado M i Es de tercio­ pelo color de mirto. El bor­ de va cubierto de un bordado de cuentas An­ gélica y ador­ nado simple­ mente con dos cotorras de la I n d i a cruza­ das por delan­ te. Bridas de c i n t a ancha color de mirto pasadas por debajo. N.0 28. Som­ brero con fon­ do bordado, de oro y f el pilla color heliotro­ po. Borde de plumas y cres­ ta de pluma en un lado. El ala va forrada en­ teramente por debajo con en­ caje ancho de oro. Dos t ra jes p a r a s o i r é e s . N ú m s 29 y 30. Núm. 29. El f o n d o de la falda es de fa- ya azul y va c u b i e r t o de muselina de la India, blanca, bullonada. La parte inferior de la falda va adornada de tableados aba­ nicos de seda. El delantal va rodeada de un volante doble de encaje an­ cho b l a n c o . Corpino de fa- ya escotado, con a l d e t a s abiertas sobre un chaleco bu- llonado. Man­ gas c o r t a s . Guantes blan­ cos de Suecia, s u j e t o s con una pulsera de oro. Núm. 30. El f o n d o de la falda es de fa- ya verde mar, y va cubierto de gasa blanca lisa ó brocha­ da, bullonada sobre la cola y 29 y 30. Dos trajes para soirées. 294 L A ^WODA j p L E G A N T F , j p E ] F ( í Ó D I C O D E L A S p A M I L I A S . formando por los lados unas puntas largas. Corpiño de raso verde mar, formando punta y escotado, con mangas cortas y semi-camiseta por la parte interior. Esta especie de ca­ miseta es de tul de seda bullonado. A N S E L M A . (CUENTO DE VIEJAS.) I . Era la iglesia parroquial de Nidonegro (pueblo de mi peculiar geografía) un monumento románico, macizo y pesado, en el que se liabia prescindido por completo de la elegancia, para buscar únicamente el ideal de la solidez. Líneas rectas en los basamentos y chapiteles ; ninguna co­ lumna ; pórtico sencillísimo, y sobre él una estatua que de­ bió representar á San Juan Nepomuceno, pero que no era ya otra cosa que un confuso bulto de piedra, descabezado y manco. El polvo, la l luvia, el viento, el descuido de los hombres y la propensión á morir que todo lo terrenal ex­ perimenta, desde la flor á la piedra, fueron obrando en la iglesia poco á poco. Un arco toral se reventó el año 93, ar­ rojando dentro del ábside lluvia de tejas y cascote, amén de abrir muchas vías, por donde en los dias secos caian chorros de polvo, y en los dias lluviosos, chorros de agua. Los franceses, el año 1810, cañonearon el ala izquierda de la iglesia é incrustaron un casco de metralla en el arca de los misales. En 1833 las facciones establecieron una batería sobre el cimborrio, y le chafaron, teniendo desde entónces el feo aspecto de un huevo roto. Por último, en 1868 se hundieron dos altares, uno muy lindo, cuyo retablo perte­ necía á la mejor edad plateresca, y otro de Churriguera, que bien hundido está. Nidonegro es, según la frase de un guerrillero, v(.el om­ bligo de la guerra en España», y así no es extraño que toda evolución de la Historia haya dejado allí memoria in­ olvidable de destrucción. La torre de la iglesia se levanta sobre los tejados del pueblo, envuelta en su manto de verdinegro musgo, rodea­ da de nubes de grajos, que anidan en sus huecos, sostenien­ do el campanario , bajo el cual dos redondas ventanas arro­ jan de noche resplandores extraños, como las pupilas de un cráneo donde áun queda fósforo. Son cual dos ojos siempre abiertos que exploran el país, como si la impaciencia de es­ perar á álguien que nunca llega les mantuviese en perpétua vigilancia. Por estos ojos, en las noches muy oscuras, sale un resplandor tenue que, áun cuando la soñadora mente se empeña en que es el brillo de una retina fosfórica, no es sino la luz del candil con que se alumbra el tío Basilio el campanero, amén de algunas copas de vino tinto con que ayuda al cuerpo en el rudo oficio de voltear las campanas. El tio Basilio Pero ¿qué digo? El tio Basilio merece capítulo aparte. n . Era el hombre más perverso de Nidonegro y el más feo del mundo. Aquella espalda corcovada, aquella cabeza mo­ numental puesta al extremo de un cuello larguirucho, como una calabaza en la punta de una pica; aquellos ojos peque- ñuelos , verdes y procaces, á cuyos cristales parecía aso­ marse el alma de un demonio burlón é insolente, no tenía igual en muchas leguas á la redonda, como tampoco era empresa fácil hallar otro espíritu más miserable y contra­ hecho en toda la esfera terrestre. Pensábase, observando al tio Basilio, que cada arruga, corcova ó fealdad de la carne correspondía á otra deformi­ dad del ánimo; cada paso de sus desgarbadas piernas, á un traspié moral y á un mal propósito. ¡Espada mohosa en vai­ na de cuero podrido! Así como Dios, al crearlo feo, le creó malo, al hacerle ca­ sado le dió una pareja digna de sus virtudes. La tía líe- quiescat era una lengua de arpía en un cuerpo de Medusa, y merecía ser la esposa del campanero de Nidonegro. Todo era, pues, congénere y adecuado en aquel tugurio de la torre, donde vivían el tio Basilio y la tía Kequiescat : desde las negras paredes hasta los muebles viejos y hundidos que llenaban el inmundo zaquizamí?nido de águilas, habitado por mochuelos. La curiosidad que nos inspiraron ambos personajes y el deseo de referir su historia nos han llevado á practicar mi­ nuciosas disquisiciones, de las que hemos sacado, entre otros datos, el que á fines del mes de Junio último del año de 1873 llegó á Nidonegro, caballera de un jumento, cuya jáquima guiaba un arriero, cierta muchacha áun no entra­ da en años núbiles, que traía por todo equipaje una funda de almohada rellena de algún vestidillo ó par de enaguas y zapatos, y una carta con sobre en que se leía el nombre del tio Basilio. Era sobrina suya, hija de un hermano que murió media semana ántes , y que, dejando sola á la niña, se la encomendaba al tio Basilio, pidiéndole por Dios que no la abandonase á los duros trances de la vida. Consta asi­ mismo de nuestros datos que el campanero leyó la carta sin derramar una lágrima; consultó á su mujer, y después de un animado debate, en refunfuños sostenido entre ambos, se expresó la tía Requiescat en estos términos : ? D i , chica, que has nacido con suerte (¡y acababa de mo­ rir su padre!), pues llegas á puerta donde se albergan dos buenos corazones, que no han de consentir que te mueras de hambre y frío. Tu padre ha obrado muy mal mandán­ dote á que te mantengan los que no te engendraron. Es muy poca delicadeza pero ya que él fué imprudente, seamos nosotros benignos. Así , ya puedes decir que has hecho tu fortuna, pues acá vivirás como de la familia. Precisamente hoy había encargado á tu tío que buscára una mozuela que me ayudase á subir los cántaros del agua y al trajín de la casa. Conque tú desempeñarás estas obligaciones porque yo me siento muy mala y no estoy ya para el trabajo. Y era verdad que la tía Eequiescat se sentía agobiada bajo el peso de una rara enfermedad, nacida indudable­ mente del abuso del vino y de su endiablado humor, cosas Jas dos que acabáran con la salud de una roca, cuanto más con la de flaco sér humano. Esta circunstancia, y no otra, decidió á la tía Requiescat á admitir á la sobrina, que, caí­ da del cielo , le venía para cuidarla en sus dolencias. Sí caída del cielo, porque Anselmilla era un ángel con figura humana. ¡ Qué rostro el suyo tan apacible, qué her­ mosos sus ojos, no ménos azules que el firmamento ! El ca­ bello abundante y rubio formaba sobre las sienes de la n i ­ ña un encaramado moño de apretadas trenzas; la carita, redonda y animada, parecía despedir un fulgor angélico; la voz sonaba como una flauta de cristal. Eu su presencia y á su lado experimentábanse ambiciones ignotas de bienes que aquí no es posible conquistar; nacíanle alas al espíritu, y volaba, volaba, guiado por aquel án^e l , yo no sé dónde, muy léjos, más allá de las estrellas. Había cumplido An­ selma los doce años, y era alta, espigadita, con formas ro­ bustas, pero sin rotundez, mostrando en esperanzas los frutos de una juventud espléndida. Causaba lástima verla en la fuente soportando el cantari- 11o de encarnado barro, que la abrumaba con su pesadum­ bre , y áun más lástima contemplar cómo trabajosamente subía los doscientos escalones del revuelto y entornillado caracol de la torre con aquella carga en la débil cadera. ? ¡Parecia una musa condenada por la prosa á trabajos for­ zados! I I I . La niña trabajaba cuanto podía, miéntras la tia Requies­ cat conjugaba en el lecho el verbo latino que la sirvió de mote, y el tio Basilio, ó zarandeaba las campanas en el úl­ timo piso de la torre, ó zarandeaba el vaso de vino en la taberna hasta que perdía piés y cabeza y empezaba él mis­ mo á zarandearse, si no entregaba las costillas al suelo á la primera ese. En el caso de que esto último no ocurriera, á duras penas alcanzaba la altura de su domicilio, y cayendo y levantando, ascendía por la tortuosa escalera y entraba estrepitosamente en el chiribitil . ? Siempre en la cama?gritaba, señalando con el dedo índice á su mujer, sin inlerrumpir ese clásico contoneo, que produce la embriaguez ? siempre entre las mantas. ¡ Alza- te y trabaja; que lo que tienes es sólo pereza y vicio ! ? Calla, borracho ? solía contestarle la vieja con calma, propia de quien está acostumbrado á tales flores y cariños. ? Yo estoy mala ; sí que lo estoy Tu sobrina Ansel­ ma..... Esa es la que me ha hecho mal de ojo Pícara, holgazana Cada día me encuentro peor Me han echa­ do una maldición Desde que vino á casa, que ántes era una balsa de aceite, esa picara me metió el Malo en el cuerpo Ese es el premio que concede Dios al que hace obras de caridad ¡Anselma, holgazana! Baja por un cubo de agua Mira, Anselma, acércame ese jarro Yo me malicio que pones algún veneno en las medicinas La pobre niña rompía á llorar amargamente y se apre­ suraba á obedecer; pero su turbación y amargura trastor­ nábanla de manera, que equivocaba todo cuanto la pedían, lo cual era motivo de crueles reprimendas y fuertes porra­ zos que campanero y campanera le pegaban. ? Los buhos iban arrancando una ú una todas sus plumas á la alondra. Un día recibió en la espalda golpe tan fuerte del canalla de su t io , que rodó cerca de veinte escaleras y quedó sin sentido. Permaneció en la escalera hasta que, vuelta en sí, el frío y el dolor de las heridas que sufriese la demostraron que no habían terminado sus desgracias, y subió á la habi­ tación para escuchar una atroz filípica, salpicada de bárbaros epítetos y palabras feas, porque «se había estado en la calle jugando con los chicuelos de la vecindad. » La infeliz Anselma cruzaba el sendero de la vida entre zarzas y ma­ torrales, que la mortificaban lastimosamente ; pero era tan buena, que nunca experimentó deseo de venganza de aque­ llos ultrajes, ni manifestó de otra suerte su dolor que der­ ramando lloro amarguísimo en silencio. Su alma se sublimó con el penar, y su cuerpo se hizo delgado, débil y tenue. La llama de su espíritu consumía todo el óleo de la lám­ para. I V . Más de cinco meses se cumplieron de la muerte del pa­ dre de Anselma, y ésta seguía en la torre, perdiendo de día en día aquella salud, aquellos colores y aquella robus­ tez con que al principio la vimos. No iba mejor la tia Re­ quiescat , cuyo consumido cuerpo era ya un montón de hue­ sos encerrado en un saco de piel amarillenta y verdosa. Ha­ bíase enronquecido su voz, que nunca fué dulce y bien templada, y agriádose su carácter, que tampoco se tuvo ja­ mas por sociable y afectuoso. En vano se aplicó cuantos remedios prescribe la terapéutica casera de ciertas gentes, desde el colgarse al cuello un alfiletero que encerraba dos pares de lagartijas, hasta dormir tres noches con los brazos en cruz; en vano el tio Basilio apeló á la ciencia de un su amigo, gran saludador y hábil curandero, el cual, tras de­ tenido exámen y juicioso análisis de un pelo de la enferma, según es uso y costumbre entre los de su andariega facul­ tad, resolvió que el demonio estaba en el vientre de la tia Requiescat, y no saldría ni á tres tirones de la habitación que había elegido ; inútilmente, en fin , se llamó al doctor, que dispuso la privación del vino, que la paciente usaba en grandes dósis. La tía Requiescat declaró que el único hom­ bre entendido en medicina era el saludador, que descubrie­ ra en un punto la causa de la postración en que ella estaba, determinando no apartarse de su querido jarro, ántes bien dispararle á la boca dos ó tres veces cada veinticuatro ho­ ras, con lo que si el diablo no tomaba el portante y se lar­ gaba á buscar ménos húmedo hospedaje, era preciso repu­ tarle el mayor borracho del universo mundo. El tío Basilio, por no ser ménos que su mujer, dióse también á la bebida, y en medio de este matrimonio, la desdichada niña pasaba las del purgatorio. La tia Requiescat mandaba á Anselma subir á la torre veinte ó treinta cántaros de agua, y la niña obedecía, re­ signándose á aquel mortal ejercicio. Dijérase que la ende­ moniada vieja tenía la manía del agua como la del vino; pero no hay tal , sino que el gusto de mirar á la niña an­ gustiada de fatiga era el único que sacaba de su v i l exis­ tencia. ? ¡Tunanta! ? le decía. ? ¡Holgazana! ¡Cuidado con subir los cántaros á medio llenar! ¿Qué, quieres que los demás trabajemos para t í? ¿Quieres que todos los de la casa nos afanemos para que la princesa se tumbe á l a larga? ¡ Mire la señora Melindres, la princesa Panza-en-trote! Anda por agua, que me has embrujado, y miéntras no sane yo has de vivir en el mismo infierno! Anselma adquirió al cabo la costumbre del silencio, la de la obediencia pasiva, y aceptaba aquella lenta muerte que la Providencia le ofrecía con el nombre sarcástico de vida V. Era llegado el día 31 de Octubre, y la iglesia se prepara­ ba á conmemorar nuestros difuntos. En las desiertas naves del templo de Nidonegro, cuyo silencio de sepulcro predis­ ponía el alma á la oración, sólo se hallaba algún devoto murmurando sus devociones. Todas las capillas permane­ cían á oscuras ; sólo en la nave principal ardía una lámpara de aceite, derramando tembloroso fulgor sobre los objeto» que la rodeaban, y haciendo aumentar y disminuir alterna­ tivamente sus siluetas de sombras. Había sonado el reloj las siete de la tarde, y el viento encerrado en el templo daba vueltas en los ámbitos, bufan­ do en busca de sitio por donde huir. En un rincón de la más apartada capilla oíanse suspiros y sollozos. Allí estaba Anselma arrodillada, con arnbas manos cruzadas y sublime expresión de tristeza en el sem­ blante. ? Padre mío ? exclamaba?padre mío , acércate más acércate m á s ; siempre te veo en las sombras, léjos muy léjos Te llamo y no me escuchas Dame la mano, có­ geme en tus brazos yo quiero subir contigo á ese sitio á que te vas cuando dejo de mirar tu rostro ¿ Por qué me hablas sin acercarte? ¿Cómo suena tu voz tan débil­ mente, que yo apénas la percibo en mis oídos y suena en mi alma como una trompeta? Después de balbucir estas palabras, calló de nuevo. Luégo continuó : ? ¿Acaso ya no me quieres? ¿Me has olvidado? ¿O es. que yo he cometido alguna falta contigo ? ¿ Por qué me abandonaste? Mi tio es muy malo me pega Allí viene ¡ A h ! se acerca á esta capilla Adiós. Y alzándose trabajosamente del frió suelo, cogió su cán­ taro. Aquel cántaro debía estar rebosando de sus lágrimas. ¡ Pobre Anselma! Salió la muchacha de la iglesia. ¡Cómo estaba la infeliz! Tan delgada, tan pálida, que podía asegurarse que de su antigua belleza sólo la restaban los ojos, en cuyos melancó­ licos cristales cabrilleaba no sé qué extraña y vaga luz. Su brazo derecho, flaquísimo, enlazaba la esfera del cántaro que se había colocado en la cadera, y el izquierdo le colga­ ba marcando las ondulaciones del inseguro paso, como un péndulo. Caminaba muy aprisa, pero no tanto, que pudiera evadirse del tío Basilio, que le había divisado en la capilla. ? Entras en la iglesia á dormir ? la gritó el bárbaro.? Sube á casa ; que tu tia se está muriendo. La niña subió aquellos interminables escalones. Eran su martirio. Los subió, ¡Dios sabe con cuánto trabajo! Detras de ella el tio Basilio subía maldiciendo. A l entrar en el za­ quizamí, Anselma tropezó, escapóse el cántaro de sus bra­ zos y rodó por el suelo, quebrándose en mi l pedazos. ? ¡Torpe !?gruñó la tia Requiescat desde su cama ? si yo estuviese levantada pagarías caro tu descuido. No te to­ mas ínteres por nada de esta casa. Estoy en los últimos instantes, y te maldigo, porque tú me has matado ¡Ay! siento aquí en el pecho una cosa que me abrasa, un fuego que se enciende y se apaga, una llama que va reduciéndo­ me á cenizas el corazón. La vieja se lamentaba á gritos, que retumbaban bajo los muros de piedra con eco espantable. ? Esta maldita chica?tronó el borracho, que había lo­ grado ascender la penosa escalera ? esta maldita chícanos va á perder con sus descuidos Romper un cántaro nue­ vo ¡ A h ! Anselmíta, Anselmita. Dos días hace que no entra por tu boca más que aire ; pero á f e á fe que no pro­ barás el pan miéntras no te corrijas. En tanto que hablaba el tío Basilio, habíase tirado sobre un colchoncíllo que en medio de la estancia estaba. Ansel­ ma lloraba en un rincón. Tan prolongado martirio iba sien­ do superior á su débil resistencia. Los golpes de muerte que la daban, y el no comer, acababan de agotar sus fuerzas físicas. Una frialdad inexplicable se difundía por su cuer­ po. La niña se dejó caer en el suelo, inclinó la cabeza sobre el pecho, entornó los párpados, volvió á abrirlos convulsi­ vamente y lanzó un suspiro. Un largo espacio de tiempo trascurrió sin que ninguno de aquellos tres seres moviese pié ni mano. Cuando el reloj dió las nueve, el tio Basilio se incorporó. ?Diablo de noche ? murmuraba buscando en los rinco­ nes del cuarto el jarro del vino.? Ahora, á tocar las cam­ panas , á pasar frío No, pues ántes he de prevenirme el estómago contra las pulmonías. Venga un trago otro otro Media azumbre me he colado Que llegan los cier­ zos ¡Arriba, campanero, á cumplir tu obligación 1 Salió Basilio del cuarto, y á los pocos momentos las cam­ panas preludiaban su canción monótona y lúgubre. La cam­ pana M a r í a , la mayor del campanario, dominaba el sonido de las otras con sus badajazos, que semejaban descargas de cañones. V I . ; . . , Sólo en la fiesta de los Santos se tocaba aquel grandioso instrumento, bautizado con el nombre de i fan 'a y colocado en la abertura oriental del campanario. Pesaba cincuenta quintales, girando, no obstante, con ligereza, merced á los dos bodoques de hierro y piedra en que estaba montado su eje. De este eje partia una larga palanca de hierro, á que se agarraba el campanero para mover la mole de bronce. En medio del campanario, en un asiento de madera, estaba sentado el tío Basilio. ? ¡Cosa ra ra !?murmuró agarrándose con las manos ai banquillo. Turaría que la torre da vueltas; juraría que está saltando Sí, no hay duda Anda, pues si las carn- E L E G A ^ T E ^ D E L A S f A M I L I A S . 295 pan JS bailan unas con otras. Y ya no suenan ¡ J a , ja, Esto sí que es divertido, ' " l l l t io Basilio estaba extremadamente borradlo. Después Je dar el primer impulso á las campanas, babíase tirado en el banco, y su embriaguez le impedia oir el ruido de aque­ llos monstruos de bronce, capaz de ensordecer un tímpano ¿e piedra. . ' .? Ahora sí que vais a volar, ahora. La grandona, la «?andona va á ser la primera La María va á voltear como una peonza ¡ Ja, ja, ja ! Levantóse el tío Basilio y se acercó á la campana mayor haciendo eses y sin cesar de reir. De repente experimentó sensación horrible de miedo. Sintió "na cosa fría, dura, aUe penetró en sus carnes y le alzaba del suelo ; un ten­ táculo férreo que se prendía á su chaqueta y le desgarraba ]a espalda ; una zarpa que le suspendía sobre el abismo. Basilio abrió los brazos, vomitó una blasfemia, se vió fuera de la torre, miró á sus pies y como sale la bala del obús, fue lanzado al espacio, describiendo con su cuerpo reloz trayectoria Era la grandona, la campana grande, que le había alcan­ zado con su palanca. V I L Consta de nuestras investigaciones que aquella noche anduvo la opinión pública de Nidonegro muy preocupada por el inexplicable suceso de que no doblasen las campa­ nas en tan señalada fiesta cristiana sino breves momentos, y que corrieron diversos rumores poco favorables á Basilio; pero cuando á la mañana siguiente tampoco se tocó al al­ ba ni á misa, ya á las diez, el cura en persona subió á la torre, seguido de monaguillos y demás cohorte sacristanes- ca para informarse del extraño silencio de las campanas. Bl señor cura encontró en la torre el sombrero de Basilio, pero no á Basilio, y al entrar en la habitación de éste, ofre- íióse á sus espantados ojos espectáculo atroz y lastimoso. En la revuelta cama yacía la tía Requíescat con el cuer­ po hinchado y ennegrecido, la boca abierta, mostrando las oscuras y desdentadas encías, y los párpados amoratados. En el suelo, blanca, pálida, Anselmilla, la pobre Anselmí- 11a. Parecía una estatua de mármol. Tenía las manos cruza­ das y los exangües labios dulcemente contraidos. El alma ?de Anselma, al escaparse al cíelo, habíase despedido de la que fué su persona visible con una sonrisa. V I H . Nidonegro cree á piés juntillos que toda aquella familia pertenecía al diablo, quien en la noche de los Santos subió á la torre á recoger sus cosas. Si tratáras de convencer á aquella ciudad, á sus mujeres especialmente, de que en la catástrofe sólo intervinieron causas naturales, te objetarán: ?Y el cuerpo del tío Basilio, ¿dónde fué á parar? ¿Quién, sino el demonio, pudo escamotearle ? Para que contestes, benigno lector, á estas observacio­ nes del vulgo, te referiré que el año último, al componer el tejadillo de un vetusto edificio, frontero á la iglesia, que sirve de cuartel de caballería en la actualidad, se halló junto á una chimenea un esqueleto cubierto con un panta­ lón y una chaqueta iguales á la chaqueta y pantalón que usaba el tío Basilio , y que, según opinan personas dignas de crédito, allí fué á parar el campanero cuando le arrebató álos aires la campana. J. ORTEGA MUNILLA. C A R T A S A E M I L I A . LA MODA. Sevilla. Sin duda que al hablar de la vanidad, mí muy querida amiga, se nos presenta á nuestra vista la moda, siendo muy cierto aquello de que ella es la más ruinosa de todas las va­ nidades. La moda, tal cual está montada nuestra sociedad, es una reina avasalladora y caprichosa. ((En un buen medio se halla la v i r tud» , como se dice vulgarmente; y es tan ridículo huirla en absoluto, como en absoluto seguirla. Es de personas sensatas llevarla basta cierto límite, rnién- tras ésta esté ajustada á la gracia, al buen gusto, y sobre todo á las comodidades. Una mujer estaría desesperada si la naturaleza la hubie- ^hecho tal como la arregla la moda, según Mlle. de Les- pinasfie. i La virtud es la única moda que debemos seguir siempre. Esta es invariable é imperecedera, y en todas partes brilla con el lujo de su modestia, estimándola todos, aunque po­ tos la practiquen. La sencillez es uno de los primeros atributos de la mujer elfiííante. Ls dar pruebas de poco talento, querida amiga, seguir todas las evoluciones do esa diosa antojadiza r/íi grand mon- % como dicen los franceses. Lsto es, que porque muchas veces esta señora diosa, segun la misma Mlle. de Lespinasse, tiene los piés largos, y quizás contrahechos, y anda pregonando la elegancia de [os vestidos largos, las que los tengan diminutos y bien armados, inocentes, por no decir otra cosa, ¿deben ir afir­ mando que esto es lo más bonito y elegante?' Ha dicho Balzac : L a mode est un ridicule sans ohjection. (La moda es una ridiculez sin objeción.) _ 10 no veo esta ridiculez tan en absoluto. Muy al contra- fw^creo que debe seguirse en algo, dando, como da, cierta janacion á la vida y cierto encanto á las mujeres bellas y que no lo son. bien La virtud no está reñida con la moda, y pueden muy hermanarse cuando se usa de la segunda con criterio. ^1 traje habla mucho en pro ó en contra de una persona; Y si nos estimamos en algo, debemos ocuparnos de nuestro exterior. En el vestir damos á conocer nuestro gusto, y hasta me atreveré á decir nuestros sentimientos; pues claro está que en el matiz y en la bien coordinada armonía de los colores ó en el contraste chocante de abigarrados trajes y profusión de adornos se ve el erusto delicado ó extravagante de cada cual, y se conocen sus sentimientos por su sencillez ó su extravagancia, por un exceso de lujo, que es siempre y en todos casos inmoral, y por la modestia y severidad que de todos es admirada. ¿ La naturaleza misma no rinde su culto á la moda? ¿No cambia sus hábitos según la estación que reina? ¿No se engalana ó se muestra severa otras veces? Pues ¿por qué nosotros debemos separarnos de lo natural, de lo que pres­ cribe nuestra madre naturaleza? La moda, cuando se mira bajo su verdadero punto de vista, nunca puede ser punible y perjudicial, ajustándose cada uno á seguirla según el estado pecuniario suyo ó de su familia ; y para refrenar el deseo de lucir está la buena educación, base precisa del bienestar. Con un verdadero gusto y una gran economía puede vestirse con elegancia, habiendo , como hay, periódicos tan á propósito, como LA MODA ELEGANTE ILUSTRADA, que pres­ tan gran ayuda para seguir el gusto de la moda, y grato so­ laz para la inteligencia. Verdaderamente, la que hoy vista mal, incurriendo en gastos más grandes que los que su posición le permite, no eche la culpa á la moda, sino á su mal régimen. Nadie mejor que yo sabe, querida mía , lo mucho que vale un periódico de tal índole; y creo que toda mujer cui­ dadosa debe tenerlo en su cuarto de labor como su más be­ llo atributo, siendo, como es, tan necesario y útil. La elegancia está en el buen córte, sencillez y bella coor­ dinación de los adornos, y en el saberlos llevar. Hé aquí el secreto de la moda, que agrada siempre. K^petíré, para concluir, que cuando ésta no se halla acor­ de con la decencia, la esbeltez y la comodidad, debe ser re­ chazada por las personas de buen criterio. Adiós ; recibe la expresión del más afectuoso aprecio de tu buena amiga, ? JE. ELISA CASAS VIGO. G A S C O N Y Y A N K É E . . La presente historieta data simplemente de la Edad Media. Uno de esos terribles barones, cubiertos de hierro, cuyo mayor placer consistía en hacer la guerra á sus vecinos y en ventilar las cuestiones de límites y linderos con la pun­ ta de la lanza, había capturado muchos hombres de armas al servicio de su enemigo. Las costumbres eran rudas en aquel tiempo, y no se tenía en gran cosa la vida humana. El vencedor no empleó largas cavilaciones en decidir de la suerte de sus prisioneros : estaba resuelto á condenarlos á muerte. Si algo le daba que pensar, era la clase de supli­ cio que les aplicaría. Había hecho ahorcar y decapitar á tantos, que la cuerda de cáñamo y el hacha del verdugo no tenían ya atractivos para él. Y sin embargo, el Barón deseaba algo que le entretuviera agradablemente. Por último, el poderoso señor feudal halló una idea. Su­ bió á la más elevada plataforma de su castillo. Desde allí la vista descubría un inmenso horizonte, y cuando se mi­ raba hácia abajo se sentía un vértigo. El Barón se instaló cómodamente en la plataforma y dijo á sus escuderos : ?Traedme á los prisioneros uno á uno. Así que hubo llegado el primer cautivo, el Barón le de­ signó con el dedo la abertura de una almena y el espantable abismo abierto ante é l , y con voz imperiosa, ? ¡Salta!?le dijo. El prisionero retrocedió espantado ; pero detras de él las espadas desnudas le amenazaban con sus agudas puntas. ? ¡Salta ! ?repitió el Barón. Y el desdichado cautivo, tomando un partido desespera­ do, se lanzó al abismo. Luégo fueron traídos otros que dieron también el horri­ ble salto. Los que rehusaban, fueron precipitados á viva fuerza. El Barón estaba cada vez más satisfecho de su idea, que hallaba por demás original y divertida. Sólo restaba un prisionero : era un gascón. ? ¡Salta! ? le dijo también el señor feudal. ? A l momento ? se apresuró á contestar el meridional. Y tomando carrera, se lanzó á la pavorosa almena. Pero al llegar al borde mismo del precipicio, se detuvo de improviso y volvió á su punto de partida. De nuevo tomó ímpetu pero tampoco saltó esta vez. ? ¿ A qué no saltas? ? dijo el Barón, ya enojado con aquel manejo. ? Saltad vos, monseñor, para enseñarme el camino ? repuso el taimado gascón. Y el señor, á quien cayó en gracia esta respuesta, le hizo merced de la vida. El salto formidable que se negó á dar el gascón de nues­ tro cuento, por obedecer al desenfreno de un déspota, aca­ ba de darlo un hombre á quien nada obligaba, y con el solo fin de divertir á los curiosos. El héroe de esta segunda anécdota?que acaba de tener lugar en la América del Norte ? es un irlandés llamado Thomas Boyd, inmigrado en el Estado de Kentucky. Hácia fines de Abr i l último, Boyd hizo saber, por medio de los periódicos, que desde lo alto del puente del camino de hierro sobre el Green-River se precipitaría en el río que corre por debajo de aquél. ¡ Un salto de 40 metros! EQ el dia fijado, los trenes especiales condujeron milla­ res de curiosos, que querían presenciar la excentricidad del irlandés ; pero entónces se supo que la Compañía del Ca­ mino de hierro, obrando con prudencia, había prohibido á Boyd el acceso del puente. La muchedumbre, á veces, es feroz cuando no se le da lo que se le promete. Las gentes que habían emprendido un viaje para ver saltar á Boyd se incomodaron, y su có­ lera no se calmó hasta que el ir landés, trepando como un mono á la copa de un árbol, cuyo tronco media 17 metros de altura, dió el prometido chapuzón en el rio. Durante este tiempo, personas que ocupaban altas posi­ ciones habían solicitado telegráficamente de la Compañía la autorización rehusada por ésta , y que no se hizo esperar. En su vista, Boyd subió al centro del puente , y después de haber hecho reír al público con algunas bufonadas, se tiró de cabeza al agua. Los espectadores no respiraban : lo acelerado de la caída hacía temer que Boyd hubiese quedado muerto instantá­ neamente. Trascurrieron diez segundos en medio de la mayor an­ siedad. De pronto apareció Boyd nadando como un pez, y ganó la orilla entre entusiastas aclamaciones. La muchedumbre desfiló ante é l , y cada cual depositaba una pieza de plata en el sombrero del animoso irlandés. El hecho nos ha parecido curioso, pero no aconsejarémos á nadie que tiente el ensayo. G. B. F . L O S P E R F U M E S . La perfumería constituye una parte integrante de la toi­ lette femenina. No creo inútil , por consiguiente, decir algo de lo que pienso acerca de ella. Profeso, á propósito de perfumes, una teoría cuya enun­ ciación podrá calificarse más ó ménos favorablemente, pero que tiene su valor : estoy convencida de ello. Pretendo que todo perfume que revela su presencia es absolutamente odioso. Pero ¿qué es un perfume ? se me dirá?sino un aroma preparado con el objeto de difundirse y de procurar una sensación agradable al sentido del olfato? Sin duda es ésta una definición muy aceptable, pero que en ningún modo se opone á mi principio. Analicemos. El olor más exquisito se convierte en inso­ portable sí es tan penetrante, que se comunica á los objetos que toca la persona que se satura de él, é impregna el aire hasta el extremo de desnaturalizar eu composición. Para ser aceptable un perfume ha de ser bastante sut i l , bastante ligero para concentrarse en absoluto sobre la que lo usa : sólo con esta condición admito los perfumes. Tal vez me encuentre en una disposición nerviosa espe­ cial; pero sé decir que abundan las personas de mi misma opinión. Lo que hay, de seguro, es que me sería imposible permanecer diez minutos en una habitación donde , se ha­ llase una mujer exhalando cualquiera de esos perfumes ir­ ritantes que nada respetan y que se adhieren á todo, á los cabellos, á los vestidos; que os persiguen en las calles, que resisten, en fin, á las más prolongadas abluciones. Sí habéis tenido la desgracia de estrechar la mano de una persona perfumada de tal suerte, quemad vuestros guan­ tes; sí con ellos puestos habéis tocado á su pañuelo, qui­ táoslos en seguida. Y á pesar de estas precauciones, habréis de pasar algunas horas de suplicio ántes de poder olvidar el enfadoso perfume. Nótese bien que cuando una persona abusa de los per­ fumes concluye por no apercibirse del efecto que produce : se habitúa á vivir en esa atmósfera enervante; la finura de su olfato se embota, y es literalmente exacto que no puede apreciar ya la intensidad de los olores que lleva sobre sí y comunica inconscientemente á cuantos se aproximan á ella. Posible es que entre mis lectoras haya alguna que al pa­ sar su vista por estas líneas apruebe completamente mi criterio, sin darse tal vez cuenta de que quizá ella misma adolezca un poco del exagerado amor á los perfumes. En efecto; basta el estar acostumbrada al uso de un olor cuya base sea el almizcle, zlpatchouli ó el ámbar, para ve­ nir á parar en no sospechar siquiera el efecto que se pro­ duce sobre quien no lo usa. En poco tiempo ese aroma i m ­ pregna las ropas, invade los poros de la pie l , y hé aquí á una señora que, sin quererlo, se convierte en un sachet ambulante. No me refiero tan sólo al inconveniente?bien grande, sin embargo?de desagradar á las personas que se os apro­ ximan, á poco que tengan los nervios delicados, sino que profeso la absoluta convicción de que una señora distin­ guida debe evitar con sumo cuidado el uso de los olores penetrantes. La presencia de una mujer en un salón no debe mani­ festarse por nada que atraiga la atención hácia su persona. Bien por el contrarío, la dama de buen tono jamas debe hacer nada que la evidencie, so pena de dejar de ser real­ mente distinguida. Y téngase presente que los perfumes violentos tienen el privilegio de llamar la atención en ma­ yor grado que el traje más extravagante. No es que pretenda excluir de la toilette femenina el em­ pleo de olores finos y delicados, que son extremadamente agradables; pero be de insistir en que es preciso saber es­ cogerlos y emplearlos discretamente. Todos los perfumes tienen su atractivo, á excepción de aquellos cuya base es el almizcle; por más que se haga para impedirlo, ese olor penetra, se fija, y se hace tanto más insoportable cuanto más se debilita. Por fortuna ha dejado ya de estar en moda. Para comunicar un grato olor á la ropa blanca, ó para perfumar el pañuelo, considero poco conveniente el método que consiste en verter sobre los objetos algunas gotas de cualquier esencia. Prefiero el empleo de los saquitos {sachets), que distribuidos entre la ropa bastan para quitarle el olor especial que dejan el lavado y el planchado, y comunicarle un perfume agradable y dulce. Hay todavía un refinamiento que aprecio mucho, el cual consiste en poner entre las sábanas y demás ropa blanca llores de lavanda ú hojas de verbena, de rosa ó de violeta, según la estación. Estos aromas de flores frescas, que se secan entre los pliegues de las sábanas, servilletas, etc., las penetran de un olor extremadamente suave y fino, que revela los cuidados inteligentes que una señora amiga del buen órden presta á los más mínimos detalles del interiof de su casa. M . DE S, 296 . Y AIS R E V I S T A DE MODAS. P a r í s , 2 i de Sctumhre. Los augurios en materia de modas se hallan sumamente divididos. En tanto que unos afirman la universalidad de los pardesús largos, otros garantizan el predominio de los abrigos cortos. Como generalmente sucede, la verdad resi­ dirá entre esas dos afirmaciones excesivas y opuestas. Se llevarán los abrigos largos y los cortos, porque la moda no reviste ya en nuestros dias un carácter uniforme y absoluto, y ademas, porque se lleva un pardesús según las circunstancias y la liora del dia. Un abrigo muy largo tiene que dejarse en la antecámara, si se va á hacer una visita de cierta etiqueta. Por otra parte, el abrigo largo cubre y oculta un vestido lujoso, y por consecuencia, es más á propósito para el negligé que para vestir. Muchos abrigos irán adornados de cuellos, carteras y ce­ nefas de felpa, copiada de la piel de nútria. Los más sen­ cillos serán de tela de lana negra, y los más elegantes y lujosos, de seda negra labrada. Para ciertos abrigos, y principalmente para los destina­ dos á los niños de todas edades, se han fabricado este año unas telas especiales : \os parios del Thibet, tejidos de cinco matices muy atenuados, y cuya mezcla produce muy buen efecto. La mencionada tela será excelente para los trajes llama­ dos de fatiga ó de diario, los cuales están destinados á re­ cibir impunemente el agua y el polvo. Para las niñas, lo mismo que para los niños de corta edad, se hará el traje completo, con pardesús iguales al vestido. Se harán asi­ mismo unas chaquetas largas, con objeto de aprovechar las falditas medio usadas. El ancho del paño del Thibet es de un metro 20 centímetros, y su precio en París es de 8 á 9 francos el metro. Como se ve, el gasto no será excesivo. Principian á exhibirse una .variedad íxtraordinaria de terciopelos, destinados á servir de adorno al cachemir de la India liso y del mismo color. Esas telas son brochadas ó cuadriculadas, y algunas de ellas laminadas de oro ó plata. Las telas brochadas tienen 60 centímetros de ancho, y son algo caras. Los tejidos cuadriculados de lana tienen la dis­ posición de los madrás , ó bien semejan los cuadros esco­ ceses. Los tejidos laminados de oro van cubiertos de dibujos chinescos, tejidos de seda con oro ó plata, sumamente r i ­ cos. Así es que el precio de estas telas es muy subido y no están al alcance de todas las fortunas. Servirán para hacer corpiños, guarniciones de vestidos y salidas de baile y de teatro. Para chaqués y para guarniciones de vestidos se emplea­ rá mucho el terciopelo japonés del mismo color del traje. Su ancho es de 50 centímetros, y su precio, en París, de 15 á 16 francos. De todos los adornos en expectativa es, para mi gusto, el más elegante. Para el fondo de los vestidos, ademas del sempiterno cachemir liso, siempre de moda, y que se llevará este año de una multitud de colores nuevos, indicaré la vigoña de la India, que viene á ser una variedad del cachemir más gruesa y no menos flexible. Entre los colores que más me han llamado la atención hay un color de naranja subido, que llaman fuego, y un tinte rojizo, que llaman fa isán . Se hacen de estos colores elegantísimas batas. Los paños del Thibet, de una sola tinta, ó glaseados de dos colores, componen un vestido elegante de mucho abri­ go y de larga duración. Las lanillas para soirées son numerosísimas ; la muselina de lana de la India, el tul indio, el velo de religiosa, y otras cien , cuya enumeración sería interminable. Todas esas te­ las, así como las lanas blancas labradas y los cachemires cresponados blancos, tienen 1 metro 20 centímetros. Merecen mención especial las preciosas telas negras la­ bradas, que se combinarán con el cnchemir negro liso, ó bien con seda negra : su ancho es de 60 centímetros, y su precio, en París, de 7 francos el metro. Las mismas telas blancas labradas se combinan con faya blanca, y sirven principalmente para vestidos de desposadas. Finalmente, la felpa húngara , de que he hecho mención más arriba, imita absolutamente la piel de nútr ia , y se la emplea, como si fuera piel, para cuellos, guarniciones y manguitos. Se la llevará mucho este invierno, por ser algo más barata que la piel fina, y tanto ó más vistosa. V. DE CASTELFIDO. T Ú Y Y O . Siempre te encuentro, querida. Bella como la alborada; Siempre, feliz y orgullosa, Destrozando tiernas almas ; Tus negros ojos la noche De tu espíritu retratan , Y tus fingidos sonrojos Y tus traidoras palabras El corazón me atraviesan Como flecha envenenada. Y es que mientras tú no tienes Más que locas carcajadas Y es tumba helada tu pecho, Yo tengo lágrimas. Eescrvados todos los derechos de propiedad art íst ica y literaria. Cuando los párpados cierro En la alta noche callada, Se graba tu hermosa imágen En el fondo de mi alma, Como se refleja el cielo En el cristal de las aguas. Entonces, ingrata mia, El pecho se me desgarra Pensando en tus juramentos De amor y promesas fahas. Y es que mientras nos ocultas Bajo esas formas de nácar Un corazón de serpiente. Yo tengo lágrimas. Cuando en la calada reja Luminosa te destacas Kutre los niveos jazmines Y las azucenas pálidas. Como virgen del Ticiano Con rico marco de plata, Y con nuevo amante cruzas Dulce y sublime balada. Espumoso mar de sangre Dentro de mi pecho brama. Y es que miéntras tú sonríes, Y son tus besos de llamas, Y tus caricias ahogan , Yo tengo lágrimas. MANUEL, REINA, ?II aa < g itBU'n R I M A S . ¡ Vén, y oirás crujir en el espacio La carcajada impía Del pavoroso trueno, que se burla De mi propia desdicha! ¡ Vén , y verás rasgar el firmamento La llama del relámpago , Cuya siniestra luz fugaz revela Lo que duró mi encanto! ¡ Vén, y verás también cómo en las nubes El rayo se desata, Miéntras el huracán soberbio grita, Y la mar se agiganta ! Pero ¿qué es eso? ¿tiemblas? ¡Miserable! ¡Te estremeces de miedo ! Pues guarda tu valor; porque áun te espera.. La tempestad horrible de mis celos! RICARDO CANO. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.648. Traje de visita, de surah fondo oro antiguo, con lunares color de nút r ia , y surah liso de este último color. La falda, que es semi-larga, se compone de un volante estrecho ple­ gado, hecho de surah color de nútr ia , y de un bullón grue­ so, que cae sobre el primer volante. Por encima de este adorno todo el delantal va ajaretado, y por encima del bu­ llón va una banda plegada, hecha de surah de lunares. Una banda de lo mismo, pero más ancha y guarnecida con un fleco, va puesta á 20 centímetros de distancia de la ante­ rior. El paño de detras, que es de surah de lunares, va á plegarse á cada lado bajo el borde superior de la segunda banda. Corpiño-chaqué de swra^ de lunares, abierto sobre dos chalecos de surah liso, el primero ajaretado y termina­ do en punta, y el segundo abierto sobre el anterior con an­ chas solapas. Mangas largas, de surah de lunares, guarne­ cidas de volantitos tableados hechos de surah liso. Traje de pasfi-o, de cachemir liso color lavanda y tela brochada del mismo color. La falda, redonda, de cachemir, va guarnecida de dos volantes dentados. El delantal lleva cinco volantes iguales á los anteriores. Por encima del se­ gundo volante, contando desde el borde inferior, va una banda de tela brochada, y otra banda de lo mismo, pero más ancha, va á fijarse por encima del cuarto volante del delantal. El corpifio, que es de tela brochada, va abierto sobre un chaleco largo y ajaretado, hecho de cachemir. E l corpino va sujeto con dos barretas abrochadas. Las mangas son también de tela brochada, con adornos de cachemir. A R T Í C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . Es cosa sorprendente, cuando se echa una ojeada retros­ pectiva, ver las trasformaciones que la moda experimenta en el espacio de algunos meses. A los corpiños largos, pla­ nos y ceñidos en todos sus contornos, que el año pasado se llevaban, han sucedido las graciosas aldetas, de airosos mo­ vimientos , de faldones resueltamente levantados, á los cua­ les sirve de sosten y presta su debida forma la tournur armada de ballenas. Es preciso insistir mucho sobre la elección de esta iour nure. ¡ Cuántas hay que son pesadas, exageradas, despro' vistas de gracia y comunican esos mismos defectos á la persona que las usa! Un medio acertado de evitar este in conveniente es encargar las tournures á la casa, P. DE PL^ MENT (33, rué Vivienne, P a r í s ) . Encuéntrase en ella de estos accesorios para todo género de toilettes, y puede decirse que para todos los tipos de mu- jeres. A fin de no equivocarse en la designación de un mo­ delo, debe pedirse á la casa DE PLUMENT SU Boletin-guia que lo envía franco de porte á su clientela. El O L E O GOME de E . C O U D R A Y , perfumista en París , 13, rué d'Enghien, conserva por un tiempo indefi. nido el cabello, y le da un brillo y una flexibilidad incom­ parables. No es extraño, pues, que su inventor haya obte. nido en la última Exposición Üniversal de París las más altas recompensas por todos los productos de su casa, (Vea- se el anuncio en la cubierta,) « a a a s ^ Q - ^ B n . El activo é inteligente editor de música, Sr. Zozaya, aca­ ba de enriquecer su ya numerosa galería de obras moder­ nas, con la adquisición de la zarzuela del maestro Ghapí titulada Música clásica, que con tan singular éxito se es­ trenó hace pocas noches en el teatro de la Comedia de esta corte. En el establecimiento del Sr. Zozaya (Carrera de San Jerónimo, 34, Madrid ) hallarán las señoras que cultivan la música el más completo surtido de obras musicales de los mejores maestros españoles y extranjeros, así como de las que sirven de texto en el Conservatorio Nacional; pia- nos de Erard, Pleyel, etc., etc. A D V E R T E N C I A . Las Sras. Suscritoras á la primera edición de lujo recibirán con el presente número la preciosa polka para piano, T i c k e t , escrita por el maestro D. Eugenio Satias, y que nos lisonjeamos será del agrado de nuestras favorecedoras. S O L U C I O N A L S A L T O - G A L O P E D E C A B A L L O D E L NÚM. 3 4 . Cuando l a l una m i r a n , Celia m i a , tus ojos b r i l l a d o r e s . Que los astros a d m i r a n Porque t ienen m á s luz y m á s amores; Y o lé jos de ese suelo S u e ñ o que ha vue l to el d i a , Pues cubre las estrel las azu l c ie lo , Y la l una es u n sol de m e d i o d í a . La han presentado las Sras, y Srtas, D.a Luisa Rico del Valle, ? D.a María Nuñez. ? D.a Asunción González Santa- lia.?D,a Teresa Ansaldo. ?D,a Cármen Collada.?D.a En­ carnación Saiz.? D." Dolores Huerta.?? D.a Milagros Moli­ nero.?D.a Amalia Euiz,?D,"' Petra Pérez,?Una Sascritora. ?D.a Amparo Castro, ? D,H Francisca y D,a Trinidad San­ tos.?D,a Julia Buitrago.?D.1* Josefa Órtiz.?D.a Celestina y D.a Sofía de Lastra.?D.a Asunción Qnesada,? D.a Bita Soriano.?D." Angela y D.a Micaela Trillo.?D.a Candelaria Keinosa,?D.a Mercedes Fernandez.? D.a Concepción Er- raiz.?D.a Casilda Moreno.?D.a Trinidad Ayuso.?D.a Eli­ sa Sensi.?D.a Julia Martínez.?D.a Teodora Melcíades.? D.a Justa y D,a Sabina Teruel.'?D." Cipriana Carrasco.? D.a Purificación del Olmo.? l).a Isabel Montero. J I^DRIP- ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y C.a, suceBores de Bivadeneyra, IMPRESOHES DE CÁMAÜA DE S. M. h. Í J . ^ i % v'*<«asf ?iS.^ -'? «^???V- ?? ; 5 "?««-¡??Sil ^ á ^ w r r r r r r PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS OCE CONTIENE LUS ULTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRABAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES. NOVELAS. CRÓNICAS. BELLAS ARTES. MUSICA, ETC., ETC S E I? TU 33 L I CA. E IST L O S BELL S ARTES. 30 D E G A . ~ D A . M E S . AÑO X X X I X . M a d r i d , 6 de Octubre de 1880. N U M . 37. SUMAPIO. ? 1- Traje de casa.?1. Traje de Tisita.?3. Vestido para niñas de 1 á 2 años.?4. Capelina de cacbemir y raso. ?5. Capelina de raso pes­ punteado.?6. Hoja de bordado Bcnaoimiento.?7 y 31. Manteleta de paño labrado.?P. Paletó de paño bearnés Espalda.?9 y 10. Paletó para niñas de 9 á 11 años.?11. Cenefa para toallas, manteles, etc.?12. Chaqueta para señoras (crochet).?13 Traje para señoritas. ?14. Vestido de cache­ mir de la India.?.15. Vestido de ca- hetuir y faya.? 16. Vestido de raso y lanilla.?17 á 30. Trajes y abrigos de invierno.?32. Traje de raso y bro­ cado color de nutria. Explicación de los grabados.? El Teatro, por D. M . de S.?Crónica madri­ leña, por el Marqués de Valle-Alegie. ? La Vida real (art. v m ) , por doña Mariadel Pilar S innés . -Poes í a s : En el álbum de la Srta.D.a Virginia Du- rán, por D. E. Bustillo; El beso en sueños, por D. Néstor R. Alpuche ? Correspondencia p a r i ­ siense, por X . X . ? Ex­ plicación del figurín i l u ­ minado. ? Articules de París recomeñdadoa, ? Soluciones.?Geroglitico. : j coge formando como una solapa. La falda va toda cubierta de tableaditos sobrepuestos. Ves t ido para n i ñ a s de 1 á 2 a n o s . ? N ú m . 3. Para la explicación y patrones, véase el núm. V I I I , figu­ ras 44 á 50 de la Hoja-Suplemento. Capelina de cachemir y r a s o . ? N ú m . 4. Para la explicación y patrones, véase el núm. V I I , figu­ ras 42 y 43 de la Hoja-Suplemento. Traje de casa. N ú m . 1. Este traje es de ca­ chemir de la India gris perla y terciope­ lo marrón. El corpiño va fruncido en várias hileras alrededor del cuello, y forma como una camiseta, que va á perderse bajo un corselillo de terciope­ lo, enlazado por de­ tras. Las mangas, que son de cachemir, van unidas igualmente en los hombros con vá­ rias hileras de frun­ cidos. Una cinta de terciopelo marrón, abrochadacon unahe- billa de acero, abraza el cuello y los puños. La túnica ó sobre­ falda va plegada á lo largo, y f o r m a dos puntas bordadas y guarnecidas de un ñe­ co. Esta sobrefalda es (le cachemir, y va re­ cogida por detras con un lazo de terciopelo. Falda de terciopelo formando cola, no muy prolongada. To­ do el delantero va ta­ bleado. Traje de vis i ta . Núm. 2. Vestido de faya co­ lor aceituna y tercio­ pelo del mismo color. Polonesa cortacon es­ clavina guarnecida de un rizado de encajes en el cuello y en los Pnfios. El delantero consiste en un peto largo formado de tres t'i'as de bullones se­ parados por dos tiras de tableaditos muy juntos. Los costados van recogidos por de­ tras y caen formando Pliegues. La túnica ó sobrefalda va abierta Por delante y se re- i .?Traje de casa. 2?.Traje de visita. Capelina de raso p e s p u n t e a d o . ? N ú m . 5. Para la explicación y patrones, véase el número I X , figu­ ras 51 á 53 de la Hoja-Suplemento. Ho ja de bordado R e n a c i m i e n t o . ? N ú m . 6. Estaboja, que servirá como adorno de cabeza, ó bien para fijar las corbatas, á guisa de broche, va bordada so­ bre un fondo de percal listado, al pasado entrelazado, con seda floja y felpilla fina. Se traspasa el dibujo de la hoja sobre la tela ; se cose en el c o n t o r n o un alambre igual al que se emplea para las flores, y se rodea la hoja con un punto de festón, hecho con se­ da granate. Se pone la tela en el telar y se ejecuta la hoja al mis­ mo t i e m p o que el contorno y la parte del medio, con seda aceituna oscura. Las venas van hechas con felpilla color aceitu­ na claro, y el resto del bordado con seda floja blanca, todo ello al punto entrelazado. Los lunares de la hoja van hechos con seda blanca. Cuando el bordado se halla con­ cluido, se fija, por el revés de la hoja, un alfiler-broche. Man te le t a de p a ñ o l ab rado . N ú m s . 7 y 3 1 . Para la explicación y patrones, véase el núm. I I I , figs.l4ál7 de la H o j a - S u p le­ mento. P a l e t ó de p a ñ o bea rnés» N ú m s . 8 y 26. Para la explicación y patrones, véase el núm. I I , figs. 7 á 13 de la H o j a -Sup le ­ mento. P a l e t ó para n i ñ a s de 9 á 11 a ñ o s . N ú m s . 9 y 10. Para la explicación y patrones , véase el núm. I V , figs. 18 á 2 6 de la H o j a -Sup le ­ mento. Cenefa pa ra toa­ l las , manteles, etc. N ú m . 11 . Se ejecuta esta ce­ nefa al punto de cruz, sobre dos hilos de al­ tura y dos hilos á lo ancho de la tela, con algodón azul y algo- don encarnado. Chaque ta para s e ñ o r a s (crochet) . N ú m . 12. Para la explicación 298 jLfA ^ W O D A j ^ L E G A N T E , j P ^ H í Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L Í A S , y patrones, véase el núm. V I , figs. 3G á 41 de la Hoja-Suple­ mento. Tra je pa ra s eño r i t a s .?Núm. 13. Para la explicación y patrones, véase el núm. V , figs. 27 á 35 de la Hoja-Suplemento. Vest ido de cac l iemir de la I n d i a . ? N ú m . 14. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Vest ido de cachemir y f aya .?Núm. 15. Para la explicación y patrones, véase el núm. X V , figs. 82 á 87 de la Hoja-Suplemento. Vestido de raso y l a n i l l a . ? N ú m . 16. Para la explicación y patrones, véase el núm. X I , figs. 56 á 59 de la Hoja-Suplemento. Trajes y abrigos de i n v i e r n o . ? N ú m s . 17 á 30. Para las explicaciones de estos vestidos y confecciones, véase 4.?Capelina de cachemir y raso. (Explic. ypat., núm. V I I , figs. 42 y 43 de la Hoja-Suplemento. momento la atención. Para éstos el placer es siempre vivo siempre nuevo : es el grupo de los espectadores sin malicia' que se desternillan de risa con los gestos y los chistes del actor en boga, ó lloran á lágrima viva con los gritos de dolor y l0s impulsos de desesperación de una actriz inteligente. Van al teatro sin prevención , sin idea preconcebida, para distraerse v experimentar sensaciones efímeras; quieren regocijarse, indi¿ narse, enternecerse, exaltarse, temblar, reir ; y si su esperan­ za no queda defraudada, saben manifestar ruidosamente su satisfacción, á pesar de todas las cábalas de la crítica. Y no hay que dudarlo: el éxito de una producción dramática depen­ de en gran parte de esta categoría de espectadores, porque nada se impone como las sensaciones. También hay, aunque son en pequeño número, los aprecia­ dores delicados, cuyo sentido artístico está bastante desarrolla­ do para experimentar un goce íntimo en oir declamar, bien y con correcta entonación, frases bien escritas que en un lengua­ je elegante expresen sentimientos verdaderos. Hagamos men- 3.?Vestido para niñas de 1 á 2 años. {Explic. y pat . , núm, V I H , figs, 44 d 50 de la Hoja- Suplemento. ) edad, el gusto, las tendencias de espíritu de cada cual. Para los unos ? quizá para la generali­ dad ? es un mero pasatiempo , algo como el desarrollo de una historia más ó ménos conmovedora, novelesca ó cómica, cuyas diversas peripecias, á que prestan carácter de realidad los movimientos y el diálogo de los personajes, interesan y cautivan un ^ ^ ^ ^ m 6.?Hoja de bordado Renacimiento. S ?Capelina de raso pespunteado. {Expl i c . y pat., núm. I X , figs. 51 á 53 de. la Hoja-Suplemento. la H o j a- Suple­ mento. T r a j e de brocado y raso color de n ú t r i a . N ú m . 32. Véase la expli­ cación en el recio de la Hoja-Suple­ mento. £ L T E A T R O . El teatro es la más agradable de las distracciones. En efecto, el pla­ cer que procura la representación de una obra intere­ sante es comple- j o, y t o m a las formas más va- segun la "S ?Manteleta de paño labrado. Delantero. {V¿ase f l dibvjo 31.? Explic. y pal . , núm. 111, figs. 14 ÍÉ 17 de Hoja-Suplemento ) 8.? Paleto para niñas de 9 á 11 años. Espalda. ( Explic. ypat., núm I V , figs. 18 rf. £6 de la Hoja-Suplemento.) 4 0 , ? P a l e t ó para niñas de 9 á 11 años . Delantero. {Explic. ypa t . . núm. I V , figs, 18 á '26 de la Hoja-Suplemento ) ? i 8 .?Pa le tó de paño bearnúa. Espalda. [Véase el dibujo 2G.?Err>Hc y pat.. núm. I I , figs. T á \Z de la Hoja Suplemento.) cion también de la gente del ofi­ cio, ó sea de los autores dramáti­ cos, que van al teatro para sor­ prender el secreto del éxito, escu­ chando con una atención llena de severidad la obra de un maestro. Por último, hay el numeroso gru­ po de los que van á ver la comedia ó el drama á la m o d a , mucho más porque es de buen tono el co- nocer todas las p r o d u c c i o n e s nuevas, y no fal­ tar á los sitios donde se da cita la sociedad ele­ gan te , que por gustar un placer * 1.?Cenefa para toallas , manteles, etc. 209 ? ?S,?Vestido de raso liso y raso de cuadros. Espalda, sin manteleta. (Véanse los dibujos 18 y 23.?(Explic. y pat. , núm. X I V , fiijs. 72 á 81 de la Hoja-Suplemento.) 1 8.?Chaqueta para señoras (crochet'. {Explicación y patrones, núm. V I , figs. 36 á 41 de la Hoja-Suplemento ) *8.?Vestido de raso liso y raso de cuadros. Delantero, sin manteleta. ( Véanse los dibujos 17 y 23.?Explic. y pat. , núm. X I V , figs. 72 á 81 de la Hoja-Suplemento.) m m m . 43.?Traje para señori tas. {Explic. y pat . , núm. V, figs, 27 a 35 de la Hoja-Suplemento.) 1 A . ? Vestido de cachemir de la India. {Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) ?I 5.?Vestido de cachemir y faya. {Explic. y pat., núm. X V, figs. 82 d 87 de la Hoja-Suplemento.) 16.?Vestido de raso y lanilla {Explic. y pat., núm. X I , figs. 56 á 59 de la Hoja Suplemento.) 1 7 Á 3 0 . ? T R A J E S Y C O L E C C I O N E S D E I N V I E R N O . S J B f i i í ífWiPifflPi» n m k u m m i m ?9.?Paleto para niños de 6 á 8 años. {Explic. y pat., núm. X V I , f i g s . 88 á 96 de la Hoja-Suplemento.) jZO.?Vestido para niñas de 3 á 6 años. {Explic. en él recto de la Hoja- Suplemento, ) l J .? Paleto para niñas de 6 á 8 años. {Ex¡¡lic. fñ el recto d" la Hoja- Suplemento. ) 2 2. ? Ab.-'go de raso maravilloso 33.?Vostilo de raso liso y raso de de corloncillo. cuadro< Espal la, con manteleta. (Explic. y v t . , nñm. y j í , ñ g ; 60 á {VUrne In.i dibujos 17 v 18.) 65 de l i Uoja-Su^'emento.) (ExpUc. y pat.. núm. XÍV,J i ' / . i . 72 á 31 de la Hoja-Suplemento., a ».?Abrigo de paño i n g j ^ ' - l ^ - ^ b n g o de raso de la I tVnn TScnlir v M t , , núm. X l I L W - ^ t ^ m * . v pat.. núm. I , ñi*. I rft á 71 de la Hoja-SuplemeaíoJ de la Hoia-S., tem«n.«n ^ de la oja-Su.lemento.) 2 « . ? P a l e t ó do paño baarnós. Dplantoro.?{Véase el dibujo 8 ) [Explic. y pnt., núm. I I , ñgs. 7 á 13 de la Hoja Suplemento.) í ? . ? V e s t i d o para niñas de i á 6 años. [Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) 2S.?Traje de cachemir. Euplic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) 2 51 ?Abrigo de paño rizado. (Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento. ; 30.?Visita con capucha. ( Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento ) 302 A L E G A R T E ^ j p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S ^ A M I L I A S . puramente intelectual. Las mujeres forman las dos terceras partes de esta categoría de público, y para muchas de ellas no es una satisfacción despreciable la de dar por objetivo á los cristales de los gemelos un lindo rostro terminado por la artística obra de alguna afamada modista. Hacíame yo estas reflexiones asistiendo cierta noche al estreno de la obra de un autor de talento. La sala estaba llena de una concurrencia elegante y distinguida : en los palcos y en las butacas abundaban las mujeres jóvenes y bonitas, cubiertas de deliciosos trajes y lindísimos tocados. Casi todos aquellos delicados rostros aparecían sonrien­ tes, y retrataban la expresión de un contento íntimo, resu­ miendo toda suerte de esas pequeñas felicidades poco defi­ nidas. Aquellos ojos brillantes, aquellas actitudes graciosa­ mente abandonadas parecían decir al espectador : «¡ Qué cosa tan encantadora es el teatro! ¿No es verdaderamente delicioso pasar así la noche bajo las luces do esas arañas, en medio de esta reunión tan escogida, cuando se tiene un traje que sienta tan bien, un peinado tan perfecto, y en este dulce bienestar se escucha ? un poco distraídamente, pero lo bastante para apreciarla en sus principales rasgos? una obra tan interesante ? Es cierto : el teatro en general, esto es, cuando la pro­ ducción que se pone en escena no es inmoral ni de un rea­ lismo repugnante, es una distracción honesta, que, sin peligro de remordimiento, puede permitirse toda mujer razonable. Si digo razonable, es porque hago ciertas restricciones, sobre todo en lo que á las jóvenes concierne. En efecto, tal ó cual drama, cualesquiera que sean la elevación de los sentimientos que en él se retratan y la moral de los cuadros que represente, puede contener también ciertos detalles, ciertas situaciones demasiado novelescas, que no conven­ dría ofrecer á la imaginación impresionable de una jóven. Por últ imo, censuro enérgicamente y sin reserva alguna á las madres que conducen al teatro niños pequeños, quie­ nes á la hora en que escuchan, respirando una atmósfera malsana, cosas que no pueden comprender, deberían estar entregados á un sueño reparador. Nada me es tan desagra­ dable , tan penoso, como ver en el antepecho de un palco á uno de esos pequeños seres luchando con el sueño porque le han dicho que no volvería al teatro si se quedaba dor­ mido. Es también absolutamente necesario elegir con cuidado las piezas teatrales que pueden ser oídas por las jovencitas, y soy de opinión que ántes de los diez y ocho años no se les debería permitir más que los teatros de música, los cua­ les pueden ser considerados como escuelas de buen gusto y perfeccionamiento de su educación musical. M . DE S, C R Ó N I C A M A D R I L E Ñ A . S U M A R I O . La vida del campo y la de la ciudad. ?Cambio de decoración.?Los re­ cien llegados. ?Vulgaridades. ? Casamientos en el extranjero y en Ma­ drid.? En cuarentena.? Afpecto de la corte.? Apertura de los teatros.? E l ESPAÑOL y su compañía. ? A medias con Zaragoza. ?Sancho Ortiz de las Roelas y La Jura en Santa Gadea ?La COMEDIA y sus reformas.?Mú­ sica clásica.?En APOLO, la resurrección de la zarzuela.?El nuevo teatro de LARA. ? Les Folies Arder ivs. ? En una escuela. A medida que desaparece y se extingue la vida del cam­ po , renace vigorosa la de las grandes poblaciones. Octubre ha llegado , y todos se apresuran á volver al ho­ gar que abandonaron alegres y contentos en Junio. Octubre ha llegado, y comienzan á quedar desiertos los sitios donde durante los meses últimos había numerosa concurrencia y grande animación. Santa Agueda, Escoriaza, Alzóla, Ontaneda, han cerra­ do las puertas de sus establecimientos; Deva, San Sebas­ tian , Zarauz, San Juan de Luz, Biarritz, han perdido la mayoría de sus ai'istocráticos huéspedes. Unos han ido á París á preparar las galas para las fiestas del invierno; otros se encuentran ya en sus palacios ó en sus hoteles. Cada día publican L a Correspondencia y E l Imparcial largas listas de las familias recien llegadas ; cada día las ve­ mos aparecer en el Eetiro ó en los teatros. Se ha convenido de larga fecha en que cuantos pasan al­ gún tiempo ausentes de Madrid han de regresar mejor que se fueron ; y así, á todas horas oímos los insulsos y vulgares cumplimientos de : ? i Cómo ha engordado usted! ? ¡ Está V. otro! ? i Viene V. rejuvenecido ! La verdad es que los que se marcharon jóvenes, jóvenes tornan ; y los que eran viejos, vuelven, naturalmente, más viejos todavía. Anadie le aprovecha, por más que se diga, la obligada expedición veraniega; porque la moda exige que en la córte, como fuera de ella, no se goce de quietud ni de sosiego ; y en San Sebastian y en Biarritz, en Deva y en San Juan de Luz se hace, con diferencia muy corta, la propia vida, bulliciosa y agitada, que en la villa coronada. Los viajeros procedentes de Francia hablan todos de la misma cosa:?de la epidemia matrimonial que entre nues­ tros compatriotas se ha desarrollado en el extranjero. El Duque de Frías se casa con una de las señoritas de Pignatelli, de la ilustre familia de los Condes de Fuentes; la hija mayor de los Duques de la Torre se enlaza al jóven Conde de Santovenia, de quien debió ser esposa dos años há ; cierta hermosa viuda residente en París da la mano á un marqués brigadier; el heredero de un opulento título cubano va á ser esposo de la hija de un egregio diplomá­ tico Aquí me detengo, porque la relación sería interminable y no me consta su completa autenticidad. Por esta época del año siempre acontece algo semejante: la villeggiatura produce constantemente algunos matrimo­ nios ; el número se exagera, se trasmite de unos á otros, y cual la bola de nieve, crece y se aumenta al correr. En Madrid es donde están á punto de realizarse varios consorcios, ajustados ántes del verano ó convenidos du­ rante él. El 12 del corriente se efectuará el de la Srta. D.a Josefa Heredia y Saavedra, hija de los Marqueses de Heredia, con el jóven jurisconsulto D, José de Liñan y Eguizabal. El 22, el de la Srta. D.a Eulalia Barrio con el Sr. D. Fran­ cisco de ühagon , abogado y escritor. Hácia los mismos días, el de una hija de los Condes de Grá con un sobrino del opulento Marqués de Campo, el se­ ñor Maicas. En fin, los esponsales de D. José Narvaez y del Aguila, primogénito de los Duques de Valencia, con la hija de los Marqueses de Santa Marta, se celebrarán en la proximidad de Noviembre. Otra porción de bodas se anuncian y predicen ; pero no deben ser del dominio público hasta tanto que lo que es hoy simple rumor se convierta en noticia oficial. Entre ellas figura la de una dama de edad provecta y con numerosa prole, que, al decir de las gentes, se propone unirse, por medio de eternos vínculos á cierto cadete de artillería. Hé ahí lo que puede llamarse con exactitud una verdade­ ra cadetada. Madrid, tan triste, tan decaído durante Julio, Agosto y Setiembre, recobra su fisonomía habitual. Las calles, casi desiertas en las tardes calorosas del estío, presentan ya á cualquier hora su ordinario movimiento : acuden los coches á centenares al Eetiro, y en los teatros hay por la noche considerable concurrencia. Todos se hallan abiertos ménos el Real, que mañana co­ menzará acaso su campaña. Para luchar con enemigo tan temible, cada cual ha hecho grandes preparativos. La Compañía del Español, que el año anterior poseía ya los tres primeros artistas de la época?la Mendoza Tenorio, Calvo y Vico?se ha reforzado con otros de merecida fa­ ma : la Contreras, Morales y Mariano Fernandez han ve­ nido á reforzarla, sin perder ninguno de los estimables ac­ tores que tan útiles servicios le prestaron la temporada úl­ tima, la González Calderón, Eicardo Calvo, Donato J imé­ nez, etc., etc. Una actriz, retirada há tiempo de la escena, ha ingresa­ do igualmente en sus filas : Pepita Noriega, que gozó de tanta celebridad en sus juventudes por su belleza, travesu­ ra y talento. Antes era inimitable souhrette ó graciosa : sea lo que fuere ahora, no pasará ciertamente desapercibida. El coliseo de la plaza de Santa Ana no ha dado todavía ninguna novedad : la función inaugural se compuso de Sancho Ortiz de las Roelas, refundido de mano maestra por el difunto Hartzenbusch, y de L a Camjjanilla de los apuros, la pieza favorita de Mariano Fernandez. El desempeño de la obra inmortal de Lope de Vega fué más esmerado que feliz ; la Contreras no tiene bastantes fa­ cultades para el papel de Estrella, y Morales no dijo con suficiente calor el de D. Sancho el Bravo. E l único que sa­ tisfizo completamente á los espectadores fué Vico, quien en várias escenas arrancó innumerables y repetidos aplau­ sos, mereciendo el honor, no por prodigado ménos lisonje­ ro, de ser llamado á las tablas por el público de véras, cuya autoridad usurpa á menudo la claque. Después la Empresa ha querido honrar la memoria del preclaro autor á quien he citado arriba, y que recientemen­ te ha descendido al sepulcro ; y ha hecho representar uno de sus dramas de más efecto. L a Jura en Santa Gadea, que ha proporcionado otro triunfo á Vico, el cual en el pa­ pel del Cid Campeador ha ostentado todas sus cualidades, escondiendo cuidadosamente todos sus defectos. Vigor, energía, sentimiento, hé ahilo que le ha valido se­ ñales de aprobación y gritos de entusiasmo; y nunca ha dado en la exageración ni en el amaneramiento, lunares que suelen deslucir sus relevantes dotes. Morales estuvo más animado que en Sancho Ortiz; pero ni la Chaman podía interpretar dignamente el papel de la reina Alberta, n i un nuevo actor, llamado Eoda, se halla­ ba á la altura del de Gonzalo. ? ¿Cómo ? me preguntarán los lectores ? poseyendo una Compañía escogida y numerosa, fia el Sr. Ducazcal á actores de poca importancia el cuidado de interpretar per­ sonajes que tienen mucha en ciertas composiciones? La respuesta es muy sencilla : el activo empresario del coliseo Español lo es también del Principal de Zaragoza, y divide entre los dos sus huestes. Hoy trabajan á orillas del Ebro la Mendoza, los herma­ nos Eafael y Eicardo Calvo, la González Calderón, etc.; mañana los reemplazarán allá los que hoy tenemos aquí, y sucesivamente se repetirán estas idas y venidas de los pri­ meros artistas. Semejante contradanza no me parece conveniente para los intereses del público ni para los del Sr. Ducazcal, quien concluirá por dividir en dos partes su Compañía, y por re­ nunciar á tales alternativas y cambios, que á la larga po­ drían serle perjudiciales y peligrosos. Mario , abandonado de algunos actores que hicieron con él gloriosas y repetidas campañas, ha conseguido reempla­ zarlos de un modo conveniente y hábil. La Valverde y Julián Eomea, ajustados en el flamante coliseo de Lara, han tenido digna sustitución con la Pe- ncquio y Eeig, la primera muy conocida en nuestros tea­ tros ; el segundo, ausente, pero no olvidado de ellos. Otro galán jóven, el Sr. Viñas, ha sido reemplazado por Zamora, como Zamacois lo fué, sin desventaja, por Eosell- completándose de este modo el excelente cuadro, cuyas fi­ guras de mayor relieve continúan siendo la Alvarez Tubau, Lola Fernandez y Mario. Tampoco en la calle del Príncipe hemos visto otra nove­ dad que Música clásica, un precioso juguete cómico-lírico, cuya paternidad corresponde al festivo poeta Estremeray al jóven maestro Chapí. Porque me había olvidado decir que Mario ha formado asimismo una pequeña compañía de zarzuela, compuesta de la Sra. García (D.a Antonia), Eosell y Videgain. La que el Sr. Soto ha formado para Apolo merece la cali­ ficación de excelente. En ella figuran la Cortés de Pedral, que marchó de la córte cuando era seductora esperanza, y vuelve siendo bri­ llante realidad; la Soler Di-Franco, una de las más simpá­ ticas é inteligentes cantantes; la González y la Nadal; la Baeza, inimitable característica; Dalmau, el valiente vete­ rano, que es ademas director de escena; Berges, otro tenor que se ha dado á conocer del modo más ventajoso en E l Dominó azul; Yerrer, el distinguido barítono; Banquells, bajo de méri to; y en fin. Tormo, el sucesor de Calta- ñazor. La nueva Empresa ha conseguido desde el principio dos grandes triunfos : el primero, con la bella composición de Camprodon y Arrieta, y el segundo, atrayendo gente á la sala de la calle de Alcalá, que generalmente era la imágen del desierto. Desde la época de su estreno no había obtenido E l Do­ minó azul una ejecución tan perfecta, tan igual. La Cortés recuerda á la Santa María, que creó el papel de Marquesa, y es el mejor elogio que se puede hacer de ella ; la Soler no desmerece comparada con Angela Moreno, creadora del de Leonor; Berges se ha colocado desde luégo en primera línea, y Ferrer, sin hacer olvidar á Salas, es digno de elogio y de consideración. Diciendo que el maestro Vázquez dirige la orquesta, y que ésta procede en su mayoría de la Sociedad de Concier­ tos, habrémos dado una idea de lo que promete en el porve­ nir el desgraciado teatro de Apolo, que parece ya libre de lo que los italianos \la.mm jettatura y nosotros mal de ojo. E l teatrito titulado de Lara ?por el nombre de su dueño ?no realizó enteramente las buenas noticias que acerca de su belleza y comodidad habían adelantado los periódicos. Sus entradas y salidas son molestas ; la altura de los pal­ cos bajos es excesiva, y otros defectos de ménos considera­ ción perjudican el efecto general. Esté coliseo será sin duda de grande utilidad para los ve­ cinos de aquel apartado barrio, pero no robará ni un solo espectador á los del centro. En la Compañía sólo exigen especial mención la Abril y la Valverde, Julián Eomea y Eiquelme; los restantes acto- j res han sido reclutados en las provincias ó en los pequeños i teatross madrileños. En fin, el repertorio que hasta el dia se nos ha presenta­ do, es el antiguo de la Comedia y el que nos ofreció la | Alhambra durante la primavera y el principio del verano, ¡ cuando se fué allí parte de la Compañía del Sr. Mario. En cuanto á Les Folies Arderius más vale no decir nada de sus primeras funciones, y aguardar á ver si en las sucesivas es más dichoso su atrevido su infatigable empre­ sario. La intentada aclimatación entre nosotros de los espec­ táculos de Les Folies Bergére, de París, presenta grandes escollos y dificultades sí no cuenta con otros recursos y otros elementos que los que hasta ahora ha exhibido. La otra noche, en una escuela de Madrid, el maestro in­ culcaba á sus discípulos la antigua máxima de que ántes de decir una frase es menester hacer dar á la lengua siete vueltas en la boca. A l cabo de un rato, uno de los oyentes deja oír su voz : ?-Señor maestro ? articula gravemente ?hace diez mi­ nutos que está ardiendo su peluca de usted. EL MARQUÉS DE VALLE-ALEGRE. 3 de Octubre de 1880. L A V I D A R E A L . A P U N T E S P A R A U N L I B R O . V I I I . C e c i l i a á V a l e n t i n a . P a ? ü , Marzo de 1870. Tu dulce carta, mi amada Valentina, ha reanimado mi espíritu abatido : aunque de léjos, tu amistad me sostiene, pues para el alma no hay distancias. Siguiendo tu consejo , trabajo en hacerme cada dia me­ jor; es decir, que procuro ser paciente y tener esa fortale­ za de espíritu que hace mirar con serenidad todas las pe­ queñas contrariedades de la vida; sin embargo, yo las ten­ go muy grandes, y el estado de salud de mi pobre madre es. para mí una muy amarga preocupación. Mi madre, Valentina, es víctima de ese fatal apocamien­ to de carácter, de esa inclinación al fatalismo, que yo he­ redé de ella, pero que, apercibida de los estragos que cau­ sa , quiero vencer á toda costa : ya te he dicho que entre JaA J A O V A j^LEGAKTE^ J P E Í ^ I Ó D I C O DE LAS jpAMILIAS. 303 ? mi padre y mi hermano Isidoro, el mayor de todos, hay ma profunda divergencia de opiniones y de caractéres : Ljj iiermano se cree con más talento que mi padre , y lo tiene en efecto. M i padre le exige una ciega sumisión ; y estando entrambos fuera de su sitio, la guerra es acerba, continua, inexorable y más terrible cada dia. Esto entristece mucho mi ánimo; en todo hogar son pre­ cisas, en primer término, condiciones de pax y de reposo; no te parece lo mismo, Valentina ? Se puede vivir modes­ tamente con una mesa mediana y áun pobre, con un vesti­ do hümüde y en una casita pequeña; pero así como el ave busca en su nido el calor, el silencio y el descanso, así nos- 0tras debemos tener en nuestra casa el asilo dulce donde eposemos de todas las fatigas de la vida. Por eso, en medio de la desatada tormenta que algunas veces levantan esoa dos caractéres opuestos, procuro con­ servar la tranquilidad del ánimo y la rectitud de la razón, me atrevo á una cosa que no se atreven ni mi madre ni .jjis hermanas mayores ; á aventurar una palabra tímida que, como un pequeño y tenue rayo de luna calma la furia de las olas cuando está el mar embravecido, así calma los ím­ petus de la ira, sobre todo en mi hermano, que más joven y más irreflexivo que mi padre, se subleva contra lo que en su interior llama estupidez ó injusticia. Y admírate, Valentina, de lo que puede una buena vo­ luntad y un sincero deseo de ayudar á los que amamos; aunque lo que yo me atrevo á decir es muy poco y no pasa Je los límites de la vulgaridad, hace su efecto ; y así papá [¡orno Isidoro me toman algunas veces por juez de sus con­ tiendas, ya separadamente , ya los dos á la vez, como si mi uicio fuese muy sólido y mi talento muy brillante. Lo que digo es lo más común y más vulgar, y voy á rte una muestra de ello : ayer mismo disputaron largo D acerca de la colocación de unos valores : yo no enten- absolutamente el fondo de la cuestión ; sólo veia, asus- i , que era de las más acerbas que en casa habían tenido jar. Papá le dijo á mi hermano : ? ¡Eres un imbécil lleno de pretensiones y de vanidad ! .arás lo que yo ordeno! ? ¡No haré un disparate!?respondió Isidoro, rojo de dera; ? y si lo hago, sobre el que manda y tiraniza caerán ,? consecuencias. Mamá se puso á gemir. Papá se volvió hácia ella y le lijo duramente : ?No estoy para oírte lloriquear; conque calla. ? ¡Tú acabarás por matarnos á todos!?exclamó Isidoro, [ue quiere mucho á mamá y la defiende siempre. ? Vamos á ver, Cecilia?dijo mi padre : ? tú , que tie- es más sentido común que todos estos estúpidos juntos, quién tiene aquí la razón? ^o me puse á temblar, y muy colorada, según creo, res­ pondí tartamudeando : ? A mi parecer, los dos, papá. ? ¡Cómo! ¿Se la das también á tu hermano? ? Sí, porque á lo ménos le guía en lo que dice una buena intención : cree que el hacer lo que deseas es perjudicial á tus intereses, porquo tuyos son todos; él no es aún dueño de nada; ¿por qué te enoja ese exceso de celo? Mi padre me miró en silencio, y luégo dijo más tranqui­ lo ya : ¿ Por qué no me da razones para resistir mis órdenes, en vez de negarse en absoluto á cumplirlas? ? Habla, Isidoro?dije yo; ? ¿no ves que papá está dispuesto á oirte? Entónces mi hermano, muy orgulloso de poder lucir su innegable suficiencia en asuntos comerciales, dió una ex­ plicación clara y breve de las razones por que se oponía; al terminar, papá, convencido ya, pero sin querer mani­ festarse vencido, dijo con acento casi suave : ? Está bien; no hagas hoy nada : lo pensaré hasta ma­ ñana, Apénas salió, me dijo Isidoro : ?Gracias, Cecilia, por haber suavizado la situación : ¿no es cierto que yo pienso lo mejor ? ? Sí ? le respondí;? pero papá tiene siempre la razón en todo lo que dice. ? ¿Por qué? ?Porque es papá. ? ¡Vaya un motivo ! ? El más podéroso, el más convincente, el más sagra­ do. Mira, Isidoro, tú eres bueno, amante, entusiasta, tan­ to como fogoso y colérico; pues bien, el dia que nuestro padre se muera recordarás con mortal dolor todos los dis­ gustos que le has dado. ? ¡ Él se los toma! repuso Isidoro con voz que temblaba un poco. ? Cuando nos falte te parecerá lo contrario : es decir, te parecerá que se los has dado tú. ? ¿Le he de dejar perder sus intereses? ? Déjale que pierda alguna vez : dale algún consejo y nada más. ? ¿ Acaso pide él consejo ? ?¿Y acaso debe hacerlo? Adviértele tierna y respetuo­ samente lo que creas de tu deber hacerle ver, y luego no coartes en nada su voluntad : si ve que tus pronósticos se cumplen, hará más caso de tu dictámen. Isidoro, ya que tienes tantas cualidades nobles y elevadas, adquiere alguna 'le las que son amables ; aprende á ceder y hasta á sufrir : acuérdate, de lo que escrihia San Pablo á los Corintios, de aquella sublime pregunta del Santo : Quien no sahe sufrir , iquésabe? ? M i pobre Cecilia, tú eres una niña inocente?exclamó Isidoro estrechándome contra su robusto pecho y estam­ pando dos besos en mis mejillas:?por eso tu dulce in­ fluencia nos calma y nos consuela á todos : ¿qué harémos el día que nos faltes? ?Nunca os faltaré. ? Sí?repuso Isidoro: ? te casarás y pronto: Koberto te ama, y si tú le quieres Pero ¿quién ha de dejar de auaar á Poberto ? Verdad que te l l éva lo ménos veintidós añoi*. ? No ? repuse yo vivamente: ? veinte sólo, y no me Aporta nada eso. ? ¿De modo , que te agrada? ? Creo que sí ? Pues él está seguro de que le agradas tú : así me lo ha dicho. ¡Ojalá fuera eso verdad, mi querida Valentina! ¡Oja­ lá me amase Roberto! Como mi infancia ha sido tan sola y tan aislada, como no he tenido otro cariño verdadero que el de mi hermana menor, el de mi querida Lolita, lo que más ansio es amor y protección , y un marido muy jó ven y muy alegre me halagaría mucho ménos que Eoberto, que es grave y casi severo. Aquí entre nosotras, Valentina, yo creo que le amo desde que sé pensar, y que sólo á él puedo querer en el mundo lo bastante para confiarle mi destino : verdad es que, como vivo tan retirada, ningún otro hombre me ha hablado de amor, ni él tampoco todavía ; pero cuando me mira hallo en sus ojos una expresión tan dulce y tan elocuente, que supera á todas las palabras; y en cuanto á que nadie me diga que me quiere, lejos de sentirlo, me alegro, pues así me evitan el tenerles que desairar, lo que es siempre pe­ noso. Si me preguntan que si quiero casarme con tu hermano, diré que sí al instante ; y si no es él mi marido, no lo será ningún hombre de la tierra, porque á él le quiero desde que supe lo que era querer, y porque me parece superior á to­ dos los hombres que conozco.?Cecilia. MAEÍA DEL PILAR SINÜÉS. ( Se cont inuará . ) E N E L Á L B U M D E L A S R T A . D.a V I R G I N I A D U R Á N . Virginia : sé que eres bella; Lo encuentro escrito en el Album, Y que aquello que está escrito Ha de suceder, es claro. Pues bien ; pienso en la Virginia De los antiguos romanos, ¡ Ay ! que, porque estaba escrito, Fué de hermosura un encanto. Persiguióla, por lo bella. Fiera pasión de Apio Claudio, Y murió, mas victoriosa Su virtud frente al tirano. ?Si es tirano el amor propio. Que hace al corazón esclavo. Cuando escucha sus lisonjas Quien, como tú , vale tanto. No serás tú la vencida ; Que, á tu virtud, escuchando, Tienes, por modesta y pura, El heroísmo romano. E. BUSTILLO. E L B E S O E N S U E Ñ O S . Soñé una noche que á la luz primera Del astro del dolor, junto á una losa. Contemplaba el lugar en que reposa Quien cuidó de mi infancia pasajera. Cuando , del aire pálida viajera. V i bajar una sombra misteriosa, Como la espuma, blanca y vaporosa , Que detuvo á mi lado su carrera. Acercóse y me vió con dulce anhelo; Yo estaba absorto y ella sonreia ; Besó mi frente y recobró su vuelo. j Bienhechora visión ! Desde ese dia Allí está digo siempre viendo al cielo. ; Cuándo vuelves á verme, madre mía? NÉSTOR E. ALPUCHE. Mérldá de Yucatán . C O R R E S P O N D E N C I A P A R I S I E N S E . SUMARIO. El regreso de los parisienses.?Calendarios caprichosos. ? La feria de Saint- Cloud.?QwníMm mutntus ab i l l o . ? Erección de una estatua á M . Thiers. ?Eiasco completo, ?Una boda nplazuda y un bl-oentenario en proyecto. ?Otras novedades teatrales.?Los animales de Paris. Las primeras carreras de caballos de la estación de otoño nos han hecho ver que el gran mundo no ha regresado aún á París. El recinto de las tribunas estaba medio desierto. No había casi nadie en la del Jockey-Club. Sin embargo, los parisienses empiezan á regresar á sus hogares, y á la hora en que escribo no queda apénas nadie á orillas del mar. El viento y la lluvia de la semana ante­ rior habrán cerrado no pocas puertas y ventanas de las v i ­ llas de los alrededores de París. Los teatros abren ó entreabren sus puertas. Los Minis­ tros han reaparecido ; el Presidente de la Eepública ha vuelto á su palacio del Elíseo. Todo eso es la vida que vuelve á comenzar. ¡Y qué vida! El delirio. Y á propósito de la vida de otoño, oí á uno de los asis­ tentes á las últimas carreras que decía : ? ¡ A y , amigo !..... La semana del Omnium (1) Esto ha acabado ¡ El verano ha muerto! He observado que de esta manera cada cual se forma, según sus aficiones, sus ocupaciones ó sus placeres, una es­ pecie de calendario especial, que le proporciona puntos de partida más exactos y preciosos que los del verdadero al­ manaque. Para nuestros abuelos, grandes aficionados á cosas agres­ tes , era la naturaleza la que hacía principalmente el gasto de las indicaciones estacionales. Decíase en aquel tiempo : ? La Carlota se casará para las aceitunas. ??¿ Qué edad tengo? Sesenta y tres años para las fresas. ? Mi difunto tío, que murió cuando los últimos melo­ nes Y así sucesivamente. Los glotones han conservado, en nuestros tiempos, tan singular sistema de marcar las fechas, y calculan del si- guíente modo : ? Me acuerdo como si fuera ahora. El caso sucedió en 1863 en la estación de las trufas. Para los bolsistas, la especulación es naturalmente la i n ­ dicadora de preferencia. Calculan á menudo por este orden : ? Estoy cierto que hace más de un año que enviudó Su esposa falleció precisamente en otoño en una l iqui­ dación de fin de mes Me acuerdo perfectamente Por cierto que, por aquella circunstancia, me causó gran ex­ torsión el asistir á su entierro. ? E l hombre político dice por su parte : ? M i hijo Alberto nació á principios de la legislatura de 1872. Para los poetas y para los enamorados el calendario de las flores ha estado y estará siempre en boga. En prosa ó verso, sólo nos hablan de la estación de las rosas, de la es­ tación de las dalias y otras igualmente floridas. Para el colegial todo se refiere á las vacaciones escalo­ nadas durante el año. ? Antes de las vacaciones de Todos los Santos Des­ pués de las vacaciones de Año Nuevo Entre la salida del Carnaval y la salida de Pascua de Eesurreccion El médico guia su memoria por las enfermedades perió­ dicas ó estacionales. Para él no hay primavera : hay la épo­ ca de las bronquitis. E l verano es la estación de los des­ arreglos gástricos , etc. Señal barométrica suele ser también para los parisienses la pintoresca feria de Saint-Cloud, que pasa rara vez sin agua. La feria de Saint Cloud tiene su fisonomía especial, áun cuando bastante modificada por los años y la moda; pues si bien existen aún los famosos mirlitones ó pitos?al Mir l i ton tradicional, leo en la muestra de una barraca? no hay ya los titiriteros, que tanto carácter daban á aque­ lla fiesta. Hay ahora empresarios de teatros, directores de circos, establecimientos de caballos de madera de una suntuosidad increíble, ingenieros de ferro-carriles minúsculos; pero saltimbanquis, titiriteros, que llevaban al aire libre la vida pobre é independiente de los gitanos, no existen ya. Las barracas de las ferias tienen hoy dia carteles impre­ sos y programas como los teatros de la capital. Dentro de poco tendrán sus revendedores de billetes, y l lamarán/oyer á la plataforma donde en otro tiempo pronunciaban sus dis­ cursos. Los teatros feriales han llevado la innovación hasta el punto de abandonar el antiguo melodrama, hoy destronado, por la ópera bufa, triunfante en toda la línea. No tenemos ya actores de drama, ni áun entre los cómicos de la legua, que han echado á un rincón, ó vendido á los revendedores del Temple, los zapatos de punta retorcida de Buridan, y los vestidos de terciopelo usado de Margarita de Borgoña, y cantan L a H i j a del Tambor, E l Vaso de plata y Las Campanas de Corneville. Señales características de la época. Por lo demás, los aficionados á la feria de Saint-Cloud, y los industriales más ó ménos honrados que viven á su som­ bra, han tenido este año la rara fortuna de disfrutar de un tiempo magnífico. No así los que asistieron, hace hoy diez días, á la inau­ guración de la estatua de M . Thiers en el cercano pueble- cito de Saint-Germain. Fué una inauguración fría y oficial, con lluvia continua, episodios escandalosos y fuegos artificiales mojados; una apoteósis que se asemejó mucho á una derrota. La estatua, por sí misma, bajo el punto de vista plástico, tiene todo el carácter de. una parodia. ¿Cuándo acabarán de convencerse los artistas que hay ciertas personalidades tan bourgeoises]j prosaicas, que esta­ rán siempre reñidas con el mármol y con el bronce ? ¡Lástima que un escultor del talento de Mercié haya acep­ tado tan ímproba tarea! Y los que se obstinan en levantar estatuas á personajes contemporáneos, que la opinión juzga de una manera con­ tradictoria, obrarían con más acierto en aguardar á que la posteridad pronunciase un fallo definitivo. A l concluirse la ceremonia, un hombre de mucho talen­ t o ? cruel como la mayoría de sus iguales ? me dijo al oído : ? Esta es la segunda vez que M . Thiers muere en Saint- Germain. Se nos habia prometido una ceremonia de género contra­ rio : un casamiento; el de Mlle. Juana Samary, actriz del Teatro Francés, de que hice mención en mi última carta. Pero, según parece, el papel sellado ha venido á caer de repente en la canastilla de bodas; el padre del novio se opone al proyectado enlace por razones que no tienen nada que afecten al honor de la jóven, sino que se rozan con in- (1) Llaman asi á las carreras de caballos que se celebran en otoño. 304 j y i o ü A jELEGAKTE^ jpEf(IÓDICO DE LAS j^AMILIAS, tereses de familia, pero que retrasan la boda hasta la reso­ lución del li t igio. En cambio, el mismo Teatro Francés, donde se preparan esos otros himeneos, se dispone á celebrar una gran fiesta. Trátase de una representación de gala de primo cartello en ho­ nor del segundo centenario de la fundación del teatro de la calle de Kichelieu. Dícese que el programa de la función será digno de la cir­ cunstancia. En los demás teatros, poco ó nada nuevo. En el Odeon tocan á su fin los ensayos del drama nuevo Carlota Corday, del que se ha­ cen grandes elogios. Según pa­ rece, el empresario del mismo teatro proyecta la resurrección de una tragedia ya olvidada de Alejandro Dumas, padre, t i tu­ lada Caligula. Un poco de estadística, para terminar. El reciente bando del Prefec­ to de policía, poniendo coto á la cría de animales domésticos, ha traído á la órden del día la cuestión de los animales de P a r í s . Nadie podía sospechar la can­ tidad de animales de todo gé­ nero, de pluma y pelo, bípedos y cuadrúpedos, que enciérrala capital. Los guarismos son aturdido­ res. ¿ Creerá V. que en el interior de París se albergan más de dos mil vacas, sin contar las que un tal Vivier habia encaramado á un quinto piso de la calle de Vivienne ? ¿ Y las gallinas? Ascienden á ocho mi l . Los palomos forman un con­ tingente que excede al de las gallinas. Vienen luego los per­ ros , y los gatos, y los caballos, y los conejos, y las ratas, sin contar los animales de las casas de fieras, de los circos y de los mataderos. Total : más de trescientos mi l habitantes, que aportan un con­ tingente muy respetable á esos olores de P a r í s , de que tanto se habla estos días. ' ¡Cuántas criaturas humanas, que mueren materialmente de hambre, podrían alimentarse con lo supérfluo que consumen tantos animales inútiles, sin hablar de los perjudiciales! X . X . P a r í s , 1.° de Octubre de 1880. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U I V I I N A D O . N ú m . 1.648-Ü-. C o r r e s p o n d e á las Sras. S u s c r i t o r a s de l a 1.a, 2.a y 3.a e d i c i ó n . ) Traje de casa, estilo Vaiteau, de seda brochada color habano claro y azul y faya azul. La polonesa va adornada por delante con un peto formado de una serie de tablitas muy juntas, de un bullón, y finalmente de otra serie de tablitas á cada lado del delantero. Esta guarnición va es­ trechándose hasta la cintura, donde desaparece bajo un cin- turon de terciopelo azul, abrochado con una hebilla de co­ ral. Una esclavinita-fichú de faya azul, guarnecida de un volante fruncido, cubre los hombros y se abrocha sobre el pecho. Las mangas van adornadas de dos bullones, rodea­ dos de un volante tableado y formando cartera. Una banda plegada forma delantal y viene á fijarse en cada lado bajo un lazo, yendo guarnecida en la parte inferior de dos vo­ lantes tableados. Dos pliegues Vatteau salen del cuello por detras, se fijan muy bajo y caen formando un paño ó fal­ dón , terminado en dos volantes. La falda va ligeramente recogida por lo alto y adornada con un tableado ancho. Traje de calle, de lanilla gris y faya color de malva. La polonesa, abierta por delante, va recogida á cada lado y forma un pouf que cae dispuesto en pliegues. Una banda larga, plegada, da la vuelta al cuello, entre los hombros, y va á fijarse con puntos sobre la espalda. En el pecho forma á cada lado de la abertura un peto ajaretado al través, des­ pués de lo cual rodea la polonesa y termina en un lazo á cada punta del delantero. La sobrefalda va enteramente ajaretada y termina en un volante ancho, que se ejecuta cortando la tela con regularidad y doblando cada parte, que irá ribeteada con sumo cuidado. La falda va adornada con unos volantitos tableados. iipi f i i m Sí .?Mantele ta de paño labi'ado. Espalda. (Véase el dibujo 7.) [Explic. y pat., núm. I I I , figs. 14 á 17 de la Hoja-Suplemento.) 32 .?Traje de brocado y raso color de nú t r i a {Explic. en él recto de la Hoja-Suplemento.) A R T Í C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . Cada dia inventan las grandes casas de París nuevos medios para borrar la distancia que separa la capital de Francia de los demás centros del extranjero. M. P. DE PLEMENT (33, rué Vivienne) no ha sido de los últimos en adherirse á tan ingenioso sistema. Su Boletín- guía es de una utilidad inapreciable para las señoras de todos los países, pues les per, mite hacer, en vista de los di" bujos , una elección tan segura como si la hicieran en el mk mo almacén del inventor. Este Boletin-guia acaba (le ser completado con mayor co­ pia de indicaciones y de nue. vos modelos. Lo mismo de cor­ sés , que de enaguas y tourn%. res, da el boletín esmerados di- bujos, con mención del precio de cada objeto. Ademas, suministra todos lo8 informes necesarios respecto al sistema para tomar con exacti­ tud las medidas, el modo de enviar el importe de los pedi­ dos , etc. La P E R F U M E R Í A ES­ P E C I A L D E L A C T E I N A , recomendada por las notabilj. dades medicales de París, ha valido en la Exposición Univer­ sal de 1878, á su inventor M . E, C O U D R A Y , 13, rué d'En. ghien, en París, las más altas recompensas : la Cruz de la Le­ gión, la Medalla de Honor y de Oro. ( Véase el anuncio en la cu­ bierta. ) Las Pildoras BLANCARD (40, rué Bonaparte, París), al ioduro de hierro inalterable, son empleadas por las celebridades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos, etc., etc.) en que hay necesidad de pro­ ceder contra la sangre. (Rehu­ sar todo frasco que no lleve la firma del inventor.) (Véase el anuncio en la cu­ bierta.) SOLUCION AL GEROGLIFICO DEL NÚM. 35. L a voz de la conciencia despier ta e l remordimien­ to , du ro to rmento de l mal­ vado. La han presentado las Sras. y Señori­ tas D.a Josefa Kodrignez de tromez.? D,a Eufemia Oyaregui?D ' Cármen de Hontañon . ? D.* Maria Nuñez.?D.a Jo­ sefa L . de Cegama.?D.a Sofía Pedemon- te de Vázquez.? D.a Natividad Arce y Atoche ? D.a Elodia Arenas llodrignez. ? D . " Adelina Pérez.? D.a Hamona An­ drajo de Sánchez.? D.a Emilia Rodri- guez Quiroga.? D.* Enriqueta Alarcon y G i l ? D . a María Castillo y del Moral. ?D.a Consuelo Fernandez de Albox ?D.a Rosario de la PeBa.?D.a Encar­ nación Enriquez.?D.a Dolores Aparicio y Senties.-?D.a Mercedes Moreno. ?D.a Milagros Molinero.?D.a Lui^a Gromez. ? D.1 Maria Sánchez.?Doña Trinidad -Morales.?D.a Joaquina López.?D a Rita y D.a Cármen Martin.? D.a Sagrario Pérez.?D.a Pilar Sensi.?D.a Manuela y D.a Josefa Lagunero. ?Céfiro y Flora , y D. José Sánchez. También hemos recibido soluciones al Salto de Caballo del núm. 34, re­ mitidas por las fcras. y Srtas. D.a Eufemia Ojaregui.?D.* Elisa y D.a Ade­ la Martínez. De la l i l a de Cuba nos han remitido soluciones al Salto de Caballo del nú­ mero 30, las Sras. y Srtas. D.a Amalia Mallen y del Prado. ?D.a Matilde Rodríguez.?D.a Paula Valdés de Ostolaza.?D.a Angela Agrai t de Ramos. G E R O G L I F I C O . u . J s D L a so lución en uno de los p r ó x i m o s n ú m e r o s . Eeservados todos los derechos de propiedad art íst ica y literaria. J I A D R i p . - ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia do Aribau y C , sucesores de Rivadeneyra, mrnjsBOKSS un CÁMAHA DK S. M. ?N0164.8D Ai A d m i n i s i r a c i o n C a r r e t a s 1 2 , p r a l i PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS OíJE CONTIENE LÜS OLTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRABAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES, NOVELAS. CRÓNICAS. BELLAS ARTES. MÚSICA, ETC., ETG S E F U B L I C A E UST L O S Ü I ^ S 6, 1 4 , S S Y 30 D E C A D A M E S . AÑO X X X I X . M a d r i d , 14 de Octubre de 1880. N U M . 38. A R I 0. ? 1- Visita de paño.?2. Encubre-polvo.?3. Entredós al plumétis.?4 á 6. Serví l e t i para niños ? 7 y 8. Dos cenefas para l e n c e r í a ? 9 y 10. Escabel.? 11 á 13. Punto rizado. ?14. Ligas p i r a niños pequeños.? 15 y 16. Paletó capuchino.?17 á 28. Trajes para señoritas y niñas.?29 á 32. Sombreros para señoras y señori tas. ?33. Traje i ara teatro y soirées. Explicación de los grabados.-La Vida real (art. i x ) , por D.a María del Pilar Sinués.?María , por D . P. N.?Cartas á Emil ia , por D.a Elisa Casas Vigo.?La Muerte del poeta, poesía, por D. C. Cocina.?El Perro del ciego, por D. L . Gozlan.?Eevista de modas, por V . de Castelfido.?Explicación del figurín i l u m i n a d o . - A r t í c u l o s de P a r í s recomendados.?Sueltos.?Advertencia.?Salto de Caballo. V i s i t a de p a ñ o . ? N ú m . 1. Esta lujosa visita es de paño reps negro. Mangas cuadradas, guarnecidas de pasama­ nería bordada de cuentas, lazo de raso y guarnición de plumas felpilla á todo el rede­ dor y por delante. Por detras, tableados de raso maravilloso, con dientes formando al­ menas. Este abrigo va abrochado por delante bajo una tapa. Encubre -po lvo . ? N ú m . 2. Es de paño inglés de mezclilla multicolor, con tres esclavinas de paño pespunteado y cuello de terciopelo del color dominante en la mezclilla. Las mangas van guarnecidas con una aplicación de terciopelo y una correa de paño sujeta con dos botones. Por detras, dos correas de terciopelo, ribeteadas de paño. El abrigo va cruzado por delante con dos hileras de botones. E n t r e d ó s a l p l u m é t i s . ? N ú m . 3. Se borda este entredós sobre nansuc ó mu- ílina suiza. Servilleta para n i ñ o s . ? N ú i r s . 4 á 6. De lienzo blanco, guarnecido en su borde inferior de un bordado al punto de cruz y bordado Renacimiento, con algodón de color. Para ejecutar el bordado se pone sobre la servilleta una tira de tela gruesa de hi lo, es­ pecie de cañamazo, y se borda al punto de cruz y bordado Renacimiento uno de los di­ bujos 5 ó 6. El borde inferior va ademas des­ hilacliado, para formar un fleco. En los lados largos de la servilleta se borda uno de los numerosos galones de tapicería que hemos publicado. Se ata la servilleta al cuello del niño con unos cordones fijados en el escote. Dos cenefas p a r a l e n c e r í a . N ú m s 7 y 8. Sobordan sobre lienzo, percal, nansuc ó muselina. Festón , ojetes , plumétis y puntos de encaje, bajo los cuales se recorta la tela. E s c a b e l . ? N ú m s . 9 y 10. El escabel es de madera de nogal tallada, J va cubierta de felpa encarnada, sobre la cual se pone una tira bordada al punto de cruz. El dibujo 10 representa el bordado del escabel, que se ejecuta con lana de Hambur- go y seda de los colores que indican los sig nos. La tira va adornada con un cordón grue­ so de seda. Punto r izado .?'Núms. 11 á 13. Esta labor se hace á la mano, con arreglo á cualquier dibujo de tapicen'a. La lana va cor­ tada en pedazos largos y ensartada de modo que la hebra sea doble. Los puntos se hacen cada uno sobre cuatro hebras dobles de la tela a lo alto y á lo ancho. Se hacen dos puntos horizontales sobre dos hilos del fondo (véase el primer detalle del punto rizado) ; pero para hacer el primero de dichos puntos, los dos cabos de la hebra de hma^ doblada deben sobresalir cerca de dos centímetros del punto de partida. Se forma el punto clavando la aguja de derecha á iz- lÜiUilillllÜi! i;. 1.?Visita de paño. *.?Encubre-polvo. 306 j l /A yVioDA jpLEGAKTE, JpEI\IÓDICO DE LAS J^AMILIAS, quierda, para tomar so­ bre la aguja dos hilos del fondo, y se saca la aguja hasta que los dos cabos sujetos con el pulgar ten­ gan sólo el largo indica­ do ( 2 centímetros). Se hace en seguida el segun­ do punto pasando cuatro hilos del fondo (véase el primer detalle) y clavan­ do de nuevo de derecha á izquierda en el agujero en que se ha clavado ya la aguja para el punto anterior. Se saca y se aprieta la hebra. El ter­ cer punto va hecho como el primero, y se vuelven á tomar sobre la aguja los hilos del fondo. Pero es- 3 ?Entredós al plumótis una capucha puntiaguda forrada de seda, y de Un' cuello vuelto. Las man­ gas son de forma de vi­ sita. Por delante cae en. toramente recto. Trajes para s e ñ o r i t a s y niñas N ú m s . 17 á 28. Núms. 17 y 18. Abri­ go para ninas cíe 5 á 6 años. Es de paño género inglés, tejido de hilos de varios colores sobre fon­ do heige. Por delante tie­ ne la forma de un paleto largo, y cerrado con bo­ tones cuadrados. Escla­ vina bastante larga con capucha. Manguito de ra- .re -Bordado de la servilleta. .; Véase el dibujo 4 ) 6 , ?Bordado de la servilleta. (Véase el dibujo 4.) ta vez, en lugar de los dos cabos primitivos que sobresalen del punto, se forma un buclecillo del mismo largo, sujeto por el pulgar como lo han si­ do los dos cabos. El cuar­ to punto (véase el se­ gundo detalle) fija el bu­ clecillo. Cuando se trata de cortar los dos cabos de la hebra doble se les da el largo de los del principio. Cada p u n t o f o r m a una especie de borla, que parece fijada sobre la tela, y se com­ pone de un buclecillo formado por la hebra do­ ble y cuatro cabos. Se principia siempre la la­ bor por su borde infe­ rior, procediendo por hi­ leras. (Véase el dibu- jo 11.) L i g a s para n i ñ o s p e q u e ñ o s . N ú m . 14. Estas ligas se compo­ nen de una cinta elástica de 3 centímetros de an­ cho y del largo requeri­ do. Se la abrocha por de­ lante con una hebilla de metal. Sobre la misma t i ­ ra se abrochan dos peda­ zos de cinta elástica en­ carnada, que tiene cada uno 36 centímetros de largo por 2 centímetros de ancho. Cada borde trasversal su­ perior va guarnecido de una correa de cuero, en la cual se hace un ojal. En el borde trasversal inferior de la cinta elástica se fija una abraza­ dera de metal, que sirve para acor­ tar ó bien alargar la cinta. Por la hebilla que forma la abrazadera se pasa una correa de tafilete, provis­ ta de un ojal, que se abrocha en el botón fijado en la media. Paleto capucl i ino. N ú m s . 15 y 1 6 . Es de paño heige oscuro, forrado de seda encarnada. Por detras va semiajustado al talle y adornado de -Cenefa para lencería. 8. Cenefa para lencería. 4 ?Servilleta para niños. (Véanse los dibujos 5 y 6.) «8.- MMMiMDM -Primer detalle del pnnto rizado. ( oí DI f s i i oí ni c i SÍI ? I I I Gl í-l C l ?H Gl i 1 D I 4-1 1 I M I Gl -i-Cí-:-! Gl I I I I CI - ? ? i Cl I I M I I I GGUGGI i t i t i i n d a n a i i i i i x i i nc;i i i c;:;i i ::i i x x i i i x x i i . i i UKr.cxoi i :i i x x x x x i i : i k.:-:.-..! i i s a a i i i : i i x x x i i i ; i i :i i i i i L:I i i i i : :i i i i i x i i i M 9.?Escabel. ( Véase el dibujo 10.) 13.?Segundo detalle del punto rizado. I D I D I 5-51 0 1 -T-:-! E l DI - - ' - I 1 DI I I D I ? r l 0 1 5 1 G l I I DI cEI I ES i c i ?:- >; i DI i i i i DI " : i DI i 1 I GGGGGI l i l i l í DODODI I I i SKI i i K::I I I XXI I I XXI I I i ::":;K:;I I ; ;i i x x x x x i i ; i i i KC-;t;i i i ; ; . ;i i i x x x i i i ; ; i i i s i l i i i z i i i i i x i i i i i I DI Cl ->:i 01 v T l El DI Effl 31 tPTI Di OI * * l DI I I C l I OI I DI I I C l I I - I DI I I DI ?. I I I I I I DI - i -O- r l DI I I I I Cl -r - r l DI I I I I DI I I I I DCDDGI I I I I I I DODODI l i l i l í DCGJDI I . i i SKM i s s i i ; i i x x i i i x x i i : i i ;;:;i i i s m i i x x x x x i i . i i HHOKKI I 1 EQSGBI l I I 1 I I I I I I I I I I I I I 1 M I I I I 1 I I I 1 I I I M I I I I 1 M 1 1 I 1 1 I 1 I I I I 1 I I I I I I I I I I I I I I I I I | I | | | | | | I I I I I I I I M I I I I I I I I I i 1 ! ! ! 1 1 1 11 1 11 ' 1 1 1 1 1 ' ' i i 111 i i i i M I 11 i 11 111 i i i : i : i i i i i i B B B a a a B E a i i i i a E a a e a a B B i i i i i i i i i i i i i : i i i i i i i i i i síímamamBanB aammuaaBmsa\ i i i i i M i i M oo i i i i i i i i a g B i I M I I I mmi i HBI I I M I I a s a i i - t i i i i i i i i o c i i i i i i BÍÍBI I M I I I B:;;;BI BK;;EI I M I I I BHBI I I I I I M MI-I I O I LHSPI I ! 'SBU B""BBBÍ1SBI I BKI I I I B K B I I M I I I « 4 * 1 1 i i i i HHBI i i i : : i i s i a í í í j a x B K í í B i Gl i s i l M B;:BI I M I i ^ ? M H ! ? i l r--t i r r.Tí i n M i v i ? . . . . . . ? . DI DI r-.H i i - , ,, 1 DI DI ?; I G l 11 C l i I ? I D I M D r l G l I I I I Cl f ; I DM 1 1 I l I I ÜDDDDI I I I I I i i x x i i i x x i i ; i i : i i x x x x x i i ; . i : ;i i i x x x i i i ;:: . i I M M X I I M I .11 i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i i ::B::E!:>I I GI I I GM BEI XI HBI i s i l I GM KBSBKI I Gl I Gl I I 1 B l XI BM I I Gl I t;i I I Mí±al I I " , l I I I [ I I m Vi MI l i l i l í r-i i I I I sssmssi i i i : a i i i I I I I X M M = M I X M I asm k l I I X I I I ÍÍ I I I I I X I I I I I I M X I I I I s i I 12.1 I I I I X I I I I I I I I I Z I I M I I M X M I I I I I I I .J I M I I I I I I M I X I I I I I M I i I g B I M M I I I I I X M I I I I I I I I I I M I i I I I I X M I M I I I I I I I I I I I M I I I I I i i i i I i i j i i i i í i i I I I I I I I I I I I I I ?I I I v i I I I M M M I I I B B B K B B B B B I I I I BBBBBBBBBI I I M I I M L - i j J I OOI I M I I I I I I I I BKBBBBBBBBB , B B B B B B B B B Ü B I I I I I I M i u i coi M M i i i i i M BSÍBI i M I I i BBI =.\ BBI I I I M I OSBI I I M I I L-.I OOI i 5*1 i M M i i i BKBI I M I I I Btiimi a : : ; :B i i i i i i i H::BI I I I M 9-'J9y! 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[Véanse los dibujos 12 y 13.) I O.?Tapicería del escabel. (Véase el dibujo 9.) Explicación de los signos : p verde amarillo oscuro ; {g) verde amarillo mediano ; [x] verde amarillo claro ; aceituna oscuro; 0 aceituna mediano ; M aceituna claro ; Q encarnado oscuro ; encarnado mediano ; (g| encarnado claro; [T] encarnado muy claro; Q azul oscuro; [g azul mediano ; [o] azul claro; ? azul muy claro ; | fondo. so azul pavo real, guar- necido de pieles. Gorra de piel de nútria con de pájaro. Núms. 19 y 25. Trye j)ara señoritas de 15 años. Este traje es de paño ca­ chemir, color verde tella. F a l d a corta con pliegues huecos, adorna­ da de un paño plegado y tres coquillas abiertas, de seda escocesa. Sobre­ falda corta. Corpiño lar­ go, con aldeta doble, una de ellas de felpa del mis­ mo color del paño. Sola­ pas y cuello de la misma felpa. Mangas ajustadas con carteras de felpa. Núms. 20 y 24. Trajt p a r a jovencitas de 14 años. Es de tela de lana y seda de mezclilla. Fal­ da c o r t a con pliegues huecos; sobrefalda reco­ gida en punta. Corpiño paletó con aldetas reco­ gidas, de donde cae una punta. Adorno de flecos encarnados . Capucha puntiaguda, con vueltas pespunteadas y forro de raso encarnado. Cuello cuadrado por encima. El corpiño va un poco abier­ to por arriba, dejando ver un camisolín encar­ nado. Mangas ajustadas con carteras grandes, for­ radas de seda encarnada. Núms. 21 y 22. Traje pa­ ra niñas de 7 años. Es de pañete azul marino y felpa del mismo color. La parte inferior de la falda es tablea­ da. Vestido en forma de pa­ letó, adornado con una tira de felpa al t ravés , con lazo en medio. En el pecho, ta­ bleado y ajaretado, rodeado de felpa. Mangas con carte­ ras de felpa. Núms. 23 y 26. Traje pa­ ra niñas d e S á V años. Fal­ da de pañete beige con dos hileras de tableados. Delan- * ft.?Ligas para niños pcqueS»3' tero de seda heige bu- llonado y rodeado de felpa color de nútria. N ú m s . 27_y 28. Traje para niñas de g «ños. Este traje es je lanilla color de oro antiguo, terciopelo labrado, fondo color de rosa y felpa color ¿e Oro antiguo. Bajo de falda, p ie gado. Chaleco largo de ter­ ciopelo. Paletó guar­ necido de felpa, con manga ajustada y car­ tera de felpa y tercio­ pelo. El paleto termi­ na por detras en unos pliegues dobles abier­ tos en medio. Bolsi­ llos ribeteados de fel­ pa. Sombrero de fiel­ tro blanco, con pena­ cho de plumas. Sombreros para s e ñ o r a s y señor i t a s . Núms. 29 á 32. Núm. 29. Sombre­ ro redondo de tercio­ pelo nidria. Va ador­ nado de un gallo de roca, atravesado por una flecha de acero fino. Este sombrero es á propósito para señora, ó joven, ó se­ ñorita. Núm. 30. Capota pequeña, de felpa ati­ grada azul marino y oro antiguo. Cinta de 307 mil r ayas . Plumas mezcladas de co lo r azul marino y oro. Núm. 31. Capota de tereiopelo c o l o r nútr ia , adornada de dos plumas del mis­ mo color. Cinta asar- gada de dos caras, co­ lor nútria y oro. Núm. 32. Sombre­ ro de fieltro color de oro antiguo. Torzal de seda argelina la­ minada de oro, y pe­ nacho de plumas som­ breadas. Traje para tea t ro y so i r ée s . N ú m . 33. Este elegante ves­ tido es de cachemir indio c o l o r crema. Falda de cola, guar­ necida de tableados y galones de plata. De­ lantero fruncido muy flojo. En el lado de­ recho, cordónadura con borlas de seda. Corpino de raso mo­ rado con aldetas re­ dondas y abierto en forma de c o r a z ó n . Mangas de codo, de tul b u l l o n a d o con abrazaderas de raso morado y terminadas en un volante de en­ caje b l anco . Fichú grande de tul y enca­ je blanco, fijado con unas rosáceas de raso morado. 8 5 y P^-letó capuchino. Delantero y espalda. m y 18.?Abrigo para niñas de 0 á G años. Delantero y espalda. ?ií>.?Traje para señoritas de 15 años. Delantero. (FíVíífl el dibujo 25.) 30.?Traje para jovencitas de 14 años. Espalda (Véase el dibujo 21.) 2fl y 28.?Traje para niñas de 7 años. Delantero y espalda. 308 LiA y V l o D A JpLEGAJSlTE, ^ E P v I Ó D I C O DE LAS j ^ A M I L I A S , 3 1 .? Capota de terciopelo color nutria 30.?Capota pequeña 23.?Sombrero redondo de terciopelo nutria. 3:8.?Sombrero de fieltro color de oro antiguo. 23.?Traje para niñas de 8 á 9 años. Delantero. (Véase el dibujo 26.) 2 1.?^Eraje para jovencitas de 14 25 ,?Traje para señoritas de 15 2©.?Tra je para niñas de años. Delantero. años. Espalda. á 9 años. Espalda. ( Véase el dibujo 20.) (Véase el dibvjo 19.) {Véase el dibujo 23 ) 2'S y 8S.?Traje para niñas de 8 años. Espalda y delantero. ^ V l o D A j ^ L E G A N - T E , ^ E ^ I Ó D I C O DE LAS p A M I L I A S . 300 m 33.?Traje para teatro y soirées. 310 J A O V A JpLEGAlS[TE3 j p E ^ I Ó D I C O DE LAS j ^ A M I L I A S . L A V I D A R E A L A P U N T E S P A R A U N L I B R O . I X . R o b e r t o á V a l e n t i n a . P a r í s , Marzo de 1876. Hace algunos dias que la atmósfera de aburrimiento que me envolvía se ha hecho algún tanto más ligera ; un ínteres nuevo conmueve mí corazón, y me entretengo en observar y en comparar á dos jóvenes, en las que hasta hace poco no había reparado, porque eran sólo unas niñas. Una de ellas, á la que conozco desde que nació, es Ceci­ lia, y acaba de cumplir veinte años; también tú la cono­ ces desde la cuna, Valentina, y sus gracias infantiles han dejado lugar á los encantos de la juventud. Cecilia, sin embargo, es demasiado tranquila y reposada para su edad ; la vivacidad y la turbulencia son como gra­ cias de la adolescencia, y ella tiene la mirada profunda y la sonrisa triste de quien conoce al dolor como á un amigo; cuando veo sus grandes ojos pensativos, casi me asombro de la fortaleza de alma que demuestran , y de la fortaleza de su carácter, en una edad en que todo es debilidad y en­ tusiasmo. CármeD,rla hija del Marqués de V., es áun más jóven; todo respira en ella la alegría, la ternura, la expansión y la gra­ cia; educada con infinito amor por su madre, el dolor es para ella desconocido, y la palabra pencts no tiene á sus ojos ningún significado; ¡cuánto me seduce esa pura y vir­ ginal aparición en el árido camino de mi vida! Cuando la veo, siento la misma dulce y consoladora impresión que ex­ perimenta el viajero perdido en el desierto en un dia de calor sofocante, al aparecer ante sus ojos una fresca y mur­ muradora fuente ; su inocencia hace tan extraño contraste con mi cansancio de la vida y con mi amarga experiencia de la misma, que al ver á Cármen, al oir su clara y melo­ diosa voz, me parece que una juventud nueva desciende á mi alma. El dolor no asoma nunca su torva faz en la casa donde habita : su madre, jóven y bella todavía, es una de las mu­ jeres á la que he dirigido más galanterías cuando la socie­ dad me divertía, y sigue pasando los dias en el lecho y en el paseo, y las noches en los teatros, conciertos y bailes. Cármen la acompaña muchas veces, y otras sale con su aya: acostumbrada á mirarme como á un amigo de la casa, todo me lo consulta con esa ingenuidad é inocencia que son la base de su carácter. ?Mire V. , amigo mío ?me dijo ayer?es preciso que disuada V. á mamá de que me compre un sombrero gris. ? No me hará caso ? le contesté sonriendo. ? Sí, le hará. Mamá es muy buena, y sólo no hace caso de mí : todo lo que V. piensa y dice le agrada; así , amigo mío, es preciso que la persuada para que me compre un sombrero blanco con flores azules. Cármen, dicho esto, se olvidó del deseo que acababa de expresar : se le ocurrió sin duda alguna idea nueva, y salió cantando de la habitación. Para el estado de mi ánimo, te aseguro, Valentina, que Cármen es la más deliciosa compañía que pudiera tener : es como una eterna sonrisa, como un rayo de sol, que ale­ graría á la vez mis ojos y mí alma. Defíneme el amor, Valentina, con el delicado instinto de tu corazón, para que yo pueda conocerlo, ya que tantos se equivocan, A pesar de que Cármen seduce mis ojos y alegra mi al­ ma, cuando siento alguna pena me acuerdo al instante de Cecilia : todo lo que es grave se lo quisiera coatar á ella, y oir su parecer ó su aprobación de lo que hago. Es molesta para mí la obsesión que estas dos criaturas ejercen en mi espíritu : algunas noches, aburrido de estar en casa, voy al palco de la Opera que ocupa Cármen con su madre, y allí paso dos horas, encantado de mirar la her­ mosura de esa niña, que se lleva la atención de todos, y otras voy á casa de Cecilia, y paso á su lado toda la velada, sin otra compañía que la de su madre, especie de idiota, que pasa la vida en gemir y suspirar. Allí mi corazón parece ensancharse y respirar mejor: siento como un descanso moral delicioso; miro á Cecilia ocupada en una labor de costura ó de bordado, que prosigue cuando ha contestado á mi saludo ; si leia en voz alta á su madre al entrar yo, prosigue su lectura; no he visto en nadie más grande reposo moral y más seguridad en sus ac­ ciones que en esta jóven ; sabe siempre cuál es su sitio, y siempre le ocupa noble y dignamente. Tú habrás observado, Valentina, y yo también, que la mayor parte de las mujeres cambian completamente de ma­ nera de ser, de continente y de modales delante de un hombre que les agrada (y áun delante de los que no les agradan también). Su voz se vuelve más dulce, sus ojos más expresivos é insinuantes, sus gestos son atrayentes, y á veces provocativos : yo, que he tenido lo que se llama mu- cJio partido con las mujeres, he sido várias veces objeto de estas encantadoras mudanzas, de las que me he reído bastante interiormente, porque he sabido por informes fi­ dedignos de amigas íntimas que la que se hacía de miel al mirarla yo ; que la que daba á su voz inflexiones arrobado­ ras , era una furia en el seno de su familia, regañaba á vo­ ces á sus criados, les decía palabras malsonantes, y trataba agriamente á sus hermanas, y hasta á su misma madre. El puro y apacible semblante de Cecilia se anima al ver­ me entrar, y eso no puedo dudarlo ; un leve sonrosado viste sus blancas mejillas; en aquel rostro dulce y virginal apa­ rece una sonrisa que lo ilumina; pero esta dichosa mudan­ za, que nace del alma, no tiene nada que ver con las afec­ taciones de la coquetería, ni con las osadías de un desme­ dido afán de agradar. Cecilia procura dominar su conmoción y lo consigue; esta jóven parece estimarse altamente á sí propia, y sabe que vale mucho, á pesar de la opresión en que vive; todo en ella demuestra que el dolor y las penas la cercan como un círculo de hierro; y sin embargo, la resignación y la inocencia residen á la vez en su frente angelical; sus gran­ des ojos, de un azul denso, rodeados de círculos oscuros, como señal irrecusable de insomnio y de cansancio, son luminosos y dulces, como corresponde á su edad ; cuando veo reflejar la luz del quinqué que alumbra su bordado en la opulenta masa de sus cabellos rubios; cuando veo su boca de coral rosa, que sonríe apaciblemente al oír las san­ deces de su madre; cuando veo esta jóven existencia, tan noble como tristemente empleada en los más arduos y pe­ nosos deberes de la familia, me digo que esta virgen cris­ tiana será una dulce compañera de la vida de un hombre y una noble y adorable madre de sus hijos. Tranquila y reposada, Cecilia está siempre en su sitio, sin quejas, sin cansancio, sin alardes de sacrificio : sus her­ manas salen , van á los teatros con sus hermanos, van á paseo con sus amigas. Cecilia es el ángel del hogar, la fiel compañera de su madre, y su dulce influencia lo dirige to­ do, y todo lo suaviza y embellece. En una palabra, Valentina, Cármen me atrae y me sedu­ ce como una flor fragante y llena de perfumes ; pero mi alma tiene como una necesidad, como un hambre cada dia mayor de la vista de Cecilia: su dulce sonrisa disipa mi misantropía; su voz calma las tempestades de mi alma; su acento resuena en mi corazón ; su semblante está como es­ culpido en mi cerebro, y con ella la vida me parecería dul­ ce, fácil y llena de ventura.?JRoberto. MARÍA DEL PILAR SINÜÉS. (Se coniinua?'d.) M A R Í A . Jóven, muy jóven todavía, conocí esa mujer singular, que apénas contaba á la sazón diez y nueve años. ¡ Cuántos van trascurridos desde entóneos ! Y sin embargo , su re­ cuerdo permanece v ivo , inextinto en el fondo de mí alma. Al ta , esbelta, graciosa, los ojos grandes y negros, los la­ bios gruesos y rojos, la mirada tibia, la sonrisa triste, el aire distraído, el ademan soberbio, parecía la sombra de la reflexión en el bacanal de los ensueños. Sus facciones, sin ser finas, resultaban correctas; su tez, sin ser blanca, deslumhraba por lo pálida. No sé qué extra­ ño fulgor salía de sus órbitas, no sé qué blando perfume exhalaban sus pasos. Tenía algo del ángel caído y algo de la diosa inmaculada. E l traje, tan sencillo como elegante; la expresión, tan cándida como provocativa; el tocado, tan natural como hechicero. Tal era María en 1861. Chocando las palmas, remedaba á una Mesalina; alzando la voz, se convertía en una sacerdotisa. ¿Por qué no he de decirlo? ¡ Ay, aquel pájaro del cielo arrastraba sus alas por el lodo de la tierra! La media noche había sonado con monótona lentitud en cien relojes. A l ruido de las copas juntábase el coro de los chicoleos; se golpeaban las baldosas del suelo con los piés, y el mármol de las mesas con los bastones. La luz de las lámparas, atravesando por entre las nubes del humo, al modo de un rayo de sol por entre las nieblas del crepúsculo, iluminaba vagorosa la enrarecida atmósfera. Todas las pu­ pilas arrojaban fuego; todos los pulmones respiraban ale­ gría ; todas las cabezas bamboleaban sobre los hombros; to­ dos los espíritus flotaban en el cáos. Los acordes de la vihuela resonaron melancólicos, como las hojas del bosque sacudidas por el viento de la montaña, y una de esas dulcísimas melodías que recuerdan al árabe errante á través del abrasado desierto, sutil como la cinta de plata que resbala entre los capullos de la floresta, sono­ ra como el soplo de la noche bajo las ondas del mar, serpen­ tea en el ambiente á la manera de un eco del otro mundo. Las vibraciones infinitas de la armoniosa voz se prolon­ gaban en incesantes espirales de inefable cadencia, reper­ cutiendo en las paredes de la estancia con no sé cuál espe­ cie de sonoridad embriagadora. La copla, digna de la música, nunca la he olvidado; de­ cía as í : « Dejé á m i padre en la cama ; !No sé si le encont ra ré . . . . ¡ l í adrec i t a de m i alma, Ruega en el cielo por é l ! » Y ese ingenuo suspiro de un corazón dolorido ¡ ay! era una historia lúgubre. La seducción había arrebatado al hogar doméstico una infeliz huérfana; el infortunio mantenía en el abandono una mísera madre. ¡Pobreniña! Llevaba en la frente la co­ rona de pámpanos con que las hijas de Baco apuran en el festín la copa de los placeres ; llevaba en el alma la corona de espinas con que las víctimas de Melpómene agotan, en la tragedia cotidiana, el cáliz de la amargura. Pedia á Anacreonte su lira de oro, y pulsaba en el arpa de la Elegía las cuerdas plañideras. ¡ A quién volverá los ojos en su so­ ledad inmensa! ¡A quién demandará consuelos en su duelo eterno! Cuando el rumor de la orgía se disipa bajo los esplendo­ res del sol naciente, ella encuentra en un lecho frío un niño desvalido. ¿Qué ha de hacer sino abrigarlo con el ca­ lor de su seno ? La infeliz criatura es su castigo, sí , mas también su gloria. ¡ Oh! tal vez llegue un dia en que mal­ diga el maternal cariño. Si pregunta por su padre, ¿ qué res­ ponderás tú, que no sabes de él sino viles acciones? Le di­ rás á ese antiguo cautivo de tus entrañas : «¡ Tu padre fué un malvado!» ¿Le enseñarás á amarle para que te despre­ cie ? ¡ Oh ! tremendas horas de angustia aquellas de la albo­ rada en que la miserable se revolvía sobre sus temores y sus memorias, como sobre un montón de culebras, buscan­ do en vano el reposo de sus miembros, la paz de su con­ ciencia. . A l fin, una mañana de esas primaverales que perfuma la violeta y orea el céfiro, tibias, alegres, resplandecientes como la mirada de una de esas vírgenes tentadoras que pre­ sienten la visita de los primeros amores, miéntras los paja- rillos festejaban con su divina canturía las nupcias de la naturaleza, lloraba María su viudez con amargo llanto. Ha­ bía encontrado vacío el nido. ¿Qué mucho? Los ángeles son del cielo, y suelen restituirse de vez en cuando á su patria. Pero las madres no, no pueden acostumbrarse á esa idea cruel, sobre todo sí , desdichadas, proscritas, atraviesan el desierto de la vida sin otra preocupación que su ídolo, sin otro pensamiento que su hijo. ¿Quién es capaz de pintar la horrible lividez de la jóven al sentirse sola en el mundo? Hay afectos sublimes que redimen, y supremas angustias que purifican Aun no se hallaba convencida de la catástrofe, cuando llama otra nueva á su puerta. También su padre se despedía de ella para siempre. E l hombre que le trajera la funesta noticia, flaco, sombrío, afable, no era un desconocido. ¿Quién era? ¡Oh implacable crudeza del destino! Era su seductor, su infame seductor, que, obedeciendo al anciano moribundo, llegaba á implorar su perdón y á ofrecerla su mano. Ella le mostró el lecho, trasformado en túmulo, y cayó desplomada. La muerte se ofrece á veces como un refugio tranquilo donde arrojar el fardo de nuestras mise­ rias ; entónces no nos hiere Largas semanas corrieron en la postración de la enorme pena; los médicos desconfiaban de la ciencia. Un absoluto hastío, una indiferencia completa, atrofiaban las fuerzas del ánimo; una sobreexcitación perenne, una sensibilidad extrema, consumían las fuerzas del cuerpo. Todo el aire del mes de Mayo no bastaba á refrescar los bronquios de la cuitada ; todo el cariño de su arrepentido amante no bas­ taba á revivir sus sentimientos. La fiebre resistía á la qui­ na; la anemia al hierro. El delirio no cedía un instante. Al cabo de fatigar la farmacia, el doctor se díó por vencidor « ¡Es un cadáver!» ? d i j o ? y se despidió bruscamente. Así las cosas, los desposorios de la víctima con el verdugo tuvieron lugar ante la sepultura entreabierta, y aquel subli­ me espectáculo inició la salvadora crisis. Han pasado veinte años, y todo cambió con el tiempo. Alguna vez el tañido de la guitarra evoca la sombra de lo pasado, y grave, enternecida, la esposa exclama, poniendo el beso de la pasión en la mejilla del esposo : « ¡ Nos falta tan poco para ser felices! y> ¡ A h , PÍ le fuera lícito remover la losa, vivificar el perdido infante, mirarse en su frente como en un espejo! Hé ahí el paraíso. Mas eso es imposi­ ble. Allá está el puñado de polvo para envenenar la exis­ tencia de la herida huérfana. Y vedla que, sin querer, re­ corre las teclas del piano preludiando una de esas melodías andaluzas que resuenan en el corazón con las suaves in­ flexiones de la brisa marina en el flotante penacho de las palmeras africanas, miéntras hiende el espacio como á ma­ nera de un grito retorcido en lastimeros compases, que se ciñen á su garganta cual serpiente de resonantes anillos, y el eco repite incierto, á guisa de estribillo funerario, la misma canción siempre. Es la plegaria de la madre, que reza á su modo : a ¡ Dejé á mi hijo en sn cuna Y . . . . ya no le volví á ver Sino dormido en la tumba Junto al autor de m i bien 1 » Las últimas notas de esta oración poética se extienden indeterminadas como el lamento de la infancia. Nadie dijera sino que, arrullando sus dolores con sus quejidos, á semejanza de la tórtola viuda, quería adorme­ cer en el pecho la honda pena, bien así como se adormece el rapazuelo, acurrucado en el regazo , durante las veladas del invierno. Sí. E l tierno organismo de no pocas naturale­ zas sensibles ha menester anegarse en el umbrío océano de la interior melancolía. ¡ Dichosas ellas! ¡ Llorar es vivir; más todavía : es rehabilitarse ! P. N . C A R T A S A E M I L I A . L a envid ia . Sevilla. Mi queridísima Emilia : Cuestión grave y trascendental es la de que voy á ocuparme en mi carta de hoy : cuestión tan delicada de suyo , que necesito de toda tu benevolencia. Mucho se ha escrito sobre la envidia, pero poco para lo que esta lepra social necesita á fin de ser exterminada. Así es que aunque mi pobre escrito sea sólo una pequeña gota caida en un inmenso Océano, y aunque pasará desapercibi­ do como esas hierbecillas que hollamos con el pié al discur­ rir por un jardín en el que descuellan las mas hermosas y fragantes flores, porque ellas solas merecen nuestra aten­ ción ; áun considerando esto, digo, me atrevo á emitir mi parecer. ¡ Tanto es lo que deploro ese cáncer ! ¡La envidia! ¿Por qué esta horrible palabra no debería borrarse del Diccionario y sustituirse con esta otra, bella y santa : emulación? \ Cuántas ménos lágrimas se verterían....! ¡y cuántas más mujeres, y hombres quizá, llegarían á con­ quistarse un nombre por sus talentos, ó por lo ménos se verían más queridos y respetados! Sí ; porque la envidia apaga todas las buenas pasiones ; las sofoca, las ahoga. Querida Emilia; tú, que me honras leyendo estas humil­ des y mal caracterizadas páginas ; tú , en cuyo corazón, sin duda alguna, no se habrá introducido este destructor áspid, apártate con horror de la envidia. Piensa que ésta no hace daño sino al que la alberga en su seno, y que, cual las ví­ boras , introduce su letal veneno en el infeliz que se atreve á acariciarla. Sí; la envidia pone de relieve al envidiado y no produce ningún bien al envidioso. Todas las pasiones llevan en sí su parte de goce ; la única que no lo lleva es la envidia. La envidia es un sér ingrato, que destruye á quien le presta alimento. Y l u é g o , ¡si vieras lo que afea! Podrá una mujer ser hermosa, pero si se trasluce en su semblante el más ligero átomo de envidia, desaparece su belleza. Quizá tú , queri­ dísima Emilia, dirás al leer estos reglones : y ¿cómo van ¿í traslucirse los sentimientos del corazón? ¿Ño hay el fingi­ miento para ocultarlos? i A h , desgraciada criatura la que tiene que recurrir á la máscara horrible de la hipocresía! Es señal de que su alma está ya pervertida. J^A ^ O D A j p L E G A K T E ^ j ^ E H I Ó D I C O DE LAS p A M I L I A S , 311 Huye de las personas en cuya límpida mirada no se tras­ luzca lo que pasa en su pecho. En la más imperceptible sonrisa, que destruye los gra­ ciosos pliegues de una boca sonrosada ; en una mirada obli­ cua?porque la envidia es traidora y no va nunca de fren­ te?en una palabra, caida de los labios como sin intención, se vende la mujer envidiosa. Ella, en vez de ser violeta de los campos, que embalsama la morada y todo cuanto la rodea, es una flor que exhala de su cáliz emanaciones maléficas, que ahogan á ella mis­ ma y á cuantos están á su lado. ¿Y sabes de qué procede la mayor parte de las veces esa repugnante pasión? De un lazo, de una joya ó de uu prendido cualquiera. j Como si estas futilezas mereciesen las lágrimas que ha­ cen verter! Si alguna vez, querida mia, quisiera penetrar en tu pe­ cho ese sentimiento indigno de t í , no por esas cosas , sino por otras más elevadas, como la virtud, que es la más rara belleza, la gracia y el talento reflejados en otras, ciérrale tu alma, y entonces sentirás germinar en tu espíritu la ad­ miración y el estímulo, que te elevarán, y á tu vez serás envidiada. Si sientes, al oir los justos elogios tributados á otra mu­ jer, como un dardo en el corazón que te impele á odiarla, sobreponte á su impulso y procura destruir aquel mal pen­ samiento, haciendo lo contrario de tu inclinación. Tribútale tus plácemes con toda tu alma, y harás una ac­ ción justa y generosa en favor de aquella que ningún daño te ha causado. Entónces sentirás rodar por tus mejillas una lágrima abrasadora. Déjala correr sin sonrojarte ; ella será el bautis­ mo que te valdrá el perdón de tamaña falta. Quien llora de arrepentimiento tiene el alma abierta á todo sentimiento puro. El que llora no es malo, y el que co­ noce sus faltas y sufre queriéndolas remediar, tampoco puede serlo. ¡Benditos sean los que luchan consigo mismos, que es prueba de que el genio del bien puede más en.ellos que el del mal! Adiós, amiga mia. Kecibe la seguridad de mi cariño. ELISA CASAS VIGO. L A M U E R T E D E L P O E T A . T a el arpa del amor está callada. Á LA MKMORIA DE LÜIS SIPOS. Hoy, que cuelgan crespones de tu lira, Y áun resuena tu acento melodioso. Como un adiós que blandamente espira En la mansión del eternal reposó, Recogeré su timbre dolorido Cuando hiera, al pasar, el aipa mia, Y en sus cuerdas prendido. Un eco dejará de su armonía, Misterioso, suave, Como el nocturno gorjear del ave. Un canto yo te debo ¡ triste suerte! Tú cantaste á mi amor y mi alegría De la ventura en el felice dia .... ¡ Y hoy canto yo á tu muerte ! Recuerdos de mi infancia seductores , Con tu nombre también, miro evocados ; Que el sol de tu país, con sus fulgores, Por las marinas brisas moderados, Reflejó puro en mi serena frente; Y si, niña inocente, A mi lado en los juegos yo te hallaba, Más tarde te encontraba, A l fijarse por siempre mi destino. De rosas alfombrando mi camino. Y t ú , pobre poeta, ¿no has sentido Latir también tu corazón amante? ¿ O avaro de tus sueños has querido Resistir á su impulso palpitante, Y ántes que ver tus esperanzas muertas, A l sentimiento le cerraste puertas ? ¿ O llevas á la tumba los rigores De tu signo fatal, muriendo sólo Porque el ángel quizás de tus amores A tu entusiasmo respondió con dolo? ¿Ó acaso comprendiste Ser estrechos los lindes de la tierra, Y otro rumbo emprendiste ? Que el espíritu puro nunca yerra ? Y tu alma de poeta se fué al cielo Buscando espacio do tender el vuelo ? Allí le encontrarás : en las regiones Do todo es luz y sin igual belleza. Donde no existen míseras ficciones, Donde reina la célica pureza ; Allí tiene su fuente la poesía Que al alma del poeta sonreía. ¡ Feliz del ser que en aras de la idea De lo bueno y lo bello ve su vida De súbito extinguida, Como se apaga la tranquila tea Del céfiro al aliento fugitivo, Y al romper sus prisiones El espíritu altivo. Ni una mancha desluce sus blasones! Estro fecundo en delicioso canto , Y pulsando se va sus cuerdas de oro De entre la noche en el callado manto, Despareciendo, cual fugaz estrella, En los albores de mañana bella. Mas ¡ ay! ¡ deja el poeta Muda en el suelo la inspirada l i ra , Y sólo el aura inquieta Quizá, al besarla, con dolor suspira! ¡ Hermosos valles que nacer le vieron , Ya nadie cantará vuestra frescura! Y de Oceáno las crespadas olas. Que su niñez mecieron Con pausado compás ó con bravura. De hoy más por siempre solas, Ya no las seguirá su pensamiento En su loco, incesante, movimiento. N i las aguas dormidas de aquel rio, Que retrata á Vivero en sus cristales En las templadas tardes del estío, Describirá su pluma á rasgos tales, Que se escuche sonar de su corriente El murmullo lejano dulcemente. ¡Ya no existes! ¡Oh cielos! ¿Es posible Que sea tal la miseria De nuestra pobre condición humana, Tan débil y tangible El barro que compone la materia. Que dure, cual la flor, una mañana? ¿Qué fué del corazón que ayer latía A impulso de volcánicas pasiones ? ¿ Qué de la mente el fuego, Y qué de la razón que lo regía ? ¡Todo, todo á la muerte cedió luégo ! ¡ Todo, todo la nada ha devorado. Sólo el rastro dejando de un pasado ! Mas no; que es imposible Que así desaparezca la existencia Y de un golpe no más, fiero, visible. Arrebate también la inteligencia. ¡ No muere el alma, pues morir no debe! Si deja el cuerpo que sostuvo breve. Es que el poeta, fatigado, errante, Quiso dejar nuestro mezquino suelo, Y en pos volando de ilusión amante ¡ A l remontarse, se encontró en el cielo! C. COCINA. Vendrell. S5-®-0--<= E L P E R R O D E L C I E G O . Hace algunos años veía yo diariamente, en la gran ave­ nida que conduce á uno de nuestros más aristocráticos pa­ seos, un mendigo, á los pies del cuahestaba recostado un perrito, que sostenía entre sus dientes un platillo de made­ ra. El dueño era anciano; el perro, j óven ; el mendigo era ciego; en la mirada de su lazarillo brillaba el rayo de la in­ teligencia. Ambos trataban de atraer la atención de los transeúntes; el uno con una cestita llena de cajas de cerillas, á fin de eludir el bando de la policía que prohibe la mendicidad so­ bre la vía pública; el otro, con su aire grave y resignado, como un perro que ha visto y aprendido mucho. Várias veces me he detenido expresamente para ver si á algún transeúnte se le ocurría hacer como que compraba cerillas al ciego con la caritativa intención de deslizar una moneda de dos cuartos en el platillo del perro, y, ¡ casuali­ dad extraña! jamas fui testigo de un caso semejante. Cuando llegaba la noche, ¿con qué se alimentaban aquel ciego y aquel perro, y tantos otros ciegos y perros como ejercen la misma profesión en la capital ? Pude informarme de que el perro se llamaba Turco. Cuan­ do se colocaba con su amo en su puesto habitual, cada vez que pasaba inmediato á él un chico llevando un pastel en la mano, el perro levantaba la cabeza, su hocico se estre­ mecía, y su mirada denotaba una expresión infinita de de­ seo; pero tampoco v i jamas que ningún chico compartiese su pastel con el pobre Turco. Yo no sé por qué dicen que los niños representan la edad de la inocencia, contra la opinión de La Fontaine, que tampoco era bueno, quizá porque fué un niño toda su vida. Hay entre los n iños , aunque en una escala infinitamente menor, las mismas pasiones que entre los hombres : me ha­ cen el efecto de modelos acabados de falsedad y de egoís­ mo. Sólo que, en vez de encañar por obtener una distinción, un título, un empleo, engañan para obtener un puñado de cerezas. Su orgullo enano no es ménos despótico que el or­ gullo colosal de un académico. Cierto dia concluí por preguntar al mendigo si había comprado el perro de quien había hecho su gu ía , su com­ pañero y su amigo. ? No?me contestó. ? Turco ha venido á poder mío por su libérrima voluntad. Un dia lluvioso del invierno?hace cinco ó seis años ? se sentó sobre los pliegues de mi capa y se quedó dormido. Cuando llegó la noche, como yo pre­ sumía que tendría un dueño, lo rechacé suavemente con mi palo. A l dia siguiente volvió-otra vez á ocupar su sitio so­ bre los pliegues de mi capa. Reñíle, pero nada hice por echarle. Figurándome, sin embargo, que su dueño le bus- caria, no le di nada de comer; pero mi severidad no le im­ pidió reaparecer al otro dia, aunque caía una fuerte helada. Esta vez partí con él mi pan ; pero no queriendo que igno­ rase la condición que le aguardaba, mísera al lado de la que sin duda abandonaba por mí , le puse un collar y le llevé conmigo. A l llegar á la puerta de mi casa, le devolví la libertad y cerré la puerta, dejándole en la calle. Sin duda pasó allí la noche, pues tan luégo como bajé al otro dia vino á frotarse contra mis piernas, ladrando ale­ gremente. Entónces volví á ponerle el collar, y me siguió para no volver á dejarme. Así es como vine á ser amo de Turco. « ¿ N o es verdad. Turco?dijo el viejo, paseando su mano sobre la cabeza del perrito. » Turco, que no podía ladrar por no dejar caer el platillo. que sostenía entre sus dientes, levantó un poco la cabeza, y movió la cola como asintiendo á las palabras del ciego. ? Hé aquí ? pensaba yo ? una amistad entre este perro y este mendigo como rara vez se forman entre los hom­ bres. E l ciego rechaza al animal, y éste vuelve á solicitarle; le niega el pan y el abrigo, y sin embargo, el perro se une al hombre para siempre. Esto no parece lógico al primer golpe de vista. Veamos las amistades lógicas, puesto que las hay, ó mejor dicho, si las hay. Cuando se tienen quince años , todo el mundo es nuestro amigo , y nosotros somos amigos de todo el mundo. En el colegio no existen el ódio exagerado, la antipatía violenta ni la envidia implacable; y no es que no haya diferencias de edad muy marcadas, puesto que, entre el alumno de ocho años y el que cuenta ya diez y siete, hay, cuando ménos, la desproporción que se nota entre el jóven de diez y siete años y el que se avecina á los cuarenta. Pero en el colegio las categorías son demasiado igualitarias, y las capacidades están demasiado reglamentadas para producir disonancias demasiado vivas. La jerarquía del mérito , la sola verdade­ ra, es allí apénas sensible. El que hoy alcanza el primer pre­ mio, dentro de un mes será la víct ima; así, pues, no hay ambición permanente; no reina en el colegio ninguna so­ beranía absoluta, Pero llega un dia en que, terminados los estudios prepa­ ratorios de una carrera, hay que perder de una vez esos doscientos ó trescientos amigos, ¿Cuántos de entre ellos volverán á verse? Una veintena todo lo más. Los otros se oscurecerán para siempre en el fondo de sus provincias; atravesarán los mares para ir á buscar fortuna en el Nuevo Mundo, ó morirán ántes de haberse hecho hombres. De esos veinte que las vicisitudes de la existencia no hayan diseminado por ahí, la mitad, al ménos, se entregará al aislamiento de profesiones diversas y antipáticas entre sí; y ademas, la desigualdad de fortuna comienza á mostrarse entónces con su desencadenamiento de consecuencias. ¿ Qué lazo constante podrá unir á diez ex-compañeros de colegio, si , por ejemplo, los unos se ven obligados á viv i r aprisionados en las paredes de una oficina, y encorvados los otros bajo la fatiga de un trabajo manual ? Cuando más, la amistad nacida en el colegio podrá continuarse en el mundo entre dos jóvenes cuya identidad de profesión ó cuya posición independiente les permita seguirla culti­ vando. En cuanto á las amistades que se contraen en sociedad, son más racionales, si bien carecen de la virginidad y del candor de aquellas cuyos primeros gérmenes brotaron al calor de la infancia. Son más lógicas, porque nos permiten escoger un amigo en vez de tomar el que la casualidad nos depara; pero también son ménos francas, por lo mismo que son calculadas, estudiadas, y puede decirse que rega­ teadas de una y otra parte. Después de todo, ¿ qué es la amistad, sino un ' cambio exacto ó usurario de las cualidades que se poseen, contra aquellas de que se carece? Poner todo en el plato de una balanza, y nada en el otro es soñar una amistad imposi­ ble : así , pues, cuanto más elevada es la posición de los hombres, menor es el número de sus amigos; sus produc­ tos son demasiado caros para cambiados por otros de uu valor igual. Un pobre puede tener amigos : un rey, por grandísima rareza, tiene uno sincero. Las mujeres se cobran amistad entre sí mucho más fá­ cilmente que los hombres, porque son sentimientos, y no intereses, los que entre las amigas se atraviesan. Una mu­ jer que llora la ausencia de su hijo es consolada por otra mujer cariñosa y benévola, que le habla de su próximo re­ greso. Pero ¿ cómo consolar á un hombre poseído de la idea exclusiva de tener un millón, un título de grandeza ó un palacio suntuoso? La amistad de Turco hácia su dueño carecía por com­ pleto de lógica. Si Turco supiera discurrir, no amaría al ciego, porque éste recibía de él más de lo que podía darle en cambio. ¡ Oh poder de la lógica! Pero, felizmente. Turco no era sabio. Y , sin embargo, poco faltó para que le convirtieran en sabio contra toda su voluntad. Su mismo dueño me re­ firió el caso, con esa naturalidad encantadora de los que no saben contar las cosas con arte, sobre todo cuando son ciegos. Un noble extranjero había encontrado al perro de su agrado. Aquel noble, que ostentaba en el ojal de su levita una condecoración donde se veían todos los colores del iris, se decía italiano y emigrado de su patria á causa de sus opiniones políticas. Su fortuna le había sido confiscada, y se veía obligado á dirigir una compañía de perros sabios para ganarse la vida. Uno de los canes que componía la troupe del Signor Zuc- clmro (que éste era el nombre del ex-noble) había muer­ to de nostalgia, y Zuccharo se ocupaba activamente en bus­ car otro perro susceptible de aprender á hacer equilibrios y jugar al dominó. ¡Cuántas decepciones! nuestro hombre hallaba en abundancia perros ingleses, rusos, daneses ; pero perros que costaban caros, que comían mucho; perros inúti­ les , en fin, que sólo pueden tener los senadores por dere­ cho propio; mas ninguno de ellos era capaz de aprender nada. L . G O Z L A N . /'Se cont inuará . ) REVISTA DE MODAS P a r í s , 8 de Octubre. Entramos en el mes en que las nuevas modas se someten á la piedra de toque del gusto parisiense. De todo lo inven- 312 E í ^ I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S . tado de un mes á esta paite en materia de modas no va á quedar sino lo rigorosamente de buen gusto, lo elegante, en el verdadero término de la palabra. Todo lo demás, lo extraño, lo demasiado vistoso, ío extravagante, quedará relegado para cierta clase de personas. Graves discusiones se suscitan con motivo de tal ó cual innovación, de este ó aquel detalle. Desde ahora puedo ase gurar que reina una tendencia pronunciada á la sencillez, en la forma de los vestidos, por supuesto ; pues si la pro fusión de bandas y guarniciones, dispuestas con más ó me­ nos gusto, tienden á desaparecer, en cambio las telas nue­ vas, que servirán para hacer esos trajes más sencillos en sus líneas, serán muy lujosas, y por consecuencia, más ca­ ras que las empleadas hasta el dia. El resultado será, poco más ó menos, el mismo. Hablo de los vestidos elegantes, y no de los que se hacen para diario, que serán de lana é irán adornados, por lo general, como hasta ahora. Entre las telas preferidas para vestidos de ceremonia hay que mencionar en primera línea la felpa lisa ó listada, ó labrada con flores oscuras sobre un fondo muy claro, lo que produce un efecto admirable. Viene luego el terciope­ lo, de que se hacen vestidos, pero no abrigos, y los broca­ dos venecianos, labrados en una tela muy gruesa, lo que les da extraordinario relieve, y por últ imo, los damascos de seda rameados. Excuso decir que ninguna de las ricas telas de que voy haciendo mención se emplea sola para un vestido, que haría demasiado pesado. Deben combinarse con telas lisas de seda, rodearse de raso maravilloso, de faya y hasta de moaré, lo cual hace resaltar la belleza de la tela dominante y no cansa la vista. Merecen citarse ciertas telas nuevas de un género par­ ticular y destinadas á un número reducido de damas ele­ gantes, que no gustan, por lo general, de lo que se ve en los escaparates de todas las tiendas. Las telas en cuestión, que proceden de Inglaterra y se han aclimatado muy pron­ to en París, son de lana y seda, con listas anchas dispues­ tas al través, y no existen hasta ahora más que tres mode­ los diferentes : la lista encarnada y la lista negra, una mate y la otra brillante; azul de dos matices, uno oscuro y el otro color claro, y nútria y azul. Como la mencionada disposición es un poco llamativa, se combinará la tela listada con tela lisa, haciendo, por ejemplo , el bajo de la falda de tela listada, con tablas an­ chas, y la parte de detras de la falda de faya ó raso mará villoso azul oscuro si se adoptan las listas azules, y negro si se elige el negro y encarnado. El corpiño-casaca será liso, de raso ó de paño, y del color oscuro ó brillante, á vo­ luntad. E l casaquin de paño rojo punzó es sumamente original y está muy bien visto ; pero es muy difícil de llevar, por ser un color rico, pero crudo, que palidece la tez más son­ rosada, á n o ser que se rodee el cuello con una masa de en­ caje blanco. El mencionado corpiño ó casaquin tiene, por lo demás, la ventaja de poderse llevar sobre muchas faldas diferentes, negras, de lana blanca ó azul marino. Con el blanco constituye un traje muy original para casa, ha­ ciendo, en tal caso, la falda semi-larga, toda lisa, con una ligera banda plegada de vigoña, sarga inglesa ó cachemir de la India. Yo me inclino á este úl t imo, pues hasta ahora ningún tejido ha podido destronar tan excelente tela. Para los trajes de calle se hacen unos magníficos surahs dobles, escoceses, que se mezclan con paño, cachemir ó tejido de punto, de un color igual á una de las listas esco­ cesas. Hay ademas hermosos satenes ó rasos con lunares grandes, de suma originalidad. Describiré, en este último género, un precioso traje de señorita. La falda es de raso azul, con lunares encarnados. Un de­ lantal de tela de punto de seda azul almirante va plegado por delante y forma un pouf muy poco abultado por de­ tras. El corpiño es del género llamado Veronés, enlazado en la espalda y adornado con una preciosa capucha punti­ aguda forrada de surah encarnado. Por abajo del corpiño pasa una banda de raso con lunares, que forma un magní­ fico lazo bebé en la espalda. Para vestidos de niñas y niños, el terciopelo y los esco­ ceses de todos géneros serán las telas más de moda, y los encajes blancos les servirán de adornos, ni más ni ménos que en el verano. V i dias pasados un delicioso vestido para un bebé de tres años, que podrá muy bien apropiarse á una niña de más edad. Era el vestidito á que me refiero de forma inglesa, y ter­ minaba en un volante de encaje ruso; una especie de semi- peto adorna la parte del delantero y termina un poco más abajo de la cintura, en el punto en que comienza una alde- tita añadida, toda tableada, que se entreabre por detras para dejar ver un lazo grande de cinta de raso. Un encaje ruso adorna el cuello y cae á lo largo del peto para rodear la aldeta. Tan precioso vestido será de cachemir color eglan- tina, con ricos botones de nácar. La capucha se ha extendido al mundo infantil , y las lle­ van los niños y niñas de todas edades ; pero debo confesar que, por mi gusto, deberían estar reservadas á las niñas de 8 á 11 años, porque hace pesado el traje de los bebés, ya tan recargados con las anchas fajas y los enormes som­ breros. Y á propósito de sombreros, saludemos el advenimiento de la gorra ó birrete clásico, que llevaban tan bien los pajes alemanes, y que Kembrandt sabía ponerse con tanto arte. Es el furor de la estación que ahora empieza ; pero temo que su reinado no sea muy largo. Las señoritas muy jóve­ nes y las inglesas le permanecerán fieles ; pero la gran da­ ma parisiense se resignará difícilmente á llevarlo, como no sea en circunstancias excepcionales. Se le hace de tercio­ pelo, y sobre todo de fieltro afelpado, y se le adorna con la pluma larga tradicional. V. DE CASTELFIDO. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.649. (Sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.a edición de lu jo . ) Traje de cachemir liso azul zafiro y terciopelo labrado azul sobre fondo gris plata. El delantero de la falda redon­ da se compone de tres paños de terciopelo labrado, separa­ dos por fuelles de cachemir. Los paños de detras son de cachemir. Los paños do terciopelo parecen abrochados so­ bre los de cachemir con botones Wateau. Una banda an­ cha de cachemir liso atraviesa la aldeta izquierda y termina en un pouf. El corpiño tiene la forma de un chaqué muy largo : es de terciopelo labrado, y cubre la mitad de la fal­ da. Los lados de la aldeta y la parte superior van guarne­ cidos con unos fuelles de cachemir liso. En el escote, dos esclavinitas, una de cachemir y otra de terciopelo. Traje de soirée. Vestido de raso maravilloso color rubí, bordado de flores color de rosa. La espalda, de forma prin­ cesa, se prolonga á una cola muy larga, ribeteada de un en­ caje blanco, puesto de plano. Delantal igual á la cola, muy corto y recogido, descubriendo una falda de debajo, hecha de raso color de rosa, plegada perpendicularmente. E l de­ lantal va guarnecido de un encaje blanco. Escote abierto, guarnecido de una banda plegada de raso color de rosa. E l ( (Sup l emen to» que a c o m p a ñ a a l presente n ú ­ mero sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de l a 1.a y 2.a e d i c i ó n de lujo . A R T Í C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . No es un secreto que nuestras elegantes han adoptado, como inseparables compañeros, los maravillosos corsés de MMES. DE VERTUS SCEDRS (12, n¿e Auber, París). La cintura-bañista, tan hábilmente comprendida, se oculta bajo una simple blusa de sargo ó de franela, sos­ teniendo á la moderna ondina y facilitando sus movimien­ tos én el agua. Con los trajes de calle se llevan alternativa­ mente, según el estilo de la toilette, la cintura-regente, gra­ ciosa y sencilla, que tanto hace valer los corpiños-Se&e, ó bien el corsé Ana de Aust r ia , que presta al talle un aire majestuoso. Las Pildoras BLANCAKD (40, rué Bonaparte, París) a] ioduro de hierro inalterable, son empleadas por las celebri­ dades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos, etc., etc.) en que hay nece­ sidad de proceder contra la sangre. (Eehusar todo frasco que no lleve la firma del inventor.)?(Véase el anuncio en la cubierta.) -?c=3> <3ü;i cir-«i Exposición Universal de 1878 ; Medalla de Oro, Cruz de la Legión de Honor. El A G U A D I V I N A de E . COU- D R A Y , perfumista en Par ís , 13, rué d'Enghien, es el producto por excelencia para conservar la juventud. Tam­ bién es el mejor preservativo de la peste y del cólera mor­ bo.? (Véase el anuncio en la cubierta.) A D V E R T E N C I A . El Administrador de L A MODA ELEGANTE ILUS- TKADA suplica nuevamente á las Sras. Suscritoras, que las reclamaciones relativas á faltas de números sean dirigidas á estas oficinas dentro del término de un mes por lo que hace á las de Madrid, y de dos meses por las que residan en provincias y en el extranjero, á contar desde la fecaa correspondiente al número que hubiere dejado de llegar á su poder. La Empresa, que hace el servicio de cada núme­ ro á todas las Sras. Suscritoras con la puntualidad más escrupulosa ? no podrá atender las reclamacio­ nes que se le dirijan después de dicho plazo respec­ tivo , sin que éstas vengan acompañadas de su im­ porte , que es de una peseta por número sencillo. También nos permitimos recordar á las Señoras Suscritoras de fuera de Madrid la conveniencia de que adjunten á sus reclamaciones una de las fajas con que ordinariamente se las sirve el periódico, porque de este modo se facilita notablemente el ser­ vicio. S A L T O B E C A B A L L O PRESENTADO POR LA SEÑORITA DOÑA MARÍA NUÑEZ MUÑOZ (MOGUER). cien- de e- Des- sie- fio- de sa- sus rra da, ees las hem- cen "3? ^ de- bras dnl- ya L a los das pas- con- paja- mas los tie- Uog; á? to­ mo- De Me- da, ñan res : po- dez.) 123 ro- de Mc- 1 dor lo, leu- To- Com­ i ó bien (De el Ba- sal- Va .do l íos; pra- mi - ca- el Ui- Las sti- do. yo pi- flo- rro- ge rro can- la? Iv do P r i n c i p i a en la casil la n ú m . 1 , y t e r m i n a en l a 123. Eeservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. J IADRIP. ?Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Ariban y C , sucesores de Rivadeneyrfl, LMriiESOKES DE CÁMAliA DE S. M. OCTUBRE.?1880 m o xxxix E X P L I C A C I O N D E L O S G R A B A D O S - Sil la de te la Lu i s X 71,?Núm. 1. Esta silla va cubierta y capitonada de un raso brochado estilo Luis X V I , y va adornada con borlas de pasamanería en las esquinas del respaldo y del asiento. Fleco en la par­ te inferior. S i l la i n g l e s a . ? N ú m . 2. Es de paño bordado y rodeado de tiras de raso. La parte inferior forma pabellones con ñecos y borlas de pasama­ nería. S i l la i n g l e s a . ? N ú m . 3. Esta silla es de raso listado y acompaña al sillón inglés núm. 9. Sofá -d ivan de te la de O r i e n t e . ? N ú m . 4. Va cubierto de una tela oriental y guarnecido de flecos y borlas de los colores de la tela. Si l lón a m e r i c a n o . - N ú m s . 5 y 6. Este sillón es de junco arqueado y va cubierto de una tira bordada, que se ejecuta al punto cruzado sobre caña­ mazo grueso y con lanas de los colores que indica el di­ bujo G. Sofá de t e la j a p o n e s a . ? N ú m . 7. Se cubre este sofá de una preciosa tela japonesa extendi­ da, y se le adorna con fleco y pasamanería de seda de los mismos colores. P o r t i é r e r ecog ida á l a i t a l i a n a . ? N ú m . 8. Esta portiére es de una tela gruesa de seda brochada, y va guarnecida de un fleco muy ancho del mismo color. Es­ ta disposición, llamada á la italiana, consiste en mantener la portióre de un solo lado por medio de dos torzales de pasamanería. El otro lado de la puerta va simplemente guarnecido de una tira de tela con fleco , formando anchos pliegues. Si l lón i n g l é s . ? N ú m . 9. De raso listado extendido, con guarnición de la misma tela, en forma de pabellones y adornada con un fleco á to­ do el rededor. Si l la inglesa de t e r c i o p e l o . ? N ú m . 10. Es de terciopelo negro, y va rodeada de tiras más claras. Almohadón largo, sujeto al respaldo con un cordón de seda. Escudo bordado en el espaldar. Si l lón con t i r a bordada . ? N ú m . 1 1 . La tira que guarnece este sillón puede hacerse de cual­ quier clase de tela, y puede servir igualmente para corti­ nas, portieres, etc. Nuestro modelo es de raso color café con leche muy claro. Se traspasan los contornos del dibujo sobre el raso, y se forra éste de percal. Por el interior de los arabescos se tiende un cordoncillo de oro en sentido hori­ zontal, perpendicular ó diagonal, según las indicaciones del dibujo. ( Véase la plana 2 de la cubierta de este núme- :ro.) Se pasa este cordoncillo al través de la tela, después X XX o I : : XX x;:x x: :x x::::x X:;:ÍX XKK5:XXXXXX:;:Í;:X X:ÍKX XK:CX-XSÍX- i i X:ÍX IOO I XX- X D - X X X XQG OD X XD DDX X DOOX x naax x n ? n a x x a x x l o c o IB x x n x IOOO IB a x x i ? x x i ; x - o a a x x QDX x a n n x x a n a x x x x a n a x X IOOO IB B X ? ? ? X ? ?X XDD ? ? X X ? ? ? X X ? X X IOOO I X x x l o o i x x x::x i i XKX x:::;x XKSX ; XSÍSÍÜXXXXXXKÜSÍX. ? ? ? x o a a n x x a : n a x x ODOX :s x x x - a n a s í 6 ?Tira del sillón americano. Explicación de los signos : ? azul; ¡gj granate ; verde ; rosa ; ~ amarilo 3 negro ; = fondo. l1!: ÉiSí^ í.?Sofá de tela japonesa. 8.?Pórltíre recogida á la italiana. SUPLEMENTO AL NÚM. X X X V I I I . J^A JAQ-QA j ^ L E G A i ^ T E , p E Í ^ I Ó D I C O DE LAS j ^ A M I L I A S . O ?Sillón inglúa f 2?Pouff. lO.?Silla ¡ng'esade terciopelo. <.?Sillón con t i ra bordada. (Véasf ¡a plana 2 de la cubifrla de este número.) 1 3 ?Taburete oapitonado. : T : n n j i n í i ] n fíi m m i 1 '? % I » mmmm liiillliiiiiiiiiiiiiliilií ?? laijj^ 4.?Tapón de lámpara . * 5.?Co&tito do costura. 1 f O.?Ventana de salón , estilo de Luis XV I . 49,?Ventana de despacho. jL*A yVÍODA j ^ L E G A ^ T E , j p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L I A S . SUPLEMENTO AL NUM. X X X V I I I . 80.?Segundo detalle del mantel. (Véase el dibujo 18 ' fltt.?Primer detalle del mantel. ( Váise el dibujo 18. 1 <9.?Heaa-baaar con mantel. ( Véanse los dibujos 19 , 20 y 21.} 2 8 . ?Alesa-bazar sin m>nte!. ?SSÍ.O «JsO t r o - o o o o o í G r 23. ?Cuadro de guipur sobre red. 21.?Cenefa del mantel. ( Téise el dibujo 18.) 2*.?Tapa para álbum. Reservados todos los derechos de propiedad art íst ica y literaria. ILAJDRID. ? Impronta, estereotipia y galvanoplastia de Ariban y C.a, sucesores de lUvadeDeyra, niPRESOKES DE CÁMARA DB S. M. i ' l o r i o E l f f l l E A d m i m s t r a c i o n C a r r e t a s , 12 . p r a i M A D F y D 2) PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS. ? o - o o QUE CONTIENE LOS ÜLTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRABAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES, NOVELAS. CRÓNICAS. BELLAS ARTES. MUSICA, ETC., ETC S K P T J I B Z L I C ^ EUST L O S I D I - ^ L S 6 , 1 4 , 2 2 Y 3 0 ü 33 C A 1 3 M E S . AÑO X X X I X , M a d r i d , 22 de Octubre de 1880. NÚM. 39. S U M A R I O . y 2. Vestido de cachemir verde oscuro.? 3. Sombrero de terciopelo.? 4, Sombrero redondo de terciopelo.?5 y 6. Vestido al crochet para niños de 1 á 2 años.?7. Paleto al crochet para niñas de 3 á 5 años.?B y 9. V i ­ sita de raso maravilloso.?10. Canastilla de labor.?11. Cuello do encaje. ?12 y 13. Cuello de raso. ?14. Lazo de corbata. ?15 y 16. Almohadón (bordado albanes \ ? 17. Paletó para niños de 7 á 9 años. ? 18. Paleto para niñas de 5 á 7 años.?19. Paletó para niñas de 7 á 9 años,? 20. Pa­ letó para niñas de 8 á 10 años.?21 á 27 Vestidos para ssñoras y niñas.? 28 á 39. Abrigos y vestidos de invierno.?40 Abrigo de bengalina de seda negra.?41. Chaqué de paño. Explicación de los grabados.? Crónica de Madrid , por el Marqués de Valle- Alegre.?El Perro del ciego (conc lus ión) , por D. L . G-ozlan. ? Carta á los badajocenses, poesía, por D. Carlos Servert y Purtuny. ? Correspon­ dencia parisiense , por X X . ? Explicaciou del figurín iluminado. ? Ar­ ticules de Par í s recomendados. ? Pequeña gaceta parisiense. ? Solución. ? Geroglifico. Vest ido de cachemir verde oscuro. N ú m s . 1 y 2. Para la explicación y patrones, véase el núm. I , figs. 1 á 14 de la Hoja-Suplemento. Sombrero de t e r c i o p e l o . ? N ú m . 3. Este sombrero es de terciopelo negro y va adornado de un vivo de galón de oro. Sobre la copa se pone una cenefa bordada de cuentas, de 4 centímetros de ancho, y termina­ da en su borde inferior por un fleco de cuentas. E l delan­ tero del sombrero va adornado de várias plumas. En el lado derecho se enrollan dos tiras al sesgo, de raso maravilloso, que se fijan por delante con un broche de metal dorado. Una banda de encaje blanco, de un metro 80 centíme­ tros de largo por 6 Va de ancho, y un entredós de 5 centí­ metros, forman Jas bridas, que se anudan por delante. Sombrero redondo de terciopelo, N ú m . 4 . Es de terciopelo negro, plegado en el contorno y ribetea­ do de un alambre. E l ala , que es de tu l fuerte, va cubierta por la parte interior y exterior de raso maravilloso, y ribe­ teada de terciopelo ajaretado en el lado derecho, por donde va levantada. La parte del ala cubierta de raso va guarne­ cida por la parte interior de un encaje bordado de cuentas, y por la parte exterior, de cenefas de plumas. Una pluma larga negra cae por detras, y una cola de pájaro del paraíso y un broche de metal dorado completan los adornos del sombrero. 1.?Vestido de cachemir verde oscuro (con manteleta). {Explic . y pat., núm. 1 , figs. l á 14 de la Hoja-Suplemento. 2.?Vestido de cachemir verde oscuro (sin manteleta). (Explic, y pat., 7iúm. I , figs. I d d de la Hoja-Suplemento a l presente número.) 314 Ves t ido a l crochet para n i ñ o s de 1 á 2 años .?Núms . 5 y 6 . Para la explicación y patrones, véase el núme­ ro I V , figuras 22 á 26 de la Hoja Suplemento. Paleto al crochet para n i ñ a s de 3 á 5 a ñ o s . ? N ú m . 7. Para la explicación y patrones, véase el núme­ ro I I I , figuras 19 á 21 de la Hoja-Suplemento. 3.?Sombrero de terciopelo.. H.?Visita de raso maravilloso. Espalda. (Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 41.?Cuello de t-ucaje. í».?Vestido al crochet para niños de 1 á, 2 años. Delantero. {Explic. y pat., núm. I V , f i g i . -2 á 26 de la Hoja-Suplemento.) V i s i t a d e r a s o maravi l loso . N ú m s . 8 y 9. Véase la ex­ plicación en el ve r so de la H o j a - Suple- viento. Canas t i l l a de labor. N ú m e r o 1 0 . Las figs. 54 y 55 de la Hoja-Su­ plemento á nues­ tro número 37 corresponden á este objeto. Esta canas­ tilla cuadrada, con tapadera, es de p a j a *a.?Paleto al crochet para ninas de 3 á 5 años. (Explic. y pat., núm. I I I , figs. 19 á 21 de la Hoja-Suplemento.) gruesa y jun­ co, pintada de negro y barni- zada. L a ca­ nastilla tiene 12 cen t í me­ t r o s de a l t o por 16 de an­ cho. El con­ torno va guar­ necido de lam- brequines de f e l p a c o l o r a c e i t u n a , adornados de un bordado al p u n t o ruso, que se ejecuta con arreglo al d i b ujo repre­ sentado en la figura 54, Los tulipanes se hacen al punto de ca­ deneta, punto de cordoncillo y punto anudado con seda azul de dos matices. Para los lunares hechos al pasado, se emplea seda azul oscura. Las margaritas van bordadas al punto de cadeneta con seda de color de rosa; los lunares, con seda granate; las espigas, con seda color de aceituna y la hoja ancha, con seda bronceada; todo ello al punto de cadeneta. Cuando el bordado está con- m 4.?Sombrero redondo de terciopelo i » . ? A l m o h a d ó n (bordado albanés) ?[Véase el dibujo 16.) 9.?Visita de raso maravilloso. Delantero. ( Explic. en el verso de la Hoia Suplemento.) W J i1V-L- 44.?Lazo de corbata. i *».?Cuo' . lo de raso. 13 ?Puño qne acompaña al cuello de raso. 4 8.?Bordado de la cenefa del almohadón. (Véase el dihim 15 ) O,?Vestido al crochet para niños á 2 años. Espalda. [Explic. y pat . , núm. I V , figs. 22 a de ¡a Hoja Suplemento.) " ^ A ^ V l o D A j ^ L E G A ^ T F , p E ^ I Ó D I C O D E LAS j p A M I L Í A S . 315 4'3.?Paleto para niños da 7 á 3 años. ( ExpUc. en el recto de la Hoja- Suplemento. ?18.?Paleto para niñas de o á 7 años. (Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) '¿ t í .?Vestido con cuerpo de lana. Espalda. 'Vilsise el dibúio 25.) 49.?Paleto para niñas de 7 á 9 años . (Explic. y p a t , núm. X , figs. 50 d de Ja Hoja-Suplemento.) 20.?Paleto para niñas de 8 á 10 años [Explic. y pat., núm. IX,Jigs. 44 á 49 de la Hoja-Suplemento.) 84.?Vestido de lanilla de, cuadros 22.?Vestido para señoritas. y f e l p i . {Explic en el verso de la Hoja- (Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento.) Suplemento ) 23.?Vestido de cachemir liso y cachemir de cuadros. (Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento. ) 2*.?Vestido para niñas de 6 2». ? Vestido con cuerpo de lana. á 8 años. "Delantero.?{Véase el dibnio 26.) ( Explic. en el verso de la Hoja- [ErpKc. y pat., núm, I I , f g s . 15 á Suplemento.) 18 de la Hoja-Suplemento J 2 "3.?Vestido de raso liso y damasco. [Explic. en el verso de la Hojo Suplemento.) |L.?Visita larga. 3 0 y 3 1.?Confección de paño inglés. Espalda y delantero. 3*.?Traje de paño, 33 .?Confecc ión de terciopelo y raso brochado. cluido se adorna su borde inferior con un rizado estrecho de cinta de raso azul pálido, que se fija con un punto do cruz hecho con seda amarilla. En la tapadera se ponen dos tiras dentadas de felpa color de aceituna, que se bordan con ar­ reglo al dibujo de la fig. 55. Una costura al punto de cruz adorna el borde, el cual se ribetea con un rizado de cinta de raso azul. Unas borlas de lana de varios colores van fijadaH en los ángulos de la canastilla, y unas cintas azules van enrolla­ das en torno del asa y fijadas á cada lado, formando un lazo. Cuello de e n c a j e . ? N ú m . 1 1 . Se toma una tira de cuello de tul puesto doble, de 3 cen­ tímetros de ancho por 38 de largo, y en cuyo borde inferior se pega un cuello redondo, el cual, así como la tira del cue­ llo, va cubierto de encaje de 5 centímetros de ancho. Unas cocas de cinta Pompadour, de 2 V J centímetros de ancho, adornan el cuello. Cuello de r a s o . ? N ú m s . 12 y 13. Este cuello se compone de una tira de raso azul, puesto rloble, de 5 centímetros de alto, por 39 de largo, y de tul fuerte como forro. El borde inferior del cuello va unido á un camisolín de nansuk, y los bordes superiores y de delan­ te llevan unos vivos de raso blanco. El cuello va ademas adornado de un encaje de oro de 3 centímetros de ancho, y el escote, de un rizado de crespón liso de 1 t/a centímetros. El cuello va abrochado con 3 corchetes.?El puño es igual al cuello. Lazo de c o r b a t a . ? N ú m . 14. Este lazo se compone de gasa de seda plegada y adorna­ da de un encaje color de marfil, de 5 centímetros de ancho. La parte superior forma un lazo de gasa. A l m o h a d ó n (bordado a l b a n é s ) . ? N ú m s . 15 y 16. La flg. 97 de la Hoja-Suplemenlo á nuestro n ú m . 37 corresponde á este objeto. Fondo de paño color de nutria. Boriado albanés hecho -Abrigo duquesa. 35 .?Traje de bagnos negro. 30.?Traje de raso. 31.?Manteleta-visita. 38.?Pell iza larga. 3» .?Confecc ión de tela brochada. con torzal grueso de seda de varios colores. E l contorno del bordado va adornado de un cordón terminado en cada án­ gulo con una borla. Esta labor, hecha con arreglo á dibujos orientales, es fácil de ejecutar y produce muy bonito efec­ to. Se traspasan sobre eí paño los contornos de la fig. 97 y los de la cenefa representada por el dibujo 16, después de lo cual se extiende el paño en un telar. Se principia el bor­ dado por la punta de la hoja. Se dirige la aguja hácia el la­ do derecho, conforme se indica en el dibujo que publicare­ mos en nuestro número próximo. Estas flores van hechas con seda azul, seda amarilla y seda encamada. Para las ho­ jas grandes, los tallos y las hileras en línea recta de la ce­ nefa se emplea seda de color de oro bruñido de tres mati­ ces. Los capullos, bordados con seda color de heliotropo y seda color de crema, van terminados en unas ramas de seda verde claro. Por ú l t imo, el almohadón va adornado con un bullón de raso. Paleto pa ra n iños de 7 á 9 a ñ o s . N ú m . 17. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Paleto pa ra n i ñ a s de 5 á 7 a ñ o s . N ú m . 18. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Paleto para n i ñ a s de 7 á 9 a ñ o s ? N ú m . 19. Para la explicación y patrones, véase el núm. X , figu­ ras 50 á 56 de la Hoja-Suplemento. Paleto pa ra n i ñ a s de 8 á 10 a ñ o s . ? N ú m . 20. Para la explicación y patrones, véase el número I X , figu­ ras 44 á 49 de la Hoja-Suplemento. Vestidos para s e ñ o r a s y n i ñ a s . ? N ú m s . 21 á 27. "Véanse las explicaciones y patrones en la Hoja-Suple­ mento. 318 p A A Abr igos y vestidos de inv i e rno .?Núms . 28 á 39. Núm. 28. Visita corta, de raso maravilloso, con forro de seda de color y adorno de plumas y magnifico fleco de felpilla. La espalda, que va ajaretada, termina en un lazo de raso. Núm. 29. Visita larga, de gro negro, forrada de seda y huatada. Su adorno consiste en una ancha guarnición de piel de castor del Canadá. Cuello y carteras de lo mismo. Núms. 30 y 31. Confección de paíw inglés, con adornos de castor del Canadá natural. Núm. 32. Traje de p a ñ o , con trenza de color y oro y cordonadura de lo mismo. Núm. 33. Confección de terciopelo y raso brochado, for­ rada de seda de color y guarnecida de encaje y pasama­ nería. Núm. 34. Abrigo duquesa, de vigoña color de nútria, guarnecido de castor del Canadá natural y forrado de raso de color. Núm. 35. Traje de hagnos negro, bordado al plumétis, guarnecido de encajes. Núm. 36. Traje de raso, guarnecido de un bordado de seda blanca. Núm. 37. Manteleta-visita, semi-larga, de terciopelo bro­ chado y forrada de raso de color, con rizados de encaje an­ cho. Adornos de pasamanería de azabache en la espalda. Capucha de azabache y encaje. Núm. 38. Pelliza larga, de terciopelo liso, forrada de seda de color y guarnecida de fleco de gran novedad. Es­ palda fruncida y terminada en un lazo grande de raso. Núm. 39. Confección de tela brochada, de lana atercio­ pelada , con adornos de encaje y golpes de pasamanería. A b r i g o de bengal ina de seda n e g r a . ? N ú m . 40. Para la explicación véase el verso de la Hoja-Suplemento. C h a q u é de p a ñ o . ? N ú m . 4 1 . Para la explicación y patrones, véase el núm. V I I I , figu­ ras 37 á 43 de la Hoja-Suplemento. C R Ó N I C A D E M A D R I D . SUMARIO. Apertura del teatro Real. ? Las primeras funciones. ? Los dos cuartetos.? Roberto el Diablo y Aida. ? Marta y Rigoletto. ? Ausentes. ? La moda de volver tarde.?Los demás coliseos. ? En el ESPAÑOL, E l Coronel Estéban. ?Eu la COMEDIA , La Buena Raza. ? En APOLO, Heliodora y E l Corregi­ dor de Almagro.?En la ZAKZUKLA, un tenor con voz,?Matrimonios.?En todas partes.?Chismografía. Por fin, después de tantas demoras y dilaciones, abrió sus puertas el teatro Eeal; por fin, con él se ha inaugurado la temporada de invierno. Lo cual no quiere decir que todo el mundo se halle de vuelta; lo cual no significa que no se echen aún de ménos muchas y notables damas de la sociedad de la córte, quie­ nes prolongan su villeggiatura ? porque es de buen tono regresar tarde á la córte?ya en las orillas del Océano, ya en las capitales extranjeras: ? en Biarritz y en Zarauz; en Brusélas y en París. Vacíos se ven en el regio coliseo los palcos de las du­ quesas de Osuna, Sotomayor y Fernan-Nuñez ; vacíos los de la Condesa de Velle, Marquesa de Casa-Irujo, y várias notabilidades más de la belleza y de la elegancia. Otras, como la Duquesa de Medinaceli y la Marquesa de A^elaz- quez, no asisten tampoco por recientes desgracias de fa­ milia. Madrid no ofrece todavía su aspecto alegre y animado de los años anteriores, y hay en la atmósfera una nube som­ bría de tristeza y de desaliento. Las primeras funciones dadas por la Empresa del Sr. Ko- vira han tenido de todo : dos óperas ? Roberto el Diablo y Aida ? han alcanzado brillante éxito; otras dos?Marta y Rigoletto?no han satisfecho á los espectadores. Y es que las primeras las cantan los mejores artistas de la Compañía, y las últimas se hallan fiadas al segundo cuar­ teto , que no pasa de mediano. La Eeszké, la Pasqua, Stagno y Uetam componen un grupo admirable; la Lod i , la contralto Beloff, el tenor Nouvelli y el bajo Vidal, á pesar de sus esfuerzos y de su buena voluntad, no logran formar un cuadro perfecto. La Eeszké era conocida en Roberto el Diablo, que nos hizo oir dos veces en la temporada úl t ima; pero desde en- tónces acá ¡ cuánto ha progresado! La pronunciación del italiano es ahora excelente ; la pa­ sión ha venido á inflamar la que ántes era una hermosa es­ tatua ; el sentimiento á hacer resaltar los dones de la natu­ raleza. Lo único que la crítica reprendió el año último á la diva fué su frialdad; pues bien, ésta ha desaparecido, y nada falta á la mujer y á la actriz para producir efecto. Todavía ha sido mayor el que ha causado en Aida, spar- titto y poema que parecen escritos para ella. En Milán se colocó á inmensa altura en la obra de Verdi y recibió su. consagración de grande artista; Madrid la ha confirmado, tributándole una de las ovaciones más unáni­ mes y ruidosas de que hay memoria. Stagno, en la plenitud de sus facultades ; la Pasqua, que dejó honroso recuerdo de su precedente campaña ; Uetam, el cual de un personaje secundario ha hecho una figura impor­ tante ; Kaschmann, quien no ha sucumbido ante los temi­ bles recuerdos de Pandolfini, constituyen un conjunto ma­ ravilloso y como se presentará difícilmente en ningún tea­ tro de Europa. La dirección inteligentísima del maestro Goula; el lujo de la mise en scéne; el buen desempeño por los coros, todo ha contribuido por partes iguales á que la representación de Aida haya sido un verdadero acontecimiento. ¡ A y l ¿Por qué no es lícito decir lo mismo de Marta y de Rigoletto? ¿Por qué sus intérpretes no pueden ponerse en parangón con los de las óperas citadas? La Lodi está enferma, y eso explica que en el año actual la acogida del auditorio no sea tan benévola para ella como el pasado ; la Beloff no posee muchas facultades ni mucho arte; Nouvelli es un tenor agradable, pero que para brillar necesitaría hallarse mejor rodeado; de Vidal puede decirse lo propio, y hé aquí la explicación sencilla y natural de la acogida poco favorable dispensada á composiciones tan aplaudidas siempre entre nosotros. Será menester que el Sr. Eovira?ó quien sea el verdade­ ro Director del coliseo de la plaza de Oriente ? se decida á reformar la compañía; á traer primas-donnas dignas de al­ ternar con la Eeszké y de corresponder á las justas exi­ gencias de los espectadores, quienes, puesto que pagan muy caras las localidades, tienen derecho á reclamar se les sirva según lo que pagan. Las otras escenas madrileñas, ó se muestran avaras de no­ vedades, ó no son felices en las que nos ofrecen : la única del Español, E l Coronel Estéban, ha tenido un éxito tibio, desapareciendo á la sexta noche del cartel; la única del de la Comedia, L a Buena Raza, sólo una se ha representado. Creíamos que al antiguo corral de la Pacheca le estaba vedado dar traducciones ó arreglos del francés ; pero sin duda estábamos equivocados, cuando ha sido admitida la versión al castellano de Lefi ls de Coi-alie, drama de Alber­ to Delpit, estrenado poco há en el Gymnase Dramatique de la capital de Francia. No merecía la obra, por su mérito literario ni por su ca­ rácter moral, el honor que le ha dispensado el Sr. Pérez Echevarría, quien hubiera hecho mejor en emplear sus ocios en enriquecer con una producción original la patria lite­ ratura. A pesar de que el trabajo está desempeñado con esmero y conciencia. E l Coronel Estéban conserva estructura y for­ mas exóticas : n i las costumbres que retrata son españolas, n i los personajes, de nuestro país. Felizmente no ha llegado aquí todavía la lepra que cor­ roe á la sociedad francesa; por fortuna no hemos admiti­ do? lo cual no significa que no admitamos más tarde ? ciertas ideas que allí son moneda corriente. E l público ha recibido, pues, con extrañeza la obra de Delpit, como si se le hablára un lenguaje que él no enten­ diese ; como si se intentase tocar fibras del corazón que sólo vibran al impulso de distintos afectos. Los lectores lo saben : la compañía del Sr. Ducazcal se halla dividida en dos mitades : una que actúa en Zaragoza ?la mejor y más numerosa ;?otra que tenemos en Madrid, ?la más débil é incompleta. En ella únicamente se distinguen la Contreras, Vico y Mariano Fernandez, los cuales fueron los únicos que en E l Coronel Estéban estuvieron á la altura de su misión. Pero, terminadas las fiestas del Pilar en Zaragoza, vamos á volver á ver á la Mendoza Tenorio, á Eaf ael y Eicardo Calvo, á Donato J iménez; en una palabra, á todos cuantos han dado en el teatro del Coso muestras relevantes de su talento y de su pericia. ¿Dirémos algo de L a Buena R a z a ? ? ¿ P a r a qué? ? Ha sido un meteoro que pasó rápidamente por la escena y que no tomará á aparecer en el cielo del arte. Un autor laborioso y estimable se ha equivocado : ?ya compensará su error de ahora con sus aciertos sucesivos. En vano lucharon para salvarle, con notorio celo, la Alva- rez Tubau, Eeig y algunos más ; todo fué inútil ante la jus­ ta severidad del auditorio, que impuso silencio al final á la claque con extraordinaria energía. No mucho más feliz ha sido Apolo con Heliodora ó E l Amor enamorado, zarzuela del difunto Hartzenbusch, y E l Corregidor de Almagro, arreglo llevado á cabo por el señor Pina y Domínguez de una opereta francesa titulada Mada- me Favart. No es posible dejar de aplaudir que el Sr. Soto, empre­ sario del coliseo de la calle de Alcalá, animado de nobilí­ simo espíritu, se decidiese á presentar la obra póstuma del egregio autor de Los Amantes de Teruel con tierna solici­ tud y verdadero lujo. Nada escaseó :?después de repartir los papeles á los prin­ cipales artistas de la Compañía, encargó magníficas deco­ raciones á pintores célebres, hizo construir ricos trajes y costosos accesorios; en fin, quiso que el homenaje fuese digno de aquel á quien se rendía. E l Eey, su madre la Eeina Isabel, sus augustas herma­ nas, una concurrencia ilustre y distinguida, se asociaron á él la primera noche. E l asunto de la obra, la extensión de ésta, la falta de ínteres del argumento, hicieron que el éxito no fuese bri­ llante, y que Heliodora tuviese diez ó doce representacio­ nes únicamente. E l Corregidor de Almagro no llegará de seguro á ese número, porque carece de condiciones de novedad y de gracia en la fábula y en los caractéres. La música no pudo salvar á E l Amor enamorado, á pesar de ser de Arrieta ; la de E l Corregidor de Almagro, de un maestro ménos inspirado, no salvará tampoco la nueva lu­ cubración del Sr. Pina. E l coliseo de la calle de Jovellános invitó el sábado últi­ mo á su resurrección con una obra muy antigua, aunque muy buena : Jugar con fuego.? Su principal atractivo en esta ocasión era darnos á conocer una tiple que ha traído de Italia ? la Srta. Cuevillas?y un tenor que ha sacado de no sabemos dónde, pero que tiene grandes facultades. ¡Un tenor con voz!?El caso es fenomenal. A l Sr. Losada?así se llama este mirlo blanco ? no le falta sino saber servirse del magnífico órgano con que le ha dotado la naturaleza; pero si es cierto, según la frase de Eossini, que para cantar se necesitan cien cosas, y las no­ venta y nueve son la voz, el jó ven artista puede adquirir la única que le falta. Por el contrario, la Cuevillas posee á fondo el arte y no tiene mucha voz. ? Saquen los lectores la consecuencia. ¿Podrán sostenerse en Madrid dos teatros de zarzuela, con la ruda competencia de los catorce más de distinto gé­ nero ? Problema es éste de tan difícil resolución, como el de ave­ riguar si el Sr. Losada logrará adquirir la circunstancia que le falta para ser famoso, ó la señorita Cuevillas las 99 que necesita si ha de llegar á la celebridad. Nos hemos entretenido tanto en pasar revista á los tea­ tros , que apénas podemos hablar de otros asuntos. Mas ¿ realmente los hay ? ¿ Sucede algo en la coronada villa? ¿ No están cerrados los salones ? ¿ No falta totalmen­ te ese gran alimento de vida y de animación en la sociedad cortesana ? E l único pasto para las conversaciones son los matrimo­ nios entre familias de la aristocracia, que en todas partes tanto abundan, y se verifican lo mismo en París que en Biarritz; en Zarauz lo mismo que en Madrid. E l 14 se celebraron en la capital de la vecina Eepública los de los hijos de los Duques de la Torre con el Conde de Santovenia y su hermana. El acto tuvo efecto en la Nunciatura, siendo monseñor Czacki, representante de la Santa Sede, quien dió la bendi­ ción nupcial. Después obsequiaron con un almuerzo á considerable nú­ mero de personas los Duques de la Torre en sus habitacio­ nes del hotel Scribe, saliendo por la tarde entrambas pare­ jas para Lóndres, donde van á pasar su luna de miel. E l 20 tendrá lugar en Biarritz el enlace del Duque de Frias con la señorita D.a Cármen Pie:natelli de Aragón, de la ilustre familia de los Condes de Fuentes ; y en los pri­ meros días de Noviembre se realizará en Zarauz el de la Marquesa de Narros con el brigadier exento de servicio don Joaquín de la Vera y Olazabal. Por último, hácia la propia época contraerán matrimonio una hija del Secretario general de la Eeal casa, D. Fermín Avella, con un oficial de la escolta Eeal, el Sr. Mauduit; y algo más tarde se unirán igualmente con vínculos eter­ nos el Marqués de Viluma y la señorita de Tri l lo. E l año de 1880 es, pues, buen año de casamientos. La gacetilla periodística se ha ocupado de un modo tras­ parente de acontecimientos que en París y en Madrid han excitado la curiosidad general. Nosotros no la seguirémos á ese terreno, pues no quere­ mos dar ínteres á nuestra crónica penetrando en el sagrado de la vida privada. ¿Es posible tampoco distinguir la verdad de la calumnia, lo inventado de lo acontecido ? En la duda, parécenos conveniente y oportuno evitar cuanto por intemperancia pueda traer consecuencias terri­ bles, ó contribuir á difamar personas dignas de considera­ ción y de respeto. EL MARQUÉS DE VALLE-ALEGRE. 19 de Octubre de 1880. E L P E R R O D E L C I E G O . (Conc lus ión . ) La casualidad hizo que el signor Zuccharo tropezase con Turco, y ¡oh ingratitud inaudita! Turco fué vendido por su amo. Aquel negocio no hacía honor á los sentimientos del ciego. A l ser separado de éste, el can volvía la cabeza á cada paso, esperando á que su amo le llamase; pero el mendigo le dejó ir sin llamarle. Sufría, sí , al perder su fiel compa­ ñero; pero el italiano le había dado por él ocho duros. ¡ Cuántas cajas de fósforos era necesario vender para ganar ocho duros! Sin duda el proceder del ciego mendigo parecerá cruel; pero ¿ qué padre previsor no da su hija en matrimonio á un hombre viejo, tonto y feo, con tal que posea treinta mil duros de renta? Muchos hubieran hecho lo que el ciego : no hay más que aumentar la suma. La noche misma del día en que se consumó la venta, el mendigo, que no contaba ya con su fiel gu ía , se cayó dos veces ántes de llegar á su casa, hiriéndose en la frente y en la rodilla. No tardó en arrepentirse de su inhumanidad para con Turco. La soledad le causaba una tristeza indefinible ; cayó enfermo, y no sólo tuvo que gastar los ocho duros, sino que, privado de salir á su comercio de fósforos, hubo de contraer deudas con el panadero y el carbonero. Volvamos al héroe de nuestro relato. El digno perro, bur­ lando las previsiones del signor Zuccharo, se mostró rebelde á todas las tentativas de educación intelectual. N i el ejemplo de un compañero dócil y sumiso, ni las dulzuras de un nuevo régimen alimenticio más reconfortante, ni las amenazas, ni los golpes, pudieron triunfar de su firme decisión de no ins­ truirse. Si el ex-noble le presentaba naipes para enseñarle a hacer suertes. Turco los desgarraba con los dientes; cuando le mandaban formar el nombre de una ciudad con las letras del alfabeto grabadas en pedacitos de madera, se echaba sobre ellas y se quedaba dormido. Su instinto en rebelión vengaba á todos los individuos de su raza, á quienes un charlatanismo especulador había trasformado hasta el punto de convertirlos en miembros honorarios de la Academia de inscripciones y Bellas Letras. Por úl t imo, el signor Zuccharo concluyó por aburrirse, y echó de su casa al indómito perro, no sin darle un punta­ pié y un fuerte latigazo. Turco echó á^orrer como un rayo, derribando á cuantos chicos se encontraba á su paso, y no paró hasta llegar al puesto habitual de su antiguo amo, el ^ V t o D A j ^ Í L E G A ^ T E , jPEÍ^IÓDICO D E L A S J ^ A M I L I A S . 319 Bendigo ciego. Este no se encontraba a l l í ; pero Turco no labia olvidado el camino de su domicilio, y partió á bus- arle á toda carrera. No dirémos que llegó á la casa del nendigo en el momento crítico en que depositaban el ca- láver de éste en el ataúd, y que siguió los despojos mor­ tales de su amo basta la fosa común : nuestro relato no ne- esita de ese doloroso detalle para ser verdadero. ¡ Cuán grandes fueron los remordimientos del ciego cuan- rjo se apercibió del regreso de Turco ! Si bubiera podido Jisponer de una gallina asada en el momento en que su iinigo saltaba sobre sus rodillas, colmándole de signos de ifecto no bubiera vacilado en dársela; pero el ciego estaba nía convaleciente, y no tenía más comestible que una taza le caldo, que abandonó generosamente á su perro. Al dia siguiente del regreso de Turco su dueño se sintió nás fortalecido, y al otro ambos ocupaban su puesto acos- umbrado en el paseo público. Turco rebosaba de alegría al r que por fin podría vivir siendo simplemente perro, ta l . 10 Dios le babia creado, en vez de perro sabio. Jno de los últimos días del mes de Julio pasaba yo por iaseo en cuestión, cuando v i un numeroso grupo de gen- que se apiñaban en uno de sus ángulos. Me aproximé, y jues de lograr, no sin trabajo, abrirme un camino á tra- de aquella valla bumana, pude contemplar un espec- mlo que me llenó de pena. E l pobre ciego trataba en vano reanimar con sus sollozos al fiel Turco, que se bailaba pirante á sus piés : un agente de la policía municipal le bia envenenado. ? Envenenar al perro de un pobre ciego ! ¿ No creéis que oa acción es infame ? El animal se agitaba en el estertor de una dolorosa ago- 3,, y cuando hallaba fuerzas bastantes para levantar los ?pados, era para clavar la vista en el amo, que no podía ntemplar sus últimos momentos, pero que lloraba con sus os y con sus gestos desesperados. Todos los esfuerzos del endigo se dirigían á levantar en sus brazos al pobre Tur- Í, que gemía tristemente, y cuyo pelo se erizaba al bálíto 3 la muerte. El ciego se volvía luégo bácía la mucbedum- i , realmente enternecida por el espectáculo, para referirle entrecortadas frases las bellas cualidades, el noble ins- o de su desgraciado compañero : hablaba de él como hu­ irá hablado de un hijo en quien tuviese cifrada su única oeranza. ? Turco no ha amenazado jamas á nadie, no ha mordi- á nadie?decía el mendigo ? y sin embargo, le han enenado. Porque me le volviesen á la vida, sería capaz iar y el pobre viejo se detenia en medio de su pro­ sa votiva, porque no tenía nada que dar. Entónces tornaba á sus sollozos y á sus exclamaciones, y i sus manos trémulas y arrugadas quitaba el collar al rro, como queriendo indicar que ya no tenía necesidad él. El platillo de madera andaba por el suelo, roto por s piés de los curiosos, y los fósforos, que constituían to- i la fortuna del ciego, rodaban esparcidos : el mendigo taba anonadado por el peso de su desgracia. Aparte de esta conmovedora escena, el paseo brillaba con do su esplendor acostumbrado. Las fuentes elevaban há- a el cielo sus surtidores de agua, y largas filas de carrua- ÍS conducían, al trote de magníficos caballos, á las damas e la alta sociedad, cubiertas de raso y terciopelo. ¿Qué os nporta á vosotros, poderosos de la tierra, que un pobre cie- o llore sobre su perro envenenado? Turco no entreabria ya sus párpados ; apénas si de cuan- o en cuando se notaba que un estremecimiento convulsivo icudia su cuerpo , comunicándole una apariencia de vida, ll mendigo seguía lamentándose. Si Turco hubiera consentido en que lo hicieran sabio, no hubiera visto en una situación tan desesperada. En un momento en que el ciego palpaba el cuerpo de su ÍTTO para darse cuenta, por el tacto, del resto de vida que quedaba, sus manos tropezaron con otras. E l viejo creyó le se iban á llevar á su perro para tirarlo al muladar, y nzó un grito desgarrador. ? ¡Dejad ? le gritó uno de los circunstantes ? es un ca- allero que reconoce á vuestro perro. Era, en efecto, un joven profesor de Medicina, que movi- í á lástima, quiso ver sí era posible salvar la vida del Qimal. El caritativo jóven, desgarrando una hoja de su irtera, escribió en ella la fórmula de un contraveneno, que iez curiosos se disputaron el privilegio de llevar á la más róxima botica. Cuando hubieron introducido la pócima bienhechora en garguero de Turco, éste devolvió el veneno, que no ha- ia tenido lugar todavía de pasar á las vías digestivas. Poco poco fué reponiéndose ; fueron en seguida á buscar agua la cercana fuente, é hicieron beber de ella al perro en ran cantidad. Así que el ciego pudo escuchar los ladridos de su perro, uando sintió sus caricias, sus vacías pupilas empezaron á uscar en torno suyo al salvador de su fiel compañero. ? ¡ Dios mió! ¿ por qm' soy ciego ? ? decía cuando le co­ learon delante del jóven médico. Y de pronto, introduciendo una de sus manos en el bol­ illo, sacó un objeto pequeño, que entregó á su bienhechor, compañando la acción con un gesto elocuentísimo. Aquel objeto era una cajita de fósforos. ¡ Pobre ciego! L . GOZLAN. C A R T A Á L O S B A D A J O C E N S E S con motivo de la innnrlncion de Murcia (1). Ya de tanto llorar los ojos secos, Ya de tanto sufrir el alma rota, A l arpa del poeta moribundo No le quedan más ecos ¡ A y ! que los del dolor, en una nota Que vibra en todo el ámbito del mundo. (1) Recordárémos á nuestras lectoras que el dia 15 del actual se cumplió ano desde que ocurrió la catástrofe de Murcia.?(2VR, de l a R ) Vosotros la escucháis ; ¡ á vuestro oído También habrá llegado Esa noticia fiera Que á España ha desgarrado Y ha recorrido ya la tierra entera ! También con ansiedad atribulada, Con ojos por las lágrimas preñados. Habréis una y mi l veces recorrido Las líneas de esa página, empapada Con el llanto de pueblos desolados. También habréis vosotros padecido El amargo pesar que al orbe hiere; Que al grito proferido Por un pueblo que muere, ¿Qué corazón, decid, no ha respondido? Lo mismo el que sintió el primer latido Bajo el rayo estival y fecundante Del sol abrasador del Mediodía, Que el que se biela en la región umbría, Sin un reflejo de su luz brillante; Lo mismo el español qne el extranjero. Lo mismo Murcia que la Europa entera. ¡ Para el dolor profundo no hay frontera! j Su patria abarca el universo entero! ¡Oh sublime verdad! ¡Ved reunidos Pueblos que ayer se odiaban inhumanos; Vedlos en un abrazo confundidos; Los aceros cayeron de sus manos, Y hoy se miran en oro convertidos. Oro que ha de aliviar á sus hermanos! Esa es la candad : lazo sublime, Que no desata el ódío en sus furores; Bálsamo dulce para aquel que gime; Hermosa abnegación, que nos consuela De la maligna peste en los horrores; Angel de luz, que misterioso vuela Sobre el sangriento campo de batalla, Y en tanto que silbando va perdido Quizás el plomo á hundirse en su cabeza, Y que barriendo pasa la metralla, ¡ Con bondadoso amor cuida al herido, Y por el muerto fervoroso reza ! Y si hoy volvéis la vista hácia Levante, Y ver el llanto os deja, por acaso. Sobre un mar cenagoso y espumante Veréis su huella, sentiréis su paso. ¡ Sí! ¡Allí está también : allí, exponiendo Su vida á cada instante, Ya titánica lucha sosteniendo, Arranca vencedora La presa que arrastraba la corriente; Ya las lágrimas seca del que llora La muerta esposa ó la querida madre. La pérdida del hijo adolescente En la flor de la vida. El rígido cadáver de su padre, La choza derruida. Los campos destrozados, La cosecha abundante ya perdida Y todos sus tesoros inundados ; Ya con amor profundo Cubre la desnudez y alivia el frío Del aterido anciano moribundo. Que gime sin consuelo junto al rio Do vió desparecer con pena impía ¡ Hasta la ropa pobre y desgarrada En que su enjuto cuerpo se envolvía! Ya vertiendo una lágrima, arrancada Por la orfandad sombría, Abriga contra el seno bondadoso El tierno niño, que feliz dormía Aun en la cuna, con soñar dichoso. Ya con pródiga mano El oro esparce y el dolor mitiga ; Ya con su voz amiga En toda la extensión de aquel pantano Hace brotar la fe consoladora Y la esperanza, que con tinta suave Hasta el pesar más cruel matiza y dora; Ya tiende como el ave Sus vaporosas alas, Y recorriendo el mundo con presteza, A la hermosa piedad abre la llave. La dama se despoja de sus galas; E l poderoso vierte su riqueza ; Da la aldeana su sayal curtido ; El campesino rudo El ahorro con trabajo recogido, Y el sacerdote, desde el templo mudo. La oración , que ha de abrir tras tanto duelo A l pobre desterrado Las puertas de su patria, que es el cielo ! No : ninguno ha dejado De aliviar el dolor y la pobreza. Desde el pastor al rico potentado; Desde el labriego honrado Hasta el que ostenta timbres de nobleza; Desde la hermosa tierra de Numancía, Que fecundiza el sol con tibio rayo, A la vasta región que el hielo cubre: ¡ Hasta la noble Francia, Que hoy nos hace olvidar un Dos de Mayo Con un Quince de Octubre! Tú también, Badajoz, en este dia, Aciago para España y para el mundo, Escucharás los gritos de agonía Del pueblo moribundo. Tú también del dolor en los altares Rendirás tus ofrendas, bondadoso, Y aliviarás su suerte y sus pesares, Y secarás su llanto cariñoso. Calma, pues, tu aflicción , Murcia asolada; Para darte consuelo el mundo emplea Hoy en tí su riqueza más preciada, Y envía, mientras ora. Sobre esa inundación devastadora Otra de oro y de lágrimas formada. Así es la caridad : ;bendita sea! CARLOS SERVERT Y FÜRTÜXY. Madrid , 9 Octubre del 79. C O R R E S P O N D E N C I A P A R I S I E N S E . SUMARIO. A Paris me vuelvo.? Lo que se disfruta y lo que no se disfruta en viaje ? La estación de los chdtfaux. ? Fiestas y recepciones. ? Dos toileili's nota­ bles.? Collares de perro y cadenas de presidiario. ? Santiago Ofíenb.icli. Concluyeron al fin esos viajes en que, por cómoda que sea la vivienda, no se está nunca como en casa, donde toda la atmósfera que nos rodea respira algo de poco estable, de efímero y provisional, que nos turba y nos inquieta. Daría­ mos algunas veces al diantre el mar, las montañas y los campos Pero dejemos pasar algunos meses, y todos esos paisa­ jes, todos esos sitios pintorescos, todas esas maravillas de la naturaleza, que ahora se revuelven y confunden en nuestra mente, se clasificarán poco á poco en su lugar res­ pectivo, y sacarémos uno á uno esos recuerdos de los cajo­ nes de nuestra memoria, como se sacan cuidadosamente del fondo de una cartera las estampas que nos representan los lugares que más nos han impresionado. La lluvia azotará los cristales, y cerrando los ojos, vere­ mos, ó creerémos ver, los hermosos días de Agosto, las olas iluminadas por un sol radiante, la vela blanca en el horizonte El tiempo será triste y ceniciento, y por la ley de los contrastes, recordárémos la sensación que experi­ mentamos ante aquel manantial de agua fresca que brota­ ba de una roca cubierta de verdura, en tanto que la cigarra cantaba á lo léjos en los surcos alfombrados de hojas se­ cas Para seres como nosotros, que vivimos casi exclusiva­ mente de la vida cerebral, los viajes no son tan sólo un medio de experimentar impresiones inmediatas, sino de te­ ner reservado para el porvenir pasto abundante con que ali­ mentar la imaginación. La estación se anuncia, por lo demás, pródiga en promesas. Artistas y escritores han puesto ya manos á la obra para hacernos la vida lo más grata posible este i n ­ vierno. No hay que suponer, sin embargo, que el regreso á Pa­ rís sea general. Sí la vida de playa y de estaciones ter­ males ha terminado, la vida de cháteau ha comenzado hace apénas quince días. A juzgar por los rumores que corren, la estación de la caza dará ocasión á espléndidas fiestas. En la Champagne las reuniones han principiado ya. Ha habido dos bailes brillantísimos en el cháteau de la Conde­ sa de Montebello, en Mareuil, y en el de la Condesa de Ma- reuil , en Ay . Los palacios de las cercanías han seguido el ejemplo; ha habido recepción en Brugny, en Montmort, en Baye, en Epernay, en Courmelois, en Mareuil-en Bríe, etc. Ademas, várias familias de la misma comarca han adoptado la costumbre de señalar días de recepción, en los cuales se habla y se merienda á la vez. Las toilettes destinadas á todas estas ceremonias son más aristocráticas que nunca. La sencillez es sólo aparente. Lo que distingue sobre todo á las grandes señoras es la opor­ tunidad con que distribuyen sus vestidos. E l traje de la mañana no será nunca el de la noche, y con leve diferencia se establecerán este año las demarcaciones bien determina­ das que nuestras abuelas tenían establecidas entre el désha- billé que usaban para levantarse, el traje llamado d e / e x i ­ lia , para la mañana, los vestidos de toilette y los de gran ceremonia. Las comidas de los cJiáteaux, en las horas en que los candelabros , las lámparas y las arañas reflejan sus mi l ra­ yos de luz sobre los magníficos surtouts de cristal y la cen­ telleante vajilla de plata; esas brillantes comidas, perfuma­ das de flores y de frutas, servidas en vastos comedores, suntuosamente amueblados, donde las colas de los vestidos se extienden majestuosas, donde la belleza se destaca lumi­ nosa sobre las antiguas tapicerías y los cueros de Córdoba, lucen más que los festines un poco estirados y siempre re­ ducidos de París. En ciertos castillos las damas se escotan para sentarse á la mesa. No van adornadas con las joyas del invierno , sino con preciosas alhajas de fantasía, como las mariposas y las flores de esmalte traslúcido; encantadoras flores, que se co­ locan á voluntad en la cabeza, en las orejas ó en el cor- piño. En otros cháteaux, el traje de la comida, áun cuando siempre elegantísimo, se compone de una falda de tela l i ­ gera y un frac escotado por delante. En una gran comida que tuvo lugar en el castillo de Ver- ney cautivaron la atención general varios trajes por su no­ vedad y elegancia sumas. Citaré dos de ellos : uno copiado de un retrato de la época de la Regencia, y el otro, del esti­ lo llamado increíble. El primero de dichos trajes era de raso maravilloso color de heliotropo. En la parte inferior de la falda, un enorme rizado de raso morado, que producía el efecto de una guir­ nalda de violetas. E l delantero de la falda iba levemente recogido, ó por mejor decir, bullonado con encajes flotan­ tes, en medio de los cuales iban apuntados unos pompones de raso morado, que semejaban ramitos de violetas. Corpi- ño Regencia escotado y formando punta por delante, con fichú cruzado; por detras, aldeta plegada. Mangas recogí- 320 j j A y V l o D A J p L £ G A I S [ T E , ^ E ^ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S , das hasta la sangría del brazo, con una guarnición fruncida de tres encajes de Alenzon , que cae sobre el brazo. Este corpiño, de donde salia por delante un abanico de encajes blancos, iba todo cir­ cundado de encajes de Alenzon borda­ do de plata. LazOs morados en la manga y en el pecbo. Collar de perro (que no se escandalicen las lectoras, pues se llama así), hecbo de terciopelo mora­ do, y del cual pendía una cadena rusa de plata cincelada. Las joyas de plata se llevan en for­ ma de cadena de presidiario, de cade­ na de perro, de cadena rusa formando la cruz de San, Andrés, de cadenas flordelisadas, etc., cuyas cadenas se ponen unas veces sobre terciopelo ne­ gro, otras sin terciopelo. A veces se cuelga de ellas un medallón volumino­ so ó el cordero del Toisón de Oro, ó bien una cruz estilo Eenacimiento. Las pulseras de plata, las bandeletas de plata en los cabellos, los cascabeles de plata con botones, bacen furor en este momento. El otro traje á que me referia más arriba componíase de una falda de mu­ selina de la India, blanca, puesta so­ bre tafetán blanco, con tres túnicas ribeteadas de encaje de Malinas, cuyas túnicas iban sujetas á un lado con un ramo grande de hojas de otoño y es­ cabiosas de felpilla. Frac increible (exactamente un frac de hombre), de pekin listado blanco y oro antiguo, abierto sobre un chaleco escotado, co­ lor de rosa salmón. El cuello del frac y los bolsillos eran de raso, cubiertos enteramente de un bordado mezclado de salmón, oro antiguo y hoja de otoño. Una triste noticia ha servido de tema. dominante á los cronistas de la quin-. cena. Santiago Offenbach, el fundador de la ópera bufa, el compositor de tan­ tas piezas de música que se han hecho populares, ha fallecido de repente, en medio de sus ocupaciones habituales y á una edad en que el hombre se cree aún con derecho á la vida. Aunque natural de Colonia, Offen- bach era parisiense por las costumbres, por el carácter, por el genio. Creador de un género nuevo en el teatro, fué el intérprete, el representante artísti­ co, digámoslo así, de toda una gene­ ración, de una época de decadencia y de corrupción, si se quiere, pero que dúró veinte años sin interrupción, veinte años de triunfos, de gloria y de riqueza para el maestro, que era á la vez em­ presario y escritor. Hacía ya años que Offenbach se sentía peor de la enfer­ medad que había de arrebatarle. A semejanza de Moliere, que en medio de los más agudos dolores hacía reír á sus contemporáneos, el autor de la JBelle Heléne improvisaba entre dos ataques de gota los más alegres motivos. Traba­ jador incansable, no abandonó su tarea ni un momento , y la muerte le sorprendió dirigiendo los ensayos de dos ope­ retas , una en el teatro de Variétés, y otra en el de la Ken- naissance. Mas no por eso se hacía la menor ilusión sobre la grave­ dad de su estado, pues el año últ imo, en San Germán, sin­ tiendo que se acercaba su fin, compuso él mismo la música de la misa de Réquiem que se ha cantado en sus funerales. Después de haber hablado rápidamente del artista, cite­ mos un rasgo que revela la bondad del hombre. Hallábase en Bada, en la época del gran éxito de la Princesa de Trehizonda. Un músico ambulante, un mucha­ cho, acercóse al compositor y le pidió una limosna. Offen­ bach se registró los bolsillos y no encontró un céntimo; lo había dejado todo en el tapete verde. Sin vacilar, toma un lápiz, traza unas cuantas notas de música en su cartera, ar­ ranca la hoja y la entrega al muchacho, diciéndole : « ? Lleva eso al señor X » El chico, que creía tratar con un banquero cuya firma era dinero contante, corrió á las señas indicadas. No se engaña­ ba sino á medías, pues el editor á quien lo habían dirigido le entregó en seguida trescientos francos en cambio de una polka nueva firmada : «Santiago Offenbach.» . Es necesario, pues, estar provista de una de esas tournures pequeñas v graciosas para los trajes de calle y \ Q S trajes cortos, y para los vestidos de ce­ remonia, cuyas guarniciones exigen un sosten, ó aquellos cuya cola larea y lisa debe ondular apartada del cuer- po, se necesitan indispensablemente las enaguas tournures largas, con nu­ merosos volantes sobrepuestos, que se apoyan sobre un sistema ingenioso de ballenas. La casa P. DE PLUMENT (rué Vi. vienne, 33) posee, al parecer, la es­ pecialidad de esos nuevos arreglos. Hay que pedirle su Boletin-Guia para tener todos los informes necesa­ rios. G O T A S C O N C E N T R A D A S para el pañuelo. ? E . G O U D R A Y , perfu. mista, 13, rué de Enghien. ? Todos estos perfumes, de cualquier clase que sean, como se hallan concentrados en un volúraen reducido, exhalan aromas exquisitos, suaves, duraderos y (Je buen gusto.?Medalla de oro y cruz de la Legión de Honor en la Exposi­ ción Universal de París. (Véase el anuncio en la cubierta.) 4 0 , ? A b r i g o de bengalina de seda negra. {Explicación en el verso de la Hoja-Suplemento.) 1%% .? Chaqué de paño. [Explic. y pat., núm V I I I , Hgs. 37 á 43 de la Hoja- Suplemento.) X. X. P a r í s , 17 de Octubre de 1880. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.649JL. (Corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.a y 2.a edición.) , Traje de calU, de paño color plomizo. E l delantero va abierto sobre un peto de terciopelo labrado color algarroba sobre fondo plomizo, y plegado en punta. La cintura va ro­ deada de una cordonadura de seda color plomizo, que ter- Keservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. mina en dos borlas. Todo el bajo de la polonesa va recogi­ do á la lavandera, y ribeteado de bieses de terciopelo liso color algarroba y de una franja ancha de terciopelo labra­ do. La falda es de faya color plomizo, y va adornada con un volante y un bullón de la misma tela y un tableado de terciopelo liso color algarroba. Traje para teatro y banquete. Falda compuesta de una halayeuse de raso encarnado, y de varios volantes tablea­ dos de raso negro y color de oro antiguo, alternando. Sigue hasta la cintura, formando unos bullones planos, separados por várias hileras de fruncidos. E l corpiño princesa, abro­ chado al sesgo y sujeto en la cintura con una hebilla y un lazo de faya encarnada, es de terciopelo negro cincelado. Forma dos pUntas por delante, y se extiende por detras en una especie de cola, que cae hasta el primer volante negro de la falda. A R T I C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . Desde hace tiempo parece que el heliotropo blanco de la casa GÜERLAIN ha conquistado el favor de las damas ele­ gantes. En efecto, nada más fino y delicado que este perfu­ me, y áun podría decirse que nada más aéreo, pues flota vagamente en la atmósfera en que se mueve la persona que lo usa. ? ? Por otra parte, la flor del heliotropo es tan distinguida, tan aristocrática, que no habría peligro en pronosticar el lisonjero éxito que estaba reservado á un extracto de ella, preparado por GUERLAIN (15, rué de la Paix, París), cuyas creaciones son conocidas en el mundo entero, y se impo­ nen, gracias á la antigua y justa fama de la casa citada. Las Pildoras BLANCAED (40, rué Bonaparte, Par í s ) , al ioduro de hierro inalterable, son empleadas por las ce­ lebridades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos, etc., etc.) en que hay necesidad de proceder contra la sangre. (Kehusar todo frasco que no lleve la firma del inventor.) ? (Véase el anun­ cio en la cubierta.) S O L U C I O N A L GEROGLÍFIGO D E L KÚM. 37. Nunca en elevado puesto E l pobre candil se ve , Y la r azón es, J o s é , Porque alumbra y es modesto. La han presentado las Sras. y Sttas. D a Cár- men Torres. ? D.a Elodia Arenas Rodrignez.? D.a María Nuñez. ? D a Eufemia Oyaregui.? D a Carmen Hon tañon . ? D.a Asunción Ferreiro Sanjurjo.? D.a Rita y D a Josefa Ortiz.?Doña Consuelo Miguez. ?-D.a Rosario Ibafiez. ? Doña Mercedes Sainz. ? D.* Carlota Tirado. ? D.a An­ gela Ruiz.?I).a Julia Ramírez.?D.a Dolores Apa­ ricio y Senties.? D.a Rosa del Rio. También hemos recibido soluciones al Gerogli- fleo del núm. 35 , remitidas por las Sras. y Señori­ tas D.a Asunción Ferreiro y Sanjurjo.?I).a Asun­ ción González Santalla.?D 51 Gregoria y D.a Ger­ mana Berganza, y D.a Cármen Valderrama. Y de la Habana y Puerto-Rico nos han remiti­ do soluciones al Salto de Caballo del núm. 30, las Sras y Srtas. D.a Isaura Mantilla.?D.a Tassila Montesinos.? D.a C. Cruz, y Lol i ta Astígorrsga. GEROGLÍFIGO. P E Q U E Ñ A G A C E T A P A R I S I E N S E . No es posible vestirse hoy día sin polisón ó tournure: es un verdadero delirio. Distamos mucho de aquellos corpiños aplastados que destruian toda línea curva y cinchaban, si es lícito expresarse así, las caderas. En la actualidad las al- detas de corpiños y confecciones van sostenidas por medio de un ligero abultado, lleno de gracia y elegancia, que pro­ duce la tournure puesta en la parte inferior del talle. L a so luc ión en uno de los p r ó x i m o s n ú m e r o s . MADRID. ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y C.a, sucesores de Bivadeneyra, ? IMPItESOKES DE CÁMARA DB S, M. 5 PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS OOE CONTIENE LOS ÜLTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRABAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES, N O V E L A S . C R O N I C A S . B E L L A S A R T E S . M U S I C A , E T C . , E T G SE! ¡PUBLICA. ' E N L O S D I A S 6, 1 4 , 2 S Y 30 D E C A D A . M E S . AÑO X X X I X . M a d r i d , 30 de Octubre de 1880. N U M . 40. 1 1.?Traje para ceremonia nupcial. ( l a espalda de este traje en el figurín iluminado que acempaña al presente número.) 2.?Traje de desposada.1' {El delantero de este trrje va en el figurín iluminado.) 322 DE LAS p A M I L I A S . S U M A R I O . 1. Traie para ceremonia nupcial.? 2. Traje do desposada.?3 á 6. l ío- sácea, cenefa y botonfib de pasa­ m a n e r í a ? 7. Detalle del bordado albanus.? 8 y 9. Dos collares do azabache.?10 y 11. Cabecera. ? 12. Encaje de malla gnipur.? 13. Cenefa para lencería. ?14 y 15. ? Dos flecos para manteleta. ? 1G á 26. Vestiditos para niñas y niños de l á 4 años ?27 y 28. Traje sencillo de lana y seda.? 29 á 34 Peinados varios. ? 35. Manteleta-visita.?3C y 37. Traje para niñas de 13 á 14 años.? 38. Traje negro para señoras. ? 39. Vestido de cachemir de la India. ?40. Confección de terciopelo la­ brado.?41. Paleto para niñas de 10 á 12 años.?42 Trajo para n i ­ ños de 5 años ? 43. Confección para niñas de 12 años.?44. Ves­ tido para niñas de 10 añoa. Explicación de los grabados ? L a Vida Real (art x) , por D.a María del Pilar Sinués. ?La caída de las hojas , por D. Pablo Xongués. ? Del arte de decorar las habitaciones, por M. de Saverny.?Revistado modas, por V . de Ca-telfido.?Duerme , poesia , por D Enrique José Varona. ? Explicación del figurín ¡laminado.? Explicación de los dibujos para borda­ dos.?Crónica parisiense. ? Soluciones. Tra je p a r a ceremonia nupcial . N ú m . 1. Vestido de larga cola redonda, hecho para esistir á una ceremonia nupcial. Este magnífico vestido es de raso azul y damas- 8.?Collar de azabache. r32 ?Detalle del bordado albané RosAcea de pasamanería Cenefa de pasamanería para manteleta tres rulos de raso. La par­ te superior del corpino va abierta en cuadro, con sola­ pas anchas y cuello alto. El espacio que deja descubier­ to el escote va ocupado por una especie de camisolin de raso ajaretado , que se quita y se pone á voluntad. Man­ gas semilargas con volantes de raso y encaje blanco, y lazo en la sangría. La espalda de este vesti­ do va representada en el fi­ gurín iluminado que acom­ paña al presente número. Traje de desposada, N ú m . 2. El vestido es de raso de Lyon y brocado blancos. La cola, cuadrada y ribeteada de tableados lisos, es de brocado, así como el corpiño, que forma paniers y va adornado de un lazo grande de brocado. Ramo de flores de azahar en la cola. El delantero de este traje va represen­ tado en el figurin iluminado que acompa­ ña al presente nú-ñero. R o s á c e a , cenefa y botones de p a s a m a n e r í a . Wúms. 3 á 6. Labor de pasamanería, bordada de cuen­ tas, que se ejecuta con torzal de seda y trencilla fina. - Botón de pasamanería Bordado de la cabecera. {Véase el dibujo 10.) 6.?Botón de pasamanería . -Collar de azabache. co de seda azul c o n flores grandes. La cola es de raso y va guarne­ cida en su bor­ de inferior con varios tablea­ dos. E l delan­ tero lleva por abajo tres vo­ lantes encaño­ nados. Sobre- failda ribetea­ da de un fleco encarnado y o ro . Corpiño largo de da­ masco, fo r ­ mando punta y guarnecido por abajo de Detalle de l bordado a lbanés . N ú m . 7. En nuestro número prece­ dente publica­ mos el dibujo de un almoha­ dón, adornado de un bordado a l b a n é s . Hé aquí la expli­ cación detalla­ da para ejecu­ tar dicho bor­ dado : Después de haber traspa­ sado sobre pa­ ño, terciopelo ú otra tela el I I Í M Í v i Encaje de malla 13.?Cenefa para lencería guipur. lO.?Cabecera. (Véase el dibujo 11 ?Fleco para manteleta. 16 y 17.?Vestido para niñas de 3 años. Espalda y delantero. 15.?Pleco para manteleta. LEGAK.TE3 J p E H I Ó D I C O DE LAS ^ A M I L I A S . 323 dibujo que se quiere bordar, se extiende la tela en un telar. Se principia el bordado por la punta de una hoja. ( Véase el dibu­ jo 7, que representa el detalle del borda­ do, mayor que de ta­ maño natural.) So di­ rige la aguja, ensar­ tada con seda, al lado derecho del contor­ no, en el paraje mar­ cado con 1. (La agu­ ja se dirige de abajo á arriba.) Se hace de derecha á izquierda el punto 1, se pasa la aguja al punto 2, al lado derecho del con­ torno, de nuevo por encima d e l á t e l a , y se termina al punto Ufe y kü.?Vestido inglés para niñas ó niños de 2 á Espalda y delantero. á 3 años ¡SO y 81.?Vestido recto para niñas ó niños de 1 i i 2 años. Delantero y espalda. Dos collares de azabache. N ü m s . 8 y 9. Se componen de hileras de placas de azabache, talladas en proporciones dife­ rentes y que disminu­ yen de tamaño gra­ dualmente, á cuyas placas van unidos unos peudieutes, tam­ bién de azabache ta­ llado. Cabecera. N ú m s . 1 0 y 1 1 . Para hacer esta ca­ becera se toma un pe­ dazo de cañamazo tu­ pido blanco, de 34 centímetros cuadra­ dos , y se ejecuta en medio, con lana y se 2 2 y 23.?Vestido y confección para niñas de 4 años. Espalda y delantero. 2 4 y 2».?Vest ido ajustado para niños de 3 á 4 años. Espalda y delantero. 26.?Vestido inglés para niñas ó niños 1 v : x i i i M i r a 2, que forma una cruz pro­ longada. Se di­ rige la aguja por encima de la tela al pun­ to 1 en el lado izquierdo del contorno, s e clava la agu­ ja en el sitio marcado con un 3 del lado d e r e c h o del contorno,y se la conduce al paraje marca­ do con un 1. Se forma, cla­ vando en la iz- q u i e r d a , el punto 4 , y se continúa la la­ bor del mismo m o d o , f o r- mando puntos de cruz. Las flores del di­ bujo van he­ chas de seda a z u l , s e d a amarilla y se­ da encarnada. Para las hojas grandes se to­ ma seda color- aceituna y se­ da color ma­ dera. Para las ho jas peque­ ñas , los tallos y las hileras en línea recta de la cenefa se emplea seda c o l o r de oro b r u ñ i d o de tres mat ices . Los capullos, bordados con seda color he- l i o t r o p o y seda c r e m a , van termina­ dos en ramas de seda verde claro. , sencillo de lana y seda. Espalda. 8S.?Traje sencillo de lana y seda. Delantero. . . . JL/A J A O Ü A j ^ L E G A N T E , J p E Í \ I Ó D I C O DE LAS J ^ A M I L I A S ^ A JAOÜA j p L E G A I ^ T E ^ j p E í \ I O D I C O DE LAS J ^ A M I L I A S . Y ' V r , 3 ^5 , 33,?Peinado de soirée 3».?Peinado de recepción. 34,?Peinado de mañana . 31.?Peinado de concierto. 30.?Peinado de soirée ,lado izquierdo). * » . ? P e i n a d o de soirée (lado derecho) 3&.?llalteleta-visita 36.?Traje para niñas de 13 á 14 años. Delantero. 38.?Traje negro para señoras. Sí . -Tra je paia niñas de 13 á 14 años. Espalda. 41 .?Pale tó para niñas de 10 á 12 años. 42?Traje para niSos 43.-Confección para niñas 4«. ? Vestido para niñas de 6 años. de 12 años. do 10 años. 39?Vestido de cacheaiir de la ladia^ 4IO.?Confección de terciopelo labrado. 32G j ^ A y ^ O D A j ^ L E G A ^ T E , j ^EP^IÓDICO DE LAS f AJYSJLIAS. da de varios colores, el bordado con arreglo al dibujo 11. El bordado se compone de puntos de festón y punto de cordoncillo. Para hacer las flores se toma lana azul y lana color de rosa de tres matices. El centro es de seda amarilla de dos matices. Para hacer las hojas se emplea lana ama­ ri l la , verde amarillo, aceituna y gris de dos matices. El res­ to del bordado se ejecuta con lana igual, seda de un ama­ rillo claro y color de oro antiguo. El contorno del borda­ do va adornado de una hilera de puntos de espina, hechos con seda granate. Se cubre el cañamazo con un pedazo de raso grande, en medio del cual se corta un pedazo de 17 centímetros en cuadro. Se adorna este cuadro, así como el contorno de la cabecera, con un galón tejido color de oro, de 1 3/^ centímetros de ancho. Los dibujos del galón van trazados, al punto ruso y punto anudado, con seda encarna­ da de dos matices y seda marrón. Los lados interiores del galón van adornados de puntos lanzados de varios tama­ ños, hechos con seda verde clara, y á la extremidad de cada punto, un punto anudado de seda marrón. Se guarnece el contorno de la cabecera con un fleco anudado de lana encarnada. Encaje de m a l l a gu ipu r . ? N ú m . 12. Se le ejecuta sobre un fondo hecho de malla cuadrada. El bordado se compone de punto de espíritu, punto de lienzo, barretas y punto de festón. Bajo las barretas del centro se recorta la malla. El borde inferior del encaje va festoneado y adornado de piquillos, por fuera de los cuales se recorta la malla. Cenefa pa ra l e n c e r í a . ? N ú m . 13, Sobre lienzo, nansuc, percal ó batista. Festón, pasado, ojetes, punto de cordoncillo y puntos de encaje, bajólos cuales se recorta la tela. Dos ñ e c o s para manteleta. ? N ú m s . 14 y 15. Núm. 14. Fleco de trenza gofrada, entremezclada de he­ bras largas con cuentas de azabache. Núm. 15. De pasamanería adornada de cuentas, trenza fina gofrada y fleco viruta, terminado en unos pendientes de azabache y cuentas. Ves t id i tos para n i ñ a s y n iños de 1 á 4 a ñ o s . N ú m s . 16 á 26. Núms. 16 y 17. Vestido para niñas de 3 años. Este ves- tidito va guarnecido de un bordado inglés, con bolsillos figurados, cuello cuadrado y mangas largas. En el borde inferior, volante de bordado fruncido, y por detras, lazo grande en la cintura. Núms. 18 y 19. Vestido inglés para niñas ó niños de 2 á 3 años. Forma fruncidos en el pecho y va abrochado por delante. Lazo grande, adornado de encaje. Cuello redondo con encaje plano. Núms. 20 y 21. Vestido recto para niñas ó niños de 1 á 2 años. Va plegado y rodeado de una faja anudada por de­ tras y sujeta en el lado. Núms. 22 y 23. Vestido y confección para niñas de 4 años. Este traje va guarnecido de encaje y plegado por de­ lante. Por detras es semi-ajustado y con pliegues huecos por abajo. Núms. 24 y 25. Vestido ajustado para niños de 3 á 4 años. Este vestidito va ajustado en la espalda, con lazo, y tableado en la parte inferior. El delantero es liso, abrocha­ do y rodeado de un cordón grueso, con cuello, carteras y bolsillo de tela listada. Núm. 26. Vestido inglés para niñas ó niños. Tableado en el borde inferior. Correen listado por encima del tablea­ do. Cuello de bordado inglés. T ra j e sencillo de lana y s e d a . ? N ú m s . 27 y 28. Falda semidarga, con tres tableados de seda. Banda ple­ gada, también de seda, muy sencilla. Corpiño de lanilla con aldetas de frac, que se abren sobre un plegado de seda. Manga casi larga con plegado y abrazadera de seda. E l cor- piño va adornado por delante con una guarnición plegada de seda á cada lado. Peinados va r io s .?Núms . 29 á 34. Núms. 29 y 30. Peinado de soirée. Cabello rizado sobre la frente y levantado por los lados. Bandós rizados con las tenacillas (detras de la cabeza). Se prepara el cabello en dos partes; de la primera se hace un rulo hueco y se forma un 8 flojo, después de lo cual se ponen unas ondulaciones largas. A l lado opuesto se ponen algunos bucles, que se in­ tercalan en los cabellos. Núm. 31. Peinado de concierto. Bandós ondulados, le­ vantados con negligencia por encima de cada oreja. Con el pelo de detras se hace un lazo de cadena, levantando las puntas en lo alto. Se ponen después unos buclecillos ondu­ lados , dándoles la forma del modelo, y como adorno, una peineta de cuentas en forma de pera. Margaritas separadas, salpicadas por los cabellos. Núm. 32. Peinado de recepción. Cabellos cortos sobre la frente. Se ponen dos bucles ondulados, dándoles la forma de bandós y sujetos con ganchos nieve (detras de la cabe­ za). Se retuerce el pelo en forma de torzal, rodeando con él la cabeza. Como adorno, una peineta de cuentas gruesas y alfileres de lo mismo, puestos de trecho en trecho sobre el rodete. Núm. 33. Peinado de soirée. Bandós ondulados leve­ mente. Por detras de la cabeza se ata el pelo en dos partes; se toma una banda de tul con puntitos de oro y plata y se la retuerce con los cabellos, como se indica en el dibujo. Se hace lo mismo en el otro lado. Pacitos sobre la frente. Núm. 34. Peinado de mañana. Se pone un delantero de cabeza, con buclecillos y ondulaciones en los lados. Se toma todo el pelo y se le enrolla en forma de casco, haciendo ademas con las puntas una coca floja á cada lado. M a n t e l e t a - v i s i t a . ? N ú m . 35. Es de cachemir de la India y va guarnecida de piel y adornada con. una magnífica pasamanería sobre fondo de malla bordada de azabache. Tra je pa ra n i ñ a s de 13 á 14 años .?Núms. 36 y 37. Este traje es de lana gris y faya azul claro. Falda corta con pliegues anchos ; corpiño fruncido en la cintura. Banda larga y ancha, formando tres pliegues hácia arriba. Mangas largas y ajustadas. Cuello y carteras de seda. Sombrero de fieltro blanco, con alas forradas de felpa granate. Lazo y pluma granate. La banda cae por detras , formando anchos pliegues, sobre dos picos deshilachados. E l corpiño va en­ lazado por detras. Tra je negre? para seño ra s .?Núm, 38. Este traje es de raso y gasa listada de raso. Cola larga lisa, ribeteada de dos tableados de encaje negro. Falda-de­ lantal de gasa listada. En la parte inferior, tres tableados de encaje. Sobro el delantal, cuatro golpes de pasamanería, de felpilla y azabache. Corpiño largo de raso, abierto en forma de corazón, con mangas de encaje negro, que llegan hasta el codo. Fichú largo ribeteado de encaje negro. Vest ido de cachemir de la I n d i a ? N ú m . 39, Este traje es de cachemir negro. El corpiño, abierto en punta sobre el pecho, va adornado de una chorrera de enca­ je negro. La túnica va fruncida en lo alto y forma un de­ lantal cuadrado, que lleva á todo el rededor una tira de fa­ ya negra bordada de azabache y aplicaciones de terciopelo. El mismo adorno en el corpiño. La falda es lisa y termina en tres tableaditos. Confección de terciopelo l a b r a d o . - N ú m . 40. Un cuello grande y ajaretado, guarnecido de plumas y llevando por encima una cabeza rizada, cubre los hombros. Las mangas y el borde inferior del abrigo van adornados del mismo modo. Paleto para n i ñ a s de 10 á 12 años .?Núm. 4 1 . Este paletó, que es de lana lisa, va ajustado. Bajo las dos piezas de la espalda se pone un tableado. Una esclavina triple cubre los hombros. La parte superior es de pieles. Traje para n i ñ o s de 5 a ñ o s . ? N ú m . 42. Es de tela escocesa oscura y escocesa clara. E l paletó, abrochado á un lado, se abre sobre una falda tableada y va sujeto al talle con un cinturon anudado sin cocas. Cuello y carteras de terciopelo negro. Confección pa ra n i ñ a s de 12 a ñ o s . ? N ú m . 43. Este abrigo es de paño ribeteado de piel y va cortado rec­ to y ligeramente ajustado. Ves t ido para n i ñ a s de 10 a ñ o s . ? N ú m . 44. Es de faya azul marino y va ribeteado de faya color de rosa de dos tonos. La costura de la espalda llega tan sólo un poco más abajo de la cintura y deja entreabrirse las al­ detas. Una banda de la misma tela cubre una de ellas y pasa por debajo de la otra. Capucha ribeteada y forrada de color de rosa. L A V I D A R E A L . A P U N T E S P A R A U N L I B R O . X. V a l e n t i n a á R o b e r t o , M a d r i d , Marzo de 1876. Si no fueran tan temibles la envidia y la mala voluntad que dominan en nuestro sexo, todos los hombres deberían, ántes de casarse, pedir informes á las amigas de la mujer que aman acerca del modo de ser moral é intelectual de aquélla. Pero no se puede aconsejar tal cosa al que desee de véras constituir un hogar y una familia, puesto que, si á los in­ formes femeninos había de atenerse, corría el riesgo de morir soltero. En mí puedes tener, y tienes, la más ciega confianza, porque sabes que tu ventura es para mí lo primero ; por tanto, voy á decirte lealmente mi pobre parecer, y está seguro, Eoberto mío, de que es el corazón quien me guia, y de que, por tanto, no me equivoco. Cármen, la hija de los Marqueses de V , á la que te veo muy inclinado, es una encantadora niña, de corazón noble y sensible, de imaginación viva y florida, como su edad, y de una figura deliciosa; ha sido educada para ser una criatura amable, cariñosa y buena, porque su elegante madre la ha tratado siempre con una dulzura que no me cansaré de recomendar, segura, como estoy, de que los ca- ractéres suaves sólo se pueden formar con la ternura y la persuasión. Ningún sér que en la infancia y en la adolescencia ha sido muy amado tiene el carácter áspero y díscolo : los mal­ vados, los egoístas, los envidiosos no han tenido una niñez dichosa, ni han tenido madre en la acepción moral de la pa­ labra. Cármen te conviene acaso; pero tú , Eoberto, no convie­ nes á Cármen ; hombre pensador, de carácter severo y al­ gún tanto taciturno ? aunque en el fondo seas un niño grande, como los demás hombres?esa pobre jóven no ha­ llaría en tí la ternura á que está acostumbrada : te respeta­ ría, te estimaría, te amaría; pero esto último no lo bastan­ te para ser dichosos los dos. Porque diré aquí, como de paso, que los que piensan que para el matrimonio se necesita poco amor se equivo­ can de una manera funesta : en esa unión, que dura toda la existencia, es preciso, sobre todo, ante todo, el que la mu­ jer ame de tal suerte á su marido, que él sea el único hom­ bre que vea en el mundo, el que le agrade más , el que le inspire la sola, la inalterable y profunda pasión de toda su vida. Yo sé, mi amado Roberto, que eres bastante generoso para vencerte hasta ser amable y afectuoso para tu jóven esposa, si te casas.con Cármen. Sé que la amarás con toda :tu alma, y que e-L.amor hace, milagros; pero sé que estos milagros sólo se realizan en la esfera de lo posible, y no lo es el violentar uno y otro día el carácter y las inclinaciones que nos son naturales : todo lo que constituye presión deja de amarse, y la base de la dicha es buscar analogía en el carácter y en los gustos, sin lo cual no puede haber paz y bienestar en el matrimonio. Violentándose cada uno de los dos un poco, es decir, ha­ ciéndote tú alegre y expansivo, y Cármen grave y silencio­ sa, acaso llegaríais á un casi perfecto acuerdo: pero sólo en la apariencia, y cada uno de los dos desearía sacudir la sujeción que la presencia y los gustos del otro le impon- drian. ¡ Desgraciados los esposos que desean separarse con pre­ texto de ocupaciones, ó de otro cualquiera, porque se ha­ llan molestos el uno al lado del otro ! ¡ L a soledad de dos en compañía, como dice el ilustre Campoamor, es lo más ter­ rible d é l a tierra! Para las mujeres cuyos esposos son de carácter seco y desapacible hay siempre amigos almibarados, complacien­ tes, melosos, ansiando ofrecer el contraste de sus gracias con la severidad del feroz marido ; y Cármen, casada con­ tigo, se vería asediada por esa polilla social, entre la cual hay algunos primos suyos. ¡ Cuántas mujeres casadas con hombres graves, dignos, respetables, han caído con necios, con imbéciles, conjun­ tos de estupidez y de vicios! Engañadas con apariencias agradables, han salido de su error cuando ya habian arroja­ do á un abismo sin fondo su ventura y la de su familia! Cármen es aún demasiado jóven para descubrir á través de las sinuosidades de tu carácter el fondo de nobleza y de abnegación que hay en él : asustada de tu gravedad, por­ que ha crecido en medio de la frivolidad, que constituye el elemento de vida de muchas familias del gran mundo, Cármen buscaría ó aceptaría distracciones exteriores, y mi­ raría las horas pasadas á tu lado como las más tristes de su vida, en vez de mirarlas como las únicas felices : las visi­ tas, el paseo, los teatros, los bailes, ocuparían su tiempo por completo, y esa existencia puramente exterior la haría cada dia más necia y más desventurada. Porque, cuando el corazón está vacío, la cabeza se llena á la vez de ilusiones locas y de visiones tristes. ¡Y tú , mi pobre hermano! ¿Era- posible que siguieras á tu jóven esposa al torbellino de las fiestas del gran mundo ? Tan poco egoísta eres, que sólo quieres saber si Cármen sería dichosa contigo : no creo que ella pudiera hallar.la ventura completa, y temo que tú cayeses en la más profun­ da desesperación. Tienes bastante nobleza de sentimientos y bastante distinción natural ? que ambas cosas son nece­ sarias en el matrimonio?para ceder siempre á los gustos de tu esposa ; pero ¿ crees, como ántes te dije, que hay en la humana naturaleza fuerzas bastantes para ser siempre la víctima, y serlo siempre irrazonadamente, por causas mez­ quinas, miserables y de todos los instantes? Sufrir por el cumplimiento de un deber penoso, sufrir por motivos nobles, es digno, y trae, por lo mismo, la sa­ tisfacción de sí propio; pero sufrir por necedades; dejarse dominar por los pueriles caprichos de una niña, te haría aparecer tan sandio á los ojos del mundo, que nadie te com­ padecería por esas penas, y ántes bien te culparían por no emplear un rigor saludable. i Y es tan doloroso el rigor para quien le emplea! Jamas consigue otra cosa que amargar todas las cuestiones y herir el corazón, fuente de todo noble y dulce senti­ miento. Y si teníais hijos, ¿ cómo podría amarlos su madre, cuan­ do el lazo conyugal le sería tan pesado? Sólo se ama á los hijos del amor, y sólo por ellos se inmola la mujer; es de­ cir, por los hijos de un esposo tierna é inalterablemente amado; los hijos del deber, los hijos del matrimonio de conveniencia ó de razón, pagan todos los yerros de sus pa­ dres, porque son para éstos como un aumento al peso ter­ rible de la vida. Me acusas de ser toda poesía, y ya ves cómo hoy razo­ no contigo, y cómo dejo á un lado todas las ilusiones, puesto que se trata de lo más serio que hay para mí en el mundo : de tu ventura. Para reanimar tu corazón, tanto tiempo amortiguado bajo la helada ceniza del egoísmo; para hacerte amar la vida, que había llegado á serte pesada, no perdonaré medio al­ guno. ¡ Ojalá pueda comunicarte el calor y el entusiasmo do mi alma, mis ilusiones, mis puras é inalterables creencias, que han sobrenadado, como divinas flores, en las tempes­ tades que han agitado mi vida! Acaso tengas alguna razón al censurarme de soñadora; pero ¿qué importa ? Porque lo soy, porque tengo aún idea­ les elevados y bellos, adoro todo lo que es noble y bueno; todo lo malo me es odioso, porque es feo, y por lo mismo aborrezco el vicio y el escándalo, y todo lo bueno me pare­ ce hermoso y ejerce en mí irresistible fascinación. Por eso mismo de que lo bello y lo bueno son sinónimos para mí , deseo que veas la verdad, sin ilusiones engañosas, y por eso te digo mi parecer respecto á Cármen ; ¿á qué vendría el engañarte? Creo que siendo un ángel de gracia, de belleza y de vi r tud, sería á tu lado desdichada, y tú al suyo estarías más solo de lo que has estado hasta ahora.? Valentina. MARÍA DEL PILAU SINUÉS. (Se cen t ínuard . ) L A C A I D A D E L A S H O J A S , Ya el invierno se aproxima, i Cuan breve fué la estación de nuestra dicha! ¿Te acuerdas? Aun no hace tres semanas que la golondrina anidaba en nuestros balcones; áun no hace tres semanas que la madreselva cubría las tapias de nuestro huerto. Entónces t ú , mi bella prometida, tú te ha­ llabas aquí, en este rincón de la costa, tan pintoresco, tan poético. El mismo rayo:de sol iluminaba nuestras pupilas; el mismo raudal de aguas puras reproducía nuestros sem­ blantes ; los mismos árboles nos brindaban ,con su sombra; jL/A JAOÜA j ^ L E G A l S C T E j J^EÍ^IÓDICO D E L A S J ^ A M I L I A S . 327 jjjjgnias olas nos salpicaban con sus espumas. ¡ Olí dulce cuerdo! Los dias del estío se han llevado las flores de mi Ima. Te fuiste, y los ruiseñores dejaron de cantar en la ala- sda; te fuiste, y las mansas brisas dejaron de susurrar en tendido valle. Te fuiste, y las noches crecen, y los dias lenguan, y la mar brama, y los cielos se nublan , y la tier- enfria, y el suelo hospitalario se alfombra de hojas ¡cas, y el corazón amante se corona de ilusiones marchi- s. Yo no sé si tú me abandonaste huyendo de esta soledad iste, ó si esta triste soledad me rodea porque tú has hui- j . ¿ Acaso no tiene el espíritu su primavera alegre y su jmbrío otoño ? E l caso es' que te llevas las golondrinas ardas y las hojas verdes. Dentro de pocos meses el frió me confinará en el hogar, ue tal vez caliente mis huesos, pero no mi sangre; que tal reanime mis músculos, pero no mi pecho. A l monótono isporrotear de troncos añosos, durante aquellas largas eladas del adusto invierno, mientras el cierzo agita las ¡anudas ramas del bosque próximo y la lluvia azota los istales de mi ventana, yo asaré en las cenizas palpitantes is castañas heladas. ¡ Qué harás tú entre tanto, mi bella ometida! ¿Consagrarás una amable memoria al tiempo revé de nuestra dicha fugitiva? ¡Ah! Si piensas en los san­ os juramentos que oyeron las auras de Julio, que repitie- on las montañas cantábricas, sacude el aire que acaricie as rizos, hermosa diadema de tu virgínea frente , para que ie traiga á mi agreste retiro el eco perfumado de tu ange- pensamiento. ¡ Te echo tanto de ménos! Y eso que te reo á todas horas en la risueña floresta donde sellamos aiestros inocentes amores. No he olvidado todavía, no olvidaré nunca, jamas, aque- a especie de solemne desposorio. ¡ Qué bien sentaba el armin del rubor púdico al terciopelo de tus rosadas meji- las! El viento sacudía las espléndidas crenchas de tu fic­ ante cabellera, que el sol abrillantaba con sus fulgores. Tu laño temblando entre las mías ; tus ojos en los míos en- lavados; confundidos nuestros alientos ; turbadas nuestras abezas ; anhelosos nuestros corazones]; estallando nuestras renas, ¡ay! cuántas mudas promesas, cuántos eternos vo- cuántas sublimes revelaciones en un instante de silen- io..... ¿Te acuerdas? Una melancólica pareja de tortolillas mtemplaba envidiosa nuestros trasportes bajo los toscos erros de una rústica jaula, y las amapolas silvestres se diñaron, avergonzadas de tus colores. Ya el césped donde posáran tus piés está amarillo como s cirios del Viérnes Santo ; ya el magnolio donde fuiste á ecostar el fatigado cuerpo ni ofrece húmedo abrigo ni roma penetrante ; ya la arena cribada donde yo hinqué la odilla para besar la punta de tus dedos ha sido removida ¡or las ásperas alas del ábrego inclemente. Ya no queda ina sola mariposa sobre el rico plantel de claveles. Desde ue tú te has ido, el soplo de la muerte ha pasado por es- ,08 lugares, llenos ayer de vida. La niebla del dolor en- ruelve la naturaleza en un glacial sudario, y el previsor abriego envuelve la semilla en su fecundo surco. Los pája- os no cantan, las fuentes no murmuran, los peces no ale- ean, las plantas no suspiran. No han de trascurrir muchas lunas sin que la nieve borre huella de nuestros pasos en los senderos del parque. Mira cómo acarrea la hormiga sus últimas provisiones á as entrañas de la tierra! ¡ Mira cómo se aprieta en los trojes grano que reventaba en la espiga! ¡ Mira cómo hierve n los lagares el racimo que festoneó las retorcidas vides! os postreros melocotones se han servido en nuestras me- y las primeras nueces apuntan en nuestros nogales, os oscuros olivos se visten de pequeñas aceitunas. Los lambrientos tordos se acomodan en la espesura de los co- j ruidos olivares. La luciérnaga no alumbra dias hace las Ac­ idas riberas del arroyuelo, y las puntas de la pelada colina empiezan á resplandecer como si fueran de diamante. Allá en mis mocedades, cuando el bozo no sombreaba el q nerfil de mi boca, yo solía pasar al amor de la lumbre las i legras noches que se acercan, escuchando los consejos de ni nodriza, que hacían sonreír á mi madre. Aquella pobre vieja me contaba historias maravillosas de dragos y de ar­ cángeles ; combates espantables de gigantes y caballeros; cuentos fantásticos de enanos y de encantamientos; esce­ nas peregrinas de amor y de duelo, divirtiendo así la cre­ dulidad de una fe ciega, áun cuando profanada, áun cuan­ do estragada tan al principio. Por fin, concluía por dormir­ me en el regazo de mi infeliz maestra. Ahora ¿dónde reclinaré las sienes? ¿Quién arrullará mi sueño? ¿Cuál oración pedirá por mí á Dios bondadoso? No queda de tanta poesía sino el polvo de los sepulcros. Las dudas desvanecen mí razón ; las ánsías atormentan mi mente; los deseos, cada vez más vivos, me tientan; los reveses, cada vez más duros, me postran. ¡ A h ! Si yo pu­ diera beber la esperanza en el cielo de tus pupilas serenas; si yo pudiera libar el consuelo en el cáliz de tus labios car­ míneos; si yo pudiera revivir mis creencias al calor de tus sentimientos purísimos Me parece que el firmamento era más azul miéntras lo coloraste con tus miradas ; que el aire era más diáfano miéntras lo sublimaste con tus protestas ; que la naturaleza era más rica miéntras la eugrandeciste con tu contacto. Entónces la campana que llama al templo me sonaba toda­ vía como á la voz del infinito, y por no sé qué suerte de bienhechora influencia, mis ideas se elevaban hácia allá ar­ riba, inundándome de luz, de confianza. ¿Te acuerdas? Hace tres semanas, y todo ha cambiado. Hoy no veo sino tinieblas y aridez en torno mío. El coro que en las mañanas estivales saludaba al astro de la procreación universal cesó de escucharse ; cesaron de embriagarme los efluvios de la materia vegetativa; los ramilletes multicolores que festeja­ ban la fiesta de la creación se han agostado. N i el corderi­ no sestea en la pradera, ni el grillo chirría en la hierba, hos arroyos se han vuelto r íos , los rios se han vuelto tor­ rentes. ¡Cuánta melancolía por donde quiera! Y sin embargo, en el seno de la madre común comienza ^ operarse el génesis de la nueva vida, ¿Serán las nubes de mi alma fecundas como las de mi tierra? ¿ Retoñará el gér- men de las pasadas bienandanzas en el desierto de la con­ ciencia? ¿Tornaré á ver claro el misterioso santuario del pensamiento ? Alguna vez, al escuchar el silbido de la lo­ comotora, que se lleva mis tiernas quejas, imagino que el lamento de tus dolores responde á la congoja de mis ago­ nías. Mi pesar centuplícase con mi sospecha. Y recorro de nuevo los sitios consagrados por nuestro amor, y beso las piedras envanecidas de tu pesadumbre, y evoco la imágen santificada por mi pasión. Todo está aquí, todo , áun cuan­ do no sonriente como lo dejaste ; todo está aquí, todo, mé­ nos mi dicha, que se fué tras de t í , ¡ ay! como las mieses rubias, como los racimos amarillos, como las golondrinas pardas, como las hojas verdes. Hermosa, pero efímera gala la de estos campos, floridos ayer, hoy adustos, que recorrimos juntos entre designios inefables. ¿Te acuerdas? El panorama de la felicidad bri­ llaba bajo las tentaciones del apetito. ¡ Ya el invierno se aproxima con sus noches sin término , con sus dias sin tras­ parencia. ¿Habré de enterrar en sus sombríos abismos el deleite de nuestros proyectos ? ¿ Qué será de las nobles qui­ meras de nuestro mutuo arrobamiento? ¿Pasarán también, á la manera que la estela sobre las aguas, sin dejar rastro? ¡ Ay de mí , sin ventura! Prefiero mi l veces la muerte. Tú , al ménos, miéntras el hielo cuaje la gota de rocío sobre la simiente de tus macetas ; miéntras el huracán arra­ se los postreros vestigios de la vegetación en la superficie de la campiña; miéntras la luna fulgure la pálida claridad de sus modestos rayos á través de los cristales del mirador octógono; tú , al ménos, podrás contemplar^ al abrigo de una familia cariñosa, el centelleo de la llama rutilante don­ de se consume la secular encina. Ella vigorizará tus miem­ bros y dulcificará tus amarguras. Las cenizas blancas del leño no te recordarán las cenizas queridas del sarcófago. ¡ Feliz quien halla manos que enjuguen sus lágrimas! Yo apénas soy dueño de confiarlas á la piedad de un hogar vacío Pero ¿qué digo? ¡ No estás tú ahí amante, luminosa, para devolverle la paz al ánimo! La tierra dará su vuelta al re­ dedor del sol, y el sol le restituirá sus magníficos esplendo­ res á la naturaleza. Tornarán á abrirse los capullos en el jardín ; tornarán á pasearse las gaviotas por el espejo de la playa; tornarán á ofrecernos su sabrosísima carga los fru­ tales ; tornarán á incitarnos las sombras del laberinto salva­ je, pobladas de inagotables armonías ; tornaremos á discur­ rir enlazados, como las enredaderas de nuestra humilde ca­ sita, bajo las mismas hojas de los mismos árboles, sobre las mismas arenillas contorneadas por el mismo musgo, en­ tre las mismas alucinaciones del mismo delicioso ensueño, tú , hermosa al modo de los celajes del alba; yo, tímido al modo de las tintas del crepúsculo ; y entónces ¡ A h ! en­ tónces bendeciremos á Dios, que ha puesto entre la espe­ ranza y el recuerdo los incentivos del sobresalto. PABLO NOUGUÉS. D E L A R T E D E D E C O R A R L A S H A B I T A C I O N E S . LA FORMA. ? EL COLOR. El arte de decorar y amueblar las habitaciones exige en nuestros días cierto conocimiento de las leyes del color, que á cada paso es necesario aplicar. Hé aquí cómo las define M. Charles Blanc en uno de sus notables estudios sobre las Artes decorativas : « L a luz blanca contiene tres colores primarios: el amarillo, el rojo y el azul, entre los cuales se colocan otros tres, que pode­ mos llamar binarios: el anaranjado, compuesto de rojo y amarillo; el verde, compuesto de amarillo y azul; el viole­ ta, compuesto del azul y del rojo. Separados estos colores y los diversos tonos que producen al combinarse entre ellos ó con el blanco y el negro, nos hacen distinguir todos los objetos de la creación. Eeunidos desaparecen , neutralizán­ dose en la luz, y nos dan la sensación del blanco. Conte­ niendo, por consiguiente, la luz blanca los tres colores pri­ mitivos, que son el amarillo, el rojo y el azul, cada uno de éstos sirve de complemento i los otros dos para formar el equivalente de aquélla. y>8e ha llamado complementario á cada uno de estos tres colores primitivos por su relación con el color compuesto que le corresponde. De esta suerte, el anaranjado es el co­ lor complementario de aquél , porque, componiéndose de amarillo y de rojo, contiene los elementos necesarios para completar la luz blanca. Por igual razón el violeta sirve de complementario al amarillo, y el verde al rojo. Existen, por consígnente, en un rayo de sol tres colores calientes, que son el amarillo, el anaranjado y el rojo, que tienen por complementarios tres colores f r ios , ó sean el violeta, el azul y el verde. »Dos colores complementarios, colocados en contraposi­ ción uno del otro, se exaltan mutuamente ; sí se mezclan uno á otro, se destruyen. E l verde puesto al lado del rojo hace aparecer á éste más rojo todavía, y más verde á él mis­ mo. E l azul próximo al anaranjado da á éste mayor brillo, á la vez que él lo adquiere. Por el contrario, esos mismos colores complementarios, que ganan al ser puestos en opo­ sición, se anulan recíprocamente por la mezcla. Así, por ejemplo, la fusión del rojo y del verde en cantidades igua­ les da por resultante un tono gris. .))La armonía de los colores debe buscarse, no en su ate­ nuación, sino en su más alta potencia : obtiénese por medio del juego de los complementarios, que, ya se exaltan por su aproximación ó se neutralizan por su mezcla, ya son re­ bajados y dulcificados por las tintas análogas. La mezcla de los complementarios entre sí, á dósis diferentes, puede pro­ ducir todos los colores rebajados, como, por ejemplo : diez unidades de encarnado mezcladas con ocho de verde pro­ ducen un gris ligeramente rojizo, miéntras que diez unida­ des de verde mezcladas con ocho de encarnado dan un gris un poco verdoso, y ambas mezclas, en dósis iguales y en la misma intensidad, crean un gris absolutamente inco­ loro. » Tales son los principios fijos que deben servir de guía constante en la composición de un mobiliario de lujo; pero esta teoría general admite una modificación, que sólo el buen gusto puede enseñar, y es, que no deben emplearse jamas á iguales dósis el amarillo y el violeta, el rojo yT el verde, ni el azul y el anaranjado. Siempre que dos de estos colores se hallen asociados, es necesario que el uno de ellos sea el principal y el otro el accesorio. Ejemplo : Una butaca de satín color de violeta debe te­ ner una franja amarilla y borlas y botones del mismo co­ lor. Sí el forro fuese verde, esos mismos accesorios deberán ser de color de violeta. Otro ejemplo: La pasamanería de los muebles, la de las cortinas y portieres, hoy tan cargada y abundante, ha de ser del color complementario de la tela escogida como tono principal. Esta es una regla general, pero no absoluta, como la ma­ yor parte de las reglas. Si la dueña de la casa, quiere ate­ nerse á una escala de colores más suave, más fundida de tonos, puede hacer que el matiz de los accesorios sea ó más claro ó más pronunciado que el del principal; es decir, que puede emplear dos tonos del mismo color. Por las combinaciones de la coloración pueden muy bien expresarse las del pensamiento , las del sentimiento propio ó las de una situación particular. Hay mobiliarios que ofre­ cen una impresión de calma, de severidad, de puritanismo austero, como los hay que denotan el orgullo de la riqueza extravagante, el instinto fino y delicado ó el amor á lo vistoso y lo chillón. Un mobiliario que no esté en armonía con el fondo destinado á hacerle valer es desde luégo un mobiliario de mal gusto. La luz debe ser siempre bien recibida en una casa, pero hay que saber hacerse dueño de ella y no permitirle una entrada indiscreta, y por decirlo así, escandalosa. Sus refle­ jos deben ser atenuados y dirigidos con inteligencia para hacer resaltar el mérito y el valor de ciertos objetos y ob­ tener á voluntad efectos de coloración, ya suaves, ya bri­ llantes : de aquí es de donde nace la ciencia profunda del claro-oscuro. No solamente los intersticios de las ventanas y las puertas y las vidrieras de la techumbre sirven para obtener esos resultados, sino que también las colgaduras, las cortinas y la misma tela que tapiza las cortinas contribuyen á lo­ grarlo. Es un error el creer que los cielos rasos no se hallan so­ metidos á esta regla. Pintados de tonos suaves, ayudan á que parezcan más vivos y agradables á la vista los colores de las telas, y el cútis y el tocado de las mujeres ganan también en vivacidad en esta armonía general. M, DE SAVERNY. r REVISTA DE MODAS. P a r í s , 24 de Octubre Resueltamente asistimos este invierno á la resurrección de la polonesa. A l cabo de un interregno, no tan largo co­ mo algunos esperaban, lié aquí que vuelve á estar de moda, áun cuando con nombres diferentes y sometida á ciertas modificaciones. Se la llevaba ántes abrochada; ahora se la abre, se la recoge, y todo el mundo conviene en que es la prenda más cómoda y airosa. No hay que tomar, sin embargo, esta resurrección en el sentido absoluto de la palabra. Se vuelve á hacer la polone­ sa para trajes cortos de cachemir y raso, lo cual no quita su gracia y novedad á los corpiños, principalmente á los corpiños de punta enlazados por detras. Describiré uno de estos preciosos modelos: Formaba parte de un vestido de soirée ó teatro, hecho de terciopelo verde botella, con larga cola. E l delantero y los costados, recortados en forma de almenas, iban separados por fuelles de raso, plegados en pliegues abanicos. El borde de la falda y los fuelles eran de raso verde oscuro : un ta­ bleado de raso verde agua muy claro formaba baláyense. El corpiño-coraza, también de terciopelo, iba enlazado por detras, y terminaba en una punta muy prolongada. Chaleco de raso con ajaretados muy finos; solapas de ter­ ciopelo , y cuello Catalina de Médicis, alto y caído en los lados, no doblado, sino arrollado hácia fuera. Sobre la al- deta de la elegante coraza iba puesta una banda de tercio­ pelo plegada, que va sencillamente á atarse por detras, y cuyos largos picos caen naturalmente, reunidos tan sólo con algunas puntadas interiores.?La buena tradición exige que el vestido de terciopelo esté muy poco cargado de adornos. En el modelo de que me ocupo se habia seguido la tradi­ ción sin menoscabo de la gracia y la coquetería. Los galones y bordados de oro se llevarán tanto este in ­ vierno, que temo se caiga en el abuso, y por ende en el descrédito de un adorno que, empleado con sobriedad y oportunamente, realza ciertos tejidos y da al traje cierto sello de magnificencia, que no excluye la gracia. El galón de oro y de plata, mezclado con seda ó lana, se halla en todo su auge, como adorno de trajes de cachemir y raso. Se le pone en cinco hileras, en el borde de la polo­ nesa ó de la túnica de cachemir. Tan rico adorno se halla aceptado hasta para trajes de señoritas. Describiré uno de estos trajes como modelo : Falda de raso granate y polonesa de cachemir del mismo color. La polonesa, no abierta en medio, sino cruzada en el lado izquierdo, forma un delantal semi-largo, terminado en una punta larga, que lleva á todo el rededor cinco galones de oro. Dos puntas quillas, adornadas igualmente de galo­ nes, constituyen un precioso delantero. La cola, cuadrada, va apuntada sobre el postilion, sin lazo, es decir, que, cosi­ da sencillamente por debajo, cae figurando dos cocas grue­ sas naturales. Existe indudablemente una tendencia á las formas senci­ llas , por la razón de que la riqueza de las telas y de los 228 j l / A ^ A o D A J ^ L E G A ^ T E j jPEPJÓDICO D S L A S J ^ A M I L I A S . adornos hacen menos necesarias las formas complicadas. Algunas casas, y de las de más nombre, hacen los delante­ ros de falda de raso absolutamente planos, rodeados tan sólo en los costados de pliegues encañonados, que forman la qui­ l la ; género que conviene sobre todo á las personas que piensan en el porvenir y cortan todo lo ménos posible una tela costosa. La parte de detras de la falda á que me refiero era de cola é iba montada sencillamente á tablas planas : una ancha en medio y tres abanicos en cada lado. En los abrigos de lujo se emplearán más que nunca las pieles combinadas con los golpes y otros adornos de pasa­ manería. Las confecciones de este invierno serán monu­ mentos recargados de alamares, aplicaciones y borlas in­ mensas de cuentas y felpilla : la verdadera novedad del abrigo á la moda consiste en la riqueza del bordado y pa­ samanería. Algunos de estos adornos son obras maestras de riqueza y de arte, y constituyen por sí solos toda la confec­ ción. El raso sigue empleándose en abrigos, como en todo, áun cuando para este objeto su tejido es diferente. Llama sobre todo la atención un raso imitando el fieltro, que se combina con una tela de seda de cordoncillo, formando así la con­ fección de invierno más rica y elegante. Se llevan aún los abrigos de paño, algunos de terciopelo ?muy pocos?y ménos aún de cachemir algodonado, como el año anterior. El raso, en sus infinitas variedades, ha des­ tronado todos los demás tejidos en el reino de la elegancia. Entiéndase que, al hablar así, me refiero á los abrigos largos, á los verdaderos abrigos, adoptados generalmente por las señoras casadas. Pero en cuanto á las señoritas, y áun á las señoras casadas, la confección que más les favorece, la que deja sueltos sus movimientos y permite apreciar la elegancia del vestido, es el chaqué, el ya clásico chaqué, que se hace de paño ó terciopelo labrado y se adorna con cuello y carteras bordadas. Es la única novedad introducida en esta graciosa prenda, pues la forma varía muy poco ó nada. Llévanse algunos chaqués de ese paño llamado gendar­ me, con cuello y carteras bordadas de plata, y otros de paño azul marino, con los mismos bordados de oro. Otros, más modestos, son de paño militar, con cuello y carteras de ter­ ciopelo de un color que resalte. En el campo de los sombreros reina, como nunca, el desórden, la anarquía. En vano la modista conciliadora se esfuerza en persuadir á sus parroquianas que todos los som­ breros á la moda les sientan bien; el espejo les dice lo con­ trario, y hay que probar cien sombreros diferentes y revol­ ver toda la tienda ántes de acertar con la forma propia y conveniente. A l paso que vamos, creo que se inventará una forma distinta para cada cabeza. El sombrero JEnea, de fieltro marino, con plumas flotan­ tes, sienta á todas las señoras, pero no conviene sino á los rostros jóvenes, al paso que el sombrero Directorio, de fel­ pa oro antiguo, sienta bien á casi todas las edades. Todos los tejidos de sombreros, sin excepción, imitan el fieltro ó la felpa, hasta para teatro y traje de ceremonia, casamiento, visita, etc. Para estos casos recomiendo á mis lectoras una capotita de felpa color crema con plumas blan­ cas, que es preciosísima. V. DE CASTELBTOO. D U E R M E . No extrañes que ya en mis labios Amargas quejas no suenen, Que no importune tu oído, Que mis duelos no te cuente, Que no te pregunte á solas Si en tu corazón de nieve Brotó ya la primer chispa Que los deseos encienden. Es que el nácar de tu rostro. Como el cristal de una fuente, Los pensamientos que escondes Deja que se trasparenten, Y es que tus ojos. Tus ojos verdes. Cuando me miran Dicen que duermes. Sobre las manos cruzadas Posas la pálida frente, Y tus párpados, cual nubes De lluvia henchidas, descienden. Suspiros que nunca estallan Hinchan tu seno turgente ; ¡ Impecable Magdalena, Que de un sueño te arrepientes! Yo te contemplo, y suspenso Aguardo la hora solemne En que otra vida en tu alma Tu despertar me revele; Pero tus ojos. Tus ojos verdes, A l entreabrirse Dicen : ¡ Aun duerme! No extrañes que , arrebatado, De tí mis pasos aleje. De mi propio pensamiento Quiero huir para no verte. Mis lágrimas hilo estéril Son que entre arenas se pierde; Mi dolor, como que es mió . Es dolor que no conmueve. Ilusiones, desengaños, Juntos nacen, juntos mueren ; En tu corazón de roca Mi esperanza no florece. Bien me lo dicen Tus ojos verdes Cuando al mirarme Eepiten : ¡ Duerme! ENRIQUE JOSÉ VARONA. (Habana, 1878.) E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.649^1. (Sólo corresponde á las Sras. Suscrltoras de la 1.a edición de lu jo . ) Traje de desposada. Es de raso maravilloso y brocado blancos. La falda, redonda, va formada por delante y en los costados de seis tiras de raso liso, bullonado, alternan­ do con seis tiras ajaretadas y dispuestas á lo largo. En el borde inferior, tres volantes pequeños lisos. E l corpiño y la cola, cuadrada, forman una sola pieza y son de brocado. Este corpiño, abierto en cuadro y abrochado por delante, forma en los costados -anospaniers poco abultados, circun­ dados de una guirnalda de flores de azahar. Una especie de camisolín, de raso liso plegado, con solapas iguales, ocupa el hueco del escote, el cual va rodeado de flores de azahar. Las mangas van terminadas por dos tableados lisos y una guarnición de raso liso. La cola, que es muy larga, descan­ sa sobre tres tableados lisos. Una diadema de flores de azahar va puesta en la cabeza, un poco hácia atrás. Velo grande blanco. ( El dibujo 2, primera página del presente número, re­ presenta este mismo traje, visto de espalda.) Traje para asistir á la ceremonia nupcial. Vestido de raso maravilloso azul pavo real y brocado, con dibujos de colores vivos sobre fondo azul. Falda lisa de cola, guarne­ cida de cuatro hileras de tableados iguales. Una guarnición plegada sale de la cintura y cae, formando punta, sobre lo alto de la falda hasta un lazo grande azul y encarnado , des­ de donde la tela forma unos plegados en el fondo de la fal­ da. Una semi-túnica de brocado, ribeteada de fleco de los mismos colores, sale de una cadera, pasa por delante, y va á buscar el lado opuesto de la cola, á la mitad de su altura próximamente. E l corpiño, de brocado, muy largo, va r i ­ beteado de cinco pliegues bieses de raso liso, que terminan por detras en la punta del corpiño y bajo un lazo grande azul y encarnado. Un cuello recto de raso liso rodea el cue­ llo , y las mangas, semi-largas, van terminadas en una abrazadera de raso liso y tres volantes, dos de encaje blan­ c o ^ el del medio de raso liso, con lazo encarnado en la sangría. E l « S u p l e m e n t o ) ) que a c o m p a ñ a a l presente n ú ­ mero sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de l a 1.a ed i c ión de lujo . E X P L I C A C I O N D E L O S D I B U J O S P A R A B O R D A D O S , contenidos en la Hoja-Suplemento que acompaña al presente n ú m e r o . 1. Escudo con iniciales A T para bordar sobre terciopelo con sedas de colores oscuros y oro ; se aplica á portieres de salón. 2. Eduardo, nombre para bordar en sábanas á realce y punto de armas. 3. J , S, capricho para bordar á lausin en punta de pa­ ñuelo. 4. L , M , N , O, P y Q, continuación del abecedario para sábanas. 5 y 6. Iniciales para bordar en puntas de pañuelos. 7. Centro para respaldo de silla de salón ; se borda sobre terciopelo granate con sedas de colores, según indican las sombras del dibujo. 8. Felipe, nombre para pañuelo. 9. Tira bordada sobre raso gris, con sedas de colores, aplicada k portieres de gabinete. 10. Medallones para bordar á realce y punto de armas en almohadas, iguales á los de sábana publicados en el núme­ ro 32. 11. Medallón para punta de pañuelo. 12. J. M . , iniciales para ídem. 13. P i l a r , nombre para pañuelo; se borda á realce y punto de armas. 14 y 15. Serañn y Evaristo, nombres para pañuelo. 16. Inicial para ídem. 17 á 19. CB, SPt y JO, enlaces para puntas de pañuelos. 20. Eecuerdo con iniciales M . B. , para bordar á lausin. 21 y 22. Lúeas y Pedro, nombres para pañuelos. 23. Enlace D. M . 24. Inicial para bordar á lausin. 25 Rafael, nombre para pañuelo ; se borda á lausin. 26 y 27. Ursula y Brígida, nombres para puntas de pa­ ñuelos ; se bordan á realce. C R Ó N I C A P A R I S I E N S E . A l principiar cada estación, las señoras que habitan París acostumbran ir á visitar los grandes almacenes de noveda­ des, examinar las telas y las nuevas creaciones de la moda, hacer sus compras y fijar su elección. Nada más sencillo para ellas ; pero no puede decirse lo mismo respecto de las señoras que residen en el extranjero, para las cuales todas son vacilaciones. ¿Qué se llevará este invierno? ¿Me agra­ dará la tela ó la confección de moda? Si lo encargo, ¿me servirán bien ?. Tales son las preguntas que se dirigen á sí mismas, sin hallar satisfactoria respuesta. Pues bien : todas las señoras elegantes pueden hoy hacer un pequeño viaje á través de las telas de novedad y de ]ag más recientes toilettes parisienses sin dejar su sitio ha­ bitual junto á la chimenea de su gabinete. Queda un punto grave : el de la elección de una gran casa de París á quien poder dirigirse con toda confianza v ninguna es tan recomendable bajo este punto de vista COQI0 el Petit Saint-Thomás ,^ rué du Bac, en París. Su catálogo de novedades para invierno, que da el tono en materia de modas , acaba de ver la luz, y podemos decir que es com­ pleto, que da los mejores informes sobre cuanto ha de He- varse en la estación entrante, y que contiene muestras ver­ daderamente tentadoras. El Petit Saint-Thomas, cuya, reputación es europea, no será seguramente desconocido para la gran mayoría de nuestras lectoras, que pueden dirigirse á dicha casa con la seguridad de no tener que temer decepciones. No solamen­ te se les servirá allí lo mejor y más reciente en el múltiple ramo de modas parisienses, sino también?y esto es muy importante ? lo más barato. Es ya una especie de tradición que las madres de fami- lia, celosas de los intereses de su casa, hagan sus compras en los almacenes del Petit Saint-Thomas, casa que merece confianza entre todas. En sus vastos surtidos puede esco­ gerse toda clase de ropa para niños, brillantes trajes de soirée , muebles , etc., etc., con la evidencia de quedar sa­ tisfecha, lo mismo del precio que de la calidad de los ar­ tículos : bajo este punto de vista no tiene el Petit Saint- Thomas competencia posible. Una señora que desee recibir gratis y franco de porte el precioso Album de novedades de todo género que acaba de publicar el Petit Saint-Thomas, no tiene más que enviar su dirección á dicha casa, rué du Bac, P a r í s , y le será enviado á vuelta de correo, como también cuantos informes guste pedir ántes de decidirse á hacer sus compras.?K. El OLEOCOME de E . G O U D R A Y , perfumista en París , 13, rué d'Enghien, conserva por un tiempo indefi­ nido el cabello, y le da un brillo y una flexibilidad incom­ parables. No es extraño, pues, que su inventor haya obte­ nido en la última Exposición Dniversal de París las más altas recompensas por todos los productos de su casa. (Véa­ se el anuncio en la cubierta.) Las Pildoras BLANCAKD (40, rué Bonaparte, París), al ioduro de hierro inalterable, son empleadas por las celebri­ dades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos, etc., etc.) en que hay nece­ sidad de proceder contra la sangre. (Rehusar todo frasco que no lleve la firma del inventor.) ? (Véase el anuncio en la cubierta.) S O L U C I O N A L S A L T O D E C A B A L L O D E L . 38. M e j ó r a s e la t i e r r a . De ve rdor coronada, Y aparecen de nuevo y a las flores ; Desciende de l a s ie r ra L a nieve desatada, Y ejercen sus contiendas los pastores : Todo el p rado es amores: R e t o ñ a n los tomi l los ; Las b ien mul l idas camas Componen en las ramas A sus hembras los dulces pa jar i l los ; Y con susurro b lando V a el arroyo las ñ o r e s salpicando. (De la égloga Balilo, de Melendez ) La han presentado las Sras. y Srtas. D.a Asunción González Santalla. D.a Josefa Rodrignez de Gómez. ?D.a nosario Muñoz. ?D.a Oftímen U. ae Pelayo.?D.» Luz Alvarez Quijano.?D.a Cármen y D a Manuela de Bgmlion. ?D.a Luisa Il ico del Valle.?Brtas. de Muñoz y Trujer la . -D. ' ' Cármen va - derrama Arias. ?D.a Agustina y D.a Gcorgina Vázquez.?D.a Josnsa Alisal- do. ? D.a Pilar de Antonio .?D.a Felisa Clemente Kufiez. ? D. Euiemu Oyaregui. ? D.a Gregoria y D.a Germana Berganza. ?D.a Antonia oat- t ina. De la isla de Cuba nos han remitido soluciones al Gerogliflco del núm. 33, las Sras D.a Matilde Rodríguez y D.a Tula Domínguez. También las han enviado de Puerto-Rico , al Salto de Caballo del num. a»i las Sras. D.a Carlota Cruz.?Una Peninsular, y D.' ' Cristeta Salaburu. Reservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. MADRID. -Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y C.a, sucesores de Rivadcneyra, IJiri iESOltES UE CÁMAltA DE 8. M. PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS. o o - o ? m CONTIENE LOS ULTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATBONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRABAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES, N O V E L A S . C R Ó N I C A S . B E L L A S A R T E S . M U S I C A , E T C . , E T G S E P U B L I C A BIN" L O S D I A S 6, 1 4 , 2 2 Y 30 D E C A L A . M E S . AÑO X X X I X . M a d r i d , 6 de Noviembre de 1880. N U M . 4 1 . 1 ?Sombrero grande de felpa. 330 jL/A J A O Ü A j ^ L E G A N T F ^ j p E Í ^ I Ó D I C O DE LAS J ^ A M I L I A S , S U M A R I O . 1. Sombrero grande de felpa ?2 y 3 Dos sombreros de luto ? 4. Vestido de tercio­ pelo y lanilla. ? 5. Cesto de labor.?6. Canastilla de labor. ? 7. Delantal para niñas de 3 á 5 años. ?8 y 9. Ridiculo de raso.?10 y 11. Co- frecito para joyas, con acerico.?12. Ca­ nastilla para tarje­ tas.?13. Acerico ? 14. Esclavina con capucha. ?15 á 20. Seis mangas de ves­ tidos.?21 y 22. Dos enaguas ? 23 y 39. Abrigo de gro de Me- sina.?24 y 46. Abr i ­ go de viaje y do pa­ seo?25 y 33, Vesti­ do para niñas de 7 á 9 años . ?26 y 28. IJa- letó para niñas de 11 á 13 años.? 27 y 43. Traje de paño, faya, raso y felpa.? 29. Paleto para n i ­ ños de 7 á 9 años.?30 y 31. Vestido para niñas de 5 á 7 años.?32. Vestido para niñas de 6 á 8 años.?34 y 35 Dos sombreros de invierno.?36. Bata de cachemir.?37. Cha­ queta para niñas de 5 á 7 años ?38 Paletó de paño bearnés ?40. Vestido de cachemir y trenzado de seda. ? 41 y 42. Pelliza de raso mara villoso. ? 44. Vestido de raso y ter­ ciopelo. Explicación da los grabados. ? Crónica de Madrid , por el Marques de Valle-Alegre ?Un héroe , por D.a Salomé Nuñez y Topete.? Consultas á la Luna, poesía, por D. Eduardo Bustillo.?Correspondencia parisiense, por X . X.?Explicación del figuriu iluminado ?? Artículos de Par ís recomendados.?Soluciones. ?Geroglíñco. Sombrero de luto. Sombrero grande de f e l p a . ? N ú m 1. Este elegante sombrero, levantado por un lado é inclinado por el otro, va adornado de una pluma amazona, cuya extremidad cae sobre el bombro, y de _^«»*--^SN^^ otra pluma más corta, que cae so ? bre la parte levan­ tada. Dos sombreros de lu to . N ú m s . 2 y 3. Núm. 2. De ga­ sa de seda negra puesta doble. El contorno del ala va adornado de dos bieses de ga­ sa negra de un centímetro de an­ cho y cruzando uno sobre otro , y de cuentas de aza­ bache mate. Por detras la copa va cubierta de gasa de seda plegada. En el delantero de 5.?Cesto de labor. 4.?Vestido de terciopelo y lanilla. Delantal para ninas de 3 a 5 anos 3.?Sombrero como el corpiño, y van dispuestos según indica el de terciopelo y adornada en su borde infe­ rior de una t i ­ ra de terciope­ lo de 16 centí­ metros de an­ cho. A cada lado del delantero se cose sobre la falda un pa­ ño plegado de madrás de la­ na color nú- tria, de 90 cen­ t í m e t r o s en c u a d r o , con cenefas es­ tampadas d e colores vivos. La sobrefalda es de la mis­ ma t e l a , así dibujo. Cesto de l a b o r . ? N ú m . 5. Las figs. 57 y 58 de la Hoja-Suplemento á nuestro número 39 corresponden á este objeto. Cesto de paja blanca trenzada, formando seis ángulos. Para ador­ narlo S3 cortan unas tiras de cachemir color aceituna claro y oscuro, de 20 centímetros de largo por 5 Va centímetros de ancho, que se forran de gasa fuerte. Se pasan al cachemir los contornos de la fig. 57, y se aplican para las flores de tres hojas raso color oro an­ tiguo, y para las campanillas, raso enca rnado , ro­ deando las prime­ ras con un cordón de seda oro anti­ guo y un punto de Boulogne de seda bronce, y las segundas con un cordoncillo verde y seda verde os­ cura. Se dobla há- cia dentro un cen­ tímetro del con­ torno de cada una de las tiras, y se las fija, como in­ dica el dibujo, so­ bre c a d a faceta del cesto, y alter- n a n d o siempre una clara y otra oscura. Las extre­ midades de las t i - 6.?canastilla de labor. ras van adornadas íi.?Ridiculo de raso. {Véase el dibujo 9.J 4 *.?Bordado del oofrecito. (Véase el dibuio 10 ; l O . ?Cofrecito para joyas, con acerico. {Véase el dibujo 11.) la copa se fija una tira de gasa dispuesta en espiral. Ademas se ponen por delante dos ban­ das de gasa doble, de 10 centímetros de ancho por 1 metro de largo cada una. Las extre­ midades de estas bandas forman las bridas. El interior del sombrero va adornado con un rizado de gasa de seda. Núm. 3. De granadina negra. E l sombrero va adornado por detras de rizados de la mis­ ma tela, de 1 1 /2 centímetros de ancho, y de bieses del mismo ancho. En medio del delan­ tero, lazo grande alsaciano de granadina plegada, y el cual abre las costuras de las bridas, las cuales tienen 20 centímetros de ancho por un metro de largo y van dobladilladas en su contorno. El sombrero va adornado con una semicorona, formando diadema de hojas y flores negras, en­ tremezcladas de cuentas de azaba­ che. E i z a d o de granadina por la parte interior. de bolas de lana verde claro y granate y borlas iguales. E l interior del cesto va forrado de cachemir aceituna. Para cubrir la tapadera se cortan tres triángulos de cachemir aceituna claro y otros tres de cachemir aceituna oscuro. Se traspasan sobre estos triángulos los contornos de la flg. 58, y se ejecuta el borda­ do lo mismo que el de las tiras. Se reúnen los triángulos, alternando los colores, y des­ pués de haberlos adornado, se les fija sobre la tapadera. Las costuras de unión van cubier­ tas con un cordón de lana. Se ponen en medio de la tapadera unas bolas de lana granate y color aceituna claro. Canast i l la de l a b o r . ? N ú m . 6. Vest ido de terciopelo y l an i l l a . N ú m . 4 . Este vestido es de terciopelo y la­ nilla color de nú- tria. La falda, que es de tafetán co­ lor nútria, va cu­ bierta por delante SI I I K M ISI 55- i i r i i i i t i t i i i i i i i i i ? ? ? ? ? ? a B B a H B H B H H B B i Li.l., , LLL [.[.[. 1 1 rC!"v,::i -i?" 't' "'"""::r I I I M I M . I I M M M M M M M M I X X X X X X X X X X X X X X X X X X X B S M I B M I B M I Bl I - ^ 8.?Bordado del ridiculo. Explicación de los signos : g¡ bronce ; f^) oro antiguo; masilla; i i azul;[V] rosa; 1 fondo. 18,?Canastilla para tarjetas. 3.?Acerico. La fig. 27 de la Eoja- mplemento ¡l nuestro número 89 corres­ ponde á esta canas­ t i l la . El pié y el asa son de junco re­ torcido. E l fondo, también de junco, va rodeado de pa­ ja trenzada; su diámetro es de 25 c e n t í m etros. La canastilla va ador­ nada de un bor­ dado hecho sobre jL/A J V l o D A J S L E G A ^ T E ^ p E H I Ó D I C O D E L A S j ^ A M I L Í A S . 331 felpa granate. Para ejecutar dicho bordado se toma un pedazo de felpa de 14 centímetros en cuadro, cu­ yos lados se redondean, y sobre el cual se traspa­ san los contornos de la fig. 27, y se borda el dibu­ jo al punto de cadeneta, punto anudado, punto de cordoncillo y punto ruso, con seda azul, verde acei­ tuna, bronce y color de rosa. Cuando el bordado se halla concluido, se cose en el contorno una tira de felpa granate con un punto de cruz de seda color de rosa. La tira color aceituna va adornada con un rizado de cinta azul pálido. Se fija el bordado en el fondo de la canastilla, y se ponen unas borlas de la­ na de color de ro­ sa, granate, azul pálido y aceituna, en la forma que indica el dibujo. De lan ta l para n i ñ a s de 3 " á 5 años . N ú m . 7. Es de nansuk, co» canesú com­ puesto de entre- doses de encaje, que tienen 4 cen­ tímetros de ancho. Unos entredoses i g u a l e s forman las mangas y el cinturon, el cual va puesto sobre el delantero y termi­ na por detras en unas c a í d a s de nansuk, de 15 cen­ t í m e t r o s de an­ cho. E l delantal i r ?15.?Mansa de vestido. y un cordón grueso. Después de haber fijado sobre la tapadera una almohadilla rellena de algodón, se cubren los ángulos de terciopelo bnllonado y se ro­ dea el acerico de un cordón. La parte de encima del acerico va guarnecida de un cuadro de raso crema y adornada de un bordado al pasado j punto de cor­ doncillo (véase el dibujo 11). Se pasan sobre el raso los contornos del dibujo y se hacen los tallos y las hojas con seda aceituna, y los lunares con seda bron­ ce. Las cuatro puntas del dibujo son de seda grana­ te, y las hojas de seda azul. El contorno del raso va festoneado con seda color de aceituna. Bajo el festón se jfija un encaje. Canasti l la para tarjetas. A^ÉÉMv N ú m . 1 2 . La fig 28 de la Hoja- Suplemento á nuestro número a 9 corres­ ponde á esta canas­ t i l la . Es de paja tren­ zada marrón. La parte de dentro va cubierta de fel­ pa color bronce, k. bordada al punto 5 ruso y punto de cadeneta. Se tras­ portan sobre la te­ la los contornos de la fig. 28, se hace la cruz del medio con lana azul y seda, y los arabescos separa­ dos, al punto de cadeneta, con la­ na bronceada. Los if tG.?Manga de vestido. ?1 TI.?Manga de ves'.ido. 19.?Manga de vestido. va adornado ademas de tiras bordadas de 2 centímetros de ancho. R i d í c u l o de r a s o . ? N ú m s . 8 y 9. Para hacer esta especie de bolsa se to­ ma un pedazo de raso negro de 46 centí­ metros de largo por 20 de ancho, que se dobla á la mitad de su largo, y cuyas mitades van adornadas, á 2 centímetros de distancia del do­ blez, con un bordado hecho al punto de cruz, que se ejecuta con arre­ glo al dibujo 9 , poniendo sobre el raso un pedazo de cañamazo fino. Se forra el ridículo de raso color de oro antiguo, se dobla hácia fuera el borde exterior sobre un ancho de un centímetro, y se juntan los ?I 4.?Esclavina con capucha de sumh. {Explic. y pat., núm. X , figs. 50 ^ 51 de la Hoja-Suplemento.) lados trasversales desde el doblez hasta 11 centímetros de distancia del borde supe­ rior. A 5 centímetros de dis­ tancia de dicho borde se adorna el ridículo con una jareta, por la cual se pasan unas cintas de raso negro. Cofrecito para j o y a s , con acerico. N ú m s . 1 0 y 1 1 . El cofrecito es de cartón. La parte interior va huatada y forrada de raso color cre­ ma. Los bordes y la tapade­ ra forman acerico y van cu­ biertos de terciopelo color aceituna. Las tiras de los bordes son de terciopelo bu- llonado, y van adornadas en su borde inferior de un cor- don de seda,y en su borde superior de un encaje de oro 36 I.?Enagua de raso. {Explic. y pat., núm. X I , figs. 52 a 55 la Hoja-Suplemento.) * 8.?Manga de vestido .J: 2 8.?Enagua de mrnh. (Explic. y pat. , núm. X I I , fig. 56 de la Hoja-Suplemento.) 20.?Manga de vestido. puntos rusos de los ángulos van ejecuta­ dos con lana marrón, amarilla y azul pá­ lido, seda azul y amarilla. Las hebras dobles de color marrón, fijadas con puntos enlazados amarillos, rodean el dibujo, que se adorna con un punto ruso de lana marrón. La costura de la felpa va cubierta con- una cenefa de presillas, hecha con una quilla. Una segunda cenefa igual forma la guarnición del contorno y ter­ mina en unas bolas de lana de diversos colores. Unas hebras de lana azul y amarilla rodean el asa, cruzándose. J P i l l i l 23.?Abrigo de gro de Mepina. Espalda. (Vátse el dibujo 39.) {Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento.) 2S.?Vestido para niñas de 7 á 9 años. Espalda. (Véase el dibujo 33.) (Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento. 1 2'3(.?Traje de paño , faya , raso y felpa. Espalda. ( Véase el dibujo 43.) [Explic. y pat., núm. V I H , figs. 30 « 41 de la Hoja- Suple mentó.) 26. ? Paleto pata niñas de 11 á 13 años. Espalda. {Véase H dibujo 2B.) {Explic. ypa t . , núm. I I I , figs. 12 á 2.1 de /a.Hoja-Suplemento.) 2 A.?Abrigo de viaje y de paseo. Espalda. ( Véase el dibujo 45.) {Explic. y pat . , núm. I I , figs. 6 o 11 de la Hoja-Suplemento.) ¡I 5.?Sombrero de terciopelo nsgro 3*.?Sombrero reclondo de raso negro 89.?Paleto para niños de á 9 años. (Exflic. en el verso de la Hoj Suplemento 30.?Vestido para niñas de 5 á 7 33. ? Vestido para niñas de 7 á 9 años. Delantero. ( Véase el dibujo 31.) años. Delantero. ( Véase el dibujo 25.) 88.?Paleto para ninas ce 11 á 13 años. Delantero. [Ezplic. y pat., núm. I I I , figs. 12 d 21 de la Hoja-Suplemento.) [tíxplic. en el recto de la Hoja Suplemento, i [Explic. en'el verso de la Hoja Suplemento.) 3b.?Bata de cachemir ( Explic. y pat., núm. I , fi^s. 1 a 5 áe Hoja-Suplemento.) 39.?Chaqueta para niñas de 5 a 7 anos. [Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 32 {Explic Vestido para ninas de 6 a 8 años en el verso de la Hoja-Suplemento,) 3 l.?Vestido para niñas de 5 a 7 anos. Espalda. ( Véase el dibujo 30.) lExpHc. en verso de la Hoja-Suplemento ? n a i 38.?Paletó de paño bearnés . (Explic. y pat., núm. I X , figs. 42 a ;9 de la Hoja-Suplemento.) 39.?Abrigo de gro de Mesina. Delantero, (Véase el dibujo 23.) {Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento.) 40.?Vestido de cachemir y trenzado de seda. {Explic. en recto de la Hoja-Suplemento. « 4 1 - Ves-ido de ra.o y ^ f ^ ' M {Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento, «5.?Abrigo de viaje y de paseo. Delantero ( Véase el 'hbujo 24.) {Explic. p pat.. núm. I I , fias. G á 11 de la Hoja Suplemento.) 41 .?Pelliza de rnso maravilloso. Espalda. ( Explic. en el recto d¿ la Hoj a-Suplemento ) 43. ? Traje de p a ñ o , faya, raso y felpa. Delantero. ? Véase el dibujo 27.) [Explic. y pat., núm. V I H , figs. 30 á 41 de la Hoja-Suplemento.) 48.?Pelliza de raso maravilloso. Delantero. {Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento ' 334 jLíA y V l o D A j ^ L E G A ^ T E , j ^ E ^ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . Acerico. ? N ú m . 13, De raso negro, de 9 1/2 centímetros de ancho por 14 Va de largo. La huata del interior va perfumada. E l raso de enci­ ma va bordado de aplicaciones de cretona rodeadas al pun­ to de cadeneta con hilil lo de oro, y que se fijan sobre el raso con puntos de cadeneta. Esc lavina con c a p u c h a . ? N ú m . 14. Para la explicación y patrones, véase el núm. X , figu­ ras 50 y 51 de la Hoja-Suplemento al presente número. Seis mangas de v e s t i d o s . ? N ú m s . 15 á 20. Núm. 15. De cachemir negro. El borde inferior va do­ blado en forma de carteras, como indica el dibujo, y forra­ do de faya. Por el revés de la manga se cose un puño cu­ bierto de faya plegada. Núm. 16. De lana oscura, guarnecida de raso plegado y de un lazo formando rosácea. Núm. 17. De faya. La tela de la hoja de encima de la manga va recortada según indica el dibujo, dejando ver una guarnición también de faya plegada. La manga va atrave­ sada por una cordonadura con borlas, que se pega, forman­ do un lazo. El borde inferior de la manga va adornado de un volante tableado. Núm. 18. De damasco. Va adornada, según indica el d i ­ bujo, con volantes plegados y bullones de raso. Las puntas de las carteras van reunidas cada una con un botón. Núm. 19. De tela heige, con cartera adornada de pespun­ tes y botones. Núm. 20. De faya de color claro. Sus adornos se compo­ nen de una cartera de la misma tela y encaje blanco y ne­ gro fruncido. Dos e n a g u a s . ? N ú m s . 21 y 22. Para la explicación y patrones, véanse los núms. X I y X I I , figuras 52 á 56 de la Hoja-Suplemento. A b r i g o de gro de M e s i n a . ? N ú m s . 23 y 39. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. A b r i g o de v ia je y de paseo ? N ú m s . 24 y 45. (Forma inglesa.) Para la explicación y patrones, véase el núm. I I , figu­ ras 6 á 11 de la Hoja-Suplemento. Ves t ido pa ra n i ñ a s de 7 á 9 años .?Núms . 25 y 33. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Paleto pa ra n i ñ a s de 11 á 13 años .?Núms. 26 y 28. Para la explicación y patrones, véase el número I I I , figu­ ras 12 á 21 de la Hoja-Suplemento. Tra je de p a ñ o , faya, raso y f e lpa .?Núms . 27 y 43 . Para la explicación y patrones, véase el núm. V I I I , fi­ guras 30 á 41 de la Hoja-Suplemento. Paleto p a r a n i ñ o s de 7 á 9 años .?Núm. 29. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Vest ido para n i ñ a s de 5 á 7 a ñ o s . ? N ú m s . 30 y 3 1 . Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Ves t ido para n i ñ a s de 6 á 8 años .?Núm. 32. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Dos sombreros de i n v i e r n o . ? N ú m s . 34 y 35. Núm. 34. Sombrero redondo de raso negro. E l ala, ancha de un lado y estrecha del otro, va forrada de terciopelo ne­ gro. E l contorno va ribeteado de un bullón de raso, que tiene por la parte interior del sombrero 3 Va centímetros de ancho, y por la parte exterior 2 y.¿ centímetros. Unas hi­ leras de cuentas de azabache separan cada uno de los bullo­ nes. La copa va adornada de una cenefa de plumas. En el lado izquierdo, por encima del ala levantada, se fijan tres plumas negras. Núm. 35. De terciopelo negro. La parte interior del ala va forrada de felpa encarnada, que se dobla hácia fuera de manera que forme borde. Los adornos del sombrero se com­ ponen de una tira de raso maravilloso encarnado, de 24 cen­ tímetros de ancho y 84 de largo, que se pliega, formando un bando, en el delantero de la copa. Una tira del mismo largo, también plegada, va fijada sobre el sombrero por de­ tras. La extremidad de esta tira forma la brida izquierda. La brida de la derecha tiene 67 centímetros de largo. Un ala verde, una cola de pájaro del paraíso y tres broches de azabache completan los adornos del sombrero. B a t a de c a c h e m i r . ? N ú m . 36. Para la explicación y patrones, véase el núm. I , figs. 1 á 5 de la Hoja-Suplemento. Chaqueta para n i ñ a s de 5 á 7 a ñ o s . ? N ú m . 37. Véase la explicación en el verso de la Hoja-Suplemento. Pa le to de p a ñ o b e a r n é s . ? N ú m . 38. Para la explicación y patrones, véase el núm. I X , figu­ ras 42 á 49 de la Hoja-Suplemento. Ves t ido de cachemir y t renzado de s e d a . ? N ú m . 40, Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Pel l iza de raso m a r a v i l l o s o ? N ú m s . 4 1 y 42. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Ves t ido de raso y terciopelo. ? N ú m . 44. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. C R Ó N I C A D E M A D R I D . Las carreras de caballos.?Regreso de los ípoWmere.?Moderna faz del juego. ?En otras partes y aquí .? Matrimonios realizados y próximos á realizar­ se.?Humores y calumnias.?Los Teatros.?En el REAL : / / Guarany, ópe­ ra del maestro Gomes. ? V e n d r á n la Pa t t i y Niccolini ? ? En la COME­ DIA : i Se p u e d e E n APOLO : E l Molinero de Subiza. ? En la ZARZUELA : Campanone.?Cuentos de chicos. Hoy es el primer día de las carreras de caballos del oto­ ño, y es de esperar que este suceso? importante entre la high Ufe madrileña? sea un principio de animación para la córte de las Españas. Todos los sportmen que no habían vuelto todavía del ex­ tranjero ; todos los de provincias que vienen habitualmente con tal motivo, han llegado apresuradamente á la capital. El Duque de Fernan-Nuñez ; su yerno, el de Huéscar ; el Marqués de Villamejor; su hijo, el flamante Vizconde de Irueste ; los Sres. Aladro, Davies y demás ganaderos anda­ luces que tienen costumbre de asistir como actores ó espec­ tadores á la lucha hípica, ocupan sus respectivos puestos. Pero el público en general se interesa poquísimo por el espectáculo : acude á él como á otra diversión cualquiera; va á ver ó á ser visto; va también?y esto es lo peor?con el incentivo del lucro. No sé si lo he dicho en alguna ocasión, y en todo caso lo repetiré ahora :?las carreras de caballos se han exten­ dido, se han propagado, se han introducido en los hábitos de todas las naciones, porque satisfacen uno de los vicios más arraigados en la humanidad : ? el del juego. A jugar se va al tu r f ; en él juegan lo mismo las damas elegantes que los jóvenes aristocráticos, con la diferencia de que á las primeras las lleva allí también el deseo de os­ tentar sus encantos y sus preseas, y á los otros sólo les esti­ mula el deseo de la ganancia. En las carreras de la primavera el cuadro era doloroso: hasta niños de cortos años, autorizados por padres débiles ó indulgentes, ponían su durito, no sobre el tapete verde de los tahúres;?sobre la arena de la pista. Lo mismo sucederá hoy y el 5 y el 7?los tres días seña­ lados para ese alarde de la vanidad y del lujo?que no pro­ duce efectos ventajosos sino entre los fondistas y pastele­ ros , los cuales expenden gran cantidad de sandwichs y otras golosinas, y los alquiladores de carruajes, que hacen pagar por éstos precios subidos á las familias que no los tienen propios. En otras partes las carreras de caballos se celebran y fes­ tejan con banquetes y saraos; en Inglaterra, el vencedor en el tur f no sólo da á sus amigos fiestas y reuniones, sino que abre las puertas de su parque á sus colonos para que bailen y beban en celebridad del fausto suceso. En Francia se hace algo análogo, aunque en menor esca­ la ; y los chateaux y las villas próximas á París son teatro de alegres francachelas y de ruidosas partidas de haccarrat. As i , el dinero que no se ha perdido en las apuestas, des­ aparece en los azares de aquel fashionahle juego. Nosotros no hemos llegado aún á ese extremo ; pero no hay que desanimarse :?todo se andará. Miéntras tanto, ruede la bola y pondérense los benefi­ cios que á la cría caballar produce el Hipódromo de la Fuen­ te Castellana. Si no fuese por las noticias del extranjero, no tendría apenas asuntos de que tratar en la presente crónica. N i siquiera los matrimonios entre nuestros compatriotas han tenido efecto últimamente en Madrid, sino en París, en Biarritz, etc. E l 28 de Octubre se ha verificado en el segundo de esos dos puntos el enlace del Duque de Frías con la señorita D.a Cármen Pignatelli de Aragón y Padilla, de la ilustre familia de los Condes de Fuentes. La boda se celebró con arreglo á los usos del país en que se realizaba:?no hubo, pues, padrinos, sino testigos, sién­ dolo de la bella desposada los Duques de Alba y de Tamá- mes, y del contrayente, el Duque de la Conquista y el Marqués de Casa-Fuerte. En seguida de la ceremonia nupcial hubo un espléndido almuerzo en la vi l la-Frias , saliendo después los recien ca­ sados para Pau, donde van á pasar la luna de miel. Los lectores recordarán que el Duque era viudo de una dama inglesa, hija del famoso compositor Balfe; en cuanto á la nueva Duquesa, ademas de lo noble de su alcurnia, se distingue por su hermosura deslumbradora. ¿ Será verdad que en otro de los matrimonios reciente­ mente contraidos han surgido sérias desavenencias ? ¿ Será cierto que los jóvenes consortes hablan de separarse por in ­ compatibilidad de caractéres ? La especie tiene todas las apariencias de ser una de esas calumnias esparcidas por la malevolencia ó por la perversi­ dad ; y no haría mención de ella si no fuese para aconsejar á las lectoras la acojan con desconfianza, aguardando á que los hechos la confirmen ó la destruyan. Lo último será, así lo espero, lo que sucederá; pues no es creíble que en el breve espacio de un mes, y entre per­ sonas bien educadas y de excelentes cualidades, hayan apa­ recido, en los primeros días de su unión , graves motivos de disentimiento y de discordia. Ademas de las bodas anunciadas en la Crónica anterior, se hallan próximas á verificárselas de la señorita D.a En­ carnación Norzagaray, hija del difunto general, con el se­ ñor Arnao; de la señorita de Gómez de Laserna con el ca­ pitán de artillería D. Eafael Jabat, y de dos hermanas, pertenecientes á familia muy distinguida, con un título valenciano y otro caballero no ménos apreciable, enlazado á su futura por los vínculos de cercano parentesco. N i siquiera el teatro Real es este, como otros años, centro cotidiano de la sociedad madrileña. Una semana entera ha dejado de dar funciones á causa de enfermedades de varios de sus artistas, ó quizás por lo desigual de la compañía y la falta de buena dirección. Así como el cuarteto principal es excelente, el segundo se halla compuesto de nulidades, con las cuales ha sido jus­ tamente severo el público. Es sabido el éxito desastroso de Marta y Rigoletto , y la semana última E l Guaraní/, ópera del maestro brasileño Gomes , ha proporcionado otro lamentable fracaso á la Em­ presa. Habiendo tantas partitturas italianas y francesas que no se conocen en Madrid, ¿por qué acudir á la que no reco­ mendaban ni el nombre de su autor, ni ruidosos triunfos obtenidos en las primeras escenas europeas ? Es verdad, como han dicho los periódicos defensores del Sr. Rovira, que se ha cantado en San Petersburgo y en varios coliseos de Ital ia; pero en ellos, como en el nues­ tro , el éxito ha sido t ibio, y el entusiasmo ha brillado por su ausencia. Si no fuesen tan escasas entre nosotros las novedades lí­ ricas , JEl Guarany habría sido juzgado con mayor benevo­ lencia ; pero darnos la temporada última I I Re di Lahore que no pasa de ser una medianía, y en la presente otra composición no merecedora de más alto n ive l , es poner á pruéba la paciencia de los espectadores, saturados de I I Trovatore, de Rigoletto, de Lucrecia Borgia, de todas esas obras que inevitablemente se ponen en escena cada tempo­ rada. Uno de los motivos de no haber querido ajustarse Gayar- re en la actual, es la poca variedad del repertorio. E l célebre tenor exclamaba con tanta modestia como buen sentido : ? ¿Quién me sufre en otras treinta representaciones más de L a Favorita, que he cantado ochenta y seis veces en Madrid? E l Guarany habría obtenido mejor suerte entre nosotros á haberse estrenado en sazón más oportuna ; realmente no es una composición despreciable. A no ser por sus largas dimensiones, la pobreza del aparato escénico y de los trajes, el descontento general, producido por la inmotivada subida de precios y la clausura inesperada del teatro durante ocho días, el spartitto del maestro Gomes habría alcanzado un succés d"1 estime. Encierra piezas de méri to, bien instrumentadas y bien desenvueltas; aunque su música es demasiado estrepitosa, y la armonía abunda en ella más que la melodía. En I I Guarany se ha presentado otra prima-donna dota­ da de buenas condiciones de cantante, aunque no de actriz. Su voz es fuerte y extensa, y la modula con inteligencia y maestría; pero la Garbini se mueve mal en la escena, y sus gestos y su accionar son monótonos y amanerados. Ortissi, cuyos progresos tanto se habían ponderado y en­ altecido, conserva sus grandes facultades y su deseo de complacer. En cuanto á adelantos, no he advertido ningu­ no en su modo de frasear ni de emitir el poderoso y ad­ mirable órgano con que le ha dotado la naturaleza. Verger y Vidal son dignos de loa por el acierto y el ín­ teres con que han desempeñado sus respectivos papeles. El Sr. Rovira ha hecho saber urhi et orhi que en el mes de Diciembre vendrán la Patti y Niccolini á dar ¡¡seis re­ presentaciones!! en el regio coliseo. Con la división y subdivisión de turnos, que llegan hasta el octavo, es posible que muchos de los abonados no logren oir á la afortunada pareja. Mas ¿vendrá ésta realmente? ¿No será la especie difun­ dida un medio de serenar el ánimo irritado de los especta­ dores ? En tal caso puede decirse que el remedio fuera peor que la enfermedad, pues la esperanza burlada produciría dis­ gusto mayor. Por fin en los otros coliseos ha habido un éxito verdadero; por fin se ha estrenado una composición á la que es posible conceder elogios sin reserva. Es ésta ¿Se puede?, comedia en tres actos, en verso, ori­ ginal de D. José Marco, representada por vez primera, la noche del 30 de Octubre, en el teatro de la calle del Príncipe. ¿ Se pu ede f es una producción escasa de novedad, pero escrita con soltura, gracia y corrección. Los caractéres tampoco son nuevos, aunque en general sean verosímiles; la intriga no es complicada, aunque se enlaza y desenlaza con naturalidad ; en fin, el estilo es fácil y castizo. Mucho ha contribuido á la acogida que el auditorio le dispensó el esmero, la inteligencia, la perfección con que la desempeñaron la Tubau, Lola Fernandez, una nueva ac­ triz llamada la Pastor, Mario, Rosell y Reig. E l mayor elogio que puedo hacer de ellos es decir que recordaron la Compañía de Virginia Marini, de inolvidable memoria, por la igualdad del conjunto. Nada notable en las otras escenas :??habiendo regresado de Zaragoza la Mendoza Tenorio, la González Calderón, Rafael y Ricardo Calvo, los actores, en fin, que allí había destacado el Sr. Ducazcal, hemos vuelto á ver en la plaza del Príncipe Alfonso Don Alvaro, ó L a Fuerza del sino, y Don Juan Tenorio. Los expedicionarios han sido recibidos y festejados por sus amigos y admiradores según era de esperar, y ahora se nos promete un drama de Echegaray y otro de Cano para época muy cercana. Hé ahí todo; y lo peor es que los demás coliseos, chicos y grandes, no han ofrecido durante la quincena cosa algu­ na digna de membranza. En Apolo han cantado E l Molinero de Suhiza la Soler -> Di-Franco, el tenor Berges, el barítono Navarro y el bajo Banquells, como no se oía hace tiempo entre nosotros ; en la Zarzuela ha íZeJwtocfo, en Campanone, VLVLÜ. soprano lla­ mada la Martí, que posee circunstancias relevantes; y en el teatro de la Corredera de San Pablo?vulgo de Lara ? han aparecido y desaparecido dos ó tres juguetillos, con la rapidez del relámpago.?El uno se titula M r . Antoine, y v i ­ vió «lo que las rosas» ; el otro tiene por nombre Cuestión de táctica, y dudo que su existencia se prolongue más. jL, decía; y ¿quién podia tener interés en observarla, sino un padre, un hermano ó un esposo?' ¿Sabría Bibí algo de todo aquello? ¿En su cualidad de pájaro habría quizás penetrado más que yo? Lo llamé, y en seguida lo tuve á mi lado. ? B i b i ? l e dije ?estoy muy disgustado contigo ; tras­ nochas. .Bi'M bajó la cabeza. ? Y eso no está bien?continué; ? tienes una mujer que merece otra conducta de tu parte, é hijos á quienes debes un ejemplo honesto. B ib i continuó guardando silencio. ? ¿Qué hacías en la ventana de Teresa? B i b i no daba muestras de estar v ivo; hubo un momento en que lo creí disecado. ? ¡Ah, B i b i ! ? exclamé con hipócrita amargura. ? ¡Tú la amas! ? No?moduló Bib i . ? ¿No, no la amas? ? añadí con todo el egoísmo de un rival que gana la partida.? ¡Loado sea Dios, qué peso me quitas de encima! ¡Y yo, que creía que tú eras mi r iva l ! ¡ Porque, sábelo , Bibí : yo amo á Teresa! B ib i oyó aquella descarga, firme como un granadero de la Guardia. Prueba de que hay pájaros que valen más que muchos hombres. ? ? ¿Qué hacías ? añadí ? cerca de ella? ¡Ah, cariñoso amigo ! Ya lo sospecho : vigilabas , observabas por mí , ¿no es eso ? ? Sí?^moduló el pájaro en un tono tan amargo, que creí que se le desgarraba la garganta. No era posible llevar más allá el sacrificio. ¡ A h , fiel B i b i ! Si en esa progresiva trasformacion que constantemente opera la muerte has ascendido y vives hoy en el perfumado seno de una flor rara y hermosa ó en el cerebro de uno de esos lindos bebés que me paro á contem­ plar todos los dias en el Retiro, ¡ que Dios te haga más fe­ liz que ántes lo fuiste!; que yo, espíritu egoísta, que no dudé un momento en sacrificarte en aras de mi felicidad, me arrepiento de lo que hice, y si hoy se reprodujera el tristísimo episodio que relato volvería á sacrificarte?no lo dudes ? ¡ que tal es el hombre! ? ¿Tiene padres Teresa? ? pregunté á Bibí. ? No ? me respondió. ? ¿ Y hermanos ? ? Tampoco. ? ¿Es soltera? ? Sí. ?Entónces, ¿quién ha originado la escena de esta noche? Bibí calló. Estaba imposibilitado de contestar á una pre­ gunta hecha en aquella forma. Yo lo comprendí y volví á preguntar: ? ¿Vive sola Teresa? ?No. ? Quizás vive con una parienta, ¿no es eso? ? Sí. ? Que la trata mal. 344 ]L/A ^ / V l o D A j ^LEGANTE j j p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . ? Sí, sí ? repitió el pájaro con fuego. Tenía ya la clave de los sucesos de aquella noche : Tere­ sa era víctima de algún espíritu atrabiliario con quien v i ­ vía : una tía exigente y caprichosa, una madrastra sin en­ trañas : ¡ quién sabe ! Satisfecha mi natural zozobra, me dispuse á cortar la conferencia. ? Bih i?le dije á mi amigo ? ¿quieres quedarte aquí esta noche ? ? Lo deseo ? me contestó Bih i con la pequeña llama de sus ojos. ? Pues entra. Mi bondadoso rival entró, y yo busqué á tientas mi lecho. Temía que, encendiendo luz, B ih i pudiese sorprender el rubor que su generosidad producía en mí. A l día siguiente la ventana de la buhardilla de Teresa permaneció cerrada herméticamente. Situado detras de los cristales de la mía, en vano esperé muchas horas seguidas á que se abriera. Procuré indagar algo acerca de mi intere­ sante vecina, y no logré despejar las tinieblas que la oscu­ recían á mis ojos. Los días se sucedieron los unos á los otros, y todo con­ tinuó lo mismo: la ventana permaneció cerrada, y Teresa no volvió á asomarse. Yo estaba desolado. Mis pesquisas no daban resultado ninguno, y mi agonía aumentaba al par que mí amor por aquella niña. B ih i no era mucho más feliz que yo ; adelga­ zaba de día en día, de hora en hora, y una honda tristeza lo mataba. A las dos semanas, una tarde que estaba yo contemplan­ do las enredaderas de la ventana de Teresa, que se secaban por falta de cuidado, parecióme distinguir una sombra que se agitaba detras de los cristales. Fijé la mirada en un pun­ to , y reconocí en aquella sombra á Teresa ; pero á Teresa desconocida, pálida, con la huella de la muerte en la cara. A la expresión mímica con que yo traté de hacerle com­ prender mi afecto y mis temores, contestó oprimiéndose el pecho con ambas manos y mirando al cielo. No pude penetrar la significación de aquella actitud. ¿ Quería decirme que sufría, que padecía algunas de esas afecciones que acarrean invariablemente la muerte, ó bien aquellos gestos significaban que mi amor había fructificado en su tierno corazón, pero que dudando éste de hallar la felicidad en la tierra, me hablaba de encontrarla en el cielo? Quise aclarar aquella duda, pero ya era tarde. Teresa había desaparecido. JOSÉ MARÍA CEOUSEILLES. (Se concluirá.) REVISTA DE MODAS v i Vi i ) dos, COIl- res, Vi JJ que vi f Pavis, 8 de Noviembre. Estamos en el mes en que la moda adquiere un carácter definitivo; en que los modelos creados durante todo el mes de Octubre pasan por el crisol del buen gusto parisiense ; se desechan los exagerados ó los que son productos de una imaginación ardiente y apasionada por las novedades, y se adop­ ta lo que sienta bien á la mayoría, lo que es en realidad elegante y distin­ guido. Sin pecar de entusiasta, puede afirmar­ se que jamas se ha trabajado tanto por embellecer la más hermosa mitad del gé­ nero humano (estilo de cronista). Las telas de lana de abrigo, suaves y l i ­ geras á la par, forman excelentes trajes de calle y de visita, y nótese que muchas da­ mas están más lindas, más elegantes con un vestido sencillo, bien hecho, que en tra­ je de baile ó de soirée. Las felpas de todas clases, los terciopelos y los damascos de fondo claro, salpicados de flores de colo­ res opacos, formarán magníficos trajes de soirée ó de convite, mezclándolos con te­ las lisas de seda. No hay fantasía que no se haya inven­ tado para componer los delantales de los vestidos. Teníamos la felpa y los terciope­ los labrados, con flores grandes cuajadas de cuentas. Se ha llevado también el ve­ rano último?ya recordarán mis lectoras? batistas y fulares pintados á la aguada, preciosas acuarelas, ejecutadas por artis­ tas de mérito. Para este invierno se pre­ paran terciopelos pintados á la mano. No es posible imaginar nada tan rico, tan sua­ ve, tan artístico como esas telas de refle­ jos luminosos, de un fondo ordinariamen­ te claro, y sobre las cuales van puestas, como en racimos, flores de colores varios, que aparecen de relieve. He visto un traje de raso maravilloso, color de hiedra, de larga cola, sobre la cual iban dispuestos unos tableaditos de encaje antiguo, que cubrían otros tableados de raso azul pálido. E l delantero del ves­ tido era de terciopelo azul muy pálido, que servia de fondo á una profusión de ramos de rosas té, dispuestos en un agradable desórden. Adornaban el borde inferior cinco tableados de encaje, salpicados de mariposas de cinta de raso verde. En lo alto, paniers de raso verde plegados. Corpiño de raso verde, formando pun­ ta larga, guarnecido de encaje y abierto en cuadro. Manga que llega hasta el codo, con guarnición grande de encaje. Guirnalda de rosas frescas, que ocupaban desde el hombro hasta el medio del pecho. Para las señoritas se adoptará á menudo el mismo géne­ ro de vestidos, pero sin permitirse el lujo que se permiten las mamás ó las señoras jóvenes. Para aquéllas el traje será corto, y el delantal enteramente liso. Sin embargo, una jóven americana, que todo el París elegante conoce, se ha permitido alterar la costumbre de que he hecho mención. Llevaba, pocos dias há, en una soi­ rée de esponsales un vestido de surah maravilloso negro enteramente cuajado de azabache en el corpiño y en los paniers, y que se abría sobre un delantal de surah azul ce­ leste. Toda una bandada de preciosas golondrinas extendíase sobre la tela del delantal, y parecían luchar con ligereza y gracia con la linda americana. Admirando el efecto singu­ lar de aquellas graciosas avecillas destacándose sobre un fondo azul, viene involuntariamente á la memoria uno de esos paisajes incomparables del Nuevo Mundo, que sirven de marco natural á la más poética de las aves. Pero volvamos á nuestros modelos. ¿Quieren conocer mis lectoras el de un abrigo de suma novedad ? Oigan la descripción : Era una especie de visita de terciopelo de Génova con delanteros rectos y adornos de pasamanería bordada de aza­ bache. Una manga mandar ín , que sale de la costura de la espalda, formando pliegues, pasa por encima del hombro y se redondea por abajo sobre las caderas. La espalda, to­ talmente cubierta de azabache, llega un poco más abajo de la cintura, donde se le añaden dos tableados de raso, que la completan y forman falda. Cuando está bien ceñido al talle y sostenido con una iournure, este abrigo es de elegancia suma. No terminaré sin decir algo de los casi manguitos que los primeros fríos han sacado á luz. Vienen á ser unos j u ­ guetes, con los que están permitidas todas las coqueterías, todas las monadas. Los hay de todos géneros y de todas formas. Unos son de felpa y van provistos de un bolsillito para el pañuelo. Otros, de raso, completamente fruncido, con volante de blonda negra, que cae por los lados. Un magnífico lazo de cinta de raso lo adorna por encima. He visto una de esas monerías á que se conserva el nom­ bre de manguitos, y que era también de raso, desaparecien­ do todo él bajo una gran cantidad de flores. Otro era de piel de nútria, ostentando la cabeza del animal, caída hácia delante, y finalmente, otro de raso negro bordado de flores de seda color natural, siempre con volante de encaje en los costados. Ya ven mis lectores que no acabaría nunca si quisiera enumerar todas las formas caprichosas que se da á los man­ guitos á la moda. Y no hacemos más que principiar el in­ vierno. Cada elegante tendrá su ídem y querrá ponerlo en práctica, y así tendremos tantos géneros de manguitos como de sombreros, que no es poco decir. Me aseguran, y no lo extraño, que este nuevo género de manguitos, especie de escarcelas, que servirán no sólo para abrigo de las manos, sino para meter el pañuelo, los guan­ tes, etc., se llevarán, no sólo para calle, sino para teatro y concierto, yendo prendidos á los hombros del vestido con unas cintas de raso. V. DE CASTELEIDQ. S A L T O D E C A B A L L O P R E S E N T A D O P O R A . B . G R A N D E Z A D E D I O S . SONETO. Léjos, el mar, que ronco se desata; Allá, el volcan, y luégo, la espesura, Y el torrente bajando de la altura, Eaudal sonoro de brillante plata. Aquí, la altiva, inmensa catarata, Que busca hirviente la honda sepultura; Allá, el lago bordando la llanura. Que la alta cumbre en su cristal retrata. Aquí, la tierra, abismo tenebroso; Del cielo allá desiertos infecundos, Y aquí, la selva con el bosque umbroso. Y en mar, y en sol, y en ámbitos profundos, Y en bosque, y selva y cielo portentoso. La grandeza del Sér Key de los mundos. S. PUEDA Y SANTOS. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.650. (Sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.a edición de lu jo . ) Tj'aje de visita, de reps de seda color hronce, con dibu­ jos color rubi. La falda, que es de reps, va plegada per- pendicularmente y cae sobre un volante tableado, del cual sobresale una baláyense de surah color de rubí. Sobre el delantero de la falda se pone una banda ancha plegada hecha de raso brochado. En cada lado, bajo el brazo, una solapa del mismo raso, que tiene la forma de una capucha muy puntiaguda, terminada en una borla. Paño de detras muy abultado , del mismo raso. Corpiño-casaca de reps de seda, adornado por delante con un bordado color rubí. Es­ cote guarnecido de un cuello grande y doble, bordado del mismo modo. Mangas lisas, con jockey en forma de cucu­ rucho. Sombrero de felpa bronceada forrado de raso color rubí. Plumas de dos colores. Traje de paseo y visita. De tela de seda trenzada, color dalia, raso Eegencia, color crudo, y damero de seda color dalia y crudo. Todo el delantero, de raso crudo tableado perpendicularmente, va fijado en la cintura y abultado hácia el escote. Polonesa de tela trenzada, tan larga como la falda y guarnecida en cada lado con botones Watteau. Una banda de damero de seda sujeta esta polonesa y la re­ coge por debajo de las caderas. Las man- gas van guarnecidas de una cartera de (to­ rnero. En i Vi i ^ drio es- Vi i> v i - v i V r ^ ra- Vi i ) r ^ pié Vi 'J sita- r ^ fa- vi V r ^ me Vi U l'r ^ snra; Vi JJ r ^ de Vi O r ^ be- Vi 'J r ^ len- Vi i> rr ^ re- Vi i / r ^ so Vi iJ ir de vi iJ r ^ le- Vi ¿/ r ^ m i Vi JJ r ^ faz Vi V gre r ^ mos Vi i> r ^ t u Vi JJ r ^ ñ- Vi JJ r ^ dre Vi JJ r ^ en- Vi V r ^ gien- Vi i ) l ie . 162 r ^ un Vi JJ r ^ en- Vi JJ r ^ plan- Vi V r ^ za- Vi JJ r ^ por r ^ dos . Vi i ) r ^ m i - Vi V r ^ boro- Vi V r, ^ un Vi i ) \ r ^ sa- Vi V r ^ tu Vi iJ r ^ pa- Vi JJ r.ió Vi O al- rr ^ tó Vi V titas r ^ y vi Jj r ^ tos Vi i ) r ^ lUR Vi i ) plan- r ^ en Vi i> r ^ flo- Vi i ) r de Vi v r ^ tos vi 'J án- los r Í\ ca- Vi JJ apa. r ^ duc- Vi iJ r ^ en Vi JJ r ^ bro- Vi V r ^ va- Vi JJ r ^ mos Vi i / r ^ gel Vi i ) r ^ res Vi ÍJ r ^ ci- Vi V yenes Vi V r ^ bios Vi i ) r ^ t ica Vi 'J plá- r ^ los Vi U már- r ^ ñas Vi V l ie. r ^ mió Vi V r ^ va- Vi JJ r ^ Lle- Vi ÍJ r, ^ ri- r ^ y VÍ v del r sol Vi V r ^ pro- Vi V r ^ co- Vi V las r ^ el Vi i ) r ^ los Vi JJ ble r ^ en Vi JJ r ^ res... Vi V GS- Vi V r ^ y Vi v P r i n c i p i a en la cas i l la n ú m . 1 y t e r m i n a en l a 152. A R T Í C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . ¿No habéis notado que hay ciertas lí­ neas, ciertas proporciones, gracias á las cuales un busto adquiere una elegancia irreprochable? Para la casi totalidad de las señoras este ideal es realizable con ayuda de un buen corsé; pero ante todo hay que prevenirse contra esos altos corsés emballenados, que suben hasta los soba­ cos , dando al corpiño un aire cual si estu­ viera montado sobre goznes. La Cintura Regente de MMES. DE VER- TÜS SCEÜRS (12, rué Auber, P a r í s ) , ? BÜ elegante corsé Ana de Aust r ia , se han creado con el fin de combatir esos errorea ridículos. Adoptar los corsés de MMES. DE VERTUS es, en cierto modo, revestir la elegancia, la gracia y la flexibilidad de talle, que han hecho de la dama parisiense el tipo tan admirado que todas conocéis. Exposición Universal de 1878 ; Medalla de Oro, Cruz de la Legión de Honor. El A G U A D I V I N A de E . C O U D R A Y , perfumista en París , 13, rué d'Enghien, es el producto por excelencia para conser­ var la juventud. También es el mejor pre­ servativo de la peste y del cólera morbo. (Véase el anuncio en la cubierta.) Las Pildoras BLANCARD (40, rué Bo- naparte, Par í s ) , al ioduro de hierro inalte­ rable , son empleadas por las celehridades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos,, etc., etc.) en que hay necesidad de proce­ der contra la sangre. (Rehusar todo fras­ co que no lleve la firma del inventor.) (Véase el anuncio en la cubierta.) Eeservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. 1IADRID. ? Imprenta, estereotipia y gnlvanoplastia de Aribau y 0.*, sucesores de lUvadeneyra, IMPKJESOUKS DB CÁMAliA DK S. M. U^'-'J-1'-' PERIODICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS, 8UE CONTIENE LOS ULTIMOS FIGURINES ILUMINADOS DE LAS MODAS DE PARIS, PATRONES DE TAMAÑO NATURAL, MODELOS DE TRARAJOS A LA AGUJA, CROCHET, TAPICERIAS EN COLORES, N O V E L A S . C R O N I C A S . B E L L A S A R T E S . M U S I C A , E T C . , E T C S E P XJ IB L I C A . - E N L O S D I ^ L S 6, 1 4 , 3 S Y 3 0 D E C J ± J D M E S . ANO X X X I X . M a d r i d , 22 de Noviembre de 1880. N U M . 4 3 . S U M A R I O . I á 3 . Tres vestidos de baile.?4 y 5. Pcs ena­ guas de raso negro.?G. Vestido para niñas de 8 á 10 afios.?7. Traje para niños de 7 á 9 años. ?8 á 15. Secretos profesionales : modo de con­ feccionar los sombreros.?16 d 23. Adornos de sombreros.?24. Manguito de reps de seda.? 25 4 39. Trajes para niñas y niños ?40. Cor­ pino de tejido de punto.?41. Corpiño liso y de cuadros ?42 Lazo alsaciano para sombre­ ros.?43 Cesto para labor de punto.?44. Som­ brero de terciopelo negro y raso cambiante ? 45. Somlrero de terciopelo bronceado.?46. Manguito de raso maravilloso.?47. Jlanguino de felpa.?48 y 49. Traje de recepción.?50. Traje para niñas de 8 á, 10 años .?51. Traje para señora jóven.?62. Abrigo de raso y pie­ les.?53. Confección para niñas de 8 á 10 años ?54. Traje de calle.?55. Traje de convite.? 56. Traje de luto.?57. Otro traje de luto.?58. Abrigo de luto.? 59. Paleto de bengalina.? 60. Paletó de paño inglés. Explicación de los grabados.?Crónica de Madrid, por el Marqués de Valle-Alegre.? Correspon­ dencia parisiense , por X . X . ? Explicación del figurín iluminado. ? Suelto. ? Pequeña gaceta parisiense.?Soluciones.?Geroglífico. Tres vestidos de ba i l e . N ú m s . 1 á 3. Para la explicación, véase el recto de la Hoja-Suplemento al presente nú­ mero. Dos enaguas de raso negro. N ú m s . 4 y 5. Núm. 4. De raso negro, huatado y ! forrado de tafetán negm. Sus adornos componen de un volante tableado de 6 centímetros de ancho, un volante fruncido de 3 >/;, centímetros, y un bu­ llón con cabeza, todo de raso. E l vo­ lante fruncido va bordado al pasado y punto ruso, con seda color de rosa, azul y aceituna. E l borde inferior va festo- eado con la misma seda. Núm. 5. De raso negro, huatado, forrado de tafetán y pespunteado como indica el dibujo. E l borde inferior de la enagua va adornado de un volante tableado de 4 V 4 centímetros de ancho, y de un volante fruncido de 5 centí­ metros , el cual va festoneado y borda­ do con seda de colores subidos. Por encima de este último volante se fija una cabeza de 2 V j centímetros de an­ cho, cuya costura va cubierta con un rollo de raso. El borde superior de la enagua se fija entre las dos telas de un cinturon ancho. Vestido para n i ñ a s de 8 á 10 a ñ o s . N ú m . 6. m la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento al presente nú­ mero. Traje para n i ñ o s de 7 á 9 a ñ o s . N ú m . 7. Para la exnlicacion y patrones, véa­ se el núm. I V , figs. 20 á 27 de la Hoja- Suplemento. m * á 3 . ? Tres vestidos de baile. ( Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento al prewite número,) 346 y V l o D A ^ L E G A J N I T E , j p E Í \ í Ó D I C O D E L A S J ^ A m i L I A S . 4L.?Enagua de raso negro. ?Casco del sombrero de tercio elo bronceado. ( Véase el dibujo 45. ) 6.?Vestido para niñas de 8 á 10 años. (Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) Q.?Traje para niños de 7 á 9 años. (Explic. y pat., núm. JV, figs. 20 27 de la Hoja-Suplemento.) l1*.?Adorno para sombrero. l O . ? M é t o d o para cubrir un sombrero. Primer detalle. 19 .?Adorno para sombrero y corbata. S.?Enagua de raso negro. í>.?Casco del sombrero de terciopelo negro. (Véase el dibujo 44.1 11 .?Método para cubrir un sombrero. Segundo detalle. 16.?Adorno para sombrero. 1 2 . ? Borde inferior de una brida 1 3 ?Bies fruncido para cubrir el borde de un sombrero. 83.?Adorno para sombrero. 2 2 ?Adorno para sombrero. ? m 1 4.?Bies fruncido para cubrir el borde de un sombrero. 18 .?Adorno para sombrero. 1 t mix 20.?Adorno para sombrero. 2 1.?Adorno para sombrero. 1S.?Alambre para ribetear un sombrero. i 2 1 . ? i i t i n g u i t o do repa de seda j u A ^ V I O D A j p L E G A J N L T E , j p E Í ^ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . 347 25.?Niño de 8 años. Delantero. 21.?jSHña ó niño de 4 añcs . Espalda 29 y SO.?Niña de 10 años. Delantero y espalda. 32.?Niña de 5 años. Espalda. 26.?Niño de 8 años Espalda. 31.?Niña de 5 años. Delantero. 28.?Niña ó niño de á años . Delantero. I I I 33.?Niño de 5 á C años. 3 4.?Niño do 6 años. Delantero. 3» y 3».?Señorita de 15 años. Delantero y espalda. 36,?Niña de 9 años. Espalda. 35.?Niño de G años. Espalda. 3?.?Niña de 9 años. Delantero, L A M O D A E L E G A N T E I L U A . R R E T A S 1 2 H A B R I B i ? ? ^ i ^ f ^ ^ l i l i i s a i Í M \ i l i ¡ r z / M ^ i í í ^ m j ^ A yVloDA j ^ L E G A ^ T E , pEÍ^ IÓDICO DE LAS j ^ A M I L I A S , p A ^AODA ^ L E G A ^ T E , j ^E^IÓDICO DE LAS j^AMILIAS. 412.?Lazo alsaciano para sombreros *» .?Cesto para labor de punto ? ?Sombrero de terciopelo negro y raso cambiante {Véase el dibujo 9.) 45.?Sombrero de terciopelo bronceado (Véase el dibuio 8 ) 4IO.?Corpino de tejido de punto ( Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento.) 48.?Manguito de raso maravilloso. 41.?Corpino liso y de cuadros {Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento.) « 7 . ? M a n g u i t o de felpa 4» y 49 .?Traje ?recepción. Sspalda y delantero. I SO.?Traje para niñas de 8 á 10 años. 5 8 . - T r a j e para señora jóven. 5 *.?Abrigo de raso y pieles. 56 .?Traje de luto. {Explic. y pa l . , núm. I I , figi. ^ á l \ de la Hoja-Suplemento.) « ' ? - f 8 ' ' l e luto. { Explic. en-I K M f * üuJa.ouplcmento 58.?Abrigo de luto. ( Explic. ypaf., núm. I , ñgs. \ á Z d é l a Hoja-Saplem^nto.) 53,?Coiifeccion para n iñas do 8 á 10 añGS 5 #.?Traje de calle. 55 ,?Traje de conrite. 350 j i íA J V l o D A J^LEGANTE, jPEÍ^IÓDICO DE LAS J^AMILIAS. SECRETOS PROFESIONALES. MODO D E CONFECCIONAR LOS SOMBREROS. N ú m s . 8 á 15. Las figs. 22 á 26 de la Jloja-Suplemmto al n ú m . 41 corresponden á esta explicación. Se preparará una/orma ó casco con arreglo á uno de los dibujos 8 ó 9. Para preparar los cascos se emplea tul fuerte y alambre, ambos negros cuando el sombrero es negro ó de color oscuro, y blancos para los sombreros claros. Para ejecutar el sombrero de terciopelo bronceado (véase más adelante el dibujo 45) se corta un pedazo entero de tul fuer­ te por cada una de las figs. 22 á 24 de la Hoja-Suplemento á nuestro núm. 41. Se ribetean las figs. 23 y 24 con alambre, fijado como lo indica el dibujo 15. Se pone el alambre en eí contorno del t u l , se fija fuertemente con algunas punta­ das una de sus.extremidades, y se festonea dirigiéndose de izquierda á derecha, pasando sobre el alambre, que se ar­ quea siguiendo las curvas del patrón. Se forman los pliegues del fondo fijando cada cruz sobre un punto ; se le une al ala acercando los números iguales y procurando que el ala de detras cruce sobre la de delante. La forma ó casco del sombrero de terciopelo negro (véase el dibujo 44) se hace del mismo modo que la del sombrero anterior, por las figs. 25 y 2G ; pero no se cosen entre sí los lados trasversales del ala, limitándose á cruzar­ los un centímetro próximamente. Sobre estos cascos se disponen las telas y adornos desti­ nados á los sombreros. Dos dibujos (10 y 11) indicarán el método para cubrir los sombreros. Se emplean con este fin toda clase de telas de seda, como el raso, el terciopelo , el surah, la felpa, etc. Se corta una tira al sesgo, se frunce uno de sus lados largos, y se la fija (véase el dibujo 10) á un centímetro de distancia del contorno exterior. Se dobla el borde de esta tira hácia dentro, se la frunce por el lado largo que no se ha fruncido aún, y se la fija sobre la cos­ tura que une el ala á la copa. Los dibujos 13 y 14 representan los detalles sobre el modo de cubrir la parte exterior del ala de un sombrero con tiras cortadas al sesgo, que pueden servir también de ador­ no. Para disponer el bies fruncido núm. 13, se dobla uno de los lados largos del biés hácia abajo, sobre un centímetro y medio de ancho, y se frunce la tela á un centímetro de distancia del pliegue, así como en medio de la tira y en su segundo lado largo. Para el biés núm. 14 se dobla uno de los lados largos, por debajo, á una anchura de 1 */, centímetros , y se frunce la tira á un centímetro de distancia del doblez. Se forman en dicha tira dos pliegues de un centímetro cada uno, se tira con fuerza la tela sobre las costuras de los pliegues para formar unas cabecitas, y se frunce la tira por su lado largo todavía libre. Borde inferior de una brida (véase el dibujo 12). Se toma una tira de raso maravilloso, reps de.seda ú otra tela á la moda, cuya tira debe tener 20 centímetros de ancho. En uno de sus lados largos se hace un dobladillo hueco, de un centímetro. E l borde inferior va deshilachado á una al­ tura de 4 centímetros, formando un fleco. Por encima de este fleco se frunce la tela en sentido horizontal. Cuando la tela de seda es sumamente flexible, se la pone á menudo doble para esta clase de bridas, y se ribetea uno de los la­ dos de la brida con una tira de felpa ó de seda, de color diferente que el de la brida. Adornos de s o m b r e r o s . ? N ú m s . 16 á 23. Como complemento de las explicaciones que acabamos de dar sobre el modo de hacer los cascos de los sombreros y de cubrirlos, publicamos en este mismo número una serie de objetos de los que más se usan este año para adornar los sombreros. La variedad de los que están de moda es infini­ ta, y necesitaríamos un espacio de que no podemos dispo­ ner para insertarlos todos. Mangui to de reps de s e d a ? N ú m . 24. Las figs. 27 y 28 de la Hoja-Suplemento á nuestro n ú m . 41 corresponden á este objeio. Para el forro de este manguito se corta un pedazo de fel­ pa color de cobre por la fig. 27, pero dejando en cada lado largo unos 2 centímetros de tela por fuera del patrón. Se juntan los lados trasversales, se dobla por el revés la felpa que se ha dejado de más, se pliega el borde superior fijan­ do cada cruz sobre un punto, y se fruncen los lados sobre la línea seguida. Entre las líneas se cubre el forro con huata y tafetán. Para la parte exterior del manguito, que forma un saco, se cortan dos pedazos de reps de seda por la figu­ ra 28, ambos enteros. Se les cose desde 48 hasta 49, desde 50 hasta 51 y desde 51 hasta 52, y se cubren sus bordes inferior y superior por el revés, á una altura de 7 centíme­ tros, con una tira de felpa color de cobre. Se frunce luégo el borde inferior de lá reps sobre las líneas, se forma en su borde superior una jareta, por la cual se pasan unos cordo­ nes. En los lados se pliega la reps, fijando cada cruz sobre un punto, y luégo se fija la reps sobre el manguito, acercan­ do los números iguales. Se guarnece el manguito con enca­ je negro, encaje blanco, un galón bordado de cuentas y la­ zos de cinta negra. Trajes para n i ñ a s y n i ñ o s . ? N ú m s . 25 á 39. Núms. 25 y 26. Paleto para niños de 8 años. Este pale­ to es de paño gris casi blanco. E l delantero es recto , liso, con largas solapas y adornado con vivos encarnados. Cintu- ron abrochado con un solo botón. Mangas ajustadas con carteras guarnecidas de vivos encarnados. La espalda, se- mi-ajustada, forma tablas anchas. Cuello grande y capucha forrada de encarnado. Sombrero de fieltro negro. Núms. 27 y 28. Traje para niñas ó niños de 4 años. "Ves­ tido ancho, fruncido en medio, con dos volantes y banda al t ravés, la cual forma por detras un lazo grande, guarne­ cido de guipur. Cuello grande y mangas adornadas de guipur. Núms. 29 y 30. Traje para niñas de 10 años. E l vestido, que es por delante de faya color de nútria, va plegado. La espalda del vestido es de lanilla color nútria y forma pale- tó , viniendo á fijarse por delante con lazos de cinta del mismo color. Bolsillos grandes figurados. Mangas largas con carteras ribeteadas de guipur. E l cuello-esclavina va adornado también de guipur de Irlanda. Núms. 31 y 32. Traje para niñas de 5 años. Es de pe- kin granate y pañete blanco y un poco tostado. El delante­ ro es de pelan y va abrochado con dos hileras de botones. Tableadito en el borde inferior y cinturon bajo de pekin puesto al través. La espalda, que es de pañete blanco, va sujeta por detras con cinturon de pekin, que forma un lazo grande. Cuello grande de pekin. El sombrero, que es de felpa negra, va guarnecido con un simple cordón. Núm. 33. Paleto para niños de5 áQ años. Es de terciope­ lo granate y va fruncido en el talle y guarnecido á todo el rededor de piel negra, que adorna al mismo tiempo el cue­ llo y las mangas. Cordonadura negra anudada á un lado. Núms. 34 y 35. Traje para niños de 6 años.?Vestido de paño gris y seda encarnada. El bajo del vestido es de seda plegada. Banda también de seda. Paleto abierto, fijado con dos botones y guarnecido de solapas encarnadas y mangas largas. Chaleco fruncido de seda. La banda forma un lazo grande por detras. Núms. 36 y 37. Traje para niñas de 9 a?Ios. Es de seda azul pizarra y seda nútria. Falda figurada y tableada. Ban­ da y chaleco fruncido de seda color pizarra. Paletó de seda nútria abrochado con cuatro botones. Mangas largas con carteras de lo mismo. Este paletó puede hacerse de lanilla ó de pañete. Sombrero de fieltro afelpado blanco , con lazo color de nútria y pluma blanca. Núms. 38 y 39. Abrigo para señoritas de 15 años. Es de paño gris y va abrochado á un lado con dos hileras de botones. Esclavina corta y capucha forrada de seda color de cereza. Cinturon con vivo del mismo color. Bolsillo figu­ rado y pespunteado. Sombrero de felpa, adornado de plu­ mas y de un torzal de cinta. Corpino de t e j ido de punto. ? N ú m . 40. Véase la explicación en el recto de la Hoja-Suplemento. Corp iño liso y de cuadros. ? N ú m . 4 1 . Véase la explicación en el recto de la H o j a-Suplemento. Lazo alsaciano p a r a s o m b r e r o s . ? N ú m . 42. Se toma una t i ra , cortada al sesgo, de 20 centímetros de ancho por un metro de largo, la cual se dobladilla por cada lado. Se frunce el centro de esta tira várias veces en senti­ do perpendicular y se fija la parte fruncida sobre un fondo de tul fuerte, de manera que forme un lazo doble. Para sostener la elevación de las cocas, se las fija con várias puntadas. Cesto para labor de punto . ? N ú m . 43. La fig. 29 de la Hoja-Suplemento á nuestro n ú m . 41 representa el dibujo del bordado. Se ejecuta la armazón de este cesto con pedazos de cartón, cubiertos por dentro de raso color aceituna, y por la parte exterior de tafilete negro estampado, con dibujos dorados. En los lados largos se pega un bordado, que se ejecuta so­ bre tafilete gris fieltro, con arreglo al dibujo que representa la fig. 29. Se hacen en los contornos del dibujo unos ojetes ó agujeritos á distancias regulares, y se ejecuta el bordado al punto ruso y plumétis , con seda del mismo color del tafilete, pero de dos matices. Se adorna el bordado con hilos de oro, fijados con puntadas trasversales, que se hacen con seda negra. El borde inferior va recortado en forma de festoncito. Sombrero de terciopelo negro y raso cambian te . N ú m . 44. La forma ó casco, hecho de tul fuerte (véase el dibu­ jo 9 ) , va cubierto en la parte de la copa con terciopelo negro. La parte de atrás va ribeteada de terciopelo negro, y la de delante, de un bullón fruncido, hecho de terciopelo negro cortado al sesgo. Entre los pliegues de este bullón se fijan unas cuentas gruesas de azabache. De los lados salen una tira de terciopelo negro y otra de raso cambiante azul, que anudadas entre sí circundan el rodete. En el borde ó ala de detras se fija un bando plano de terciopelo, y sobre la de delante, una tira de raso cambiante, de 40 centímetros de ancho, plegada en medio por delante y sujeta á la de­ recha con un broche de azabache, y en la izquierda, con tres plumas sombreadas del mismo color del raso. Unas bridas de raso, de 90 centímetros de largo por 20 centíme­ tros de ancho, plegadas en su borde inferior (véase el ái- bujo 12) y deshilachadas, completan los adornos de este sombrero. Sombrero de terciopelo b r o n c e a d o . ? N ú m . 45. Se prepara el casco de tul fuerte, con arreglo al dibujo 8 y á las explicaciones que de él hemos dado. Se guarnece el borde de delante con un bies de terciopelo plegado, de 7 cen­ tímetros de ancho, y la parte de detras con un bies plano. La parte interior va forrada de raso. Por la exterior, una tira de terciopelo de 4 centímetros de ancho, cortada al ses­ go, se une al bies plegado, y cubre al mismo tiempo el borde de la copa, hecha de felpilla y raso tejidos juntos y bordada de cuentas. El sombrero va circundado de un fleco de cuentas de 5 centímetros de ancho, que continúa sobre las bridas hasta el lazo de debajo de la barba. Las mencio­ nadas bridas tienen 10 centímetros de ancho y 2 metros 10 centímetros de largo , y continúan sobre la copa, como in­ dica el dibujo. Van adornadas de un bordado de felpilla y cuentas, hecho sobre tul . Ramo de flores y hojas de tercio­ pelo sombreado y tres plumas completan los adornos. Mangu i to de raso m a r a v i l l o s o . ? N ú m . 46. Se guarnece la parte interior con un forro de seda hua- tado, y se le adorna de encaje blanco fruncido y de un lazo de cinta de raso. La parte de encima del manguito forma un saco de raso de los llamados ridiculos, y va guarnecida de una jareta. Mangu i to de f e l p a . ? N ú m . 47. Los adornos de este manguito, hecho de felpa verde bronce fruncida, se componen de rizados de raso, encaje blanco y cordones y borlas del mismo color. Tra je de r e c e p c i ó n . ? N ú m s . 48 y 49. La falda es de faya habana, así como la sobrefalda y los adornos del corpiño. Este último es de una tela labrada de seda encarnada y lana marfil. T ra je para n i ñ a s de 8 á 10 años . ? N ú m . 50. Este traje es de lanilla escocesa y faya gris. Esclavina grande de pieles. T ra j e p a r a s e ñ o r a j ó v e n . ? N ú m . 5 1 . Este traje, á propósito para salir por la mañana, es de la­ nilla marrón ; tiene la forma princesa, y va adornado con una banda plegada de terciopelo del mismo color. A b r i g o de raso y pieles. ? N ú m . 52. Este abrigo, muy largo, es de raso negro, y va guarneci­ do de pieles y fruncido en el escote y en las mangas. Confecc ión pa ra n i ñ a s de 8 á 10 a ñ o s . ? N ú m . 53. Es de paño gris y va adornada de un cuello grande de pieles. Tra je de c a l l e ? N ú m , 54. Es de faya color reseda. Corpiño un poco prolongado por delante y ajustado por medio de unas jaretas. Sobrefalda en dos partes, levantada por medio de jaretas sobre un ta­ bleado en forma de abanico. La falda va adornada con tres tableaditos y otro más ancho, que lleva por encima una ca­ beza rizada. T r a j e de c o n v i t e ? N ú m . 55. Este traje es de cachemir color habano. E l corpiño va abierto sobre una guarnición de encaje blanco formando conchas. Cuello cuadrado. La sobrefalda es muy corta por delante, y cae por detras hasta el borde de la falda, la cual va guarnecida con anchos volantes tableados. Tra je de l u t o ? N ú m , 56, Para la explicación y patrones, véase el núm. I I , figu­ ras 4ab á 11 de la Hoja- Suplemento. Otro t ra je de lu to ,?Núm. 57. Para la explicación, véase el recto de la H o j a-Suplemento- A b r i g o de l u t o . ? N ú m . 58. Para la explicación y patrones, véase el núm. I , figu­ ras 1 á 3 de la Hoj a-Suplemento. P a l e t ó de b e n g a l i n a . ? N ú m . 59. Para la explicación y patrones, véase el número I I I , figu­ ras 12 á 19 de la Hoj a-Suplemento. P a l e t ó de p a ñ o i n g l é s . ? N ú m . 60. Para la explicación, véase el recto de la Hoja-Suplemento, C R Ó N I C A D E M A D R I D . La corte no se anima. ?Falta de sociedades y de bailes. ?Los salones cer­ rados. ? Donde se recuerda á una dama que ya no existe. ? Por quó no- pe reúne el gran mundo. ? Ojeada rttrospectiva. ? Un tó . . . . sentados.? Matrimonios. ? TEATROS: En el EBAL, Fausto y Lucrecia Boryia.? Ex­ plicación de por qué se canta 11 Guarany. ?En el ESPAÑOL, £1 Castigo- sin venganza ? En APOLO, La Abadía del Roiavio. A pesar de que Noviembre camina rápidamente á su tér­ mino, la capital de las Españas no se alegra, no se anima, no recobra su aspecto habitual en los inviernos. Las carreras de caballos no la han podido arrancar de su marasmo, de su postración ; las representaciones del teatro Eeal?ménos brillantes y concurridas que otros años ? tampoco han conseguido producir vida y movimiento en la Mgh Ufe. Esta regresa más tarde que nunca á sus lares : ? el lúnes llegó la bella Marquesa de Valmediano ; á la de Javalquinto y á la Duquesa de Tamámes no les ha traído aún el deseo de tomar posesión del cargo de damas de la Reina, para el que han sido recientemente nombradas; los Duques de Fer­ nán Nuñez están en Par ís ; allí se encuentran también la Duquesa de Sotomayor, con sus dos hijas solteras ; la Mar­ quesa de la Romana, con la que debe presentar este año en el gran mundo, permanece en Biarritz ; los Duques de Osu­ na prolongan su estancia en el Cháteau de Beauraing, y la Condesa de Guaqui no abandona tampoco aún su palacio de Zarauz. E l resultado de esto es lo dicho arriba: ? que la gente se aburre y compara tiempos con tiempos, deduciendo que no los ha habido peores que los actuales. ¡ A y ! ¡Es verdad! Antiguamente el 15 de Noviembre se inauguraba ? sin falta alguna ? el período de las fiestas y de los placeres. E l 15 es San Eugenio, el santo de la entónces Empera­ triz de los franceses, y su madre inolvidable ? la Condesa del Montijo ? lo celebraba con un magnífico, con un con­ curridísimo sarao. Como la Condesa de Teba se halla enlazada á las prin­ cipales familias de la aristocracia española, todas acudían apresuradas al hotel de la plaza del Angel á saludar á la noble y cariñosa anciana, á tomar parte en su satisfacción y en su alegría, á felicitarla en fecha tan grata para su co­ razón maternal. Desde aquella noche, las de todos los domingos se baila­ ba en los salones de la egregia difunta. Allí se reunía cuanto Madrid tiene ? ó tenía ? de más bello, de más elegante, de más distinguido; y cada cual se daba cita, al despedirse, para la semana inmediata. Cuando venía la Cuaresma nb se interrumpían las re­ uniones, pero cambiaban de carácter : la música reemplazaba al baile, y en la galería árabe se dejaban oir los primeros aficionados de la córte ó los principales artistas del regio coliseo. Y luégo, en Pascua florida, tornaban á continuar las sau- teries , que no cesaban ni en el verano, puesto que, al trasla­ darse la Condesa del Montijo á su quinta de Carabanchel, J j A J V L O D A J p L E G A j S t T E j J p E Í \ I Ó D I C O D E L A S p A M I L I A S . 351 Ilíseguía recibiendo y obsequiando á sus amibos, los do- jing08 siempre, con representaciones dramáticas, con ban- uetes, con pequeños bailes. J¡1 ejemplo se veia imitado otras por muchas personas que ferian un dia ? ó mejor dicho, una noche ? á la semana ara quedarse en casa. ? Eran, pues, poquísimas las que 38ultaban libres, y las pequeñas soirées hacían verdadera- iente deliciosa la existencia en Madrid. Hoy sucede lo contrario : ha descendido al sepulcro la ble dama que daba el tono y que presidia la sociedad ma- rileña : hase cerrado ? ¡ para siempre! ? el salón donde se ongregaban todas las ilustraciones del país , los diplomáti- extranjeros, los personajes importantes que llegaban á i capital; falta aquel centro de movimiento y de anima- ion, y los hábitos y las costumbres del gran mundo han eperimentado notables modificaciones. Apenas hay ya re- oiones hebdomadarias :?sólo la amable y espiritual Conde- i de Velle continúa la tradición ; sólo la Duquesa de la orre la imita de vez en cuando. Durante los primeros meses del invierno, la gente comrn' faut,?según se decía ántes; la Mgh Ufe, como se dice aho- i?va los lunes al Español ; las demás noches, al Real. Luego, cuando el Carnaval se avecina, los Duques de Bai- n, los de Fernan-Nuñez, los de Santoña, los Sres. de La- ila, tal cual embajador ó ministro plenipotenciario, dan i totalidad una docena de grandes bailes ; y al entrar en la uaresma todo acaba para no volver á empezar hasta el año guíente. El lujo ostentado en tales fiestas es causa de que los que o pueden soportarlo no reciban, y hé ahí las diferentes msas del triste aspecto de Madrid, del cual se resienten is várias industrias que viven y prosperan de la frecuen- ia, de la abundancia de saraos. Ninguno se anuncia, ninguno se espera ántes de Enero: domingo último, la Baronesa del Castillo de Chirel agasa­ jen un elegante refresco á algunos amigos, en celebri- l del santo de su nombre, que era aquel dia; y quizás sin muerte de un niño de los Condes de Romrée, unidos á lia por los vínculos del parentesco, la agradable tertulia 3 habría convertido en sauterie bulliciosa y regocijada. El motivo indicado hizo que todo se redujese á jugar pa- íficamente al tresillo y á hacer los honores, allá hácia media oche, á un exquisito y suculento buffet, compuesto de he- idos, dulces, té , sandwichs y pastas. Las bodas dispuestas para fines del presente mes y prin- ipios del inmediato servirán para que se encuentre y jun- 3 un poco más la gente. La bella señorita de Crooke y el Marqués de Castrillo eben unirse el 28 del corriente; hácia la propia fecha, la ija de los Marqueses de Santa Marta y el Vizconde de Lliatar, primogénito de los Duques de Valencia ; y ántes pie unos y otros, la señorita de Meer, hija de los Condes de Irá, con el Sr. Maicas, sobrino del Marqués de Campo. Otro enlace se halla concertado, pero no se efectuará has- a la primavera de 1881 : ? el de la bella señorita D.a Isa- lel Silvela, hija del eminente jurisconsulto y ex-ministro le Estado, con el jóven ingeniero D. Eduardo de Travesedo, lijo segundo de los Marqueses de Casariego. No se interrumpen los jascos en el teatro Real, converti- lo en hospital por enfermedad de sus tres tenores. ? Stagno la tenido que ir á tomar inhalaciones en Alhama de Ara- fon ; Ortissi sufre una ronquera pertinaz, y la de Nouve- i parece crónica, puesto que le acomete á la mitad de cada epresentacion. Estas dolorosas causas han producido un resultado satis- "actorio : el de que el Sr. Rovira haya hecho proposiciones Cay arre, quien viajaba?en touriste? por Italia y Fran- ia, y que nuestro compatriota, ganoso de volver á ver el iol de su patria, ha aceptado, según parece. Así volverémos á oírle en cuanto enmudezca la Patti, ese ?uiseñor privilegiado, que viene en Diciembre á hacernos creer que estamos en primavera. Es indudable que la incomparable diva nos visitará muy pronto, y cierto periódico que lo puso en duda ha tenido que ir ante los tribunales, citado por la Empresa del Real, á ex­ plicar los fundamentos de la especie por él sostenida. Durante la última quincena se han cantado Fausto y L u ­ crecia Borgia, con éxito poco favorable para algunos ar­ tistas. En la primera de las dos óperas la Garbini no ha satisfe­ cho á los espectadores, acostumbrados á oír Margaritas de primer órden , y recientemente á la Nilsson. De ahí provino la frialdad en el conjunto; de ahí que Uetam no excitára el entusiasmo de ántes en el papel de Mefistófeles; que piezas como la serenata se oyesen en si­ lencio:? sólo Ortissi fué aplaudid^ por el vigor y el sen­ timiento con que ejecutó la romanza del acto tercero. En Lucrecia ha sucedido algo análogo : la Reszké abor­ daba por primera vez el género italiano puro, y eran gran­ des su temor y sobresalto en tamaña prueba. Al principio su voz, tan extensa y poderosa, temblaba, y faltábale á la bella prima donna el aplomo habitual. Más tarde, al oir los aplausos con que el auditorio le ma­ nifestaba su aprobación, fué poco á poco serenándose, y cantó el dúo final con verdadera superioridad. La Pasqua la secundó dignamente, obteniendo palmadas en el brindis, dicho por ella con valentía y expresión. Uetam es un Duque Alfonso modelo, y lo mismo en el aria de salida que en el dúo y en el tercetto produjo el efec­ to ordinario. Pero ?siempre hay un pero al tratar del teatro Real? el tenor Nouvelli, mal repuesto sin duda de su dolencia, después de haber cantado bastante bien el primer acto, se volvió á sentir acometido en el segundo de su persistente ronquera, é hizo que el desempeño de la obra no llegase á ser perfecto ni cabal, á pesar de que la orquesta estuvo afi­ nada y admirablemente dirigida por el maestro Goula, Y ésta es la ocasión de referir un rumor que con mucho crédito circula. ¿ Saben los lectores por qué se ha puesto en escena I I Guarany, así en Madrid como en París, San Petersburgo, Milán, Lisboa y otras capitales de Europa? Pues la explicación es muy sencilla : su autor, el señor Gomes, es un caballero que no se contenta con ser muy opulento y de ilustre origen, sino que aspira á la celebri­ dad artística. Fanático por la música, ha compuesto media docena de spartittos, á los que sus compatriotas han dispensado un succés d'estime. Esto no le bastaba al ambicioso brasileño : queriendo que su nombre fuese conocido, aclamado por todos los pueblos de la tierra, y no apresurándose éstos á poner en escena sus óperas, ha ideado un medio eficaz é ingenioso para conse­ guirlo:? renunciará sus derechos de autor, y subvencionar con cantidades más ó menos crecidas á las Empresas que las hagan cantar en sus respectivos coliseos. Hé ahí , según se asegura, la causa de que I I Guarany haya recorrido á la hora presente las principales escenas de Enropa, si no de una manera triunfal, al ménos, de modo honroso. ¿Es exacta, es calumniosa, la versión? ? Hé ahí lo que no puedo decir, pero de lo que otros podrán responder. El coliseo Español se muestra muy avaro de novedades : después de Don Alvaro nos dió Don Juan Tenorio, y en seguida de éste, un bello drama de Lope de Vega, E l Cas­ tigo sin venganza, ejecutado há seis ó siete años en el Circo por la Boldun y Rafael Calvo. La Mendoza ha sustituido sin desventaja á la actriz reti­ rada de la escena, y la victoria de entonces se ha reprodu­ cido ahora. El Sr. Ducazcal promete para muy en breve L a Muerte en los labios , el drama de Echegaray anunciado há tanto tiempo, y en cuyo desempeño tomarán parte Vico y Calvo; vendrán luégo E l Código del honor, debido á la pluma de D. Leopoldo Cano, y otra obra de un autor enteramente nuevo en el teatro?D. Bruno Moreno-?distinguido in ­ geniero y antiguo secretario particular del Sr. Duque de Montpensier. Diré poco de L a Abadía del Rosario, porque puedo dis­ poner de muy limitado espacio, y porque el melodrama lírico de los Sres. Zapata y Llanos no merece análisis pro­ fundo y detenido. Buenos versos y algunas situaciones interesantes : hé ahí lo único digno de elogio en él.?En cuanto á la música, no corresponde á lo que había derecho á esperar del maestro que se dió á conocer tan brillantemente con el cuadro t i tu­ lado ¡ T i e r r a ! que obtuvo honrosa acogida la temporada anterior en la Zarzuela. La Cortés, la Soler Di-Franco, Dalmau, Ferrer y Ban- quells han trabajado como héroes para que el coliseo de Apolo alcanzase lo que no ha conseguido todavía : ?uno de esos grandes éxitos que forman época y salvan á una em­ presa de su ruina. EL MARQUÉS DE VALLE-ALEGRE. 19 de Noviembre de 1880. C O R R E S P O N D E N C I A P A R I S I E N S E . SUMARIO. Los teatros de Par í s .?En el Ateneo Cómico, E l Articulo 7.°,-comedia en tres actos , de los Sres Bataiile y Eugere.?En el Chacean d'Eau , Bug Jargal, drama en cinco actos y siete cuadros, sacado de la novela de Víc tor Hugo, por Pedro Eleazar.?En el teatro des Pantaissles Parisiennes, primera re­ vista del año : Bastilla-Magdalena.?En el teatro Déjazet , el Maniquí, por Pedro G-iffard y Piliberto Brólan. ? Una revolución en el peinado.?El colmo de la lisonja. Permítame, Sr. Director y amigo, que dedique una parte principal de la presente carta á la crónica de teatros, que tengo, de algún tiempo atrás, bastante descuidada. En el Ateneo Cómico?elegante teatrito establecido en un sótano detras de la Opera?estrenóse la semana pasada una comedia en tres actos, de los Sres. Bataiile y Fugére, titulada E l Articulo 7.° No vaya á creerse que el título de la comedia nueva es una alusión al famoso art. 7.° de la ley de Instrucción pú­ blica, que tanto dió que hablar, y que fué, al fin, rechaza­ do por el Senado francés. Este Articulo 7." no tiene nada que ver con la cuestión religiosa, ni con la instrucción pú­ blica afortunadamente : es el artículo del testamento de un tío de Indias. Hé aquí la idea en que descansa nuestro A r ­ tículo 7.° : El doctor Bonard y su amigo Chamerlan han cometido la imprudencia de prestar mancomunada y solidariamente, como se dice en estilo de legista, al jóven Héctor Bussang la cantidad enorme de doscientos mi l francos (cerca de cuarenta mi l duros). El deudor podrá, si así le conviniese, pagar toda la deuda de un golpe; pero tiene derecho á frac­ cionar sus pagos, escalonándolos en varios plazos conve­ nidos. Pero el tal deudor es un calavera, está arruinado, y cier­ ta mañana , el dia de uno de los vencimientos, se presenta en casa de sus acreedores, y con el aire más desenvuelto del mundo les dice : ce Arréglense como puedan ; yo no tengo ni un céntimo.)) Excusado es decir que el doctor y su amigo quedáronse mustios y cabizbajos ante tan desagradable confesión. Mas, ¡cuál no fué su alegría cuando, al dia siguiente, supieron que su acreedor acababa de perder afortunadamente un tío en el Senegal, cuyo tío había legado, por el artículo 7.° de su testamento, á su sobrino Héctor Bussang una renta vitalicia de sesenta mi l francos ! Vitalicia, nótese bien este punto ; la renta es vitalicia, y sobre este hecho va á girar toda la acción de la comedia. Efectivamente; para que el doctor Bonard y su amigo Chamerlan tengan algunas probabilidades de recobrar la cantidad prestada, es preciso que su deudor viva lo sufi­ ciente para agotar la lista de los vencimientos sucesivos. Ambos consideran con inquietud al jóven , cuya salud, con­ siderablemente debilitada por la vida alegre que ha llevado hasta entónces, no es de las más robustas. Chamerlan le ofrece la hospitalidad en su casa, propo­ niéndose tratarlo á cuerpo de rey y vigilar, su conducta. Héctor acepta, entre otras razones, porque Mad. Chamer­ lan es linda y amable. Igual proposición de parte del doctor Bonard, y acepta­ ción del jóven por razones idénticas. ¡ Afortunado Héctor! Una de las damas ? Mad. Bonard, si no me equivoco? se ve asediada por un brasileño , que le hace una corte feroz, y que, confundiendo á Héctor con el mar-ido, al verle cons­ tantemente al lado de la dama, le busca querella, de la cual resulta un duelo. ¡Un duelo! Lo peor que podía suceder á nuestros acree­ dores. Bonard y Chamerlan corren en pos de los adversa­ rios, que han tomado el tren en Bélgica, en donde se de­ baten, por lo regular, las contiendas entre franceses. Las dos damas, afligidas, toman el ferro-carril y siguen á sus maridos. Una sobrinita, la inocente de todas las comedias, que ama sinceramente á Héctor, no se para en barras, y vuela en su seguimiento. Todo el mundo se reúne en la frontera, en un bosqueci- 11o. Los maridos, que han tenido la ocurrencia de disfra­ zarse de gendarmes para impedir el duelo, se encuentrau cara á cara con los verdaderos gendarmes, avisados por la sobrinita. Desenlace: El brasileño reconoce su error, y renuncia, para lo sucesi­ vo, á batirse con el jóven Busang. Este descubre el amor puro y sincero de la sobrinita, y le ofrece su mano. Satis­ facción completa de los acreedores, que ven en el proyec­ tado casamiento una doble garantía para el porvenir. La comedia termina con un chiste algo picante, y que fué muy aplaudido. Mad. Bonard, que no conoce á su marido con uniforme de gendarme, y que se extraña de verle tan bien enterado de ciertas particularidades, le pregunta quién se las ha con­ tado. ? Su marido de usted ? responde el supuesto gendarme. A lo cual replica la dama : ? ¡Qué estupidez de ir á contar esas cosas á la gendar­ mería! La ejecución esmerada de la comedia nueva ha contri­ buido por mucho á su buen éxito. E l Director del Ateneo Cómico, M . Montrouge, y Mme. Montrouge estuvieron de­ liciosos en sus respectivos papeles de Monsieur y Madamme Bonard. El teatro del Cháteau-d'Eau nos ha dado esta semana un drama nuevo, en cinco actos y siete cuadros, con el título de Bug Jargal , sacado de la novela del mismo tí tulo, por M . Eleazar. Excuso hacer la exposición del asunto. ¿ Quién no cono­ ce el Bug Jargal de Víctor Hugo, una de sus primeras y más célebres novelas ? El arreglo es bastante desigual, y la obra ha gustado mé­ nos por el enlace de las aventuras, algunas de ellas vulga­ res, y por el desarrollo de los caracteres, delineados con flojedad, que por la variedad de los cuadros, que nos mues­ tran dos civilizaciones en lucha. El inconveniente del asunto es que la mayor parte de los héroes son negros, lo cual no es muy agradable en el tea­ tro , tanto más , cuanto que cada artista se pinta á su capri­ cho, y nos ofrecen todos los matices del negro, desde el hollín hasta el chocolate, resultando que no tenemos á la vista verdaderos rostros de negros, sino caras sucias, lo que constituye un espectáculo insoportable. Esto no obstante, el drama ha interesado, y los encarga­ dos de su interpretación la han desempeñado con talento y conciencia.?Los actores del teatro de Cháteau d'Eau, i m i ­ tando el sistema empleado en otro tiempo por el gran Mo­ liere , forman una sociedad, que administra el teatro, y se reparten los productos á prorata del talento desplegado y de los servicios prestados por cada uno. Gracias á este mé­ todo, tan justo como sensato, la compañía del teatro á que me refiero es la más homogénea, la más laboriosa y una de las más dignas de los favores del público de todos los coli­ seos de París. En el de Fantaisies Parisiennes se ha puesto en escena la primera revista del corriente año : Bastille -Madeleine, por Enrique Buguet. Si las que nos preparan los demás teatros no son más in­ teresantes ni más ingeniosas, ni están mejor escritas que la revista en cuestión, puede afirmarse que el género se halla en la más deplorable decadencia. Tampoco merece que nos detengamos á examinarla la co­ media que, con el título del Maniquí , sus autores M. Pe­ dro Giffard y M. Filiberto Brébant, se ha estrenado en el teatro Déjazet. La estadística industrial de 1872, la última formalizada, revela la existencia en París de 1.900 peluqueros estableci­ dos y 2.730 obreros ó mancebos de peluquería. Cuando se reflexiona en que cada uno de los primeros ha inventado un agua infalible para hacer que salga el pelo, y que cada uno de los segundos no dejará de inventar la suj^ a tan lué­ go como' sé halle- establecido por su cuenta, se queda uno 352 L E G A N T E , p E Í ^ I Ó D I C O DE LAS j ^ A M I L I A S , aturdido al ver la cantidad de calvos que cir­ culan por las calles de la capital. La interesante corporación de peluqueros hallábase convocada el domingo pasado en el Circo de los Campos Elíseos á un gran certá- men nacional é internacional, cuyo resultado no puede ser indiferente á las lectoras de su ilustrado periódico. Trátase nada menos que de hacer una revolución en el peinado, según se desprende de la carta-convocatoria de la cámara sindical de la industria en cabellos, que tengo á la vista. No se trata, pues, del certámen anual de las escuelas de peinado, sino de una reunión solemne, organizada en vista de una situación particular. Para entrar en más detalles, que no podia hacerlo una esquela convocatoria, es preciso decir que la industria cabelluda, (páseme el adjetivo) se halla de dos años á esta parte en una decadencia lastimosa. La moda le es des­ favorable, á causa de que en los peinados al uso sólo se invierte una pequeña cantidad de cabellos postizos. París, que renuncia por esta vez á su iniciativa en materia de gusto, ha co­ piado el peinado inglés, que consiste en un rodete de proporciones diminutas y plantado en la coronilla. Para semejante moda la na­ turaleza es más que suficiente, y la industria ha venido á caer en el marasmo; y como Pa­ rís da la norma al mundo entero, el comercio de exportación ha declinado al mismo tiempo que el comercio interior. Los intereses que en este asunto se hallan en juego son más considerables de lo que á primera vista parece. De un folleto publicado en la época de la última Exposición Univer­ sal resulta que la exportación de cabellos pos­ tizos habia ascendido en 1873 á la cantidad enorme de diez millones de francos, y que dicha cantidad habia aumentado en 1877. En Francia hay mercaderes ambulantes que no tienen otra industria que irse de pueblo en pueblo y de feria en feria, proponiendo á las hijas de Eva vestidos, mantones , objetos de tocador ó dinero contante en cambio de su ca­ bellera. Los cabellos negros son los ménos estimados, porque son los más fáciles de imi ­ tar con el tinte. Los cabellos rubios se pagan hasta 270 francos?más de 1.000 reales?el kilogramo, ó sean las dos libras, cuando están preparados. Los blancos, á causa de su rare­ za, ascienden á veces á precios exorbitantes, 10.000 francos el kilógramo; una riqueza. En vista de la paralización actual del co­ mercio en pelo, los interesados han dicho para sí : «París da la moda al mundo, y los pe­ luqueros dan la moda á París. Vamos á convo­ car á los más ilustres de la corporación, que concurrirán á crear un género de peinado mé- nosoneroso que el que reina en la actualidad; el modelo que obtenga el triunfo será imitado por todos los peluqueros de París ; los de provincias lo imitarán, y el ex tranjero lo adoptará inmediatamente, y de este modo el co­ mercio de trenzas y tirabuzones volverá á florecer. y> La primera parte de tan vasto plan ha obtenido un éxito completo. Setenta artistas en cabello ? como ellos mismos se titulan?acudieron al llamamiento de la Cámara sindi­ cal, no sólo de París, sino de provincias, y hasta de diferen­ tes países de Europa. E l espectáculo, á que asistían más de 3.000 personas, no dejaba de ser interesante, áun para los profanos. En medio del Circo se habia levantado un gran tablado, sobre el cual habia dos mesas en semi-círculo. Los opositores, unos de levita y otros de frac y corbata blanca, subían al tablado dando el brazo á su modelo. Llámase así á la jóven sobre cuya cabeza opera el artista. El modelo se sienta á una de las mesas y principia la operación , que consiste en improvisar ante el público un peinado nuevo, elegante, piramidal. Habíanse organizado tres certámenes : uno para los peluqueros de provincia y del extranjero, con opción á cuatro premios ; otro de peina­ dos históricos, para los artistas de todos los países, con otros cuatro premios, y finalmente, tres premios exclusivos para los peluqueros parisienses. Asegúrase que el primer premio de esta última serie, ga­ nado por M . Lachia, es el destinado á constituir la moda futura. ¿Sería discreto describir este peinado, todavía in­ édito ? ¿Podría lograrlo fácilmente sin el auxilio del dibujo? Prefiero aguardar á que la opinión del mundo peluqueril consagre el triunfo de Mr. Lachia, y así sabremos á qué atenernos sobre cuestión tan grave y peliaguda. E l colmo de la lisonja. Un pobre pretendiente habia obtenido audiencia de un elevado personaje, sordo como una tapia. Sabiendo que las moscas se cogen, por lo común, con miel, y no con vinagre principió su discurso en alta voz, de la siguiente manera: ' ?Tengo un vivo placer en observar que su señoría ha recobrado completamente el oído. - ¿ Q u é ? ? ? ?Tengo un vivo placer, etc. ?insistió el postulante, alzando la voz cuanto pudo. ? ¿Cómo??? ?repitió el personaje, indicando un pliego de , papel y una pluma á su interlocutor. Este, sin vacilar, cogió la pluma y escribió: «Tengo un vivo placer en observar que su señoría ha recobrado completamente el oido. J> 59 ? Paleto de bengalina. [Explic. y p a t , núm 77/ , figs. 12 d 19 de la Hoja-Suplemento.) 60.?Paleto de paño inglés. (Explic. en el recto de la Hoja-Suplemento.) ? Mucho que sí ? exclamó el personaje con una sonrisa de satisfacción. X . X . P a r í s , 17 de Noviembre de 1880. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.651JL. (Corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.a y 2.a edición de lujo.) TRAJES PARA SEÑORITAS T NIÑAS. N iña de 8 á 10 años.?Traje de lanilla gris hierro y faya encarnada. Todo el delantero va ocupado por un chaleco fruncido de faya. Una tira de piel de nútria sirve de marco al chaleco y termina en punta por los lados. Cartera de la misma piel en las mangas. La falda se compone de dos vo­ lantes plegados. El fondo de los pliegues es de faya. Som­ brero grande Luis X I I I , de fieltro gris, adornado de plu­ mas encarnadas. Niña de Í) á l años.?Falda de lanilla de cuadritos, con fondo color de rosa, adornada de volantes plegados. Delan­ tal de la misma tela. Casaca de terciopelo heliotropo, con capucha adornada con una borla. Las dos partes de la es­ palda se prolongan formando dos picos , que caen sobre el lazo color de rosa. Traje para señoritas de 13 á 15 años.?El corpiño es de vigoña escocesa, y lleva por encima un cinturon Médicis de terciopelo azul oscuro, y un cuellecito del mismo tercio­ pelo. Este corpiño forma por bajo déla cintura áos paniers pequeños , ribeteados de un tableadito de faya color habano claro. La falda se compone de un delantal de la misma faya, bullonado, al cual se une un paño de tela escocesa, que forma ^ow/por detras, y un rizado de terciopelo azul por encima de un volante de tela escocesa. Traje de soivéepara niñas de 12 años.? Este traje es de terciopelo negro, faya lisa color lila y faya escocesa blan­ ca y violeta. El corpiño, que es de terciopelo, va abierto sobre un chaleco de faya, abrochado de arriba abajo. El corpiño se prolonga por detras, donde va adornado con un lazo de faya. La sobrefalda es de faya escocesa y va ador­ nada con un fleco de seda color de lila. La falda es de ter­ ciopelo negro plegado. Niña de Si á 11 años. ? Abrigo de paño co- lor nútr ia , adornado de una esclavina dg pieles. La misma piel en el borde inferior, en log bolsillos y en las mangas. Los periódicos de París han publicado el si- guíente suelto, que recomendamos especial- mente á las señoras : «Llaman la atención en los paseos, teatros y conciertos las hermosas trenzas colgantes que lucen infinidad de señoras y señoritas, de pelo natural, al parecer, existiendo lacreen- cía muy fundada de que es debido al uso que hacen de la acreditada Agua ó E l ix i r , para este objeto, inventado por el Sr. Wil l iam Las- son.» Como el cabello es el adorno que más em- bellece á la mujer, recomendamos dicho pro­ ducto al bello sexo. P E Q U E Ñ A G A C E T A P A R I S I E N S E . A l insistir sobre la boga que alcanzan las tournures, señalábamos los nuevos modelos de crin que acaba de poner á la venta la casa DE PLUMENT. Estas tournures son largas, flexi­ bles, y dan al traje una gracia verdadera­ mente particular; tienen ménos tiesura que las guarnecidas de acero, y han sido adopta­ das ya por todas las señoras elegantes. En efecto; cuando se piensa que la tournure era indispensable este verano con los trajes ligeros, cuyos pliegues se sostenían y ahue­ caban de una manera tan encantadora, com­ préndese fácilmente que sería imposible lle­ var una falda de tela pesada sin hacerla descansar sobre una tournure hábilmente eje­ cutada. Bajo este punto de vista, la casa P. DE PLUMENT (33, rué Vivienne, París) realiza los deseos de las más exigentes. Encuéntran- se allí todos los tipos de tournures. S O L U C I O N A L GEROCTLÍFICO D E L NÚM. 41 . Por bien que perore l a m u j e r , va le más cal lando. La han presentado las Sras. y Srtas. D.a Manuela del Hoyo Benitez.?D a Csraien Sainz.?D.a Clotilde Reig.? D.a Asunción Quesada.?l).a Joaquina y D.a María Colla­ da ? D.a Josefa Ortiz?D.a Milagros Molinero.?D.a Cán­ dida del Cerro.?Una Snscritora. ? D." Teresa Puig ?Do­ ña Juana Jiménez.?D.a Sagrario Ayuso.?D.a Francisca Moneada.?D.a Carmen Mora es.?D.a Elena y D.a Emilia del Eey.?D.a Hilaria Sánchez. ? D a Sibina y D.a Salad Rodrignez.?D a Rafaela Guzman y Guzman. Hemos recibido de Mérida de Yuca tán soluciones al Salto de Caballo del n ú m 30 , remitidas por D.a Enfraila Cayuela y D. Manuel Cuevas. También han remitido de la isla de Cuba poluciones al Geroglifico del nú­ mero 35 , las Sras. D.a Matilde Rodríguez y Currita Pineda. GEROGLÍFICO. V L a so luc ión en uno de los p r ó x i m o s n ú m e r o s . Eeserrados todos los derechos de propiedad ar t ís t ica y literaria. M A D R I D . ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Ariban y C.*, sucesores de Rivadcneyra, mPILQSOUES DB CAM A J:A DK S. M. i A M í ) A E £ l l \ I I E ; i i t S f i Í I I m Admi slracion Carrettis:, 12 .pral M A D R I D PERIÓDICO DE SEÑORAS T SEÑORITAS, ANO X X X I X . M a d r i d , 30 de Noviembre de 1880. NÚM. 44. t i ., CHAPON ?Sombrero grande de felpa. -?.?Sombrero Tom O'Shanter, Tt.?Sombrero redondo de felpa. S.?Gorra-boina. 3.?Sombrero de alas le-cantadas. O.? Sombrero-gorra. 354 jL,A J A O U A j p L E G A H T F ^ p E H I Ó D I C O DE LAS J ^ A M I L I A S , SUMARIO. 1 á 6. Sombreros de in ­ vierne?7. Zapatilla bordada.?8 y 9. Dos ramos de flores. ?10. Cuello de gasa y en­ caje.?11. Cuello de surah y encaje. ? 12 y 13. Abrigo para niñas de 2 á 4 años (crochet). ?14. En­ caje al crochet.?15 á 17. Cenefas para lencería.?18 Cene­ fa para delantales y vestidos de niños.? 19 á 21. Tros som­ breros para señoras "^HJHB y señoritas. ? 22 y ^ I H 23 Confección Mac- farlane. ? 24 A 31. ^ Trajes para niños de 3 á 9 años?32 y 33. Confección- p a l e t o para señoritas ó seño­ ras jóvenes.?34 y 35. Traje de faya y brocado azul marino. Explicación de los grabados. ? La Vida real, apuntes para un libro (art. x i i ) , por D.a María del Pilar Sinués.?El intru-o, de caza , por D. J . Ortega Munil la .? Entre el cieloy latierra, novela aérea (con­ clusión;, por D. José Maria Crou- seilles. 1_Revista de Modas, por V de Castelfido.?Explicación del t i l la , así como el de la fig. 34, que representa la con­ tinuación del di- bujo en los costa­ dos, y se cortan en el paño, como indica el dibujo unos pedazos cua­ drados y otros que formen triángulo. Bajo los recortes se ponen unos pe­ dazos de seda bro­ chada (véase el punto marcado con la letra a); se pega esta tela so­ bre un pedazo de papel de seda, y se rodean los recortes de un cordoncillo fino de oro fija­ do con puntos enlazados he­ chos con seda negra. Los contornos de las flores y de las hojas van marcados con puntos atrás, hechos con te­ las de varios matices. El res- 8.?Hamo de flores. '9.?Zapatilla bordada. B.?Eamo de flores. 4 Z.?Abrigo para niñas de 2 á 4 años (crochet). Delantero. ?lO.?Cuello de gasa y encaje 1 1 .?Cuello de sum/i y encaje. ?13.?Abrigo para niñas do 2 á 4 años (crochet). Espalda. 14.?Encaje al crochet. ?15.?Cenefa para lencería. íigurin iluminado.?Tapete de paño.?Artículos de Par í s recomendados.? Soluciones.?Advertencia. Sombreros de invierno. ? N ú m s . 1 á 6 . Núm. 1. Sombrero grande defetya negra, guarnecido de plumas también negras, y adornado de una pata gris con garras de oro. Núm. 2. Sombrero redondo defeca negra, adornado de una garra de león con uñas doradas. N.0 3. Som­ brero de alas levantadas, de f e l p a negra, guarnecido de p l u m a s ne­ gras. N.04. Som­ brero llamado TOM O'SHAN- TER. Es de felpa encarnada. Por encima, plumas negras y plumas matizadas. Núm. 5. Gorra-boina de terciopelo azul oscuro, guarne­ cida de pompones azules y amarillos, puestos sobre la v i ­ sera, de seda negra. Núm. 6. Sombrero - gorra de terciopelo azul oscurc/ Cenefa para lencería. adornado de pompones, plumas azules y garras de oro. Estos seis sombreros son á propósito para señoritas y se­ ñoras jóvenes, y sirven para paseo, trajes de viaje, etc. Z a p a t i l l a b o r d a d a . ? N ú m . 7. La flg. 34 de la Hoja-Suplemento al número anterior corresponde á esta zapatilla. Se ejecuta el bordado sobre paño color de aceituna. Se trasportan sobre la tela los contornos del dibujo de la zapa- Á'.'.' : : : >.vxv.: 18?Cenefa para delantales y vestidos de niños. ? - ? ? r - : : : : : - : - . :3 : : : : ; t : : : : : ; : ; : ! to del bordado se ejecuta al punto ruso y punto anudado, con seda de color. Para facilitar la ejecución del bordado, al pasar los contor­ nos del dibujo sobre la tela se agujerea el paño á interva­ los iguales (véase, en el dibujo de la zapatilla, el lugar marcado con una b). Para las líneas, hechas al punto de cadeneta, se toma seda azul. Para los puntos que adornan estas líneas se emplea seda aceituna claro y aceituna os­ curo. Los puntos anudados se hacen de seda encarnada de v a r i o s mati­ ces. Para el resto del bor­ dado se em­ plea seda co­ lor aceituna. Puede tam­ bién emplear­ se, en lugar de seda brochada, terciopelo ó felpa, sobre la cual se ejecu­ tará el bordado. Dos ramos de flores.?Núms. 8 y 9. Núm. 8".' Hojas de raso y terciopelo de un encarnado os­ curo, y flecos de felpilla encarnada, terminados en casca- 19.?Cenefa para lencería. LÍA J A O Ü A j p L E G A I ^ T & j j p E Í \ I Ó D I C O D E LAS ¡pAMJLIAS. 355 ^ \ \ Í í ; l l . - 4 9.?Sombrero redondo de fieltro negro 2 I.?Sombrero de raso maravilloso negro. 20,?Eombrero de fleltio color nutria. beles cubier­ tos de seda del mismo color. Los tallos van rodeados de felpilla. Núm. 9. Es­ te ramo se compone de hojas de raso y felpilla co­ lor moda. Fle­ cos con borli- llas, también de f e l p i l l a . Tallos rodea­ dos de f e l ­ pilla. Cuello d e g a s a y encaje. N ú m e r o 10. La figura 32 de la Hoja -Suplemen­ to á nuestro nú- m e r o anterior c o r r e s p o n d e á este objeto. C ó r t a s e el cuello de gasa color de oro antiguo y for­ ro de muselina blanca, por la fig. 32; se le adorna con un bies de gasa, que se cubre con una cinta de raso encar­ nado de 4 cen t í m e t r o s ancho, con fio res tejidas de sedas de color é h i l i l l o de oro. El contor­ no del cuello va adornado con un encaje de 2 V2 centí­ metros de an­ cho. Se pone en el escote una t i r a cuello de centímetro de ancho. Un la­ zo de gasa y encaje, dis­ puesto como indica el dibu­ jo, completad adorno cuello. Cuello de surah. y encaje. N ú m . 1 1 . La figura 33 de la Hoja-Suplem l i ­ to á nuestro n ú m e r o anterior c o r r e s p o n d e á este objeto. Se corta el de de un del ? i ? a ... 88 y 83.?Confección Mac-farlane. Espalda y delantero. cue l lo entero de tul por la fig. 33, y se le cubre, como indica el d i ­ bujo, con en­ caje blanco de 6 centímetros, c u y a cintura va tapada con una tira de su­ rah azul páli­ do, fruncida, y que tiene 6 c e n t í m e t r o s de ancho. Un rizado de cres­ pón liso ador­ na el escote. U n laz o de cinta de raso azul pálido, de 7 centímetros de ancho, com­ pleta el ador­ no del cuello. A b r i g o para n i ñ a s de 2 á 4 a ñ o s (crochet). N ú m e r o s 12 y 13. Las figuras 28 á 31 de la Soja-Su­ plemento al nú­ m e r o anterior corresponden á este objeto. Se p u e d e ejecutar este a b r i g o de cualquier cla- de tela, con arreglo á las figs. 28 á 3 1 . Nuestro mo­ delo va hecho al crochet tu­ necino con la­ na céfiro blan­ ca. E l contor­ no va adorna­ do c o n una cenefa . Una cordonadura hecha al cro­ chet y termi­ nada en borlas va pasada al rededor del es­ cote , y al tra- v e s de l a s mallas de la espalda, en la cintura. Estos cordones sir­ ven para cer­ rar el abrigo. Se ejecutan la espalda y los delanteros al crochet tu­ necino por las 356 ]L/A y W o D A ^ L E G A ^ T E ^ j p E Í ^ I Ó D I C O DE LAS p A M I L I A S . 84.?Traje para niñoa de 4 á 5 años. Delantero (Véase el dibvjo 29.) 8S.?Traje para niños de 8 años. Espalda. {Véase el dibvjo 30.) ¡86 ?Traje para niños de 9 años. Espalda. {Véase el dibujo 31.) 8 ? T r a j e para niños de 3 años. Espalda {Véase el dibujo 28.x 33,?Confeccion-paletó para señoritas y señoras jóvenes. Espalda. figs. 28 y 29, prin­ cipiando cada una de las piezas des­ de los hombros, y se aumenta ó se disminuye según lo exige el pa­ trón. EQ medio de la espalda, por de­ tras, se añaden algunas v u e l t a s intercaladas. Los dientes ó festones que terminan el borde inferior se componen de 3 vueltas, cuyo lar­ go se gradúa, y se hacen aislada­ mente. Se ejecuta la esclavina con ar­ reglo á la fig. 31, principiando por el centro de de­ tras. Se hace para la primera mitad u n a c a d e n e t a que tenga el lar­ go de la esclavi­ na. La segunda mitad va hecha á continuación de la p r i m e r a , levan­ tando las mallas de la 1.a vuelta en los lados per­ pendiculares de la primera vuelta de la primera mitad de la esclavina. Las mangas van hechas por la fi­ gura 30, comen­ zando desde el borde superior de la misma figura. Cuando todas las piezas están ter­ minadas , se las j u n t a acercando los números igua­ les, y se pegan las mangas á las sisas. Se adorna luego el abrigo, en su borde infe­ rior, con una ce­ nefa, hecha tam- 33.?Confeccion-paletó para señoritas ó señoras jóvenes. Delantero. )LtA ^ V l o D A j ^ L E G A I ^ T E ^ j ^ E Í ^ I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S . 357 88.?Traje para niños de 3 años. Delantero. (Véase el dibujo 27.) 29 .?Traje para niños de 4 á 5 años. Espalda. Véase el dibujo 24.) 30 .?Traje para niños de 8 años. Delantero. (Véase el dibujo 25.) 31 .?Traje para niños de 9 años Delantero. (Véase el dibujo 26,) 34 .?Traje de faya y brocado azul malino. Delantero. b i e n a l cro­ chet, como in­ dica el dibujo. Encaje a l crochet. N ú m , 14. Se le ejecu­ ta al t r a v e s, con hilo nú­ mero 60, so­ bre una cade­ neta de 23 ma­ llas , siguien­ do las indica- c i on es d e l dibujo, que re­ presenta este encaje de ta­ maño natural. Cenefas pa ra l e n c e r í a . N ú m e r o s 15 á 17. Se las eje­ c u t a s o b r e lienzo, percal, m u s e l i n a ó n a n s u c , a l punto de fes­ tón, pasado, ojetes, barre­ tas y ruedas de puntos de encaje, b a j o los cuales se recorta la tela. C e n e f a p a r a delantales y vestidos de n iños . N ú m e r o 18. Se le ejecu­ ta con algo- don azul y en- c a r n a d o , de bordado Eena- c i m i e n t o y puntos de cruz sobre l i e n ­ zo b l a n c o ó crudo. m ? í ? i l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l l i l l l l l l l l l l l l 3 5 . - -Traje de faya y brocado azul marino. Espalda. 558 j u A y V I o D A L E G A N T E ^ J p E Í ^ I Ó D I C O DE LAS j ^ A M I L I A S . Tres sombreros pa ra s e ñ o r a s y s e ñ o r i t a s . N ú m s . 19 á 2 1 . Núm. 19. Sombrero redondo de fieltro negro, de copa un poco prolongada, y ala estrecha adornada con un borde cubierto de terciopelo negro. Una tira de raso encarnado oscuro, cortado al sesgo, va plegada en el lado izquierdo por encima del borde. En el lado derecho se dispone una cinta de raso negro de 6 Vs centímetros de ancho. Tres la­ zos de la misma cinta adornan el borde de delante y el de detras de la copa. Por delante se fijan unas alas de pájaro de diferentes colores. Núm. 20. Sombrero de fieltro color nutria. El ala, ro­ deada de un alambre , va forrada de felpa encarnada. En el delantero de la copa se pone una cinta de raso encarnado oscuro de 6 Va centímetros de ancho, que se fija en los la­ dos y que se anuda por detras. En medio, por delante, lazo de la misma cinta, de 9 centímetros de ancho, sobre el cual se fija un broche de metal. Un broche igual, con alfiler lar­ go, adorna el sombrero por detras. En la izquierda, plumas encarnadas. Núm. 21. Sombrero de raso maravilloso negro. Para el ala se toma un pedazo de raso negro del largo requerido, y otro pedazo de raso color de oro antiguo. Después de haber puesto los dos pedazos de raso uno sobre otro, se les ajare- ta cinco veces ¿intervalos iguales, pasando por el interior un alambre, y se forma en el borbe del delantero una cabe­ za de 1 ^ centímetros de ancho. La unión de las piezas va cubierta de una doble hilera de fleco adornado de cuentas. Por delante , y cayendo sobre el ala, van cuatro plumitas negras y un pompón amarillo. Confección M a c - f a r l a n e . ? N ú m s . 22 y 23. Abrigo corto, con esclavina y capucha, de tela inglesado cuadritos. La parte inferior de detras va plegada en sentido contrario, de manera que los pliegues se encuentren en me­ dio. La esclavina se abre en medio desde la punta de la ca­ pucha, la cual es muy larga y va formada de seda encarna­ da á cuadros. Por delante, la parte de dibujo es recta y lisa y va abrochada con botones gruesos. Trajes p a r a n iños de 3 á 9 a ñ o s . ? N ú m s . 24 á 3 1 . Núms. 24 y 29. Traje para niños de A ct 5 años. Este tra­ j e , de forma Kegencia, es de elasticotina marrón dorado. La chaqueta va adornada de botones niquelados. El chaleco, casi tan largo como la chaqueta, va adornado del mismo modo. La falda forma pliegues encañonados ó planos. Todo el traje va ribeteado de raso negro. Núms. 25 y 30. Troje para niños de 8 años. Traje de cibelina color avellana, lisa, forma Luis X V , con carteras grandes de tres puntas, guarnecidas de trencilla y botones grandes de seda marrón. El chaleco va guarnecido del mis­ mo modo. E l calzón va fijado por debajo de la rodilla con liga y hebilla dorada. Todo el traje lleva vivos marrón. Núms. 26 y 31. Traje para niños de 9 años. De lanilla gris ceniza. La chaqueta larga va brochada con dos boto­ nes y adornada en las caderas con carteras grandes, guar­ necida de botones de plata antigua. E l chaleco, de forma Luis XV, va guarnecido de botones de seda del mismo co­ lor. E l calzón va fijado por debajo de la rodilla con boto­ nes y una hebilla de acero. Núms. 27 y 28. Traje para niños de 3 años. Traje con falda, de tela de granito marrón oscuro. La chaqueta-frac, guarnecida de seda en las solapas y carteras de seda, va abierta por delante, para que se vea bien el chaleco, el cual es muy largo, de tela de granito blanca, y va guarnecida de botones de nácar. Confecc ion-pa le tó ,?Nums . 32 y 33. De paño marrón guarnecido de nútria. La espalda es muy ajustada y lleva un pliegue cruzado en medio de la aldeta, y dos botones gruesos. Bolsillos grandes en los cos­ tados. Por delante, el paleto es de falda añadida. Mangas largas con carteras color nútria. Traje de faya y brocado azul mar ino . N ú m s . 34 y 3 5 . La sobrefalda forma tablas por delante y va ribeteada de un fleco que cae sobre un paño de brocado, el cual se abre para dejar pasar una quilla de cuatro tableados lisos. Cor- piño alto de brocado, ribeteado de tres bieses grandes lisos y de un fleco azul y oro. Collar de fleco. Por detras, paño doble de tela lisa y de brocado, que cae sobre la falda, la cual va adornada de un tableado ancho. El corpiño, con al- detas, forma por detras un pliegue hueco y lleva por enci­ ma un lazo liso. L A V I D A R E A L A P U N T E S P A R A U N L I B R O . X I I . D i e g o á R o b e r t o . Madr id , Abr i l de 1878. Mi querido hermano : Aunque te escriba muy de tarde en tarde, ya sabes que jamas te olvido : eres el mayor de to - dos, y tu talento y recto juicio me han hecho quererte siem­ pre como á un amigo, y respetarte como á hombre de gran valía. Valentina, nuestra buena y adorable hermana Valen­ tina, y tú , sois lo que más quiero y admiro en el mundo: ¡ feliz quien, como yo, puede amar y estimar á los suyos, y ser amado de ellos! Hoy , mi querido hermano, llego á tí en demanda de auxilio : no de auxilio material, que no necesito, y que sé que me darías al instante con mano pródiga y generosa, si­ no de ayuda moral, de consejo, de alguna palabra que me aliente en el triste estado en que me hallo. Ayer cumplí treinta y seis años, y hace ya más de uno que hallo al derredor mío un vacío insondable : he visto durante ese período de tiempo una desoladora verdad, y la he visto con un terror infinito. ¡ He dejado de amar á Maria­ na, y he dejado de amarla después de ocho años de casado! Yo no sé cómo explicarme este sombrío misterio ; n i si­ quiera lo intento : la terrible verdad es que un hastío in ­ vencible me consume ; que hay en mi alma un vacío dolo­ roso ; que todo en mi casa me disgusta, y que la compañía de mi mujer es para mí más pesada y más insoportable que la más completa soledad. Un caso como el mió debía conocer el ilustre Cam- poamor cuando escribió su pequeña, pero terrible Dolora : a Sin el amor que encanta, La soledad de un ermi taño espanta ; ¡ Pero es más espantosa todavía La soledad de dos en compañ ía !» Solo me encuentro aunque esté con Mariana, y ya sea que vayamos al teatro ó á paseo, ó que nos estemos en casa : nun­ ca me habla?ni sabe?de otra cosa que del excesivo precio de los comestibles, de los desmanes de los criados, de los trajes que estrenan sus amigas, y de lo que la hacen sufrir nuestros dos hijos : y esto me lo repite eternamente, en són de descontento y de mal humor; responde ágriamente á mis observaciones, y parece que tengo yo la culpa de to­ das sus contrariedades. Tanto es lo que ha llegado á agobiarme todo esto, que ántes oía con indiferencia, que la compañía de Mariana se me ha llegado á hacer insoportable, y huyo de su lado siempre que puedo para irme al café, donde no me gusta estar, pero donde á lo ménos estoy á salvo de sus eternas quejas y odiosos razonamientos. Cuando pienso en lo enamorado que me casé de mi mu­ jer, en lo buena moza que la encontraba, en su arrogante y escultural figura, me asombro de que haya cambiado tanto mi punto de vista; porque Mariana no ha cambiado en cuanto á su belleza física, que es la misma que me ena­ moró y que hoy me hastía y no puedo soportar. La culpa de este cambio mió la tiene Valentina : cuando hace año y medio iba á verla todos los días, á causa de tener á su hijo enfermo, empecé á encontrarme tan bien á su lado y en su casa, que no sabía volver á la mia. Senta­ dos junto á la cama del doliente niño, nos pasábamos las noches enteras hablando de mi l cosas, y enseñándome nues­ tra hermana misterios de la vida que yo ignoraba. Su viva y poética imaginación pasaba de los asuntos más serios á los más graciosos y agradables. Yo aprendí en un mes con nuestra hermana á discurrir, á sentir, á ver las cosas bajo una luz más verdadera de aquella que ántes conocía. Como mi carrera militar me tuvo separado de vosotros, y me casé en Sevilla, donde he permanecido los cinco primeros años de mi matrimonio, nunca supe de Valentina sino que era muy linda, y que tenía un dulce carácter y un buen cora­ zón : conocí á su marido poco m á s , y le oí decir siempre que era tan feliz al lado de nuestra hermana, que alcanza­ ría corta vida, porque dichas tan perfectas y grandes no son de este mundo. Pero desde que vine á Madrid, Valentina se fué infi l­ trando dulcemente en mi corazón, y poco á poco la llegué á querer tiernamente, lo mismo que á sus hijos, que hoy me interesan á la par de los míos. A l contrario precisamente sucedió á mi mujer : decia que Valentina era una romántica, una necia, una presumida; y cuando veía el mal efecto que el oírle esto me hacía, redo­ blaba su encono y crecía la saña que tenía á Valentina, á la que ha dejado de ver por completo, aunque nuestra herma­ na no pierde ocasión de venir á mi casa. Hace algunos dias, queriendo ver un drama nuevo con compañía intelectual, me fu i á buscar á nuestra hermana. ?Vénte conmigo al teatro, le dije; he tomado butacas para los dos. ? ¿ Y tu mujer? me preguntó asombrada. ? Quiero ver contigo la obra de esta noche. ? ¿Y por qué no con ella? ? Porque contigo puedo hablar, comunicarte mis impre­ siones, discurrir acerca del modo de ejecutar la obra , y con ella no. ?Vamos, sí, mi pobre Diego, respondió Valentina, apo­ yando en lamia su mejilla, con la misma gracia inocente con que lo hacía cuando era niña : padeces de una grande hambre moral, hermano mío, y es preciso que te alimentes un poco ¡ Ah 1 si las mujeres supieran Valentina fué á ponerse un vestido de seda negro, única gala de su pobreza, y volvió con un sombrerito de faya en la mano, que se puso delante del espejo : al ver su esbelta y delicada figura, su exquisita elegancia, me acordé de la estatura y desarrolladas formas de Mariana, y un terrible rayo de luz hirió las tinieblas de mi ignorancia : yo no ha­ bía amado á Mariana más que físicamente : el amor del al­ ma, el amor ideal, que es el que jamas se cansa, que es el eterno, me habia sido hasta entónces totalmente descono­ cido, y más valia que jamas lo hubiera adivinado. Cuatro horas pasé en el teatro con nuestra hermana, que me parecieron dos segundos. ¡ Qué luminoso juicio para discurrir! ¡ Qué florida imaginación para embellecer! ¡ Qué dulce y atrayente percepción para sentir! ¡ Quiera Dios que no halle en mi camino una mujer que se asemeje á Valentina, porque entónces mi suerte está fi­ jada para siempre entónces amaría á esa mujer hasta la muerte , y todo lo dejaría por ella! ¿ Y quién sabe si la he encontrado ya ? Uno de mis ami­ gos tiene una hermana que se parece á la nuestra Sálva­ me del precipicio, Roberto Dame valor : ayúdame, por­ que el hastío me consume, y éste es un fatal consejero; mi alma llora como una cautiva en su prisión: me muero de un marasmo moral, de un enfriamiento del alma, tan gran­ des , que no hallo cómo explicarlos: si el mundo supiera las luchas que preceden á lo que llama culpas y son fata­ lidades, sería más compasivo con los que faltan á los debe­ res impuestos por la ley : yo quiero seguir siendo buen ma­ rido y buen padre ¡ y no puedo, no puedo ! Mi valor toca á su fin, y caeré si no puedo apoyarme en el noble pecho de mi hermano.?Diego. MARÍA DEL PILAR SINÜÉS. (Se cont inuará , ) E L I N T R U S O , D E C A Z A . r . - ??? En los buenos tiempos aquellos en que era rey de Espa ña , por la gracia de Napoleón, su hermano José , no cong" titula la caza ejercicio muy usado en la Península. Ocupa cion más grave que la de dar muerte á conejos y perdices entretenía las escopetas, que andaban por esos montes de Dios cargadas con bala y convertidas en fusil belicoso v anti-humanitario. Los ciudadanos que por temor se some­ tían al Rey intruso hubieron de entregar sus armas de fue. go en la Casa-Concejo de sus respectivos pueblos, y los no sometidos usábanlas en la noble empresa de arrojar de nues­ tra bendita tierra á los señores gabachos. Así es que las per- dices se morían de aburrimiento dentro de sus jaulas to­ mando el sol ó escarbando la tierra, sin que un cazador las sacase á ver el campo ; los conejos y liebres se multiplica- han entre los piés de los combatientes, de modo que causó asombro á lord Wellington el gran número de estos doc­ tos anímalitos que -vió en el Arapil grande de Salamanca ? los ciervos y venados paseaban sus gentiles personas por la. pacífica extensión de sus ántes conturbados dominios, y las codornices emigradoras tornaban á su Africa llevando en el pico la verde rama de emblemático olivo, que la patria ensangrentada y doliente buscaba sin éxito por el desolado territorio de Bailén. No faltaba, sin embargo, algún aficionado al gran placer de la caza, que, dando de mano á trascendentales ocupacio­ nes políticas, y cual si en nada tuviera el desenlace de la glo­ riosa tragedia, fuese una mañana hermosa de primavera por el polvoriento camino del Pardo, como quien se dirige hacía el cuartel de San Roque, puesto sobre un vigoroso caballo de campo y seguido de seis ú ocho oficiales franceses, todos ellos vestidos de paño azul, con botas de cuero adobado y cascos de reluciente metal en las cabezas. Salió del Pardo esta lucida cabalgata á tiempo que el sol asomaba su rodela llameante tras las oscuras lomas del Gua­ darrama , que á lo léjos descubría sus escalinatas gigantes­ cas de granito, sus rampas grandiosas de pendiente inac­ cesible, sus cresterías y granulaciones verrugosas, en que la vegetación muere, tratando en vano de subir aquellas cuestas y despeñaderos, agarrándose con las uñas de las zarzas y con el vegetador pié del musgo. En las afueras del pueblo cruzóse la cabalgata con un pelotón de soldados franceses que vivaqueaban allí. Todos ellos se cuadraron al descubrir al jinete del caballo negro y gritaron con voz becerril y aguardentosa : ? / Vive le Hoy ! ? / Vive!?respondieron los de la escolta. El Real jinete, pues Real era, toda vez que así le llama­ ba la Gaceta, no contestó á la entusiasta salutación de otro modo que espoleando el caballo, el cual tomó á medía rienda el camino que conducía al monte y serpeaba entre un espeso tomillar, y cuya atmósfera, llena de los aromas saludables de la sierra, animaba el deseo de penetrar en la espesura del rebollar vecino, donde mi l verracos murmura­ ban no sé qué chismes patrióticos, y huian á la llegada de Su Majestad, deteniéndose cerca de él , como si los muy picaros osasen burlar su voluntad omnipotente. Su majestad el rey José iba de mal humor, según refie­ re el puntual cronista. Su ancha frente estaba contraída por las arrugas del disgusto, y su labio inferior, descolorido y muy delgado, dejábase morder por los Reales dientes, que eran blanquísimos y pequeños como de dama. Llevaba al descuido las riendas de la noble bestia, que usando con prudencia de su libertad, no salía de una mediana carrera, con que bien pronto ganó la entrada del monte. Entónces el Rey intruso llamó á los de la escolta, que adelantaron sus caballos hasta emparejar con el de José , y éste dijo en aquel insinuante tono que le caracterizaba : ? ¿Dónde vamos á cazar, Augereau? Augereau, que iba á la derecha del Rey, caballero en un potro de fiera é inquieta cabeza, patas finas y crines recor­ tadas , contestó, refrenando el hermoso bruto, que irreveren­ te trataba de adelantar á la Real cabalgadura : ?Sire, en el llamado Cuartel de las Aguilas. V. M. verá cuán agradable cazadero. La abundancia de reses mayores es grande en él. No es extraño, porque hace meses no sue­ na un tiro en toda la extensión de esta finca de V. M. ? Si se exceptúan los de esos malditos guerrilleros, que á modo de langosta surgen en asoladora nube por todas partes, y se multiplican por todas partes como los gusanos. ? ¡Guerra de bandidos es la que hacen! ? exclamó con indignación Augereau?mientras su caballo, cordobés de pura sangre, piafaba furiosamente como si quisiese protes­ tar del aserto de su jinete. ? ¿ Y las escopetas??preguntó el Rey. ? Aquí las trae uno de la escolta?repuso Angereau. ? Dadme una y retiraos todos. La caza, como la oración, sólo tiene mérito cuando es individual. No saco gusto á este ejercicio si una turba de ojeadores me trae las piezas poco ménos que del rabo diciéndome : «¡Mátelas V. M . ! T> ? Vuestra Majestad piensa en esto de otro modo que su augusto hermano el Emperador. ? M i hermano es ménos cazador que yo?afirmó José con entonación orgullosa. Angereau detuvo su caballo , llamó á uno de la escolta, que traía sobre la perilla del marcial aparejo várias armas de fuego, encerradas en sus ricos estuches de piel , y to­ mando una de ellas, puso el gatillo en el seguro, y dijo al Rey entregándosela: ? Como V. M . guste. E l bosque ha sido explorado pre­ viamente y una guardia numerosa le rodea; de suerte que puede V. M. gozar con tranquilidad de esta hermosa maña­ na. Las guerrillas de bribones serranos andan por toda la comarca ; pero aquí no han de llegar seguramente. ? ¿ H e preguntado yo eso? ? exclamó con enojo el Rey intruso, dando indicios en su pálido semblante de lo poco que le agradaba verse tratado de cobarde. ? Sire?contestó Augereau, bajando su confuso rostro hasta el nivel del cuello del caballo, como para hacer una reverencia?perdone V. M. si oficiosamente j ^ A JVIODA jpLEGAjS[TEj J ^ E Í ^ I Ó D I C O DE LAS p A M I L I A S . 359 ^-Está bien ? replicó con sequedad el Monarca espo­ leando su corcel, que se encabritó ántes de partir á ga­ lope, y haciendo piernas gallardamente, se separó de la es­ colta. Augereau se acercó á los otros oficiales que se hablan de­ tenido. Uno de ellos dijo : ? Mal humor tiene hoy S. M . ?-Malo?añadió Augereau.?Como que ha habido carta del Emperador. ?Y, según costumbre, le dará esos consejos que él sue­ le y que suenan á censura. ?Hoy es más grave la cosa. Yo he leido un párrafo de la carta. Le llama inepto. ? ¡Inepto ! ? dijo el oficial que ántes habia hablado. ? ¡ Inepto ! ? repitió otro de la escolta. Y la palabra inepto corrió de boca en boca en aquel cor- rillo de Martes cortesanos. ir. Su Majestad corrió á galope tendido un buen espacio. Su mal humor necesitaba algún desahogo, y hallólo es­ poleando al potro, por cuyos relucientes ijares se escurrían las plateadas estrellas del acicate, ya húmedas de sangre. Pe trecho en trecho aparecía, detras de algún chaparro ó matorral espeso, la vistosa figura de un soldado de la Guar­ dia Real, que presentaba su arma al Monarca gritando: q Viva el Rey!» ? Así no es posible cazar ? pensó José con ira.?Estos bárbaros, por guardarme á mí , ahuyentan la caza. Más va­ lia no haber salido del Pardo y permanecer encerrado en aquella parodia de Versálles, recibiendo á esos enfadosos consejeros de Castilla, que no me hablan de otra cosa que los tapices, de su Moratin , de su Romero y de los f rai- j . ¡ Maldecida generación de Quijotes! ¡Voto al díantre, que ya mo va cargando tan monótona sociedad! En esto llegaba el Rey á un paraje donde, desaparecíen- o súbitamente la espesa vegetación de pinos, tomillares y lentiscos, comenzaba una gran calva desnuda de hierbas is, y llanísima como la palma de la mano, que se perdía i lo léjos en várias ondulaciones y declives. Un soldado de la Guardia Real estaba allí tieso, derecho, erguido é inmo­ ble cual muñeco de palo, con su mosquete entre las manos y el morrión peludo en la cabeza. E l Rey le llamó. ? Acércate ?dijo ; ?toma el caballo de la rienda y con­ dúcele á la escolta. El muñeco de palo perdió la inmovilidad de su apostura, y dejando caer el arma sobre el suelo, sostuvo el caballo mientras echaba pié á tierra el rey José. Este examinó el oído de su escopeta, y descendió por la limpia ladera con paso firme y seguro. Su traje le componían : sombrero de fieltro negro, sin plumas, cintillos ni adornos; casaca azul con botones de oro, y calzón verde, que venía á acabar en la campana de una bota de charol armada de espuela de pa­ seo. Unos guantes de color de ámbar remataban el adorno de la Real persona, que, con la escopeta apercibida para hacer fuego, avanzaba despacio, explorando el terreno aten­ tamente. Mucho anduvo así. La mañana estaba apacible, el cielo despejado de nubes, quieto el aire, y llena de los aromas campesinos la atmósfera. José , sin ser muy poeta, era accesible á los gratos sentimientos de la naturaleza be- y acaso entonces, al escuchar el pitido de alguna alon­ dra que alzaba su vuelo cantando , « Símbolo del poeta, Que cuando canta se remonta al cielo » ; al aspirar el balsámico ambiente que exhalaban los tomi­ llos, cuyas débiles ramas se estremecían como tiritando al menor soplo del aire, viéndose solo en medio de la cam­ piña, sin consejeros de Castilla aduladores, sin aquella corte de relumbrón que le ajustó su hermano, como se ajusta una compañía de cómicos, para representar el papel de monarca, envidió la paz, el sosiego de su edad infantil ; aquella casa de Córcega que habitaron sus antepasados, hu­ mildes y pobres. ¿Quién es capaz de percatarse en los misterios que en­ cerraba entónces su alma, supeditada á impuestas obliga­ ciones, abandonada por un momento, al sentirse libre de su enojoso freno ? Sentóse en un enorme tronco de sabina que abatió el ha­ cha ó el rayo, y dejó á un lado la escopeta, apoyando la frente en las enguantadas manos. Así estuvo algún tiempo. Cuando alzó la vista del suelo , contempló delante de s í , á unos cincuenta pasos de distancia, el espectáculo que más puede impresionar á un cazador. Eran tres gamos, que so­ bre un montículo cubierto de maleza pastaban tranquilos. Sus airosas cabezas se destacaban con arrogante elegancia )re el fondo azul purísimo del horizonte. Bajábanlas para comer la dorada gramínea que alfombraba con su menuda vegetación la ladera, y atentos á todo rumor, con las mo­ vibles orejas en movimiento continuo , y la lánguida pu­ pila mirando al mismo tiempo á todas partes, suspendían el movimiento de las mandíbulas de rato en rato, quedan­ do entónces, con los belfos llenos de hierba, en actitud ob­ servadora y temerosa. La caída de una hoja, el volar de un insecto, el graznido de la urraca los alarmaban, interrum­ piendo su comida, que proseguían poco después. El Rey, sin apartar sus ojos de los gamos, buscó á tien­ tas la escopeta; montóla sin mirar el gatillo, apuntó hácia el grupo de sencillos animales, é hizo fuego. La detona­ ción resonó en la llanura, sin que un eco la reprodujese, y los gamos huyeron ilesos, con la cabeza echada sobre el lomo y en vigorosa tensión los músculos de sus nerviosas patas. Levantóse precipitadamente el Rey para cerciorarse de su torpeza y falta de tino , cuando á la derecha de un pequeño matorral, inmediato al montecillo donde estaban los gamos, se oyó una recia voz, que decía con mucho te- nior y azoramiento: ? ¡Eh, cuidado, que hay aquí un cristiano, y le vais á acribillar con vuestros perdigones! A l mismo tiempo salió de detras del matorral un hombre altísimo y desgarbado, cuyo rostro, curtido por el aire del campo , surcado de profundas arrugas y erizado de barbas, parecía carecer de toda expresión, como en efecto carecía, porque el tal hombre era ciego. Gran sorpresa produjo á Bonaparte la aparición súbita de tan extraño personaje, y más aún le sorprendió su vestido, que era pobre, astroso y roto hasta frisar, casi, casi en la desnudez. Traía un burdo chaquetón de paño pardo, con las mangas deshilacliadas y raídas, calzón de pana agujereado hácia el sitio que por su propio nombre llamamos posaderas, polainas remendadísi­ mas y sucias del barro, borceguíes gruesos y torcidos, y en la cabeza el casquete de piel que suelen usar los patanes de tierra de Madrid. Pendiente del cuello, y reposando sobre la espalda del desarrapado viajero, veíase un morral de lienzo renegrido y una guitarra con tantos agujeros de más como clavijas de menos ; su mano derecha esgrimía un garrote de ferrada punta, con que apaleaba cruelmente el tuelo, al an­ dar, para orientarse. El ciego introdujo en su ancha y des­ dentada boca los dedos índice y anular de ambas manos, y dejó oír un silbido penetrante. El Rey le miraba con cierta sorpresa. ? Llamo á mi burro, dijo el ciego acercándose hácia don­ de, por el ruido del disparo, supuso él que se hallaba el ca­ zador. Por lo visto hay aquí cazadores; y como soy ciego y no los veo, hasta que me han descerrajado un tiro no sé el peligro que corro. Me marcho á otra parte. Entónces el Rey dijo en el más correcto castellano que pudo, y pronunciando despacio las palabras á fin de despo­ jarlas de todo acento galo : ? Me alegro de que mi escopeta no haya hecho el flaco servicio de regarte de plomo las espaldas Pero ¿ qué de­ monios hacías ahí? ¿ Ignoras que este monte es del Rey, y coto vedado para los demás? ? ¡Vaya, señor! ? repuso el ciego. ? Esto es del Rey ; pero como ahora no hay Rey, porque el Rey de España está en Bayona ??¿En Bayona? ¿Y el rey José ? ? ¡ Bah, bah! ¿El tuerto Pepe Botella? N i ése es nues­ tro rey, ni lo será en la vida ningún francés picaro. ?? ¿Tú has visto al rey tuerto? ? preguntó festivamen­ te Bonaparte. ? ¡Señor! Vuesa merced se burla. ¿No sabe que soy cie­ go ? ¿ cómo he de verlo ? -?Entónces, ¿quién te ha dicho que es tuerto? ? ¡Toma! Eso lo dice todo el mundo. Tan tuerto es co­ mo su madre. ?-Verdad es, que su madre tenía dos ojos como dos lu ­ ceros. ¡ Mal queréis á ese pobre rey tuerto ! ? ¡Pobre! ¡valiente tuno está el rey de copas! ¿Vuesa merced quiere enterarse de la nueva relación que le ha sa­ cado un grande poeta de Madrid ? Aquí la traigo, dijo el ciego metiendo la mano en el zurrón y sacando un buen le­ gajo de papeles groseramente impresos. En esta relación le ponen como no digan dueñas. ¡ Bien merecido le está al que nos llama á los españoles fripones, que es una cosa así como bribones ; se le dicen aquí las verdades del barquero ! E l Rey oía sonriendo las lindezas que el ciego le ensar­ taba. ?Vamos, caballero?añadió éste?ya que por un tris no me ha convertido su merced en criba, cómpreme unos ro­ mances. ¿ Quiere V. el Romance del Buen R u i Diaz de V i ­ var ? También habla de cosas de guerra, y trae la Carta de Jimena Gómez, que empieza así : « A vos, m i señor , el Eey, E l busno , el aventurado, E l magno , el conqueridor. E l agradecido, el sabio, La vuesa sierva Jimena , Fija del conde Lozano, A quien vos marido disteis Bien así como burlando. Desde Bürgos os saluda. Donde viene lacerando » El ciego recitaba el romance con quejumbroso tonillo de escuela, en tanto que buscaba entre el montón de pa­ peles la Relación del rey Pepe Botella, de que habia ha­ blado. ? ¿ Qué te parece á tí ese Cid del romance? ?preguntó José. ? Que era lo que se dice un guapo mozo?respondió con viveza el ciego ; ? pero hay quien le gana en guapezas y en bizarrías. Ahí está, si no, mi señor Empecinado, que no me dejará mentir; ó si no, cójame á Francisquete y á Mir ó á Chemburgo, que ellos solitos han matado lo ménos mi l gabachos. ¡ Vaya unas despachaderas que tienen los niños! ¡ Eso es matar, y no Napoleón, que necesita millones de hombres para conquistarnos! Aquí está el romance; cójale usted y léalo, que es cosa buena. Mire aquí, que hay una estampa. Pero no; me he equivocado. Este es el Paso gra­ cioso de D . Napoleón Malaparte y D . Pepe el Tuerto, que trae al fin las Seguidillas lacrimosas de Murat , por el ba­ chiller Carrasco. Empezaba á amostazarse el rey intruso con los patrióti­ cos desahogos del ciego, y . a s í , ántes de que le viniesen ganas de endosarle cuatro culatazos, lo cual hubiese sido criminal y bárbaro en demasía, quiso poner fin á la charla del Homero guadarramesco, y le dijo : ? No, yo no quiero romances n i quiero desatinos. Toma esta moneda por el susto que te he dado, y véte de aquí án­ tes de que te sorprendan los guardas y te rompan la guitar­ ra en los cascos. Alargó el ciego la áspera mano, y el Rey depositó en ella una moneda de oro. ? Gracias, señor; que Dios os dé tanta salud como mal deseo á Pepe Botella. En esto dejóse oir en los silenciosos ámbitos del monte un rebuzno pausado, grave y estrepitoso, digno de los re­ gidores del cuento cervantino, y el ciego exclamó, volvien­ do la cabeza hácia el lugar donde sonaba : ?Vén acá, alma de mi alma, luz de mis ojos, guía de mis pasos, sosten de mi persona. Asomáronse, en efecto, por la vecina loma dos orejas puntiagudas y largas, una cabeza de burro huesuda y tris­ te, y todo el burro, en fin, que á paso tranquilo y mordis­ queando aquí y acullá la hierba, se acercó al ciego. Montólo éste con presteza, saltando sobre él ligeramente , y despi­ diéndose del Rey, enderezó la desmembrada y flaca beste- zuela hácia el camino, miéntras cantaba : « A n o c h e . . . . . Pepe Botella, Anoche se emborrachó i Tra la ron, lairaron. Y le decía su hermano : « Borracho, tunante, perdido y lairon 1» Escuchóle el rey José , echóse la escopeta al hombro y se dirigió hácia el lugar donde habia dejado el caballo, mur­ murando: ? ¡Pues, señor, buen día se presenta! M i hermano me llama inepto, he errado un tiro á cincuenta pasos, y me he dejado tratar de borracho y tuerto por un ciego maldito. J. ORTEGA MÜNILLA. E N T R E E L C I E L O Y L A T I E R R A . (NOVELA AÉRE A.) ( Conclusión.) Una voz secreta me decía, sin embargo, que Teresa se consumía devorada por una afección física. La blancura de su rostro no era nítida como ántes ; ahora tenía la traspa­ rencia anacarada de la hetiquez. Opté por el partido de abandonar mi actitud expectante. No ya el reposo, la vida de Teresa lo exigía, y otra con­ ducta hubiera sido criminal. Pero ¿de qué medios me val­ dría para llegar hasta ella? B i h i , que en otra ocasión habia sido un recurso, en ésta era perfectamente inútil , puesto que aquella maldita ventana, cerrada siempre, impedia que pudiera establecerse una correspondencia por medio del pá­ jaro. ¿ Qué hacer ? ¿ A qué medios recurrir ? Pensando en ello estaba, cuando un golpe dado á mi puer­ ta me sacó de mi meditación. ? ¿Quién e s??pregun té . ? Aquí traen un telégrama para V.?contestó la voz de mi portera. Abrí. Un empleado de telégrafos me alargó un papel d i - ciéndome : ? Llegado con doce horas de retraso. Rompí el sobre, y después de ver que el telégrama era de mi hermano, leí lo siguiente : «Pedro Ponce.?Madrid.?Nuestra madre se muere. Vén. ?Juan. T> Una nube de sangre cubrió mis ojos y un grito horroroso se escapó de mi garganta. ¡ Mi madre, mi madre, á quien yo adoraba, se moría! ¡y aquel telégrama traía un retraso de doce horas! ¡y yo quizás no volvería á verla! Lo olvidé todo. Cogí precipitadamente una maleta, metí dentro de ella lo más preciso y me lancé á la calle sin pen­ sar en Teresa, ni en B i h i , n i en nadie. Llegué á la estación del Mediodía momentos ántes de partir un tren. ¡ Dios había oído mis ruegos! Me arrojé en el fondo de un coche, y sólo después de una hora de mar­ cha noté que nadie me acompañaba; aproveché aquella so­ ledad para dar rienda suelta á mi dolor, y lloré. A l día siguiente llegué á mi pueblo. Mi hermano me es­ peraba en mitad del camino, sentado en un banco de piedra. ? ¿ Y mi madre? ? le pregunté, temblando por su res­ puesta. ? Aun vive?me contestó abrazándome cariñosamente Dos días después dejó mi madre de existir. El efecto que me produjo aquella separación, que ha de terminar algún día, fué tan violento, que estuve tres meses entre la vida y la muerte. A l cabo de este tiempo los médi­ cos me recomendaron que regresára á Madrid, mis estudios lo exigían también, y yo acepté aquel dictámen. Deseaba ardientemente saber qué habia sido de Teresa y de B i h i , de aquellos dos seres que tanto me interesaban y á quienes tanto quería. ¿ Existirían aún ? ¿ Habrían muerto ? Pájaros al fin, ¿habrían emprendido su vuelo hácia más templadas regiones ? Llegué á Madrid, y mi portera me presentó la llave de m i cuarto con la misma gravedad que si nos hubiéramos separado el dia anterior. Subí precipitadamente y lo encontré todo como lo habia dejado : limpio, ordenado, pobre. Me dirigí á la ventana, y miré á la buhardilla de Teresa : las enredaderas y las cam­ panillas habían desaparecido, y la ventana estaba abierta. El corazón se me oprimió dolorosamente; no sé por qué presumí una desgracia. Llamé á B i h i , y B ih i no me contestó; salté entónces al tejado y me dirigí á su nido ¡ El nido estaba vacío y deshecho ! Osé llamar á gritos á Teresa, y el mismo silencio contes­ tó á mis palabras. Fuera de mí , abandoné el tejado, bajé precipitadamente á la calle, entré en casa de Teresa, subí los escalones de cuatro en cuatro, y me detuve en la puerta de su cuarto. La puerta estaba abierta. Entró. Dentro no habia nadie ; la jaula estaba vacía. E l pájaro que andaba habia volado ó había muerto. Me orienté un poco, y entónces pude ver que en aquellas habitaciones no vivía nadie ni habia muebles ningunos. Solamente en la pared, y junto á la ventana, había colgada una jaula ; por instinto me acerqué á ella y la miré. En su fondo habia un pájaro muerto. Era B ih i . Me costó gran trabajo reconocerlo, porque estaba en los huesos ; sin embargo, su pico agujereado puso término á mis dudas. Lo saqué de la jaula. Estaba caliente todavía. 360 j ^ A y V l o D A j ^ L E G A ^ T E ^ j p E I \ I Ó D I C O D E L A S j ^ A m i L I A S . Apreté aquellos inanimados restos contra mi pecho, y una lágrima brotó de mis ojos. De repente observé que un papel doblado pendia de su cuello ; lo abrí, y decia estas solas palabras: . « Te he esperado hasta hoy.» . . . El pájaro que andaba y el que volaba hablan muerto. Busqué la tumba de Teresa, sin encontrarla. ¡Es verdad que los pájaros, como ella, no dejan rastro en el suelo!?JOSÉ MARÍA CROUSEULES. REVISTA DE MODAS Par í s , 25 de Noviembre. Nada de verdaderamente nuevo se ha presentado en el dominio de la moda desde mi última Revista. Continúa el vestido ceñido y adornado de bandas plegadas, ya corto, semilargo ó de cola, según el objeto á que se le destina. Corpiños con punta para los trajes elegantes; casaquines y chaqués para los trajes de mañana; mangas ajustadas, que llegan á cuatro dedos de la muñeca, á causa de los guantes semilargos, que son los únicos que se llevan para calle; mangas acuchilladas, ó con bullones sujetos con brazaletes de tela, de tul ó de gasa ó encaje, para los vestidos de soirée. Los abrigos siguen haciéndose de todas formas, según el gusto de cada cual; entre ellos, la pelliza larga ó semilar- ga, fruncida en el cuello, con las mi l variaciones que pro­ ducen los adornos, es la preferida. Las telas que se emplean en estos abrigos son cada vez más ricas y más caras. Para las señoritas, el chaqué ajustado ó la visita muy cor­ ta de vigoña, bordada de cuentas de muchos colores, es lo más de moda. Todo se lleva, pues, en materia de abrigos, hasta el in­ amovible mantón largo, que se utiliza en ciertas circuns­ tancias y sobrevive á todas las confecciones. Entre las ricas telas destinadas á ejecutar los trajes de gran ceremonia de este invierno, se observan, sobre todo, los tejidos de seda y raso, con fondos claros ú oscuros, la­ minados de oro, cuyo efecto es mágico : el Oriente, India y Japón nos envían sus maravillosas creaciones, modifica­ das por el gusto francés. Hay rasos de fondo blanco, con flores grandes de oro ó de colores, mezcladas con un hilo de oro; rasos encarnados sembrados de palmas indias, de co­ lores desvanecidos y marcados siempre con el hilil lo de oro; fondos color ciruela, granate brillantísimo, sobre los cuales el capricho del artista ha salpicado una multitud de dibujos raros, de un efecto maravilloso. La cola llamada manto de córte se hace mucho para ves­ tidos de ceremonia: viene á ser simplemente una espalda de vestido princesa, cuyo pliegue doble y cuádruple sale de debajo del corpiño, en la cintura, y se extiende en una longitud de dos ó tres metros y más, sin ningún plegado ni cogidos. Los laminados de oro tienen ademas otro destino : el ser­ vir para la confección de magníficos abrigos, que se lleva­ rán en carruaje ó á la salida de bailes y teatros, cuyos abri­ gos serán de forma visita semilarga é irán bordados de cuentas de azabache mezcladas de felpilla. Se les adorna ademas con flecos de felpilla ó flecos musgo iguales en color al fondo de la tela. Otro tejido, mucho más modesto, pero también mezcla­ dos de hilos de oro, que hacen muy buen efecto, es el lla­ mado argelino ó hayadera, que se compone de listas an­ chas, y con el cual se hacen bandas que se ponen sobre los vestidos plegados. Otra tela muy original es la felpa surco, con gruesas lis­ tas velludas negras, mezcladas con algunos hilos de oro, que se destacan sobre un fondo de seda amarilla. Se la em­ plea para adornos de vestidos y confecciones, y es de un género sumamente distinguido. No obstante, á mi juicio, todas esas telas mezcladas de hilos de oro deben llevarse con suma parquedad, porque dan fácilmente el aire de una reina de teatro, lo que el gus­ to parisiense no admite de ningún modo. Para las soirées danzantes las señoritas llevan todas fal­ das cortas, sencillas en extremo y hechas de sedas ligeras, con bandas de gasa ó de muselina de la India ; los corpiños son de raso liso y van guarnecidos únicamente con un ple­ gado de crespón blanco. Las señoras jóvenes prefieren , para bailar en las reunio­ nes de confianza, los trajes blancos, con faldas cortas ó de cola pequeña formando punta, muy fruncida por arriba. Estas faldas suelen ser de cachemir blanco, vigoña ó mu­ selina de la India, ó de tela argelina con listas satinadas. Una banda de crespón de la China blanco, con fleco largo, sirve de sobrefalda y se dispone de mil modos variados. En cuanto al corpiño de estos vestidos de baile, es siempre de un color brillante y en forma de casaquin largo, ciñendo las caderas y con aldeta recta ó añadida, cuyos casaquines se hacen de raso brillante, de raso maravilloso, de damasco y brochado, ó de felpa lisa ó labrada, con dibujos oscuros sobre fondo claro. Los trajes de baile irán muy adornados de magníficas guirnaldas de flores mezcladas ; rosas, reseda, heliotropo y caracolillos de olor, de todos colores; pero el ramo favorito para traje de medio vestir, y que se pone en el manguito para salir, y en el pecho y en la cabeza para teatro y soirée, es el ramo de hojas amarillentas tirando á verde, mezcla­ das con granos encarnados de un rojo muy subido. Los peinados se llevan aún muy bajos por detras, y áun se habla de dejar sueltos los cabellos sobre la espalda. Sin embargo, son ménos aplastados y pegados á la cabeza : he visto con placer la aparición de algunas coronas de cabellos rizados y formando bucles finos, que llegaban hasta las orejas y se inclinaban sobre la frente. E l resto de los ca­ bellos, echados hácia atrás, formaba un grueso rodete, no muy bajo. El peinado en cuestión, que nos ha traído á la memoria los retratos de Mme. Maintenon en su juventud, sienta ad­ mirablemente con los sombreros de alas anchas y levanta­ das en redondo que se llevan ahora; pues no hay que per­ der de vista que los sombreros grandes exigen absoluta­ mente ó buclecillos, ó flecos rizados en la frente, y cabellos agrupados detras de las orejas. V. DE CASTELFIDO. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1.651. (Sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.A edición de lujo.) Vestido de muselina de lana color de rosa cresponada y surah color de rosa más claro. La falda redonda (de lana) va adornada de tres bandas de surah, puestas cada una por encima de un volante plegado hecho de lana. Cada banda va dispuesta en un lazo grande, sin cocas que la terminen, en el lado izquierdo. La última banda tapa el borde infe­ rior del corpiño, que es muy largo y va abierto sobre un peto plegado hecho de surah. Mangas semilargas, termi­ nadas en un volante, que lleva por encima una banda de surah terminada en un lazo grueso. Vestido de surah blanco, guarnecido de brocado con flo­ res violetas sobre fondo satinado blanco. E l delantero del vestido, plegado horizontalmente, va adornado de tres fle­ cos de seda violeta. En el borde inferior, un volante ta­ bleado. La cola, cuadrada, lleva un volante igual. En cada lado de la cola va una vuelta ancha de brocado, sujeta con un lazo terminado en borlas. Estas vueltas ó solapas se continúan sobre el corpiño y al rededor del escote abierto. Lazos con borlas en el hombro izquierdo. Mangas semilar­ gas con carteras de brocado. T A P E T E D E P A Ñ O , FONDO GRANA, CON APLICACION DE PAÑO DE COLORES. (Véase la Hoja-Suplemento que recibirán con el presente número las Srns. Suscritoras á la 1.a edición de lujo. EXPLICACION. Para hacer este tapete, de un efecto sumamente agrada­ ble , se principia por dibujar el paño del fondo. Hecho esto, hay que proceder 'á colocar las aplicaciones, á cuyo efecto es necesario proveerse de retales de paño fino de los diver­ sos colores que van indicados en el dibujo. El modo de ope­ rar es el siguiente : Sobre un papel cualquiera se dibuja el contorno de la aplicación de cada color, y después de rti- cortarlo, s iguiéndolas indicaciones del dibujo, se coloca el recorte sobre el pedazo de paño del color correspondien­ te, para obtener un recorte de paño exactamente igual al que áutes se ha hecho de papel. Hecho esto , se procede á fijarlo en el sitio respectivo del paño que sirve de fondo, por medio de un hilván, repitiendo la misma operación con las diversas aplicaciones que constituyen cada figura ó ac­ cesorio. Una vez fijas todas las piezas con hilvanes en el lugar que les corresponde, se empieza á sujetarlas (con torzal de un color que armonice con el conjunto), empleando un punto de adorno, que puede ser con preferencia el llama­ do p?mZo mexicano. Los recortes que forman las hojas figu­ radas en el dibujo se sujetan con el punto de cadeneta, y las venas de las mismas, así como los adornos de los trajes y corolas de las flores, se hacen á punto espina, escapula­ rio y bodoques. Nada tan fácil como hacer el tapete en un tamaño mayor que el marcado en el dibujo : no habría más que repetir una ó várias figuras las veces que fueran necesarias. Combinado este caprichoso adorno de la manera que que­ da expresada, resulta de una originalidad grandísima, sin traspasar los límites del buen gusto. Si esta novedad mere ce la aprobación de nuestras abonadas, permitiéndolas m" sar agradablemente ocupadas algunas de las largas vela" das del invierno , será la mejor recompensa que pudiera" mos esperar del solícito interés con que constantemente procuramos complacerlas. A R T Í C U L O S D E P A R Í S R E C O M E N D A D O S . Nuestras lectoras, y especialmente aquellas que han pa. sado todo el verano á orillas del mar, nos agradecerán las siguientes indicaciones : El Cold cream, que suaviza n0 tendría acción alguna para devolver su frescura á la tez de­ licada sobre la cual han hecho impresión el agua del mar v el aire, cargado de emanaciones salinas : para conseguirlo hay que recurrir á la Crema de fresas, la más exquisita de las preparaciones para el rostro. Es preciso extenderla con un fino lienzo, dejarla algunos instantes sobre la piel, y se. caria, ántes de servirse del Polvo de Cypris. Ambos exce­ lentes productos son de la casa GUERLAIN (15, rué déla P a i x ) , en París. El Agua de Judea, para la toilette, esála vez tónica y refrescante. Nada mejor, para devolver ó con­ servar á las manos su blancura, que el Jabón Sapoceti con esperma de ballena, y la pasta de terciopelo. S O L U C I O N A L S A L T O D E C A B A L L O D E L E n ta rde alegre de apacible e s t í o , y d e l sol á los t ib ios resplandores, te v i afanosa recogiendo flores en las r i s u e ñ a s m á r g e n e s de u n r io . C o n t e m p l é silencioso á m i a l b e d r í o de t u faz los encantos seductores y e l á n g e l que protege los amores jun tos u n i ó t u c o r a z ó n y e l m ío . Y a en p l á t i c a sabrosa, enamorados, vis i tamos de u n bosque la espesura, cruzamos por u n va l l e y otro v a l l e , l legamos á t u casa alborozados y t u padre, a l mi ra rme la figura, me p l a n t ó de patitas en la calle. 42. La han remitido las Sras. y Srtns. D a Asnncinn González Santalla ?Doña Encarnación Llórente. ? D a Snfla redpmonte de Vázquez. ? D.a Adela Echevarr ía de Martínez.?D a Dolores Echi varria y Blanco.?D.a Lnisa To- var y Rico.? D d Casilda Bustamante de Palacios.?D." Josefa Rodríguez de Gómez.?D.a Encarnación Alcalde.?D a Concha Mata y Vil lalobos.-Doña Carmen y D a Mtinuela de Ecrnil-'or.? Srtas. de Muñoz y Trugeda.?D a Te­ resa Ansaldo.?D a Juliana Alvarez ?D a Antonia Blein y Llinas.?D a Ra­ mona Medina ?D.a Matilde Bódenaa y Oñate ?D a Purificación Sarmiento. D a Lacinia Martínez y Enriquez. ?D a Tarsila Vi l l ami l .? D.a Bárbara Co­ rona de Bernárdez ?D.a Eufemia Oyaregui ?Srtas de Cortina ?D.a Marín Salvador Vidal . ? D.a J . Beizabal T. Gnanter. ? D.a Antonia Cano. ? Dofi» Concepción Márquez de Rojas. - D.a Lnitia del Riego.? D.a María de los An­ geles Castelló y del Moral. ?D.a Emilia Albelda. ? D.a Gregoría y D." Ger­ mana Berganza.?D * Mercedes Moreno ? D.a Elena Trelles de Somoza;y los Sres D . Manuel Gaspar de González.?D. Norbcrto Servan Gómez.?Don Ventura Sánchez , y el Club de la Tostada. . A D V E R T E N C I A . La cubierta anexa al presente número contiene el prospecto de LA MODA ELEGANTE ILUSTRADA para iggi , en el cual se cumplirán para nuestro periódico c u a r e n t a a ñ o s de venir honrándose con el favor del bello sexo. Esta longevidad hace el elogio de las Damas españolas y americanas, merced á cuya constancia en patrocinar nuestra publicación, LA MODA ha llegado á ocupar el concepto de ser el periódico de su índole más completo de cuantos en la actualidad ven la luz en el mundo. A la vez que el referido prospecto, hacemos llegar á su conocimiento el de LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA, que responde áuna necesidad de otro órden, si bien no ménos imperio­ sa en nuestra época; tal es la de difundir la instrucción, educar el gusto artístico y literario, y familiarizar hasta á los más indiferentes con las conquistas del espíritu humano en las ciencias, en las artes y las letras. Creemos hacer un servicio á nuestras discretas Suscritoras recomendándoles la adquisición de esta excelente Revista, con tanto más motivo, cuanto que las Señoras que se hagan inscribir al propio tiempo como abonadas á ambas publicaciones reportarán el beneficio material de obtener un 25 por roo de rebaja en el precio de suscricion de LA MODA ELEGANTE, en cualquiera de sus ediciones. Como de costumbre en esta época del año , recordamos á las Sras. Suscritoras que residen fuera de Madrid, y gusten continuar favoreciéndonos, la conveniencia de que, al pasar la órden para renovar sus abonos, acompañen una de las fajas con que actualmente reciben el periódico. A l pro­ pio tiempo nos permitirémos hacerles presente que la operación de anotar las renovaciones podrá llevarse á cabo con tanta mayor actividad y exactitud, cuanta mayor sea la anticipación con que se sirvan pasar sus órdenes al Administrador. Eeservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. JI&DRIP. - ?Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y G.A, sucesores de Bivadcneyra, IMPIíJEBOUES DB CÁMAliA DB S. M . PERIÓDICO DE SEÑORAS Y SEÑORITAS. ANO X X X I X . Madrid, 6 de Diciembre de 1880. NUM. 45. S U M A R I O . 1, Vestido de baile.? 2 á 6. Cuellos y puños de cañamazo ? 6 . Cene­ fa para toallas.?7 á 10 Pañuelos para señoras, ?11 y 12. Cortina. ?13. Muñeca vestida de largo.? 14. Muñeca en traje de paseo.? 15. Muñeca en traje de convite.? 16. Abrigo para niñas de 4 á 6 años.?17. Pnletó para niños de 0 á 8 años.?18. Vestido para n i ­ ñas de 5 á 7 años ?19 y 20. Ves­ tido para niñas de 3 á, 5 años.? 21. Bata para hombres ?22 á 25 Trajes de baile para niñas de 6 á 11 años.? 26. F ichú para señori­ tas de 14 á 16 años.?27 y 28. Pos vestidos forma princesa.?29 y 30, Dos sombreros de vestir. ? 31 . Confección de raso adornada de encaje. ? 32 á 35. Vestidos para señoras y señori tas .? 36. Vestido de cachemir de la India verde bronce. Exp'icacion de los grabados. ? L a Caridad, por América . ? Viaje imaginario, por D. A. Sánchez Ramón ?Crónica de Madrid, por el Marqués de Valle-Alegre, ? La Vida Real: Apuntes para un libro (art. x m ^ p o r P.aMaiia del Pilar Sinués, ? Correspondencia pari­ siense , por X . X ? Poesía : La Camelia Blanca : á Celia, por don Antonio P. Grilo.?Economía do­ méstica , por X.?Explicación del figurín i luminado .?Art ícu los de Paris recomendados. ? A las Se­ ñoras Suscritoras.?Soluciones.? Salto de Caballo. Vestido de baile. N ú m . 1. Este vestido es de velo de religiosa blanco crema y ra­ so encarnado oscuro , con adornos de encaje color cre­ ma. Falda de cola, compues­ ta de tableados de velo y vo­ lantes de encaje. Flores en el costado. Dos bandas sobre la falda, una de raso y otra de velo, ambas ribeteadas de encaje. Corpiño escotado de punta larga, con vivos encarnados; delantero de tul ajaretado sobre fondo de se­ da blanca. Mangas cortas de tul bullonado y cintas en­ carnadas. Ramo grande de flores encarnadas y verdes. Peinado plano con guirnal­ da en los cabellos. Cuellos y p u ñ o s de cañamazo?Núms. 2 á 5. Núms. 2 y 3. De cañama­ zo fino ó lienzo claro color crudo, cortado como indica el dibujo y adornado de pun­ tos de espina hechos con al­ godón blanco y de una tira de bordado Renacimiento. Una tira de nansuc guarne­ ce el escote. ? Para el puño se toma un pedazo de caña­ mazo fino ó lienzo crudo, de 24 centímetros de largo por 8 de ancho, uno de cuyos lados trasversales va ador­ nado del mismo modo que el cuello, al paso que el otro va cosido entre las dos telas una t ir i ta de nansuc de 4 centímetros de ancho. Se juntan los lados largos de 1 . Vestido de baile. esta pieza, y se dobla el pu­ ño hácia dentro, á 2 centí­ metros de distancia de la tira. Núms. 4 y 5. Se ejecutan del mismo modo que los an­ teriores. Cenefa para toallas. N ú m . 6 . Se borda esta cenefa al punto de cruz con hilo azul ó encarnado sobre cañama­ zo, que se coloca sobre la toalla, y cuyos hilos se sacan después de hecho el bor­ dado. P a ñ u e l o s para señoras . N ú m s . 7 á 10. Núm. 7. De batista blan­ ca, guarnecido de una cene­ fa ú orla de raso de algodón labrado sobre fondo azul os­ curo. Núm. 8. E l contorno del pañuelo va adornado de una cenefa de co lores vivos, festoneada con algodón de color. Núm. 9, De linón, guar­ necido de una tira de fular azul oscuro con lunares de varios colores. E l contorno de la tira va festoneado con seda encarnada. Núm. 10. De batista con un dobladillo ancho y una cenefa ú orla de fular géne­ ro cachemir. Cortina.?Núms. 11 y 12. Esta cortina se compone de tres tiras de cañamazo fino ó lienzo crudo, grueso, y dos tiras de lienzo de lis­ tas , formando enrejado. Es­ tas últimas van adornadas con un bordado al punto de zurcido, hecho con seda floja de color (véase el dibujo 12). Los contornos de los arabes­ cos van trazados con seda crema, y la parte interior, con seda de color. Para ha­ cer las flores se toma seda color de rosa de dos matices. E l cáliz va hecho con seda amarilla, y la parte interior, que tiene la forma ovalada, se ejecuta con seda azul. Para los tallos se emplea seda verde reseda. Las fran­ jas en línea recta van hechas con seda color crema, mar- ron , color de oro y azul. La costura de unión de cada franja va hecha por medio de puntos de cruz flojos. E l borde inferior de la cortina va adornado con una tira bordada del mismo modo y terminada por otra tira bor­ dada, pero estrecha, sobre la cual se fijan unas borlitas de seda de varios colores. M u ñ e c a vestida de largo. N ú m . 13. Para la explicación y pa­ trones, véase el núm. I V , fi- 362 jL/A y V I o D A j ^ L E G A N T E j j p E Í ^ I Ó D I C O DS LAS j p A M I L I A S , ????r~ ? 2 ?Cuello de cañamazo. jammmammnmttmmaaaBammw : B U S B B B B ¡a BBQ ? BL 0 ? B BB a B B B B QGB BB a SI ? BO B B BBB ¡ . B B B B B B BB BB B B B BBEB B : B B B B B 3 3 IDD H B IBNBBB B B B B B BB BB BiSB H BH B BDBB BB IB B B B B B B B B QBUBH BB . SEJB BB B BB BBL ? B B B B B ? a ? :BB ! B ? BB iH a y a ? ? ? ? ? ? i ??nni-« ?i a B B B B O B B B S B B B B D B a a Q B B B BB B QB B B B B B S ? BB B B O ? ? ? B B B ? ? ? ? ~ ? BB B ? JBQ a ? ; Q ?BBBBB ? B B B B a ¡aa ? 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Para la explicación y patrones, véase el núm. I I , figs. 7 á 10 de la H o j a-Suple­ mento. T r a j e s de baile para n iñas de 6 á 11 años. N ú m s . 22 á 25. Para las explicacio­ nes y patrones, véan- m i I f c -? » 1 mm 11.?Cortina. ' F¿aifi «Z dibujo 12.) se los núms. I I I y X I I I , figs. 11 á 15 y 49 á 56 y demás del verso de la Hoja-Su­ plemento. F i c h ú ' para señor i tas de 14 á 16 años . Núm. 26. Véase 1 a explica­ ción en el verso de la IToj a-Sitplemenio. «>.? Puño correspondiente al cuello n ú m e r o 4. Dos vestidos forma princesa. N ú m s . 27 y 28. Para la explicación y patrones, véase el núm. I , figs. 1 á 6, y el verso de la Hoja- Suplemento. Dos sombreros de vestir. N ú m s . 29 y 30. Núm. 29. Sombre­ ro para salir en car­ ruaje. Este modelo es de raso negro. La m m m 41.?Cuello de cañamazo. Í S . ? M u ñ e c a vestida de largo. [Eorplic. y pnt., vúm. I V , figs. 16 á 19 de la Hoja-Suplemento.) 8 y l O . ? P a ñ u e l o s para señoras. ^ y 8 ?Pañuelos para señoras. guras 16 á 19 de la H o j a - Suplemento al presente n ú - mero. M u ñ e c a en traje de paseo. N ú m . 14. Para la ex­ plicación y pa­ trones, véase el núm. V , fi­ guras 20 á 28 de l a H o j a - Suplemento. Muñeca en traje de convite, N ú m . 15. Para la ex­ plicación y pa­ trones , véase el núm. X I V , figuras 57 á 67 de la H o j a - Siiplemento. Abrigo para niñas d e 4 á 6 a ñ o s . N ú m . 16. Véase la ex­ plicación en el verso de la H o j a- Suple­ mento. Paleto para niños de 6 á 8 años. N ú m . 17. Para la ex­ plicación y pa­ trones , véase el núm. X I I , figuras 43 á 48 de la H o j a - Suplemento. Bordado de la cortina. {Véase el dibujo 11.) copa forma pliegues grue­ sos que se pro­ longan sobre el ala, sobre el borde, y for­ man asimismo el forro. Una banda de fu­ lar , de un co­ lor claro, la co­ rona, y forma dos b r idas , que se anudan en el costado. U n a p luma larga sombrea­ da comple ta los adornos. Número 30. Sombrero de ra so negro, con copa lisa. Va adornado de un lazo de la misma tela, suje to en el costado con una hebilla de acero. Un gru­ po de plumas colordenaran- j a y granate adorna el de­ l an t e ro y el otro lado. Confección de raso adornada de encaje. Núm. 31. Este mode­ lo es de raso negro, y va adornado de encaje tam­ bién negro; su forma es muy ^ V l o D A p Í L E G A ^ T E ^ j ^ E H I Ó D I C O DE LAS p A M I L I A S , 363 larga, y va abierto por delante bajo dos guarniciones de encaje, que ribetean el Vorde inferior en forma de dos volantes fruncidos. En el pecho, lazo grande de raso, por encima del cual se hacen várias hileras de fruncidos, que suben hasta el escote, el cual va guarnecido con un voluminoso r i ­ zado de encaje , cuyo rizado se reproduce I I ? Hermana de la Caridad. Carlota compartía con ellos cuanto la desahogada posición de sus padres la brindaba. Ella era el con­ suelo, el amparo de los desvalidos, que la bendecían y adoraban. Y sin embargo, Car­ lota era fea ; pero tenía la belleza más real y verdadera que existe , y la única que n i el tiempo ni los rigores del destino pue­ den destruir. Hay ocasiones que ese her- ?M -4.?Muñeca en traje de paseo. [JExplic, y pat., núm. V, figs. 20 d 28 de la Hoja- . Suplemento.) 16.?Abrigo para niñas de 4 á 6 años. {Explic. en el -verso de la Hoja- Suplemento. ) 11.?Paleto para niños de 6 á 8 años. {Explic, y pat. , núm. X I I , figs. 4.3 á 48 de la Hoja-Suplemento.) 18.?Vestido para niñas de 5 á 7 años. {Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento.) 15.?Muñeca en traje de convite. {Explic. y pat., núm. X I V , figs. 57 d 67 de la Hoja-Suplemento.) en las mangas ahuecadas y sujetas en su extremidad con tres hileras de fruncidos. Vestidos para señoras y señori tas , N ú m s . 32 á 35. Véase la explicación de estos vestidos en el recto de la Hoja-Sup lemento. Vestido de cachemir de la India verde bronce. N ú m . 36. Para la explicación y patrones, véase el núm. X I , figu­ ras 35ab á 42 de la Hoja-Suplemento. que experimenta todo aquel que hace el bien, de todos aquellos que, prodigando consuelo al desesperado y satis­ faciendo el hambre del mendigo, cumplen con los divinos preceptos del cristianismo. Yo conocí una joven que tenía un verdadero placer, un fanatismo por hacer limosnas. Su mayor felicidad se cifraba en socorrer al desvalido. Carlota abrigaba el presentimiento de que si cada sába­ do no ofrecía por sus manos un plato de sopas á un pobre anciano ó á un hambriento niño, le había de sobrevenir al­ guna desgracia. Muchas veces la sorprendí en el comedor de su casa, rodeada de una de esas desdichadas familias que desgarran el alma del transeúnte, haciendo las veces de moso sentimiento se anida en los corazones más perversos, en los pechos más insensibles, en los cuales sólo halla ca­ bida la depravación y el vicio, y otros en que, por un raro fenómeno de la naturaleza, se desarrolla en los más tiernos niños. Nunca olvidaré, jamas podré borrar de mi mente un he­ cho que presencié en una fresca tarde de otoño, al pasar por una concurrida calle de esta capital, por la que transi­ taba también una señora que llevaba de la mano una niña que apénas podía contar cuatro abriles, y cuya preciosa ca­ rita llamó mi atención. Su cútis nacarado, sus mejillas ligeramente sonrosadas y IB .?Vest ido para niñas de 3 á 5 años. Espalda (Explicación en el verso de la Hoja-Suplemento.) L A C A R I D A D . ¿Cuál es el sentimiento que más embellece a la mujer? ¿Cuál el que la asemeja á los án­ geles, el que la hace más perfecta á los ojos de Dios? La caridad. La mujer caritativa es una divinidad, aunque en los rasgos de su fisonomía haya irregularidad de perfecciones: en el momento que ejerce un acto de caridad pura y cristiana, aparece embellecida por un reflejo celeste y se hace simpática á los seres dotados de noble corazón é impulsos genero­ sos ; y si es hermosa, ¡ cuán encantadora apa­ rece ! En sus pupilas brilla la dulce emoción 2 1.?Bata para homLres. {Explic. ypa t , , núm. I I , figs. 7 á iO de la Hoja-Suplemento.) 5SO.?Vestido para niñas de 3 á 5 años. Delantero. {Explicación en el verso de la Hoja-Suplemento.) sus dorados cabellos hicieron que yo la com­ parase á uno de esos tenues celajes de nieve y rosa que á veces he contemplado en el cielo al amanecer de un bello día. Vestía de blanco, y el sombrerito y demás prendas que la adornaban eran azules, lo cual daba mayor realce á su belleza. Una compacta muchedumbre invadía las aceras y el arroyo; mi l objetos curiosos y artísticamente coloca­ dos lucían en los escaparates de las tiendas. La niña, á quien yo seguía de cerca, se fija­ ba, con esa volubilidad infantil , ya en uno; ya en otro escaparate ; . pero de pronto su in­ teligente rostro tomó una dulce expresión de tristeza infinita, y alargando su manecita, d i - j ^ A ^ V I O D A ^ L E G A i i T E , j P E f i . I Ó D I C O D E L A S J ^ A M I L I A S fe * * ?Traje de baile para niñas Z 3 ?Traje de baile para niñas de 8 á 10 años. ? (Explic. y pa- de 6 á 8 años. trones, núm. 111, figs. 11 á 15 (Explic. en el verso de la Hoja- dé la Hoja-Suplemento.) Suplemento.) jo con voz alterada y que áun resuena en mis oidos las siguientes pa­ labras : «?Mamá, dame un cuarto para aquel po- brecito», y señalaba un mendigo ciego que se aproximaba á ella. La señora, conmovida, como yo lo estaba, dió una pieza de dos cuartos á su linda hija, que con pura alegría la depositó graciosamente en la ca­ llosa mano del mendigo. En el mismo momen­ to una elegante señora pasó junto aquel intere­ sante grupo, y volvió la cabeza haciendo un ges­ to de enfado y recogien­ do con orgullo la cola de su crujiente traje de se­ da. La tierna criatura la siguió con sus ojos cari­ ñosos , y volviéndose á su madre, le dijo á me­ dia voz : «Mamá, ¿por qué esa señora tan rica no le da nada al pobre- cito ciego? ? Hija mia, contestóla su madre, en el mundo no todos somos iguales», y continuó su paseo, alejando de mí aquel la preciosa niña. ¿ Cómo en medio de tan­ tos atractivos que podían h a l a g a r sus inocentes ojos, en aquel corazón tan tierno sobresalía el amor al necesitado? Yo dirigí una última mirada á la criatura, que, á pe­ sar mío, había hecho hu­ medecer mis ojos, y pe­ dí á Dios que bendijera á aquel ángel, que en la más corta edad desarro­ llaba en su alma el gér- men del más noble, del más puro de los senti­ mientos que puede abri­ gar el corazón humano. 2H.?Pich i i para señoritas de 14 á 16 años. {Explic. en el verso de la Hoja-Suplemento.) ?Traje de baile para niñas de 9 á I I años. {Explic. y pat , núm. X l l l . f i g s . 49 á 66 de la Hoja-Suplememo. i ÍI|I:Í ::;:¡ÍLÍ;Í ! i l i i! AMÉRICA. Barcelona, 1880. V I A J E I M A G I N A R I O . Yo había oído decir á más de cuatro que los viajes ilustran. Y decidí ilustrarme; esto es, me propuse vía- jar. Todo lo preparé inme­ diatamente para realizar mi deseo. Una voluntad decidi- 1 21» .?Vestido princesa de raso gris con peto movible de brocado color de rosa.?(.arpKc. en el verso de la Hoja-Suplemento.) 2 8.-Vestido princesa de raso negro con potomovible.?(ffrpí/c. y oaíronej, nurn. I , figs. 1 <* « de la Hoja-Suplemento.) 25. ? Traje de baile para niñas de 7 á 9 años. (Explic. en el verso de la Hoja- Suplemento.) da, un ánimo esforzado, una prematura constan­ cia para vencer todo gé­ nero de dificultades, un abrigo de pieles para pre­ servarme del frío, una sombrilla para evitar el calor, un saco de noche, una cartera y un lápiz para grabar mis impre­ siones, entretenidas lec­ turas para no fastidiar­ me en las largas trave­ sías, etc., etc. Todo se hallaba dis­ puesto , todo, y sin em­ bargo , al primer paso que intenté dar, el pri­ mer obstáculo, por des­ gracia invencible, sur­ gió también ante mí, en forma de un empleado de la línea férrea, que me exigía el importe de mí billete. Y era la verdad, que con las prisas habíaseme olvidado preparar di­ nero. i Oh instabilidad de las cosas humanas! Por un miserable pu­ ñado de oro todos mis proyectos de ilustración iban á caer por tierra, to­ das mis esperanzas iban á desvanecerse. Mi vo­ luntad era nula; mi va­ lor inútil ; mi abrigo de píeles carecería de obje­ to ; mí cartera y mi lápiz permanecerían in statu quo; mí gloria póstuma no exístíria ; mi patria se privaba de un segundo Livíngstone, y á Julio Verne se le escapaban, como por encanto, ua héroe y un asunto para un nuevo libro. ¡ Pero no! Decidido á viajar, juzgué una co­ bardía rendirme ante el p r i m e r contratiempo : &/ Au r r e r á !» , clamé con voz potente, y ce ¡ adelan- ¡ t eb , repitieron los vien- | tos en torno mío, como I si el destino multiplicase f su voz para animarme á I emprender el colosal pro- i yecto. ¡Ah, vosotros, los Mes- serscbmidt, los Tobbert, los Mungo-Park y ^ Stanley, qué pequeños me p a r e c i s t e i s desde aquel instante! T ú , insigne Klaproth, solamente eras para mi I un pigmeo. JJA JAOÜR. ^ L E G A H T E , p E H I Ó D I C O D E L A S J p A M J U A S , 365 i i Í B . ? S o m b r e r o para salir en carruaje. 3 1.?Confección de raso adornada de encaje. 30,?Sombrero de raso negro ? M i 32.?Vest ido de lanilla labrada y raso maravilloso. (Ezplic. en el recto de ¡a Hoja- Suplemento ) 33.?Vestido de vigoña. (Explic. en el recto de la Hoja- ?Suplemento.) 34.?Visita corta de paño. {Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) 35.?Vestido de paño. (Explic. en el recto de la Hoja- Suplemento. ) 36.?Vestido de cachemir de la India verde bronce. {ExpHc. y pat., m'cm. X I , figs. 35,B á i i dé la Hoja-Suplemento.) 366 jL- £.?lUnconera . Lisa por abajo y r i ­ beteada de un dobla­ dillo. Por delante va guarnecida de un ta­ bleado festoneado y de UQ entredós bordado. Mangas largas y bolsillos adornados del mis­ mo modo. Sombrero de felpa blanca. N ú m . Ib . Este elegante sombrero va forrado de felpa color de nútria, y guarnecido de un enrejado de azabache y f elpilla. Por encima, pluma amazona blanca; y en torno del ala , plumas cortas rizadas. Traje de calle. N ú m s . 17 y 18. Este t ra je corto es de f a- ya y raso co­ lor de nútria, y va adornado de cordonci­ llos de oro an­ tiguo. Fa lda con tableado escoces, ribe­ teado de un b ies de raso color de nú- tria, sobre el 4.?Zócalo chino. 3.?Pié de estatua. 5,^-Abanico japones cual van puestos 5 cordoncillos de oro. En el delantero de la falda se ponen 3 ban­ das plegadas, 2 de faya y una de raso, cuyas bandas van su­ jetas en el lado dere­ cho con lazos flotan­ tes de cinta de raso. Corpiño largo, guar­ necido de un cuello grande forma Regen­ cia, y adornos y bol­ sillos de raso. Todo el traje va guarneci­ do de 5 cordoncillos de oro sobre bieses de raso. La aldeta del corpiño va terminada, por detras, en unos plegados de raso en forma de abanico. Peinado para señora joven. N ú m . 19. Se separan los cabellos de una á otra oreja. Con los cabellos de detras se forma un lazo, que se fi­ ja en lo alto de la cabeza. Se separan los cabellos de de­ lante haciendo la raya á un lado y se pone sobre el lazo de detras un eres- pon á la Valois, después de lo cual se peinan los ca­ bellos de delante hácia atrás para cubrir el crespón, y se les fija sobre el lazo. Cuando el peinado se halla concluido, se po­ nen varios bucles largos, que se su­ jetan con una pei­ neta. Los cabellos cortos de delante van ondulados. i V l \ ; \ \ \ J'l > O V x \ % J 1 'i.?Termómetro-relojeia. 6.?Keloj japonés. m r / K í 3.?Papelera con acerico. 9.? Plegadera japonesa. 8.?Pantalla japonesa ®.?Caja para bizcochos ?11.?Einconera de tres cuerpos. P | i l f i M '?O.?Registro. JVIODA j^LEGANTE^ pERIÓDICO DE LAS p A M I L I A S . 387 Peinado para señoritas .?Núm. 2 0 . - Se separan los cabellos de una á otra oreja. Se anuda el cabello de detras y se añade un ramal, que se trenza al mismo tiempo que el cabello na­ tural , y que se dispone en forma de coca larga, que cae sobre la espalda ; después de lo cual se pasa por los cabellos anudados un alfiler con bo­ las. Los cabellos de delante, ondulados, van peinados hácia atrás y fijados sobre los de detras en la forma que indica el dibujo. Los cabellos cortos que caen sobre la frente van ensortijados. m m U l H i Sombrero de felpa.?Núm. 2 1 . Este sombrero es de forma de capota, y va he­ cho de tul fuerte y cubierto de felpa color de nú- tria. El borde de delante forma una diadema re­ cortada en medio por delante, como indica el di­ bujo, y cubierto también de felpa color de nú- tria. Una bauda de surah color de nutria, de 2 metros de largo por 24 centímetros de ancho, plegada y adornada en uno de sus lados de una tira de damasco color de oro antiguo, de 8 cen­ tímetros de ancho, va fijada por delante sobre f B . ? Sombrero de felpa blanca l * . ? M a t i n é e de suroh i 5.?Jlatinée de franela. iiÍM]'lí.| | | i | ^ i f ! , : , ^ ! ''S W i i i l i i 1 T?Traje de calle. Delantero. 18.- Traje de calle. Espalda. 23.?Adorno de flores para corpinos 84,?Adorno de flores para vestidos 8 I.?Sombrero de felpa. ?O.?Peinado para señoritas 8»,?Sombrero de terciopelo 1».?Peinado para señora jóven l » . ? S o m b r e r o para teatro ó visita mm i m ? 86.?Traje de baile ó recepción. 8 S.?Traje para teatro ó recepción. 8 7.?Traje de baile. 390 D E L A S f A M I L I A S . la copa con un escarabajo de oro. Los bordes de la banda van fijados en los lados de la copa y de la diadema, y des­ pués terminan formando bridas. Sombrero de t erc iope lo .?Núm. 22. El casco es de tul fuerte. El ala tiene por delante 9 cen­ tímetros, y por detras 5 centímetros de ancho. Su contorno, así como el centro, va ribeteado de un alambre. El casco va luego cubierto de terciopelo negro. La parte interior del ala va forrada también de terciopelo. Una banda de surah escocés, tejido de oro, de 18 centímetros de ancho, rodea la copa y forma un lazo en el lado izquierdo. Las extremi­ dades de la banda van fijadas bajo el ala con arreglo á las indicaciones del dibujo. Adorno de flores para corpinos.?Núm. 23. Se compone de hojas de raso y felpa color aceituna, mez­ cladas de ílorecillas que tienen la forma de campanillas. Unos cascabeles, cubiertos de seda color de malva, con cá­ liz de terciopelo verde, forman estas campanillas, que se fijan sobre un cordón de seda. Adorno de flores p a r a vestidos. ? N ú m . 24. Se compone de rosas, miosótis, hojas oscuras y hierbe- cillas. Los tallos van rt)deados de felpilla. Sombrero para teatro ó visita. ? N ú m . 25. Este sombrero es de felpa negra, y va adornado de aza­ bache en el borde, y cargado de plumas cortas rizadas. Traje de baile ó recepción.? N ú m . 26. Es de raso de color de rosa, y va guarnecido de encaje blanco, llamado punto de Alenfon. Ocho volantes, todos de raso, guarnecidos de encaje, y tres bandas cruzadas, dos de ellas reunidas con una abrazadera de raso encarnado y color de rosa, y la tercera, que sale de la cintura y baja al sesgo, adornan el delantero del vestido. Corpiño escotado en cuadro, con punta larga, guarnecida de un vivo encar­ nado y rodeada de encaje. En el pecho, una especie de peto de raso con pliegues aplastados formando ángulo. Hombre­ ras de encaje y torzal de raso encarnado y color de rosa. Ramo de flores en el pecho, y lazo en el hombro. Mangas cortas de encaje. Cola plegada y guarnecida de encaje, la cual descansa sobre unos volantes anchos de raso. Traje de baile. ?Núm. 27. Vestido de faya azul celeste, brocado color crema y en­ caje de oro bordado de felpilla azul. La espalda del corpi­ ño, que es de forma princesa, se continúa formando cola redonda, adornada con un ancho volante, que forma cabe­ za. Eáta cola cae sobre dos encajes de oro, entre los cuales va un volante azul. Delantero de brocado crema, guarneci­ do en su parte inferior y atravesado en medio con dos hi­ leras de encaje de oro. E l marco de este delantal es un en­ caje formando conchas. Corpiño escotado. El delantero ó peto es de brocado color crema. Guarnición, en el escote, de faya azul y encaje. Maneras cortas guarnecidas de encaje. Guirnalda de flores en el lado izquierdo, compuesta de ro­ sas encarnadas y rosas de su color. Las mismas flores en los cabellos. Guantes de Sajonia color crema, sin botones. Traje para teatro ó recepción.? N ú m . 28. Este traje es de raso brochado sobre fondo azul muy claro, faya del mismo color y felpa color de aceituna tam­ bién claro. El corpiño, abierto en cuadro, va adornado de un cuello Médicis y una gola de encaje. El corpiño va abro­ chado á un lado, y se abre desde la cintura por delante y por detras. Los faldones, formados por estas aberturas, van forrados de felpa y recogidos como indica el dibujo, for­ mando un bolsillo, que se adorna con una borla y un ramo de flores. La falda, que es de faya lisa, va bullonada desde la cintura hasta una cuarta parte de su altura, y plegada hasta abajo. Una banda de felpa, que sale del lado izquier­ do, por debajo del faldón del corpiño, va á fijarse eon un lazo voluminoso sobre la cola, que es lisa y muy larga. E L F I G L E D E DON C O S M E . (Conclus ión, ) Un individuo lleva una levita, pongamos por caso, vieja y sucia, y el mundo, que sólo ve con su miope vista la su­ perficie de las cosas, dice : ce/ Qué dejado es Fulano! siem­ pre lleva la misma levita; podia ponerse una nueva.D ¡Mundo ignorante! Ese individuo, que no tiene por qué COTÍ placerte á t í , y sí á él, es menos veleidoso que tú, que de él te ocupas. ¿ Sabes por qué no la desecha? Porque esa levita es un mundo de recuerdos para el que la lleva;. por­ que es un amigo que ha acabado por plegarse á todos sus gustos, á todas sus necesidades, y dejarle por otro sería lo mismo que abandonar una cosa cuya utilidad ya conoce­ mos, por otra que no sabemos si nos será útil. A l cabo de cierto tiempo, todo lo que nos rodea ó tiene con nosotros algún roce directo acaba por hacérsenos sim­ pático é imprescindible; no es de extrañar, por consiguien­ te, el dolor de D. Cosme al separarse de su adorado figle. Tal vez alguno se sonría incrédulamente y exclame : ((¡Llo­ rar por tan poca cosa!» Ese seguramente pertenece al nú­ mero de los miopes. Decíamos, y perdónesenos la digresión, que D. Cosme había limpiado con su pañuelo las lágrimas que vertiera sobre el amigo de su infancia; después se había sentado delante de él , y murmuraba estas ó parecidas palabras miéntras que su mano seguía acariciándole. ? ¡ Te voy á abandonar! ¡ La necesidad me obliga, y tal vez no te vuelva á ver! ¡ Separarme de tí, de tí, que has sido mi más fiel amigo, mi inseparable compañero! ¡De t í , que has endulzado las eternas horas de mi soledad! ¡ Oh! ¡ Esto es horrible! ¡ Si existe en tí algo sobrenatural que te baga comprender mi dolor, sálvame, sácame de esta do- lorosa agonía! A l acabar de decir estas palabras, la luz de un relámpa­ go iluminó la estancia y el trozo de tejado que delante de la ventana había, y á su luz parecióle á D. Cosme ver una sombra que había pasado por delante de ella. Dejó su ins­ trumento en el suelo, recostado contra la mesa, y se aso­ mó, creyendo fuese una alucinación de sus sentidos; pero en el mismo instante estalló un terrible ,trueno, crujieron los cristales como si les hubieran dado un terrible puñeta­ zo, abrióse la ventana, y no pudo el aterrado D. Cosme ver más, pues la luz se había apagado con el aire. Sólo sintió como si anduviera alguno por la habitación , y hasta le pa­ reció oir un pequeño golpe dado al figle, y después un tre­ mendo portazo, que él achacó al aire que por la ventana había entrado. Más de una hora tardó en reponerse del susto el buen D. Cosme; al fin pudo encender la vela, y á su luz vió el destrozo hecho en los dos hasta entónces incólumes crista­ les ; el resto de la habitación estaba en el mismo órden que ántes, incluso el instrumento. Acabóse, pues, de tranquili­ zar, y echó toda la culpa al furioso vendaval, que, libre de obstáculos, entraba ahora por la ventana como Pedro por su casa. Don Cosme se rebujó en la silla, y bajo el peso de tantas emociones quedó dormido. A l día siguiente, á las ocho de la mañana, bajaba don Cosme las escaleras de su palomar con un objeto debajo del brazo ; iba á empeñar el figle. Con el valor de un héroe, ni había querido tocar en él pieza alguna para despedida, pensando que esto renovaría su dolor. En el piso principal se dió de manos á boca con un hom­ bre que subía; el hombre le alargó la mano ; entónces don Cosme le miró á la cara, y el corazón le dió un vuelco ; era su antiguo socio el Clarinete, que, cual un ángel salvador, venía á proponer al músico se uniese á él , porque habia salido mal en sus empresas, para volver á ser murguistas, empezando por aquella mañana, en la que harían ün buen negocio á causa de verificarse un bautizo de gente alegre, que quería á toda costa solemnizarlo bailando y bebiendo mostagán. Aceptó D. Cosme, y dió gracias al clarinete por haberse acordado de su humilde persona; y después de convenir en que dentro de media hora se reunirían, subió á su buhardilla más alegre que unas castañuelas. ¡Qué transiciones tan brus­ cas tiene la suerte! Tentaciones tuvo nuestro músico de empezar á tocar en medio de la escalera: tal era su alegría ; contúvose á duras penas, y subió á su cuarto. Una vez dentro de él, quitóse el sombrero, destapó el figle y le dió un estrecho abrazo, como se da á u n a persona á quien creíamos perdida para siempre; después arrellanóse en su silla y se dispuso á ensayar; lle­ vóse el instrumento á la boca, sopló y palideció de una manera horrorosa ; el instrumento no produjo sonido algu­ no. Recobróse D. Cosme, y pensó que habría tomado mal la embocadura; llevóselo de nuevo á los labios, sopló más fuerte, y nada; el picaro figle, callado como un muerto. Don Cosme examinó las llaves y el registro; todo estaba en su natural estado ; entónces, ya completamente aturdido, creyó que algún ángel malo se mezclaba en sus asuntos, y profirió una maldición, después de lo cual, y como el que lo arriesga todo á una carta, 'aspiró una inmensa bocanada de aire y sopló con una fuerza capaz de hacer estremecer el edificio. El figle, á impulsos de aquel vendaval descono­ cido, produjo una extraña nota, y arrojó por su ancha boca un lío de papel del tamaño de ella. Admiróse D. Cosme; dejó el instrumento sobre la mesa, y se bajó para examinar lo que, á su parecer, era causa del mutismo que tanto le ha­ bia asustado. Abrió el paquete, y al ver su contenido, cayó desmayado sobre el duro suelo, miéntras que de su mano se escapaba una cantidad fabulosa en billetes de banco. I I I . A l día siguiente se mudó D. Cosme á una modesta, pero al ménos habitable casa. Como el lector comprenderá, habia aceptado todo aquel dinero sin escrúpulo de ningún género, después de haber anunciado su hallazgo, creyendo ¡ pobre D. Cosme! que era un presente que á su constancia habia hecho su adorado figle. Nosotros, mejor enterados, referirémos á nuestros lecto­ res la procedencia de los billetes. La noche en que D. Cosme experimentó un terror cual nunca lo habia sentido, al oir abrirse estrepitosamente la ventana, habia sido robado y asesinado en una callejuela cercana un caballero, portador de una fuerte suma, cuya persona no pudo identificarse; el ladrón, perseguido de cerca por la policía, se refugió en la casa contigua á la de D. Cosme, y por una buhardilla salió al tejado y llegó hasta la ventana del chiribitil de éste. Esta era la sombra que él habia visto pasar. E l asesino, atemorizado, y queriendo ocul­ tar el cuerpo del delito, empujó violentamente la ventana y penetró en la habitación, que el aire habia dejado sumi­ da en las tinieblas ; tropezó con el figle, y haciendo un re­ bujo con los valores, lo sepultó dentro del enorme instru­ mento, escapándose después por la puerta. Ya se creía en salvo, después de correr por várias calles, cuando se encontró con una patrulla; hizo resistencia á la fuerza ai-mada, y recibió un balazo, que le privó instantá­ neamente de la vida. I V . Don Cosme, con aquella fuerte suma, desempeñó todos sus objetos; sacó de la miseria á sus antiguos socios el Clarinete y el Cornetín, y andando el tiempo, fundó una casa-asilo para los murguistas sin trabajo. En cuanto á su figle, vivió siempre con é l ; y cuando al­ guno le preguntaba acerca de su presente prosperidad, res­ pondía, mirando al reluciente instrumento : ? La constancia y la resignación son los dos únicos pel­ daños de una peligrosísima escala llamada adversidad, al cabo de la cual se encuentra la dicha. A. DEL P. E L L L A N T O D E L H U É R F A N O . A M I MADRE, Si existen dolores que desgarran el alma, que hacen bro­ tar al corazón llanto de sangre, la muerte de una madre es uno de esos dolores. Cuando al echar una rápida ojeada sobre lo pasado, y al compararlo con lo presente, inunda nuestra frente un sudor copioso, lanza el alma suspiros angustiosos, y un rio de lá­ grimas inunda nuestras mejillas. ¿Cómo olvidar nunca cuando, inocentes pequeñuelos, velaba nuestra madre cariñosa el sueño de la inocencia? Nunca. Hay recuerdos que, por más que abrasen nuestro pecho, se conservan; hay dolores que, por más que el alma se sienta débil para resistirlos, el pecho los conserva, el alma los resiste. El único lenitivo de ese dolor, el único consuelo de esa tristeza, es la oración que nuestros labios pronuncian; ora­ ción que nos enseñára ese sér querido al dormirnos en su regazo. Cuando nuestra razón áun no se ha desarrollado ; cuando nuestros labios no aciertan á pronunciar palabra alguna, ya nuestra mirada se fija amorosa en ese sér querido que se llama madre ; nuestra boca sonríe á sola su presencia, y nuestras tiernas manecitas se extienden hácia su rostro para acariciarlo. La sonrisa de una madre en uno de estos momentos su­ premos de felicidad para ella se asemeja á la sonrisa d iv i ­ na de los ángeles del Señor. Nuestros débiles piés áun no pueden sostener nuestro delicado cuerpo, y ya la madre cariñosa nos lleva al pié de los altares para adorar á María, y ella reza doblemente, por sí y por el pequeñuelo inocente, que sus labios no pueden murmurar la oración. Y las noches enteras las pasa al pié de la cuna, velando el sueño de su hijo, como los ángeles velaban el sueño de Jesús. Cae enfermo, por desgracia, el hijo de su corazón, y ya sus labios murmuran una promesa al Eterno, y ansiosa si­ gue paso á paso el trascurso de la enfermedad ; inútil es que la invitéis al descanso, porque os dice, con la sonrisa en los labios, aunque con el corazón desgarrado por el dolor, que no necesita el descaneo. Y la ansiedad no se aparta de su corazón, ni las lágrimas de sus ojos, ni las plegarias de su mente, como su cuerpo no se separa del lecho del dolor donde su hijo sufre. ¿ Qué amor se puede comparar con el amor de la madre ? Ninguno. Y crece su hijo, robustecido por sus cuidados; el corazón lo ha hecho su madre, porque le ha enseñado las prácticas de la moral, porque ha consagrado todo su cuidado en que su hijo aprenda las sublimes máximas de la religión ca­ tólica. Y enseña á su hijo la oración, y al ver el pobre y el en­ fermo extender hácia ella su mano en demanda de un so­ corro, pone en la mano de su hijo la moneda con que ha de ayudar á aliviar la aflicción del menesteroso. Y alza los ojos al cielo, y ve sonreírse á María, llena de satisfacción al ver á su pequeño hijo practicar la celestial máxima de la caridad cristiana. ¿Con qué podrémos pagar los desvelos de una madre? Con un amor sin tasa, con un amor sincero. ¿ Con qué pagarémos á nuestras madrfes sus asiduos cui­ dados, su entrañable amor? Con nada en el mundo. Y pasan los días, y los meses, y los años, y el niño ade­ lanta rápidamente, llenando de júbilo el corazón maternal; pero llega un momento en que esta alegría termina, este placer se extingue, y el dolor se sucede á la alegría, como los dulces encantos de la primavera se retiran para dar paso al frío hielo del invierno; como las hojas de los árboles, verdes y frescas en verano, se marchitan (en el invierno) al frío soplo del venidero otoño. Llega un momento en que ha de verificarse una separa­ ción eterna : las leyes de la mortalidad tienen que cum­ plirse. ¡ Cuánta angustia no siente una madre al tener que sepa­ rarse para siempre del hijo de sus entrañas! Pero en medio de ese dolor que le agobia; en medio de ese dolor que su alma destroza, le queda un consuelo, tiene una esperanza. . Antes que madre es cristiana, y su pecho abriga la con­ fianza de que hay una morada eterna, donde se recompensan las buenas obras, donde hay una corona para la mujer ca­ tólica. jLíA J V l o D A jpLEGA ]N:TE3 j P E Í ^ I Ó D I C O DE LAS ^ A M I L I A S . 391 No ignora que, tras ese tupido velo que se llama atmós- a, existe un cielo, donde reina un Dios que no desampa­ ra nunca al hijo de su corazón. Muere tranquila y resignada, y al estrechar con su hela- mano el cuerpo de su hijo, y al depositar en su frente el culo de despedida, muere tranquila, porque el Dios de s alturas protegerá al que deja huérfano en el mundo. Y le dice en sus últimos momentos : «Voy á dejarte, íro no para siempre; desde el cielo seguiré guiándote en peregrinación qne emprendes ; no olvides ni un momen- las sublimes máximas que grabadas dejo en el fondo de i corazón.» Y en el postrer suspiro, en el que exhala su alma, va en- uelto un poema de amor, un tesoro de cariño. Y las lágrimas no se secan de los ojos del que en el mudo queda, y el dolor no se aparta de su lacerado cora- on ; sólo le resta al infeliz huérfano depositar una corona una oración en la f ria tumba que encierra á los inanima- os restos de la que en el mundo llamó su madre. Pero no temas, pobre huérfano; el testamento de una mdre es sagrado ; las últimas palabras del que agoniza, uando su cuerpo va á quedar inerte y su alma va á volar los espacios infinitos, son solemnes; las últimas palabras e tu madre son sagradas : Dios velará por tí. Su mano ienhechora te ha de trazar el camino que debes seguir en ' piélago inmenso que se llama mundo. Si algún dia tus pasos se dirigen hacia un abismo, sin ue tus ojos, ciegos, vean el peligro que te espera, tu ma- re, desde el cielo, te tenderá una mano cariñosa, librán­ dote de una muerte segura. T ú , que entre tanto en el suelo quedas, que no se aparte IÍ un momento de tu mente la memoria sagrada de tu ma- Ire; si te ves en algún peligro en que zozobre tu alma, lámala con fervor, que ella, desde el cielo, escuchará tus oces, y, prosternada al pié del Eterno, orará por t í ; y no o dudes ni un momento : la plegaria de una madre tiene ilgo de divino, algo de irresistible; el Omnipotente escu­ chará su oración y tenderá hácia tí su mano bienhechora. Pobres y efímeros son los bienes que el mundo nos re- Dorta; ha de llegar un dia en que, así como tu madre aban- lonó la tierra, tú también la abandonarás ; pero no temas; diora, como en tu niñez, tu madre no se aparta ni un ins­ tante de tu lecho mortuorio ; mírala cómo sonríe de placer, ie dicha inmensa; ahora no os apartaréis ni un momento ú uno del lado del otro; los ángeles te esperan ; María te recibe con una sonrisa celestial; ¡ vuela, vuela, pobre huér­ fano, al lado de tu madre ! En el cielo ya no temas que te arranquen de los brazos de la que te diera el sér ; infinita, como la existencia de Dios, va á ser tu estancia en el cielo. Tu llanto, pobre huérfano, se ha enjugado ; Dios ha com- nrendido que sin tu madre eras pobre arista, arrojada de un "do á otro por fuerte vendaval, y generoso, ha querido onsolar tu pena. ¡ Felices los hijos que tienen en el cielo una madre que enjugue su triste llanto ! ¡ Dichosa mi l veces la religión católica, que en nuestras penas nos consuela! ANGEL GUERRERO. L A V I D A R E A L A P U N T E S P A R A U N L I B R O . X V . V a l e n t i n a á R o b e r t o . Madrid, Mayo de'1876. Ya estoy tranquila desde que por la tuya sé que Diego ha llegado sin novedad á tu lado : ya está en salvo nuestro pobre hermano : el dolor queda reducido á la mitad cuando hay un corazón amigo en quien depositarlo. ¿Qué te diré de Mariana? No lo sé : quisiera rehabilitarla á tus ojos, é ignoro de qué manera.... No sé qué escritora moderna, de clarísimo talen­ to, ha dicho ce que el talento vale lo 'mismo para las grandes que para las pequeñas cosas)), y tiene mucha razón : si yo pudiera poner á Mariana un poco de talento, el deplorable asunto doméstico que tanto nos aflige, quedaría salvado al instante. Con la suspicacia inherente á todas las cabezas vacías, n i un instante ha creído en tu dolencia, y esto le hace estar muy irritada con su marido, que ademas se ha llevado á su hija : no merinas, Roberto : á pesar de sus defectos, no podíamos ni Diego ni yo quitar sus dos hijos á esta pobre mujer : el carácter de madre es el más respetable de la tier­ ra, y no porque ella no sepa estimarle le hemos de degra­ dar nosotros. Sin embargo, á ser posible el que yo me arrepintiese de lo que hago, ya lo estaría ahora; en presencia del hijo que le hemos dejado, Mariana habla mal sin cesar de su mari­ do, publica sus faltas, y le llena de dicterios y de acusa­ ciones. Dice que va á marcharse á Sevilla á casa de una de sus tias, y que en su vida volverá á ver más á Diego; ya te pondré al corriente de lo que suceda, y entre tanto, más vale que ocultemos á nuestro pobre hermano el enojo de su mujer. Hablemos ahora de tí : tu última carta me ha dejado muy triste; de la amarga suerte que ha cabido á Diego sacas de­ ducciones desconsoladoras, y temes contraer el lazo conyu­ gal : dices que ansias áun más amar que ser amado, y lo creo muy bien, aconsejándote, porque lo creo, que no bus­ ques para compañera de tu vida una mujer prosaica, por­ que dejarás de amarla muy pronto, y eso por bella que fuese : el alimento del espíritu es tan preciso como el del cuerpo, y la Sagrada Escritura lo dice:?iVo vive el homhre sólo depan.?Sírvate el ejemplo de Diego, no para des­ alentarte , sino para buscar la dulce compañera del alma, que á él le hace tanta falta, y que no ha podido hallar en su mujer. No podría explicarte, hermano mío, lo poco estimables que me parecen los alardes que hacen hoy los hombres de pasarse muy bien sin la sociedad de la mujer : en Madrid hay casinos, ateneos y círculos donde, según dicen aquéllos, se hallan muy bien solos y sin echar de ménos para nada la dulce compañía femenina; pero en la culpa llevan el cas­ tigo, porque, como nosotras ciframos nuestra gloria mayor en inspirar amor verdadero, supone muy poco, á nuestro juicio, el que no hace caso de nosotras. N i la ciencia, ni la política, ni los negocios, ni áun el arte, valen una mirada que une á dos almas con un beso celestial, con el beso del amor. Estamos en una época, mi amado Roberto, que quizá no ha tenido semejante en lo ampuloso de la forma y en lo mezquino del fondo : con gran prosopopeya y elegancia se suelen cometer indignidades, y cuando hay que llamar á es­ tas indignidades con algún nombre, ninguno parece sobrado hermoso. Por esto, sin duda, se da el nombre de amor á la ambi­ ción de un rico dote, á la vanidad de enlazarse á una fami­ lia ilustre ó influyente, al apetito de los sentidos, al amor propio terco y brutal, que para conseguir á una mujer pasa ?sí no hay otro ? por el camino del matrimonio ; y , sin embargo , todas estas cosas, bautizadas con el dulce nom­ bre de amor, son las indignidades de que te he hablado. Léjos de desconfiar del amor, como dices, yo creo debes estar seguro de encontrarle, uniendo tu suerte á Cecilia. El amor, cuando entra en el alma, la ilumina como un rayo de sol alumbra el más oscuro calabozo : estoy segura, dedu­ ciéndolo de lo que tú mismo me escribes, de que al ver á esa jóven sientes un bienestar indecible , una alegría, una calma, una propensión á la benevolencia, una plenitud de todo tu sér que nunca has sentido, una alegría de vivir como nunca la has experimentado, un inmenso reconoci­ miento hácia Dios. Saluda al amor, Roberto : ha llegado á t í , y como el sol al calabozo, ha iluminado toda tu alma. Por más que la triste historia doméstica de nuestro her­ mano haya hecho nacer en tu alma desconfianzas nuevas, yo leo en el fondo de tu pensamiento : al laclo de Cecilia te hallas mejor que en los saraos que hasta ahora has frecuen­ tado : sientes su espíritu en armonía con el tuyo : si ella ó tú, leyendo en voz alta, halláis algún bello pensamiento, estoy cierta de que buscas sus ojos, como ella los tuyos; vuestros corazones palpitan al unísono en todo lo que es grande y profundo, y por eso te repito : «Saluda al amor, Roberto, porque amas y eres amado.» Torpeza notable es que los hombres equivoquen sus ca­ prichos y sus veleidades con el amor, y que luégo digan que el amor no existe. Sí tienen poco con el corazón para guiarse , deben acudir á la razón ; pero sólo después de ca­ sados es cuando comprenden que no es la belleza la que sostiene á la pasión ; acaso la hace nacer ; mas para alimen­ taria, se necesitan en la mujer cualidades de alma y de in­ teligencia que la eleven sobre la vulgaridad y que la hagan, ademas de amada, imprescindible al hombre. Por eso, mujeres de escasas dotes físicas han inspirado pasiones eternas, y otras muy hermosas han cansado en breve á los adoradores más ciegos. Si al mirar á Cecilia puedes de­ cirte que, aunque se vuelva fea, la preferirás á todas, entón- ces está seguro de que la amas para siempre. No, Roberto ; el amor, cuando es verdadero, no pasa co­ mo le ha sucedido á nuestro hermano : impresionable, como casi todos los hombres, crees verdades lo que es sólo vul­ garidad y error : lee la novela Sibila, y verás cómo su ilus­ tre autor, Octavio Feuillet, piensa como yo, puesto que dos personajes de su libro, el Duque y la Duquesa de Ferias, que tenían setenta y sesenta años respectivamente, se amaban como el dia de su unión, y se hallaban mutuamente jóve­ nes y hermosos, como el dia en que se conocieron. No me digas que renuncias al amor : la generación en que nos ha tocado nacer lo niega, ya lo sé, pero le busca siem­ pre sin saberlo; y cuando le halla, se adhiere á él con vio­ lencia, como á su faro de salvación, porque conoce que es la sola dicha positiva de la tierra, y que sin él, no merece la vida la pena de nacer y la fatiga de morir. Dicen que el amor no se siente lo mismo en todas las épocas de la vida, y que se apaga con los años: nunca lo he creído así : el aYnor es siempre el mismo ; confiado, es­ pontáneo en sus manifestaciones, noble porque es involun­ tario, é inconsciente de su grandeza y de su poder: en quien hay aptitud para el amor, el corazón no se enfria nunca : los desengaños de la vida le aduermen; pero la brasa bri­ lla entre la ceniza siempre que ésta se remueve. Pero cuando ya es una mujer á los ojos de un hombre una de tantas cosas de la vida ; cuando, aunque no sea la única, deja de ser la primera; cuando piensa, ántes que en ella, en los negocios , en la ambición, en la vanidad, y en todo lo demás que tan honda, y casi siempre tan inútilmen­ te, os preocupa, que le diga lealmente que no la quiere ya, y le dirá una gran verdad. Este es el caso de nuestro pobre Diego, y no será nun­ ca el tuyo, tratándose de Cecilia, porque Diego tomó por amor el simple deseo de los sentidos; la edad no apaga el amor en los corazones ardientes y generosos : conforme nos acerquemos á las comarcas celestiales, donde la luz es eterna, tú y yo, hermano mío , amaremos más , porque allí nos espera Dios, que es todo amor : en nuestra vejez, el amor se convertirá en caridad, y amaremos á los que su­ fren, á los pobres , á los desvalidos, á los que jamas se han sentado al espléndido banquete de la vida.?Valentina. MARÍA DEL PILAR SINUÉS. {Se con t inuará . ) ? - 3 ^ s a ® ^ - C i - » ? L A P R E C I O S A R I D I C U L A . (DE BOCACCIO.) Tenía Fresco de Chelático una sobrina, á quien daban todos el cariñoso nombre de Paquita. Noble, rica, con aire muy elegante y bonito rostro (aun­ que no era de esos angelicales, cuya sola vista nos traspor­ ta al cielo), hubiera podido hacerse amar de cuantos la ro­ deaban , á no haber oscurecido tan recomendables cualida­ des una vanidad y un orgullo desmedidos. Estaba tan exageradamente preciada de sí misma, que en ella era ya una costumbre criticar, rebajar y hasta despre­ ciar á cuantos hombres y mujeres conocia, no encontrando jamas en nada ni en nadie cosa alguna que le agradára, sin considerar no había en el mundo quien la superase en de­ fectos. N. Era desagradable , fastidiosa, impertineiate. y de un ge­ nio tan fuerte y caprichoso, que nunca se puño conseguir el hacer nada á su gusto. Su altivez hubiera ensacado, por lo exagerada, hasta en una princesa de la mismísflua sangre real de España ó de Francia. En la calle todo la molestaba, y cual si le causase repugnancia cuanto veía, no cesatm de torcer la boca y llevarse el pañuelo á las narices. En TÍII, era una preciosa ridicula en toda la extensión do la pay labra. Sucedió un dia que esta niña, cuyo retrato acabáis de ver, volvió á su casa al poco rato de haber salido, y yendo á sentarse al lado de su tío , prorumpió en exclamaciones de disgusto, acompañadas de vulgares, horrorosos y afec­ tados mohines, por lo que no pudo ménos de preguntarla aquél : ? ¿Qué significa esto, Paquita? ¿En dia tan magnífico y de tiesta dejas el paseo ? ? Te diré, tío mío , la razón ? contestó ella con el aire, los gestos y palabras más cargantes que os podéis imagi­ nar.? Siempre me han parecido muy desagradables y fas­ tidiosos los habitantes de este pueblo ; pero nunca como hoy ¡Diosmio, qué gente tan facha, tan insoportable! ¡No he encontrado uno solo que no fuera feo y repugnan­ te! Y como sabes que no hay mujer en el mundo á quien la vista de objetos desagradables sea más enojosa que á mí, por no verlos he dejado el paseo y me he vuelto á casa tan pronto. A lo que Fresco, que ya no podía sufrir más las afecta­ das ridiculeces de su sobrina, contestó, sin poderse ^con­ tener : ?Pues mira, hija, sí te incomoda tanto como dices ver personas desagradables y quieres ahorrarte ese disgusto, nunca te mires al espejo Pero Paquita, que no tenía pizca de lo de Salomón (aun­ que, como supondréis, se creía mucho más sábia), com­ prendió , del mismo modo que pudiera haberlo hecho un adoquín, la verdadera intención de las palabras de su tío, y le contestó : ? ¡Vaya! Sojf mujer, y quiero mirarme al espejo, como todas las mujeres De manera que continuó tan necia y presumida, siendo lo peor del caso, que, según opinión de personas muy en­ tendidas en la materia, con las que nos hallamos de com­ pleto acuerdo, era casi imposible que al punto á que había llegado el mal, y lo poco que de su parte ponía la pacien­ te , sanase de él. Y la pobre se verá, por lo tanto, condenada á ser objeto de desprecio y repulsión, cuando habría debido serlo tan sólo de amor, si hubiese tenido en cuenta lo que le dijo su padre al borde ya de la tumba : ? Hija mía, te pido por tu bien que seas naturalmente cariñosa y buena para todos, pues todos somos iguales. La nobleza, el dinero y la hermosura, en que te fundas para creerte superior á los demás, no son sino accidentes de esta corta vida, y con ella, y muchas veces ántes, suelen des­ aparecer. La vir tud, sólo la virtud es la que imprime en quien la practica una superioridad verdadera, que nadie le puede arrebatar, n i áun la misma muerte , porque se con­ serva y brilla en todo su esplendor más allá del sepulcro J. DE HEREDIA. r REVISTA DE MODAS, París , 24 de Didembre de 1S80. No faltan personas que se imaginan que la moda es el lujo, y que con nuestras revistas y artículos excitamos á la ostentación y á los gastos exagerados. Nada está más dis­ tante de la verdad. Lo que sostengo y he sostenido siempre es que no basta ir vestida con lujo para estar elegante, y que un vestido costoso, de un precio excesivo, no significa nada por sí solo si se le lleva fuera del cuadro conveniente, al paso que un traje todo de lana oscura puede vestir á las mil mara­ villas si está bien hecho, si la señora que lo lleva ha sabido adaptarlo á las circunstancias, y si los accesorios son todos igualmente esmerados. Con un calzado mal hecho, unas medias bastas y mal es­ tiradas , unas enaguas ordinarias y una mano mal enguan­ tada, no se estará nunca lo que se llama «bien puesta», áun cuando se lleve un vestido de mi l francos y un abrigo es­ pléndido. La verdadera elegancia exige un conjunto, una armonía perfecta, tanto para el traje como para el muebla­ je y adornos de una habitación. En algunas personas ese talento, ose buen gusto, son innatos ; pero afortunadamente son pocas las que no pueden adquirirlos con estudio y buena voluntad. A formar ese buen gusto, ese arte práctico de la moda, se dirigen precisamente todos nuestros esfuerzos. Los bailes no han empezado todavía en París, y no em­ pezarán probablemente hasta el mes próximo; pero, en cam­ bio, se baila mucho en los chateaux. He notado, pues, al­ gunos vestidos de baile para señoritas. ' Sabido es que el estilo Luis X I I I está muy de moda. Lo que lo caracteriza e¿: el corpiño, con aldetas muy largas y dentadas, y las mangas cortas, adornadas en lo alto. V i dos de estos trajes, de raso maravilloso liso y listado, uno de 392 J^ A ^/VIODA j ^ L E G A ^ T E , J^EÍ^IÓDICO D E L A S j ^ A M I L I A S . ellos de un color delicioso, bautizado con el nombre de Airosado, y el otro, completamente blanco. ¡El blanco sien­ ta siempre tan bien á las/Señoritas! Otros dos trajes, máslujosos, eran : uno de paño de seda y raso maravilloso y/guarnecido de encajes color de oro antiguo, y el otro, deraso maravilloso blanco y tul, adorna­ do de cuentas blancas. El corpiño iba medio cubierto de blonda antigua bordada de cuentas, y cerrado con un lazo de plata. / Por lo genérai, las formas de esa clase de vestidos son muy variaáas'; pero en el conjunto se distinguen dos cor­ rientes Wen distintas : el empleo de las bandas de telas fle- xibles^y sedosas, dispuestas de mi l modos, y los paños ó quiUas puestas á plano, cuyas quillas son de ricas telas la­ brabas ó bordadas de seda con cuentas de azabache, rodean­ do unos recortes de raso ó terciopelo. El arte de la bordadora vuelve á estar en gran predicamento, y por ese lado, algo costoso, se dirigen las nuevas ideas en materia de ornamen­ tación. En otro género he visto varios trajes cortos sumamente sencillos, pero graciosos y correctos, y en los cuales podrán inspirarse mis lectoras. Los pliegues á la escocesa continúan llevándose mucho, en competencia con los pliegues huecos. Supongamos que el delantero y los lados de la falda, hecha de lana fina, están plegados de ese modo, sin ningún adorno en el bajo ; se echa- encima una polonesa muy larga, cuyo cuerpo, sumamente ajustado, se abrocha un poco más abajo de las caderas. Se recoge esta polonesa como un capote de soldado, para fijarla por encima del cuádruple pliegue hue­ co, que termina la polonesa por detras y cae recto sobre la falda. Los paños ó faldones de la polonesa van forrados de una tela adamascada ó terciopelo labrado, que cae al dere­ cho cuando se vuelven los faldones. Nada tan lindo y gra­ cioso como el traje qne acabo de describir. Como habrán visto mis lectoras por la descripción que precede , la polonesa vuelve á estar de moda ; sólo que ha mudado de nombre, como se acostumbra en semejantes ca­ sos. Ahora se llama ce vestido de encima», y por lo general, es muy larga. V. DE CASTELFIDO. L A A M A D A _ A U S E N T E . (BALADA.) I . Ve el caballero á la niña, La ve al salir de su casa, Y la sigue hasta la iglesia, Do oyen misa del alba. A l salir del templo ambos, Se cruzan una mirada : La niña baja los ojos, Roja como la escarlata. Pues al mirarla el mancebo La ha robado toda el alma. I I . Trascurren dias y dias, Y semanas y semanas ; La niña se pone triste Y derrama acerbas lágrimas, Y por grados va perdiendo Los colores de su cara. En vano al rayar el dia Acude á misa del alba, Pues ya no ve al caballero ? Que la robó toda el alma. I I I . Pobre, triste y desterrado En tanto, en tierras extrañas Está el galán, por amar La libertad de su patria. A ella volver ansia, Y en las quejambrosas auras Manda los tiernos suspiros, Que de su pecho se escapan, A la niña virginal Que miró en misa del alba. I V . . - El sol de la libertad A l galán vuelve á su patria, Y se marcha al punto en busca De la niña que idolatra. ? De su hogar llega á la puerta, Y este diálogo entabla: « ¿ Va á la iglesia? ? No, señor. ? ¿Vive aquí? ?Dejó la casa. ? ¿ A d ó n d e f u é ? . ? Lo ignoramos. Marchóse sin decir nada.» De puerta en puerta llamando, El caballero se marcha Preguntando por la n iña ; Pero no consigue hallarla, Y de fatiga rendido, Prorumpe en estas palabras: «¡Qué triste es ir por el mundo; Qué triste es ir, Virgen santa. Sin saber en dónde mora, Dónde mora nuestra amada! » JOSÉ F. SANMARTÍN Y AGÜIRRE. C A N T A R E S . % Son tus ojos azules Como los cielos. Pues parecen pedazos Del firmamento ; Y tus pupilas. Cual brillantes estrellas, Radiantes brillan. Cuando en la calle me encuentres No te pongas colorada. Que aunque los dos somos buenos, La gente, niña, es muy mala. Anoche me quenas, Y hoy no me quieres : Culpa es de quien se fia De las mujeres; Que, cual veletas, Por el último viento Dejar se llevan. La niña que yo quiero Tiene estas señas : Rubios son sus cabellos ; Negras sus cejas; Con unos ojos Que hacen pasar las penas Del purgatorio. No hay mal que por bien no venga, Dice, morena, el refrán ; Por eso, al ver tus desdenes. Me suelo, niña, alegrar. Pobre mosca es el hombre, Mujer la araña, Que de amor tras la tela Se oculta airada, Aprisionando A los que de ella en torno Giran volando. JOSÉ MARÍA LOREDO. E X P L I C A C I O N D E L F I G U R I N I L U M I N A D O . N ú m . 1 653. (Sólo corresponde á las Sras. Suscritoras de la 1.A edición de lujo.) Vestido de baile. Es de raso blanco. La espalda es de for­ ma princesa. El delantero es de gasa de seda muy brillante, va plegada y bullonada, y atravesada por tiras de raso. La cola va guarnecida de una blonda blanca, que sube por cada lado hasta el corpiño, el cual va atravesado por una guir­ nalda de azaleas. Otra guirnalda igual por encima del vo­ lante que guarnece el borde inferior. Una guirnalda de flo­ res hace las veces de manga. Traje para convite ó teatro. Vestido de raso color de amatista y brocado del mismo, pero de dos matices. La falda es de raso liso y va recogida por el lado derecho. La cola v.a adornada en el lado izquierdo con dos vueltas de brocado, que se cruzan y forman una concha. El corpiño, de aldetas cortas en las caderas y muy puntiagudas por de­ lante y por detras, va adornado de almenas hechas de bro­ cado. Las mismas almenas adornan el borde inferior del delantero de la falda. Cuello grande de punto de Venecia. E X P L I C A C I O N D E L A L Á M I N A D E D I B U J O S D E R E L I E V E . {Véanse, para la, frivolilé y los varios puntos del encaje inglés, las lecciones que hemos publicado de dichas labores, ó el MAN0AL DE LA MODA E L E ­ GANTE, en que se hallan contenidas ) ROSÁCEA, frivolité con un hilo. La rueda, en el anillo del medio, se hace con hilos enrollados. ENCAJE, de frivolité con dos hilos. Los cuatro hilos de cada añadidura son hilos enrollados, reunidos por medio de un lunar de guipur. MEDALLÓN CUADRADO , de frivolité de dos hilos. CORBATA, de encaje inglés. Se aplica esta labor en el pico de una corbata de gasa, de tu l , de surah, etc. El borde va guarnecido de una puntilla muy estrecha. A LAS SEÑORAS SUSCRITORAS. Repartimos con el presente número el prospecto de las OBRAS DE MESONERO ROMANOS, cuya publi­ cación recomendamos á las Sras. Suscritoras de LA MODA ELEGANTE ILUSTRADA. Igualmente recibirán las Sras. Suscritoras de la r» edición un dibujo de reh'eve'-p'ara. labores de frivolité y encaje inglés; novedad que introducimos desde esta fecha con el deseo de agradar á nuestras cons­ tantes favorecedoras. El Administrador de LA MODA ELEGANTE ILUSTRADA ruega á dichas señoras que, al dirigir el pedido de su re­ novación para 1881, acompañen una faja de cualquiera de los números que reciben, ó cuando menos, que expresen en sus cartas el de orden, que siempre se hace constar so­ bre aquéllas. Igualmente les suplica con el mayor encarecimiento que tengan la bondad de ordenar sus renovaciones con la anti­ cipación posible, porque la aglomeración de trabajos en fin y principio de año es tan considerable, que no puede' ménos de dar origen á retraso en el servicio de los prime­ ros números de aquellas Señoras que demoren el dar opor­ tuno aviso. Siendo la Empresa de LA MODA ELEGANTE ILUSTRADA la que también publica LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AME­ RICANA, concede una rebaja de 25 por 100 en el precio de la referida MODA ELEGANTE á toda Señora que se suscriba al mismo tiempo á LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERI­ CANA por 1881. E L ADMINISTRADOR. Las Sras, Suscritoras recibirán con el pre­ sente número la Portada y los Indices que corresponden al tomo X X X I X , el cual con­ cluye con el año 1880. ?La Dirección de L A MODA, que consi­ dera como noble estímulo el favor que le dispensa el público ilustrado, y que no es­ caseará esfuerzos y sacrificios para corres­ ponder dignamente, y seguir mereciendo las simpatías de las familias españolas y ameri­ canas, se complace hoy en unir á esta sen­ cilla manifestación de gratitud hácia nues­ tras constantes favorecedoras los votos más sinceros para que el cielo conceda á todas prosperidad y ventura en el nuevo año de 1881. Madrid , 30 de Diciembre de i? E L DIRECTOR. El OLEOCOME de E . C O U D R A Y , perfumista en París , 13, rué d'Enghien, conserva por un tiempo indefi­ nido el cabello, y le da un brillo y una flexibilidad incom­ parables. No es extraño, pues, que su inventor haya obte­ nido en la última Exposición Universal de París las más altas recompensas por todos los productos de su casa. (Véa­ se el anuncio en la cubierta.) Las Pildoras BLANCARD (40, rué Bonaparte, Par í s ) , al ioduro de hierro inalterable, son empleadas por las celebri­ dades medicales del mundo entero en todas las afecciones del bello sexo (colores pálidos, etc., etc.) en que hay nece­ sidad de proceder contra la sangre. (Rehusar todo frasco que no lleve la ñrma del inventor.) (Véase el anuncio en la cubierta.) S O L U C I O N A L G E R O G U F I C O D E L N U M . 4 6 . E l hombre celoso es un leco y el descuidado un tonto. La han presentado las Sras. y Srtas. D.a María Martínez.?D a Josefa Temíño.?D.a Alejandra I turr íaga.?D.a Josefa Valladolid.?D.a Agustina Hernando.?D.a María Gaitan.?D.a Hortensia S. Tirado.?D.a Sofía Eo- driguez de Araujo.?D a María Nuñez .?0.a llamona Andrade de Sánchez. ?D.a Elodia Arenas y Rodríguez.?D.a Teresa Ansaklo. ? D a Lucinla Mar­ t í n e z . - D . a Dolores Aveger de Rey.?D.a Cármen Torres. ? D.a Casilda, D.a Amalia y D.a Francisca Mendoza?D.a Isabel Valencia.?D.a Elisa Gi­ ménez de Pardo.?D.a Avelina y D.a Cármen Patrón.?D.a Carolina García . ?D.a María Castillo.?D.a Estrella del Moral.?D.a Mercedes Moreno.? D.a Cármen Garzón.?D.a Rosario García Obregon.?D.a Cármen H o n t a ñ o n . ?D." Enriqueta Alarcon y Gi l ?D a Segunda de Urruzola ?D.: ' Teresa Ro­ dríguez Pérez.?D.a Josefa L. de Cegama. F I N D E L T O M O X X X I X . Reservados todos los derechos de propiedad art ís t ica y literaria. MADRID. ? Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y C.', sucesores de Rivadeneyra, I1IPKESOUE3 DE CÁMAI1A DE S. M. s